El misterio que desde siempre ha sido la poesía se ahonda en la época actual. En busca de un hilo que nos guíe por los laberintos de la poesía de nuestro tiempo recurrimos a dos escritores mexicanos.
“La poesía –Escribe Alfonso Reyes en El deslinde– puede ser Catharsis para el ánimo, edificación de la ética, vivificación de la política, compensación para los vacíos del mundo, enriquecimiento de la especie, camino de la humanización del hombre, guía en tormenta, brecha en ahogo – ella liberta, ella levanta: no sin henchir antes de arrullos, a imagen de la canción de Ariel, las pausas de la noche de Fausto. Por eso hay que rescatar la interpretación de la poesía entre las sentimentalidades confusas que la ensombrecen, como mano firme de varón.”
Octavio Paz en El arco y la lira afirma que: “La poesía es conocimiento, es salvación, poder, abandono. Operación capaz de cambiar el mundo, la actividad poética es revolucionaria por naturaleza. Ejercicio espiritual, es un método de liberación interior.” Cumple además otras encomiendas: “liberar y cuestionar a las palabras, practicar una crítica del lenguaje, insistir en la unidad de lo existente, creer en los poderes liberadores del erotismo y en los dones transfiguradores del amor.”
Ahora es necesario situar nuestra poesía en el tiempo. La poesía latinoamericana actual es la feliz culminación de un proceso que se inició en los años veinte y treinta. Entonces, bajo el influjo de los poetas Vicente Huidobro, Ramón López Velarde y Cesar Vallejo, a quienes se sumará más tarde la infinita potencia de Pablo Neruda y la inteligencia de Octavio Paz, se constituye una lengua autónoma, libre, que elude los niveles lógicos y lexicográficos del lenguaje para crear una “sintaxis en tensión” capaz de hacer surgir los valores más secretos de las palabras.