Enciclopedia de la Literatura en México

Ramón López Velarde

mostrar Introducción

 

Ramón López Velarde (1888-1921) es uno de los poetas mayores de la literatura en México. Su obra revela un dilema del espíritu al cual se entregó hasta sus últimas consecuencias sin renunciar a sus dos polos: la religiosidad y el erotismo. Su escritura, plena de imágenes y de un lenguaje constantemente renovado, colocó a la poesía de México en la antesala de la vanguardia. Con él los poetas mexicanos ingresaron a la modernidad literaria. Sus temas son los más íntimos: las mujeres y el cielo de la provincia, “La suave Patria” que Ramón López Velarde tradujo a un lenguaje inédito, poblado de matices, sorpresas y absolutamente siempre, la poesía. Publicó en vida dos libros, La sangre devota (1916) y Zozobra (1919). Póstumamente aparecieron El son del corazón (1932) y los libros de prosa, El minutero (1923) y Don de febrero y otras prosas (1952), entre otros. José Luis Martínez se encargó de reunir sus escritos públicos: poemas, crónicas, relatos y ensayos en 1971. Poeta de mitos y enigmas, Ramón López Velarde fue fiel a una de sus máximas. No le interesaba escribir nada que no saliera de la combustión de sus huesos.

mostrar Nacimiento

Nació en Jerez, Zacatecas, el 15 de junio de 1888. Poeta que abre la puerta a la modernidad literaria en México. Según el acta de nacimiento, su nombre completo es José Ramón Modesto López Velarde Berumen. Fue el primero de los nueve hijos del abogado José Guadalupe López Velarde, originario de Jalisco, y Trinidad Berumen Llamas, mujer proveniente de una familia de terratenientes locales. A finales del siglo xix, como lo relata Marco Antonio Campos, el pueblo de nacimiento y de los primeros años del poeta debería tener algunas ocho cuadras a la redonda, casas con patio interior y tapias de azulejos, y todo esto rodeado por huertos y haciendas.[1] Tiene singular relevancia también la hacienda de la Ciénega, a unos cuantos kilómetros, donde moró Josefa de los Ríos, Fuensanta, musa del poeta. En 1894 comienza sus estudios en el Colegio Morelos. Sus condiscípulos lo retratan como reservado y tímido, “aunque participaba de momentos de gran seriedad”.[2] Eloísa Villalobos, compañera de juegos, en sus años de madurez aparecerá en la obra literaria. Hacia finales de 1898, su padre es nombrado notario público en la capital de Aguascalientes, y la familia se muda a esa ciudad. Ahí asiste Ramón, a la edad de 10 años, a la escuela para niñas de Angelita Díaz Sandy, recordada en su prosa como “La escuela de Angelita”. Luego es inscrito en el colegio de San José con el maestro Sóstenes C. Olivares. En octubre de 1900 ingresa al Seminario Conciliar y Tridentino. En esta institución cursa los dos primeros años de humanidades y obtiene distinciones por dedicación y buena conducta. El poeta regresa a la residencia familiar en Aguascalientes en 1902. Continúa sus estudios en el Seminario Conciliar de Santa María de Guadalupe. Sus méritos académicos le dan entrada a la Academia Latina de León xiii de dicha institución.

mostrar Primeras letras

En 1903 comienza a poner por escrito sus sentimientos amorosos por Josefa de los Ríos, a quien frecuenta durante las vacaciones escolares, cuando volvía a su pueblo natal. Inicia, al año siguiente, su colaboración en el semanario El Observador, de la ciudad de Aguascalientes, dirigido por el licenciado Eduardo J. Correa, quien da a conocer los textos del poeta en la página denominada “Lira aguascalentense”, y con quien sostendrá una prolija correspondencia a lo largo de los años. Publica “A un imposible”, el más antiguo de sus poemas, en 1905. Asimismo termina sus estudios en el seminario e ingresa en el Instituto de Ciencias de Aguascalientes. En 1906 funda la revista literaria Bohemio, junto con sus compañeros Enrique Fernández Ledesma, Rafael Sánchez, José Villalobos, Pedro de Alba, entre otros. La revista publica nueve números y su disolución es relatada años después, no sin ironía, por el propio Velarde. Ahí firma un poema bajo el seudónimo, Ricardo Wencer Olivares. A finales de 1907 ingresa al Instituto Científico y Literario de San Luis Potosí, en la carrera de derecho. Colabora en periódicos y revistas de provincia. Publica en El Observador las prosas de crítica literaria y cultura.

mostrar Los años de la Revolución

Conoce a Francisco I. Madero en 1910. Lo recibe y apoya durante la estancia de aquél en San Luis Potosí. Su nivel de participación en el movimiento revolucionario es tema de controversia entre especialistas; se le perfila, a veces, como simpatizante moderado, otras, como precursor y activista.

En 1911 obtiene el título de Licenciado en Derecho. Se le exime del examen profesional por sus excelentes calificaciones. Publica en El Regional de Guadalajara un poema y varias prosas. En estas últimas cuestiona, siempre con un tono irónico, el porfirismo. En su correspondencia con el licenciado Correa se hace también patente el desagrado del poeta por el clero adepto al régimen de Díaz y la afinidad ferviente por la causa maderista. Casi inmediatamente después de su titulación es nombrado Juez de Primera Instancia para la localidad de El Venado, San Luis Potosí, cargo que ejerce durante sólo tres meses.

En marzo de 1912, Ramón López Velarde llega a la Ciudad de México en compañía de su hermano Jesús. A raíz de una entrevista con Francisco I. Madero, recibe un nombramiento como actuario de un juzgado; desempeña este cargo por un breve periodo. Se reencuentra con antiguas amistades como el propio Correa en cuya revista, La Nación, colabora con textos políticos, de crítica literaria y algunos poemas. Pedro de Alba funge como su guía cultural, lo lleva a conocer al poeta simbolista Balbino Dávalos, quien a su vez le recomienda ponerse en relación con José Juan Tablada.

El encuentro con Tablada es referido por de Alba en su Ramón López Velarde. Ensayos. Cabe señalar que, al no tener referencias sobre Ramón y leer su texto “A la gracia primitiva de las aldeanas”, el poeta orientalista supuso que era español.[3] A partir de este primer encuentro, se inicia una amistad intensa que sin embargo dura poco. Con Artemio de Valle-Arizpe, el poeta fragua una relación más entrañable y longeva.

Ese año crece su presencia en los medios impresos, sobre todo en los rubros de crítica literaria y periodismo político. Este último conjunto trasluce aspectos históricos y sociales del centro de la república en esos años. Ataca a gobernadores estatales y a diputados afines al porfirismo, comenta hechos de actualidad social y celebra las acciones de ciertas personalidades políticas afines a la causa anti-reeleccionista. Ese verano, dado su trabajo en favor de Madero, el Partido Católico lo postula para diputado por Jerez. López Velarde no tiene entonces la edad necesaria, de manera que se decide que funja como candidato suplente, para, después de la elección, entregarle el puesto. El contrincante, Aquiles Elorduy, al ser derrotado en los comicios, impugna y, presente en la tribuna del Colegio Electoral durante la revisión de los paquetes de boletas, consigue que se anule el resultado. De acuerdo con el licenciado Correa, López Velarde toma la derrota con ironía y su habitual calma.

Entre las reseñas destacan la que hace al poemario Procelarias, del entonces vicepresidente de la república José María Pino Suárez. En medio de los abundantes comentarios de que es objeto esta obra, Ramón no se permite las lisonjas de otros analistas que la equiparan con la de Díaz Mirón, sino que acota los defectos y las virtudes, dándole al hombre de política una breve felicitación por sus logros poéticos. Por otra parte, desde su espacio editorial en La Nación, da la bienvenida al poeta del Perú, José Santos Chocano, a su llegada a México y le facilita la entrada al circuito literario.

No se sabe la fecha exacta de su salida de la ciudad de México, pero regresa a San Luis Potosí en 1913, después de la Decena Trágica. De acuerdo con el licenciado Correa, después del asesinato de Madero y Pino Suárez, se dedica a combatir en sus textos a Victoriano Huerta y a auxiliar a sus amigos en peligro o que proseguían la lucha constitucionalista. El periódico El Eco de San Luis, será su trinchera literaria, aunque también colabore en El Regional de Guadalajara. Publica su primer cuento, titulado “El obsequio de Ponce”, en El Mundo Ilustrado de la ciudad de México. Durante esta estancia en San Luis, el poeta pasa estrecheces económicas. Pese al ambiente favorable que reinaba ahí, el poeta extraña el bullicio citadino y el medio literario de la capital.

mostrar La vuelta al valle de México

El 1° de enero de 1914 Ramón López Velarde regresa a vivir a la capital. Publica su cuento “Luna de miel” en el semanario La Ilustración. Frecuenta a Saturnino Herrán, Enrique González Martínez, Julio Torri, Rafael López, entre otros. El poeta produce cada vez más admiración entre sus coetáneos. Durante la invasión de los villistas a Zacatecas para exterminar al ejército fiel a Huerta, su tío Inocencio es asesinado y este hecho lo afecta sensiblemente. Su trabajo periodístico no le reporta ingresos suficientes, así que comienza a desempeñar cargos burocráticos y más adelante imparte la cátedra de literatura en la Escuela de Altos Estudios y en la Escuela Nacional Preparatoria.

En 1915 ocurren varias publicaciones en Revista de Revistas, El Nacional Bisemanal, Vida Moderna, entre otras. El poeta frecuenta peñas literarias, teatros, cantinas y cafés. Conoce a Margarita Quijano quien, en palabras de José Emilio Pacheco, es la protagonista de Zozobra;[4] en la imaginación del poeta las mujeres se convierten en símbolos de una particular visión estética. La frustración de esta pretensión amorosa propicia el retorno al recuerdo espectral de Fuensanta. La falta de un trabajo de tiempo completo le permite recorrer la ciudad y asistir al curso de estética del maestro Antonio Caso. De acuerdo con Pedro de Alba, López Velarde lee los treinta tomos de las obras completas de Anatole France en compañía de Jesús B. González.[5] En su obra de entonces persiste la figura de Fuensanta y los paisajes de la juventud. Cabe destacar, “En el piélago veleidoso”, motivado por la naturaleza acuática, pues el poeta nunca conoció el mar. En mayo reseña La muerte del cisne, de González Martínez, libro de poemas al que se acerca con respeto y del cual reconoce la deuda intelectual que tiene con su autor.

mostrar El lustro del reconocimiento

Aparece La sangre devota, editado por Revista de Revistasen 1916. El mismo día que el poeta termina de corregir las pruebas de imprenta en las instalaciones de dicho suplemento, el poeta Núñez y Domínguez, autor de Holocaustos, le pide que escriba sobre los recientes daños que la artillería alemana produce en la catedral de Reims. El resultado es “La sonrisa de la piedra”, primera crónica de López Velarde, que es aplaudida por todo el equipo editorial. La crítica recibe con agrado su primer libro y Castro Leal le adjudica un parentesco poético con el Francisco González León de Maquetas (1908); se le califica de simbolista y neorromántico. No sólo destacan las elogiosas reseñas literarias de este último sino también la de Julio Torri. Continúa una firme presencia en diarios y revistas; destacan El Nacional Bisemanal, Diario Libre de la Noche y Vida Moderna. Es invitado a impartir una conferencia en la Universidad Popular en marzo; el texto correspondiente, “La derrota de la palabra” aparece en esta última. Al escribir sobre Fernández Ledesma en agosto, sienta por escrito su idea del criollismo y los pormenores de esta veta literaria, de la que él mismo participa. Otro texto importante para entender la poética velardeana aparece en octubre bajo el nombre de “La corona y el cetro de Lugones”. En lo sucesivo manifestará en sus prosas la preocupación que le causa la influencia estadounidense en la ciudad y costumbres mexicanas.

En 1917 funda la revista Pegaso, con Enrique González Martínez y Efrén Rebolledo. Los temas serían variados: literatura, actualidad mexicana y europea, el arte (sobre todo colonial), deportes, teatro y cine. El consejo editorial pasa en silencio la Revolución mexicana; no así la Primera Guerra Mundial. López Velarde se declara amigo de una nueva generación de literatos entre los que menciona a Martín Gómez Palacio y a Carlos Pellicer. Conoce en un café a Salvador Díaz Mirón, que lo impresiona positivamente tanto por la calidad de su obra poética como por su personalidad grandilocuente e insolente. En mayo defiende al poeta y dramaturgo español Francisco Villaespesa, de reciente llegada a México, de los ataques de su compatriota Manuel Linares Rivas. El poeta deja de aparecer como director de Pegaso, a causa de su nombramiento en el Departamento Jurídico de la Secretaría de Gobernación, donde trabaja al lado de Manuel Aguirre Berlanga. El 7 de mayo fallece Fuensanta, que dejará su estela en la sucesiva obra de López Velarde.

El poeta cumple 30 años en 1918. Durante una visita de Pedro de Alba, que entonces vivía en Aguascalientes, a la capital, le confiesa su amor por Margarita Quijano, pues sabe que aquél sostiene una amistad con ella. La negativa y el rechazo tajante de parte de la musa lo conduce a instalarse definitivamente en su soledad. Pedro de Alba refiere que tuvo un efecto corrosivo y disolvente en el poeta.[6]

Aparece su segundo libro, Zozobraen 1919. Su facultad creadora asciende a su cenit; en ese momento tiene 31 años y continúa soltero. La lucidez de sus análisis literarios de autores contemporáneos lo consagra como crítico. En mayo del año siguiente, la rebelión obregonista hace huir al gobierno y el presidente Carranza es asesinado en Tlaxacalaltongo, Puebla, el 21 de mayo. El poeta pierde su trabajo y ya no participa más en el gobierno. Funda y colabora en la revista México Moderno. Reseña El plano oblicuo de Alfonso Reyes, cuyos juicios distancian a los dos escritores, y El monismo estético de Vasconcelos.

Comienza el año de 1921 dando clases de literatura mexicana e hispanoamericana en la Facultad de Altos Estudios. Reseña Campo argentino de Baldomero Fernández Moreno. Con miras al aniversario de la Independencia escribe uno de sus trabajos más conocidos: “La suave Patria”.

Una noche, después de merendar con amigos en La Mallorquina, el poeta emprende una de sus usuales caminatas nocturnas, sin rumbo, por la Alameda, la avenida Juárez, el Caballito, el Paseo de la Reforma. La temperatura desciende. Un amigo que lo acompaña le ofrece tomar un coche para llevarlo, pues el poeta no acostumbra usar abrigo, pero éste declina la oferta y continúa a pie hasta su casa en la Avenida Jalisco, de la colonia Roma. Esa noche contrae una severa bronconeumonía y muere, días después, en la madrugada del 19 de junio, asfixiado por la pleuresía.

Su hermano Jesús notifica a José Vasconcelos, rector de la Universidad, quien hace las gestiones para que el gobierno tome los funerales a su cargo y para que sea velado en el Paraninfo de la Universidad de México. Hombres ilustres de las letras y la política realizan los homenajes y las guardias junto al féretro. En los años siguientes su importancia en la literatura nacional es refrendada con numerosos estudios críticos, reediciones, conmemoraciones en todo el país.

Los poemas que dejó a su muerte fueron reunidos en el libro Son del corazón (1932) y su prosa, que incluye comentarios líricos, retratos literarios, críticas, recuerdos de provincia, temas del momento, etc. fueron reunidos por Enrique Fernández Ledesma en El minutero (1923).

mostrar Bibliografía

Alba, Pedro de, Ramón López Velarde. Ensayos, México, D. F., Universidad Nacional Autónoma de México/ Dirección General de Publicaciones, 1958.

Campos, Marco AntonioEl San Luis de Manuel José Othón y el Jerez de López Velarde, Zacatecas, Dos filos, 1998.

García Barragán, Elisa y Luis Mario SchneiderRamón López Velarde. Álbum, México, D. F., Instituto de Investigaciones Estéticas, 1988.

López Velarde, RamónObrased. de José Luis Martínez, México, D. F., Fondo de Cultura Económica (Biblioteca Americana. Serie Literatura Moderna), 1971.

Molina Ortega, Elena, Ramón López Velarde: prosa política, México, D. F., Imprenta Universitaria, 1953.

Pacheco, José Emilio, “Ramón López Velarde”, en Antología del modernismo, México, D. F., Universidad Nacional Autónoma de México/ Coordinación de Humanidades/ Ediciones Era, 1999.

mostrar Enlaces externos

Campos, Marco AntonioRamón López Velarde visto por los Contemporáneos, Zacatecas, Gobierno del Estado/ Instituto Zacatecano de Cultura “Ramón López Velarde”, 2008, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, Web, (consultado el 25 de septiembre de 2012).

García Morales, Alfonso, “Ramón López Velarde y el sueño de la inocencia”, Magazine Moderna. Revista digital para los curiosos del Modernismo, (consultado el 25 de septiembre de 2012).

----, “Ramón López Velarde. Apunte biográfico”, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, Web, (consultado el 25 de septiembre de 2012).

Ángel Muñoz Fernández
1995 / 29 nov 2017 09:41

Nació en Jerez, Zacatecas, en 1888 y murió en la Ciudad de México en 1921. Estudió humanidades en el Seminario Conciliar de Zacatecas. Graduado de abogado, fue juez en El Venado, San Luis Potosí. En México ocupó cargos burocráticos y docentes. Colaboró en diversos periódicos en algunos estados y en la Ciudad de México. Colaboró con las siguientes publicaciones: El regional de Guadalajara (1909), La nación de México (1912), El eco de San Luis (1913), El nacional bisemanal (1915-17), Vida moderna (1916), Pegaso (1917) y México moderno.

Notas: Después de la decadencia del modernismo, la poesía de López Velarde llamó poderosamente la atención. Se le considera el punto de partida de la poesía contemporánea mexicana.

 

José Luis Martínez
1995 / 08 ago 2018 15:50

En tanto que otros poetas de su tiempo han visto algo oscurecido el prestigio que disfrutaron, el gusto por la obra de Ramón López Velarde se ha mantenido y crecido desde el año de su temprana muerte. Ya no es un escritor sólo apreciado por las minorías letradas y comienza a ser disfrutado por lectores comunes. Él concertó y cristalizó nuestro moderno sentido de la nacionalidad; con su sensibilidad imaginativa, nos reveló las sombras y el secreto de nuestro corazón y de nuestros sentimientos, y su obra es el punto de partida de nuestra poesía contemporánea.

El periodo vital decisivo de la existencia de López Velarde –de sus veinte a sus treinta y tres años, de 1908 a 1921– queda casi totalmente comprendido en el periodo de nuestra historia política llamado Revolución. Cuando conoce a Madero, en 1910, tenía veintidós años; cuando muere, en 1921, el país inicia apenas una tentativa de paz e instituciones. A pesar de ese temperamento reaccionario que él mismo confesaba, debió convivir, pues, con una violencia que tanto se le oponía. Y aunque lo lastimase, realizó una obra paralela en sentido a aquel movimiento histórico. Aleccionante a este respecto es el ensayo "Novedad de la Patria", de El minutero, donde analiza nuestro concepto de la patria a la que volvemos después de años de sufrimiento, "por amor [...] y pobreza" para sentirla "menos externa, más modesta y probablemente más preciosa". En tal sentido, su exaltación amorosa de la provincia, primero, y su poema cívico, después, son la contribución "revolucionaria" de quien políticamente se sentía un "reaccionario". Al mismo tiempo, su obra forma parte del amplio movimiento de revaloración nacionalista –de los valores literarios, la pintura, la arquitectura y el arte y la música populares– que comienzan a estudiarse y apreciarse a partir de la generación del Ateneo.

Sólo llegó a ver publicados dos libros de versos. El primero fue: La sangre devota (1916) –proyectado desde 1910–, cuyo título y mensaje delatan al provinciano que aún no olvida su tierra zacatecana ni el fervor por su pureza. La inspiradora de sus primeros poemas es Josefa de los Ríos, Fuensanta para él, que era ocho años mayor que el poeta y murió en 1917. Este amor primero no pasó del límite de los versos, y con él perdió López Velarde las amarras que más profundamente lo sujetaban al mundo de su adolescencia.

Hacia 1916 inicia una relación sentimental con Margarita Quijano, maestra culta y hermosa, hermana de don Alejandro y diez años mayor que el poeta. Su noviazgo con "la dama de la Capital" fue breve.

En su segundo libro, Zozobra (1919), puede advertirse la marca que habían dejado  en su ánimo las experiencias de la ciudad, "flores de pecado". En lugar del agua clara de la provincia, bebe un licor cálido de uvas que le revela la síntesis de su zodiaco, el León y la Virgen. Pero sus nuevas experiencias eróticas sólo le dejan un sentimiento de frustración, desencanto del placer y la conciencia de la patética cercanía del amor y la muerte. La más conturbada exposición de esta dualidad queda en "Te honro en el espanto", en el que todas las alusiones amorosas tienen una correspondencia fúnebre y el amor mismo es "un puente de abismo en que vamos tú y yo", como el límite de la vida y de la muerte, del bien y del mal, al que el poeta se abraza consciente de su fatalidad .

Sus últimos poemas, reunidos en El son del corazón (1932) después de su muerte, continúan expresando sus conflictos, sus obsesiones y sus fascinaciones, pero acentúan la complejidad expresiva que aparecía ya en Zozobra. El juego imaginativo se vuelve más intelectual y osado, y hay algo como un vértigo de los espejos verbales, de las imágenes sorprendentes a veces estrafalarias y a veces afortunadas.

Ramón López Velarde merece en verdad el título de poeta por haber expresado en un lenguaje constantemente renovado, como recién nacido, su mundo dramático y pleno de imágenes. Si ya en su primer libro aparecía un lenguaje lírico conformado, en los siguientes acogió nuevas experiencias expresivas e intentó traducir con ellas sus concepciones poéticas. Varía su espíritu en cada uno de sus tres libros de poesía; varía también su retórica, pero no cambia ni se aumenta su temperatura lírica. ¿Cómo olvidar poemas como "Mi prima Águeda" , "La bizarra capital de mi Estado", "En las tinieblas húmedas", "Por este sobrio estilo" y "Un lacónico grito", de La sangre devota; "Mi corazón se amerita", "Tus dientes", "Tierra mojada", "El retorno maléfico" y "La lágrima", de Zozobra; y "El son del corazón", "Si soltera agonizas", "Vacaciones", "El sueño de los guantes negros" y "La suave Patria", de El son del corazón.

Este último poema, "La suave Patria", es excepcional en la poesía de López Velarde. Quien sólo había cantado su mundo íntimo y sus experiencias sensuales y mundanas, canta ahora a la Patria. Y aunque anuncia que adoptará por una vez la modulación grave, vuelve a emplear los recursos libres y líricos que eran su dominio. Rehúye el santoral heroico habitual, salvando a Cuauhtémoc, y hace la exaltación de la Patria con recuerdos de cosas nimias y personales, con adivinaciones proféticas (el petróleo), con rasgos de alegrías populares, con imágenes femeninas de la provincia y con un despliegue imaginativo fascinante.

Escrito en ocasión del primer centenario de la consumación de nuestra Independencia, 1921, el mismo año de la muerte de su autor, "La suave Patria" es un poema que muestra la transmutación de la experiencia personal de López Velarde en sus últimas composiciones –retorno nostálgico, por desencanto del mundo, a la pureza provinciana– en una experiencia nacional. La doctrina de su mayor poema es la del retorno a los orígenes, que él nos presenta revestidos de todas las galas, femeninas y tradicionales, con que su imaginación sentía a México. Pero, al mismo tiempo es, técnicamente, la suma de las experiencias verbales de López Velarde en el resto de su obra, llevadas a un intento de mayor popularidad. Poemas de transición, pues, entre su manera íntima y su manera "nacional" –que no llegó a realizarse– "La suave Patria" es un impuro canto lírico y un canto épico subjetivo y caprichoso.  Por razones tan oscuras como la de nuestra adhesión a la "x" del nombre de México, es ya para muchos mexicanos una especie de segundo himno nacional lírico, intocable y ya tradicional.

En 1923, segundo aniversario de la muerte del poeta, su amigo cercano Enrique Fernández Ledesma editó El minuteropreciosa colección de algunas prosas de López Velarde. Por la calidad de su estilo y su importancia para el conocimiento de la intimidad de su autor, El minutero solo bastaría para que López Velarde tuviese un lugar destacado entre nuestros escritores. Alternando los poemas en prosa, los ensayos y las crónicas, estas páginas tienen un cordial equilibrio de emoción y pensamiento, de humor y penetración, que ennoblece muchos de sus temas. Algunos de estos textos parecen comentarios o anotaciones previas de ciertos poemas, y algunos otros guardan revelaciones sobre la intimidad espiritual y el pensamiento de López Velarde. Así, por ejemplo, en "Novedad de la Patria", que desarrolla la penetrante y fértil doctrina sobre este tema, o en esas intensas confesiones eróticas o trascendentales de los ensayos titulados "Obra maestra", "La flor punitiva", "José de Arimatea", "Fresnos y álamos" y "Eva", dignos de la más rigurosa antología.

Gracias al interés nunca decaído por López Velarde, a partir de 1945 y hasta la fecha –especialmente en 1988 en que se celebró el centenario de su nacimiento–, el conocimiento de su obra se ha enriquecido con la divulgación de textos desconocidos: poemas de juventud, primeras versiones y borradores de sus poemas, prosas líricas y crónicas, crítica literaria, artículos políticos y epistolario.

De este caudal de nuevos textos, algunos son especialmente valiosos. Entre las prosas líricas, merecerían formar un estricto segundo volumen de El minutero  las siguientes: "Mundos habitados", "Aquel día", "Sonámbula", "Su entierro", "Hacia la luz", "Don de febrero", "Clara Nevares", "La provincia mental", "La dama en el campo", "La derrota de la palabra", "La Madre Tierra", "El predominio del silabario", "Malos, réprobos y peores bienaventurados", "La Avenida Madero" y "Melodía criolla".

El muy extenso periodismo político, a pesar de que no tenga calidad literaria, es muy importante para conocer las ideas políticas de López Velarde, especialmente su temprana filiación maderista.

Los artículos de crítica literaria nos fuerzan a reconocer que López Velarde no fue un "ingenio lego" sino un escritor que discurría con familiaridad entre libros y tendencias, y con juicios perspicaces. Tienen especial interés "La corona y el cetro de Lugones", el artículo sobre Tablada y la carta que le envió en 1919, acerca de la poesía ideográfica.

En fin, entre sus cartas conocidas, las que dirigió a su amigo y protector Eduardo J. Correa son importantes para conocer la evolución de su pensamiento político y las violentas reacciones del licenciado Correa ante las nuevas ideas del poeta.

Los libros iniciales y la totalidad de los nuevos textos descubiertos de Ramón López Velarde con un estudio preliminar, cronología biobibliográfica y notas textuales se reúnen en la "Edición del centenario" (1990) de Obras, al cuidado de José Luis Martínez.

Pueden consultarse: Allen W. Phillips, Ramón López Velarde, el poeta y el prosista, México, inba, 1964, 1988, y Visiones y versiones. López Velarde y sus críticos, 1914-1987, Emmanuel Carballo (comp.), México, inba, 1989.

La poesía de López Velarde puede considerarse punto de partida de un amplio repertorio de obras literarias –poesías, novelas, crónicas, estampas– que tienen su inspiración en los rasgos peculiares de la vida y costumbres de lo que llamamos provincia. Es un hecho que la mayoría de los escritores mexicanos provienen de los estados de la república; pero no todos ellos realizan la parte medular de su obra con los ojos puestos en su tierra natal. Algunos, como Mariano Azuela, José Rubén Romero, Carlos González Peña o el mismo Ramón López Velarde, tienen en sus obras rasgos muy acusados de inspiración provinciana y podrían considerarse ciertamente dentro de esta tendencia; pero cada uno de ellos ha tenido su significación literaria más destacada dentro de otras tendencias o grupos cuya unidad se rompería con su ausencia, y, en el caso de López Velarde, el reducir su obra al marco provinciano implicaría un olvido de otros valores fundamentales de su poesía. Aun en las obras de los escritores que se consideran enseguida, pueden encontrarse también aspectos que se escapan de esta inspiración, pero su relieve más visible puede comprenderse dentro de ella.

Nació en la Ciudad de Jerez, Zacatecas el 15 de junio de 1888; muere en la Ciudad de México, el 19 de junio de 1921. Poeta. Estudia Humanidades en el Seminario Conciliar de Zacatecas, en el Seminario Conciliar de Santa María de Guadalupe en Aguascalientes y en el Instituto de Ciencias de la misma ciudad. En 1908 ingresa a la Escuela de Leyes del Instituto Científico y Literario de San Luis Potosí y colabora en revistas y periódicos de provincia. En 1912 se establece en la Ciudad de México donde ocupa puestos burocráticos y se desempeña en la docencia como profesor de la Universidad Popular Mexicana, así como profesor de Literatura en la Escuela Nacional Preparatoria y en la Escuela de Altos Estudios de la Universidad Nacional. En 1917 funda la revista Pegasoal lado de Enrique González Martínez y Efrén Rebolledo. Escribe en La Nación, El Nacional Bisemanal, Vida Moderna, El Maestro, México Moderno y Revista de Revistas. En junio de 1921 aparece su poema “La suave patria” en la revista El Maestro de forma póstuma.

De 1900 a 1902 estudió Humanidades en el Seminario Conciliar de la Ciudad de Zacatecas, pasó al Seminario Conciliar de Santa María de Guadalupe de la Ciudad de Aguascalientes y al Instituto de Ciencias de la misma ciudad y se graduó como abogado en 1911. En 1908 ingresó a la Escuela de Leyes del Instituto Científico y Literario de la Ciudad de San Luis Potosí. Por esos años colaboró en revistas y periódicos de provincia. En 1910 conoció y trabó amistad con Francisco I. Madero, simpatizó con sus ideas, pero no siguió el movimiento revolucionario. En 1911 ejerció como juez en la localidad de El Venado, en San Luis Potosí. Estableció su residencia definitiva en la Ciudad de México en 1914. En sus nueve años de residencia en la capital de México ocupó diversos puestos burocráticos y ejerció la docencia. Fue profesor de Literatura en la Escuela Nacional Preparatoria y en la Escuela de Altos Estudios (antecedente de la Facultad de Filosofía y Letras (ffl) de la Universidad Nacional). Colaboró en periódicos y revistas de San Luis Potosí, Aguascalientes, Guadalajara y Zacatecas, como El DebateBohemioNosotrosEl RegionalPluma y LápizEl Eco de San Luis y otros. En la Ciudad de México, escribió para La NaciónEl Nacional BisemanalPegasoVida ModernaMéxico Moderno y Revista de Revistas.

Ramón López Velarde Berumen, no obstante su breve obra en verso y prosa, representa uno de los hitos más importantes de la literatura mexicana. Toda su producción ha sido recogida y estudiada en numerosas ediciones. La aparición de sus poemas, después de la decadencia del modernismo, revela una obra muy personal e íntima. Su fama creció y se multiplicaron sus panegiristas. Se observa en su poesía tres ciclos temáticos: el de la provincia católica, el del nacionalismo e intimista, que expresa su dramático conflicto interno. La sangre devota (1916), su primer libro, contiene la originalidad del tratamiento de la provincia con una nueva emoción que se ajustaba al intento de afirmación nacional que trajo consigo la Revolución de 1910. Los símbolos de la religión católica y sus misterios sirven al poeta para alcanzar la expresión de sus íntimas y secretas intuiciones. Tanto el sentimiento amoroso como la recreación provinciana están transidos de punzante nostalgia por lo irremediable, por lo perdido o por la insatisfacción. "La suave patria", su poema más conocido, escrito en ocasión del primer centenario de la consumación de la Independencia, precisamente en el año de su muerte, apareció en el libro póstumo El son del corazón. Este canto a México está compuesto de una serie de frescos que reviven los aspectos más característicos de la vida nacional. Este popular poema es un caso de excepción en su obra, una transición entre su manera íntima y su manera nacional, entre la lírica y la épica. Pese a la importancia que tiene la obra de López Velarde por rescatar a la provincia como tema literario y acercarse al pueblo con su entonación cívica, la parte más profunda e interesante de su poesía está en la expresión de su dualidad moral, sobre todo en Zozobra, donde se perciben los matices de una evolución espiritual limitada por sus signos astrológicos: el León y la Virgen, carne y espíritu, pecado y virtud, erotismo y religiosidad, sensualismo y sentimentalismo. Las variaciones psíquicas más complejas y ricas están en el sabor de lo frustrado, el hormigueo voraz de la voluptuosidad, la insatisfacción en la posesión, la dramática cercanía del amor y la muerte y la dolorosa sensación de soledad; todo ello expresado con un lenguaje eficaz y una sinceridad enternecedora. "Su estilo –dice Octavio Paz– no sería sino una retórica, si no fuera porque es, asimismo, una conciencia". La descripción sensualista, la reiteración, las asociaciones de imágenes imprevistas, los contrastes inesperados, la adjetivación "de signos contrarios", las expresiones sorprendentes, etcétera, forman su mundo poético. "En la poesía mexicana –como afirma Villaurrutia– la obra de Ramón López Velarde es, hasta ahora, la más intensa, la más atrevida tentativa de revelar el alma oculta de un hombre; de poner a flote las más sumergidas angustias; de expresar los más vivos tormentos y las recónditas zozobras del espíritu ante los llamados del erotismo, de la religiosidad y de la muerte". Algunos temas tratados por López Velarde están sus versos y en sus prosas, publicadas por primera vez en periódicos y revistas y recogidas póstumamente en tres libros: El minuteroEl don de febrero y Prosa política.

Seudónimos:
  • Marcelo Estebanez
  • Ricardo Wencer Olivares
  • Tristán
  • Esteban Marcel

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Alfonso Reyes Sor Juana Inés de la Cruz Enrique González Martínez José Juan Tablada Efrén Rebolledo Enrique Fernández Ledesma La sangre devota El son del corazón Obras Zozobra

Ramón López Velarde. La Suave Patria y otros poemas

Lectura a cargo de: Alejandro Aura
Música: Gustavo Rivero Weber
Operación y postproducción: Sonia Ramírez
Género: Poesía
Temas: Ramón López Velarde (Jerez, Zacatecas, 1888-Ciudad de México, 1921), poeta y escritor mexicano. Realizó estudios en el Seminario Conciliar de Zacatecas; sin embargo, decidió abandonarlos para cursar la carrera de Leyes en San Luis Potosí donde leyó a poetas modernistas, corriente literaria de la que hizo una entusiasta defensa. A partir de 1915, inicia la escritura poemas marcados por la añoranza de su Jerez natal y de su primer amor “Fuensanta”. Gracias a su genio y a la indiscutible calidad de su lenguaje, está considerado como el fundador de la poesía contemporánea en México. Los poemas que enseguida reproducimos constituyen una selección hecha por Alejandro Aura, a quien también debemos la espléndida lectura de los textos. Entre ellos, quizá el más conocido es “La Suave Patria”, poema cumbre de nuestras letras en el que se plasma la expresión máxima de la mexicanidad. Agradecemos a Milagros Revenga y a María Aura, sin cuya generosidad no hubiese sido posible hacer la comunicación pública de este material grabado por el escritor, poeta y divulgador cultural Alejandro Aura. D.R. © UNAM 2010

Instituciones, distinciones o publicaciones


Pegaso. Revista Ilustrada
Fecha de ingreso: 08 de marzo de 1917
Fecha de egreso: 27 de julio de 1917
Director

Nosotros
Colaborador

México Moderno. Revista de Letras y Artes
Colaborador

Revista de Revistas
Colaborador

Facultad de Filosofía y Letras FFyL (UNAM)
Fue profesor de Literatura en la Escuela Nacional Preparatoria y en la Escuela de Altos Estudios (antecedente de la Facultad de Filosofía y Letras (FFL) de la Universidad Nacional)