Este panorama expone de manera concreta algunos proyectos editoriales que han comenzado a traducir algunas obras de las literaturas globales o la literatura nacional en castellano a las lenguas indígenas de México. Aunque nuestro país es, después de Brasil, el que tiene mayor diversidad lingüística en América, el reconocimiento de los derechos lingüísticos y el registro de las lenguas a través de la estandarización de alfabetos, tiene solamente dos décadas. Este hecho determina la producción literaria en lenguas indígenas así como su difusión o la posible traducción literaria hacia ellas.
Ante la situación de multilingüismo, los primeros esfuerzos se han centrado en documentar las lenguas con mayor índice de desplazamiento y en promover su lectoescritura, en ese sentido, la traducción de obras literarias a las lenguas indígenas ha sido un recurso promovido institucionalmente. Las acciones afirmativas incluyen traducciones de lenguas indígenas al español o hacia otras lenguas políticamente fuertes, sin embargo este panorama se centra en aquellos casos en que las lenguas indígenas son el destino final de la traducción.[1]
Con algunos antecedentes tempranos del periodo colonial, ligados al teatro de evangelización y algún otro de inicios del siglo xx, vinieron, a partir de la década de los años ochenta del mismo siglo, las primeras incursiones articuladas que iniciaron un proceso de traducción de las literaturas a las lenguas indígenas donde se destaca, por un lado, las lenguas con mayor número de hablantes y con campos literarios en vías de fortalecerse, y por otro, la aparición de algunos agentes como formadores de traductores y la profesionalización de los mismos hablantes o escritores como traductores. Este proceso ha comenzado a diversificarse en el pasado reciente.
Bajo estas circunstancias, se puede decir que la mayor parte de los proyectos registrados son todavía pautas aisladas que corresponden a las iniciativas institucionales, colectivas o individuales. En el primer apartado se exponen algunos antecedentes y condiciones de producción para entender la prevalencia de la traducción hacia algunas lenguas sobre otras, o para visualizar los medios que produjeron la existencia de traducciones múltiples de obras y autores. A continuación se muestra la relación entre algunas obras canónicas o contemporáneas de la literatura internacional con las lenguas indígenas a que han sido traducidas. La tercera parte explora las traducciones hacia las lenguas originarias de la literatura mexicana en español (y de algunas obras aisladas de otras literaturas nacionales en esta misma lengua).
Se establece un recorrido por las obras, autores, traductores y la traducción de al menos un texto literario a alguna de las variantes de las siguientes agrupaciones lingüísticas o lenguas aisladas: tarahumara, mayo, huichol, náhuatl, purépecha, huave, tepehua, totonaco, otomí, mazahua, mazateco, zapoteco, mixteco, ixcateco, chinanteco, tlapaneco, mixe, huasteco, maya, chontal de Tabasco, chol, tzotzil, tzeltal y tojolabal.
Claves contextuales sobre los traductores a lenguas indígenas
El movimiento literario en lenguas indígenas en México tiene como base la traducción. Este hecho permite observar el surgimiento de nuevas rutas y funciones de traducción con las lenguas indígenas en el doble papel de lenguas fuente o de lenguas meta. Por lo tanto, iniciar un planteamiento sobre el ejercicio de la traducción en el caso de las literaturas en estas lenguas requiere considerar por lo menos tres elementos: primero, que son unas literaturas publicadas y difundidas en dos lenguas: una lengua políticamente fuerte (que corresponde a la del Estado-nación y se convierte en la lengua puente) y una lengua originaria minorizada (que se convierte en lengua receptora). Se trata entonces de una producción literaria autotraducida (casi desde su concepción) por sus autores(as), lo cual la distingue de otras literaturas y abre diversos cuestionamientos tanto para la crítica literaria como para los estudios de recepción.
Segundo, los derechos lingüísticos han sido reconocidos hace apenas casi dos décadas, por lo tanto, las primeras publicaciones de los autores en lenguas minorizadas se han dado en las lenguas puente de cada país.[2] En el caso de México, autores como Andrés Henestrosa (zapoteco), entre otros escritores de esta generación, publicaron de manera bilingüe sólo hasta finales de la década de los ochenta. Otros autores indígenas, como Natalio Hernández, compilaron, editaron y tradujeron al español textos escritos por sus coterráneos en náhuatl también en este mismo periodo.[3]
Tercer elemento: la traducción de estas literaturas hacia otras lenguas se realiza, no a partir de la lengua fuente, sino desde la traducción en la lengua dominante. Es decir, se trata en el caso de México de traducciones indirectas, a partir de la versión al español de, por ejemplo, un poema en zoque, chol, tzotzil, maya, tzeltal o cualquier otra lengua. Aunque hay traducciones que no pasan por la lengua puente (algunos lingüistas y estudiosos traducen poesía y relatos desde la lengua indígena), la mayor parte de la difusión literaria se hace por este camino. De esta manera, la traducción, generalmente al inglés o al francés, parte de otra lengua políticamente fuerte (el español). Estas tres consideraciones marcan la pauta del movimiento literario indígena actual y el posicionamiento de sus autores en el marco literario nacional o internacional.
Antecedentes
Las traducciones del arte verbal y la retórica náhuatl que realizaron Ángel Ma. Garibay K. y su discípulo Miguel León-Portilla son remarcables porque sentaron las bases para la creación en la unam, dentro del Instituto de Investigaciones Históricas, del Seminario de Estudios de Cultura Náhuatl (en los años cincuenta), o dentro del Instituto de Investigaciones Filológicas, del Seminario de Lenguas Indígenas (en los años ochenta), semilleros de las investigaciones actuales sobre la temática. La mayoría de los frutos de estos proyectos se circunscriben al ámbito académico y no han tenido por objetivo, al menos explícito, promover una literatura indígena ni participar en su recepción a través de la traducción literaria. Sin embargo, no debemos olvidar que en los años ochenta y noventa, dentro de la revista Estudios de Cultura Náhuatl, apareció una serie de textos de creación contemporáneos y autotraducidos o traducidos, que fueron caracterizados por Miguel León-Portilla como “yancuic tlahtolli” (nueva palabra) en contraste con las producciones de otros siglos en la lengua náhuatl.
Por su parte, apartados de la corriente indigenista, los escritores y escritoras indígenas iniciaron un movimiento literario en diferentes regiones de México. En la región del Istmo de Tehuantepec, donde la producción literaria e intelectual empezó en la década de los años cincuenta con Andrés Henestrosa y la revista Neza, se afianzó un movimiento literario a partir de la fundación de la Casa de Cultura de Juchitán en 1972. Ahí, en mancuerna con la Confederación Obrera Campesina Estudiantil del Istmo cocei, se impartieron talleres y se publicó a los jóvenes poetas de la región. La revista Guchachi’ Reza es un referente para la literatura zapoteca y para la literatura indígena en México. De manera similar San Cristóbal de las Casas se convirtió en un espacio para el fortalecimiento de las culturas y las lenguas de esa región pues en 1982 se creó Sna Jts’ibajom (La Casa del Escritor), con una influencia permanente en la formación de escritores y con una amplia trayectoria en el teatro comunitario.
Esta actividad se acentuó en la década de los años noventa, entre otros factores, por la visibilidad que les otorgó a las lenguas y culturas indígenas la conmemoración (y resistencia) por los 500 años de la invasión europea; en este momento histórico algunas instituciones reeditaron un buen número de textos, se crearon grupos independientes y asociaciones civiles que congregaron a una generación de escritores con una nueva manera de escribir sus lenguas y de auto-representarse literariamente, copartícipes del eco global en que se reconocían los derechos de los pueblos originarios, y en continuidad con los proyectos gestados en sus regiones.
Desde una perspectiva que toma en cuenta las varias lenguas indígenas habladas en una región, en 1991, bajo el liderazgo de Jacinto Arias, se creó la Unidad de Escritores Mayas Zoques, A.C. (unemaz); posteriormente, desde las instancias gubernamentales, surgió en 1997 el Centro Estatal de Lenguas, Arte y Literatura Indígena (celali), donde a través de diplomados, talleres y cursos impartidos por escritores y poetas, se ha gestado la formación de los escritores tzotziles, tzeltales, zoques, entre otros de la región sureste del país.
Con un alcance nacional, en 1993 se fundó en la Ciudad de México, la Asociación Civil Escritores en Lenguas Indígenas (eliac), que convocó a un puñado de escritores indígenas de todo el país con el objetivo de desarrollar y promover sus literaturas, de articular sus experiencias y de fomentar su participación en foros y eventos nacionales e internacionales. En sus inicios, este espacio tuvo un amplio apoyo institucional que le permitió editar una nueva literatura bilingüe y contar con una Casa del Escritor, hechos que marcaron la pauta de una nueva etapa en México para esta literatura.
Finalmente, bajo el cobijo institucional de la unam, se creó en 2014 el Programa Universitario de Estudios de la Diversidad Cultural y la Interculturalidad, que ha organizado festivales de poesía y publicado antologías de los participantes de los mismos.
Condiciones actuales de producción
En México, las literaturas indígenas contemporáneas nacieron bilingües a través de un doble vínculo sostenido por sus autores en un proceso de traducción lingüística-cultural de ida y vuelta entre la lengua indígena y el español. Lo que varios autores y críticos hemos llamado una doble creación es el sello distintivo de la producción actual.
Las becas de creación del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (fonca) se dirigieron a las literaturas en lenguas originarias con la condición de producir la obra en las dos versiones: la lengua indígena y el español. Lo mismo ocurrió con los premios literarios que se han evaluado, en la mayoría de los casos, sólo en la versión de la lengua dominante;[4] de cualquier modo, un premio en la esfera nacional y plurilingüe (68 lenguas y 365 variantes) requeriría idealmente de jurados específicos para cada lengua, lo cual es imposible por el momento en términos prácticos.
Algunos autores han declarado el doble esfuerzo que implicaba traducir sus textos o escribir dos veces, pues en lugar de cien páginas debían producir mínimamente doscientas. Poco a poco, la profesionalización y la mejora en las condiciones de producción para algunas de las autores, sobre todo poetas,[5] dio lugar a un cambio de percepción que implica reconocer que ambas lenguas son propias como en el siguiente testimonio de Briceida Cuevas Cob (maya):
Cada vez que escribo un poema en maya, siento que tiene un alma y cuando escribo el mismo poema en español, me doy cuenta que tiene otro espíritu, así cada uno genera su propio corazón, por eso mis poemas tienen dos corazones, uno en maya y otro en español.[6]
La reflexión sobre estos dos procesos de asunción de las lenguas ha llevado a Javier Castellanos (zapoteco de la sierra) a reflexionar sobre el sentido de su discurso, por eso al escribir en su lengua piensa que se trata de códigos, y señala:
[P]orque cuando comparaba dos palabras, de dos idiomas diferentes, por ejemplo ‘columpio’ en español yo me hacía la idea de un artefacto metálico sujeto con cadenas a unos barrotes de fierro, mientras que en zapoteco ‘goljaxhabe’ me decía ‘quítame la ropa, viento’, que es como nosotros llamamos al columpio. O la palabra ‘querida(o)’ o ‘amante’, que en español me remitía a una relación prohibida, en zapoteco es ‘ljollere’o’, que significa ‘tu compañero de gula’.[7]
Así como Javier Castellanos se pregunta “por qué escribe zapoteca en los tiempos de globalización”, Mikel Ruiz, al cuestionarse sobre la escritura y la autotraducción, ensaya diferentes respuestas:
En la mayoría de las veces decimos que nos auto-traducimos porque 1) no tenemos traductores en nuestras propias lenguas, 2) nos permite tener lectores en español y 3) en nuestra lengua materna nadie nos lee. Las tres razones son ciertas. Pero, ¿no habría una cuarta razón?[8]
Y responde: “Nos falta aprovechar conscientemente la auto-traducción como una continuidad de la creación, una triple posibilidad de salir de la modernidad y volver a ella con elementos propios de la cultura”.[9]
La reflexión actual de Ruiz sobre la versatilidad de la traducción como un elemento creativo, ya era utilizado de manera consciente por la generación anterior de escritores, como lo describe Carlos Montemayor para los usos del español en la creación de obras de teatro:
[L]as notas tienden a destacar las preferencias y discrepancias que en múltiples sentidos muestran las versiones en ambas lenguas, pues a menudo los escritores emplean la lengua española no como el espacio natural para traducir un poema o un relato, sino como un espacio nuevo para seguir creando o recreando sus obras mismas.[10]
Diálogo entre la autotraducción y la traducción del editor
A partir de lo anterior, la recepción y difusión de las literaturas indígenas están ligadas a las decisiones de sus traductores, quienes dieron a conocer la literatura indígena a través de antologías literarias como primera incursión de estas literaturas en el mundo impreso. En México, conocimos en la década de los noventa a los autores seleccionados por Carlos Montemayor en Los escritores indígenas actuales I y Los escritores indígenas actuales II (1992), Situación actual y perspectivas de la literatura en Lenguas Indígenas (1993), Arte y trama en el cuento indígena (1998), Arte y plegaria en las lenguas indígenas de México (1999), y La literatura actual en las lenguas indígenas de México (2001). Desde el inicio, Montemayor fue consciente de la importancia de la traducción. En el prólogo a La voz profunda (2004) realiza las siguientes consideraciones sobre las lenguas indígenas como lenguas fuente y el español, en el lugar de la lengua meta:
En algunos casos trabajé con los poetas para precisar ciertos sentidos y encontrar un ritmo y una expresión más naturales en español; a lo largo de muchos años, en distintos lugares y en diversos momentos, trabajé así con Víctor Terán, Mario Molina Cruz y Alberto Gómez Pérez. Con Natalio Hernández fue distinto: en algunos de sus poemas conservé sus traducciones; en otros opté por traducir más literalmente, al margen de sus preferencias en español.[11]
Esta preocupación por encontrar y revisar los sentidos de las literaturas en las lenguas fuente es permanente y materia de reflexión en cada antología, por ejemplo, en U’túumben K’aayilo’ob X-ya’axche’. Los nuevos cantos de la Ceiba. The New Songs of the Ceiba. Antología de escritores Mayas Contemporáneos (2010), editada junto a Donald Frischmann, donde Montemayor hace explícita su metodología y sus retos, por ejemplo, con la poesía de Gerardo Can Pat y su inigualable composición de sonidos, producto de las contracciones del maya oral que realmente resultan intraducibles al español por lo cual se concentra en el aspecto semántico (más que en el fonético):
[P]ude haber traducido como “El muchacho arrepentido” pero titulé “El muchacho que regresa”, primero, porque regresa a él, a su mente; segundo, porque el paralelo con el hijo pródigo es cercano. Asimismo, en la cuarteta final del poema “Teech yéeten teen”/ “Tú y yo”, opté por “si volviera a ti tu pensamiento” en vez de “si te arrepientes”.[12]
La elección, explica Montemayor, responde a que:
[E]n maya […] es una perífrasis: u suut u tuukul, literalmente, ‘regresar a la mente’, ‘regresar al pensamiento’. Se está diciendo ahí algo más que sólo arrepentirse: es en sí, un proceso de recuperación, de rescate, de resurgimiento; pero en maya no va unido a una punición.[13]
Dichas inquietudes fueron recogidas por su colega Donald Frischmann, quien en el prólogo a la antología, U suut t’aan/ El retorno de la palabra/ The return of our Word (2016) explica su metodología para traducir al inglés, además de comparar posibles traslaciones de los poemas desde su versión en español. Para él se trata de una “traducción híbrida”,[14] pues en inglés encuentra términos que pueden referir al sentido de los versos en maya, entonces juega con la mezcla del sentido o el sonido de las palabras en esta lengua y en español, en una suerte de combinación creativa, resultado de la traducción indirecta.
[P]or ejemplo, en Xbak’jalalil/Bacalareña, el último verso en español dice “son los versos de este poema” mientras la expresión en Maaya T’aan es “u tsol tsíibilo’ob le k’ayt’ aana” o sea, “[son] los renglones de escritura de esta canción-palabra”. De ahí, mi expresión en inglés: “form the verses of this word-soon”. O sea, en vez de emplear la voz “poem” (equivalente al español “poema”), opté por reflejar la riqueza del neologismo en Maaya T’aan (k’ayt’ aaana’), acuñando un sustantivo compuesto en inglés: word-song, “palabra canto”.[15]
Frischmann explica éste y otros casos que resolvió tratando de llevar la voz maya al inglés, al intentar promover las sensaciones sonoras, uno de los elementos más difíciles en la traducción de poesía; o en la construcción de neologismos para respetar la propuesta de los autores como en el título que Martiniano Pérez Angulo puso al poema “Letuza” (una combinación de lechuza y tuza), que se convirtió en inglés en “Mowl” de tuza (mole) y owl (lechuza).[16]
Estos elementos, entre otros, confluyen para que los libros de literatura indígena, tanto la obra publicada de poetas y narradores, como los de crítica literaria, las antologías y compilaciones, estén llenos de pies de páginas con notas de traducción y edición, en una literatura que, por ahora, sólo puede entenderse asociada al arte de la traducción.
De las literaturas internacionales a las lenguas indígenas
En años recientes, los escritores en lenguas indígenas, así como lo hicieron con sus propias obras, han sido los encargados de realizar traducciones, directas desde el español o indirectas a través de esta misma lengua, de obras provenientes de las literaturas internacionales.
La intraducción (“importación de textos extranjeros en forma de traducciones”)[17] hacia lenguas indígenas ha sido un proceso paulatino, desde las iniciativas que se remontan a las traducciones al náhuatl realizadas tempranamente por Bartolomé de Alva Ixtlixóchitl de El gran teatro del mundo, pasando por folletos con traducciones sobre elementos precisos como es el caso de la Égloga cuarta de Virgilio hasta llegar a los proyectos institucionales que se enfocaron en traducir y presentar una obra o autor reconocido tomando como eje de partida los aniversarios o los proyectos ligados a la dinámica propia de estas literaturas. De este modo se cuenta con versiones a lenguas indígenas de obras canónicas como El Quijote, las fábulas de Esopo y El Principito. Por otra parte, este proceso se ha diversificado con iniciativas de distinta naturaleza que han emprendido la traducción de obras “periféricas”, como el “Discurso del ‘indio’. El penúltimo ante el ‘hombre blanco” del poeta palestino Mahmud Darwish. Finalmente el panorama se ha ampliado con la intraducción ya no sólo de una sola obra, sino de obras de distintos autores y procedencias, a modo de compilación, como la antología de poesía moderna y contemporánea, seleccionada y traducida por Víctor Terán a una de las variantes del zapoteco.
Calderón de la Barca y Lope de Vega en náhuatl
Bartolomé de Alva Ixtlixóchitl, hermano del cronista Fernando de Alva Ixtlixóchitl, estudió en la Universidad de México y se ordenó religioso hacia 1624; las únicas traducciones del teatro español que se realizaron durante el periodo colonial se deben a su pluma. Las traducciones se encuentran en la Biblioteca Bancroft de la Universidad de California y son las siguientes: El gran teatro del mundo, auto sacramental de Pedro Calderón de la Barca, dedicado al jesuita Jacome Basilio; La viejita y el nieto, de Calderón, entremés anónimo de tema no religioso; El animal profeta y dichoso patricida, don Julián, comedia de santos de Mira de Amescua, sobre la vida de San Julián; y La madre de la mejor, comedia religiosa de Lope de Vega, sobre la concepción de la Virgen María, dedicada al padre Horacio Carochi.
Específicamente sobre El gran teatro del mundo (editado y traducido al inglés por William H. Hunter en 1960), Claudia Parodi muestra que Bartolomé de Alva consiguió trasladar el género del auto sacramental y acentuar el aspecto didáctico religioso de la obra para el público indígena, y al mismo tiempo adaptarla al contexto americano reduciendo los aspectos ficcionales para centrarlos en la vida cotidiana como era el uso en las dramatizaciones aztecas, de la misma forma en que consiguió insertar la retórica náhuatl correspondiente al uso del paralelismo.[18]
Sobre estos aspectos Wright, Burkhart y Sell han señalado las implicaciones de esta traducción para el conocimiento trasnacional del teatro español y para las culturas indígenas de América. Un ejemplo de ello, es la forma en que Bartolomé de Alva traduce la figura del Autor calderoniano en la encarnación de Dios, a quien llamará totlaçotemaquixticatzin, “nuestro salvador precioso”; de acuerdo a los especialistas no es porque haya una falta de comprensión del texto español sino porque este teatro tenía como propósito la evangelización, entonces centra a Dios como el Autor del mundo y juega con este hecho al respetar la forma en que Calderón había dispuesto que entrara el personaje en el escenario “con la misma indumentaria que lleva la edición castellana de 1655: el manto adornado con estrellas y un sombrero cuyos rayos significan la omnipotencia divina”, así permanece la función evangelizadora, pero no se modifica el escenario, ni la propuesta del auto sacramental.[19]
Virgilio en náhuatl
En 1910, con motivo de los cien años de la independencia de México, tal como lo consigna el mismo folleto, el clérigo Apolonio Martínez Aguilar tradujo al náhuatl de la Huasteca potosina la égloga cuarta de Virgilio. Esta publicación reeditada en la revista Tlalocan, del Seminario de Lenguas Indígenas de la unam, tiene una nota introductoria de Miguel León-Portilla donde refiere que el traductor también había publicado un folleto del Libro Divino de la aparición de nuestra señora de Guadalupe con la intención de dejar un testimonio en la lengua que era hablada en esa región y en esa época, bajo el notorio desplazamiento del náhuatl por el español.
Apolonio Martínez dio al folleto dos títulos, uno en náhuatl y otro en español: Pollion napa huicale in Virgilio Maron. Tlacuilo nahuanenepili quenime ama motlatoa Potocsi in Huaxtecapan ipan tlacateopizque Apoloniotzin Martinez ihuan Aguilar. San Luis Potosinaco, zontitoc macuilpoali xihuitl in amonahuatiliztli in México. Matlacpoali chiucnahuipoali matlactli. Pollion Egloga Cuarta de Virgilio. Traducida al Mexicano de la Huaxteca Potosina. Por Apolonio Martínez y Aguilar. A los cien años de la Independencia de México. San Luis Potosí. Imprenta Moderna de F. H. González, 1910, 6 p. y un retrato del autor.
Tanto las traducciones de los dramaturgos españoles como del autor latino son testimonio de la continuidad, ya mermada, del prestigio del náhuatl tanto en la sociedad colonial como en la del México independiente de la época.
El Quijote
Para celebrar el IV centenario de la segunda parte (1615) de El Quijote se publicaron dos traducciones a lenguas indígenas. La primera de ellas apostó por realizar una versión destinada al público infantil hablante del otomí del Valle del Mezquital. De este modo apareció (en edición trilingüe español-otomí-inglés) Don Quijote para los niños/Ndada Hongahogam’ui pa ya bätsi/Don Quixote for children (2015). El encargado de esta traducción no ha publicado obra propia, por lo que, en el caso de Raymundo Isidro Alavez, se trata de un traductor que se ha ido especializando como se verá más adelante en la traducción de otras obras al otomí. Su versión a esta lengua del subgrupo otopame fue respaldada por, entre otras instituciones, el Museo Iconográfico del Quijote, con sede en Guanajuato.
Un año después en el marco del proyecto "Quijote Políglota", auspiciado por la Universidad Complutense de Madrid, en colaboración con la Asociación “La otra Andalucía” y Antonio Machado Libros, que consistió en la traducción de todos los capítulos y preliminares de la obra de Cervantes a 150 lenguas a las que no se hubiera realizado antes una traducción, apareció la versión del lingüista Víctor Cata, al zapoteco del Istmo, del Capítulo XL “De cosas que atañen y tocan a esta aventura y a esta memorable historia”, incluido en la segunda parte de la obra.
Con estas traducciones, y ya no solamente el náhuatl, en la segunda década de este siglo otras lenguas han comenzado a tomar parte de la intraducción, no sólo del Quijote, sino del género de la novela.
Las fábulas de Esopo
Como lo demuestra el Manuscrito 1628 bis conservado en la Biblioteca Nacional, sobre todo conocido porque contiene la colección de los Cantares Mexicanos, las fábulas de Esopo han sido traducidas a alguna lengua indígena desde el siglo xvi.[20] En 2014, a raíz de los grabados e ilustraciones que hizo el artista plástico Francisco Toledo, inspirado en las Fábulas de Esopo, contenidas en el impreso en latín y español que Ignacio Rincón realizó en 1849 en Oaxaca, y que Juan Pascoe encontró por casualidad en un mercado, se puso en marcha un proyecto ambicioso para traducir veinte fábulas a las lenguas de Oaxaca y entregarlas en las escuelas de educación bilingüe como material didáctico. Con el apoyo de la Fundación Harp Helú, el IAGO y la editorial Calamus, estos libros fueron acompañados de otros recursos educativos que se produjeron durante los años siguientes, como la radionovela Pancho Culebro y los Naguales de Tierra Azul del escritor zapoteco Mario Molina Cruz y una serie de planchas anatómicas con los nombres en zapoteco del Istmo para las distintas partes del cuerpo.
La primera entrega, en 2015, fue Las fábulas al zapoteco en cuatro variantes: de la sierra norte, la sierra sur, del Istmo y de los Valles Centrales. En 2016, se editó la segunda, una traducción a cuatro variantes del mixteco; en 2018 las fábulas se tradujeron a cuatro variantes del mixe y fueron presentadas por sus traductores: Marisol Ambrosio Martínez, Melchor Escobar Ocaña, Gláfira Azcona Figueroa, Federica Díaz Pérez, Daniel Brena y Araceli Mancilla. En enero de 2019, se presentó la cuarta entrega, la traducción al ixcateco, en la comunidad de Santa María Ixcatlán, la única comunidad donde se habla esta lengua, una de las que corren mayor riesgo de desaparición en Oaxaca. Los traductores son dos hablantes mayores, Cipriano Ramírez Guzmán y Pedro Salazar Gutiérrez, quienes fueron apoyados por el lingüista Michael Swanton para la traducción y por las maestras del preescolar y la primaria de la comunidad que utilizarán esta edición.
La Academia Veracruzana de las Lenguas Indígenas (aveli) creó en 2016, dentro de su sitio web, el micrositio Fábulas de Esopo para escuchar y leer la traducción de las fábulas en tres lenguas habladas en aquella entidad: tepehua, totonaco y náhuatl; esta última en tres variantes: del sur, de la Huasteca y Zongolica. El proyecto incluye cuadernillos bilingües que pueden descargarse gratuitamente desde la página web, acompañados de audios, de modo que puede realizarse una lectura acompañada de la escucha. Se tradujeron en total 18 fábulas, 6 por cada variante de náhuatl que componen un cuadernillo, y las mismas 18 divididas entre la lengua tepehua y la lengua totonaca para el otro cuadernillo. Fábulas de Esopo en lengua náhuatl de la Huasteca Veracruzana, de la Sierra Zongolica y de la Región Sur fue traducido por Eladio Cruz Martínez y Tirso Molino al náhuatl de la Huasteca; Santos Carvajal García y Elizabeth Tocohua de los Santos, tradujeron al náhuatl de la sierra de Zongolica; y Moisés Bautista Revilla, tradujo al náhuatl de la región sur. Fabulas de Esopo en lengua tepehua y totonaca fue traducido al tepehua de Tlachichilco por Agustín Senovio Aquino y al totonaco de la Sierra por José López Tirzo.
Las fábulas de Esopo se han usado como recurso para la enseñanza de la lengua española en la educación básica en México, su formato breve y la moraleja son algunas de las razones de su permanencia dentro de los textos educativos, misma razón que parece justificar la elección de este repertorio de textos clásicos para ser traducidos a estas lenguas originarias.
El Principito
Escrita originalmente en francés en 1943, esta novela corta ha sido traducida a infinidad de lenguas en el mundo, pero su traducción a las lenguas indígenas de México es llamativa porque entrecruza propuestas institucionales (tanto de secretarías gubernamentales como de Fundaciones y Centros de Investigación) y propuestas individuales o autogestivas, algunas todavía sin financiamiento para publicarse.[21]
A diferencia de su contraparte cervantina, la traducción de El Principito a lenguas indígenas no ha sido producto de una convocatoria basada en un aniversario. Sin embargo, las versiones publicadas han servido para conmemorar el nacimiento del autor o su muerte. El Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos (cemca), la Fundación Jean Marc Probst pour Le Petit Prince y otras instancias hicieron posible la traducción de la obra bajo un mismo esquema y utilizando las ilustraciones de la publicación original. Todas las versiones siguieron la misma propuesta editorial y en la portada no se incluyen los nombres de los traductores sino únicamente la lengua y la variante en la que se realizaron estos trabajos. El proyecto se sustenta en la colaboración entre un académico (antropólogo o lingüista) y la o el traductor. Con un tiraje de 2000 ejemplares, el proyecto incluye la entrega gratuita en las comunidades donde se hablan estas variantes lingüísticas.
En 2010, se publicó Chan Ajau, la versión en maya yucateco que realizó Amedée Colli Colli; en 2012, se tradujo al otomí de Hidalgo, Ra zi ts’unt’u dägandä (literalmente, “El muchachito gran jefe”) por Raymundo Isidro Alavez, académico otomí en colaboración con el antropólogo Jacques Galinier; en 2016 se tradujo al huasteco de la Sierra de Otontepec, San Francisco Chontla, Veracruz, por la lingüista australiana Ana Kondik, y se publicó bajo los lineamientos descritos en colaboración con el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas. Durante el mismo año, la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas publicó en formato electrónico Te tut kerem como libro bilingüe español-tzeltal, en la traducción de Víctor Manuel Gómez López. Esta edición puede descargarse gratuitamente desde la página web y escucharse en tzeltal a través de Soundcloud.
En 2018 se tradujo como Xa’púxku’ a’ktsú qa’wa’sa, por Pedro Pérez Luna al totonaco de la sierra norte de Puebla, con la colaboración del antropólogo Nicolás Ellison. Desde el marco institucional, la Secretaria de Cultura de Chihuahua, a través de su Instituto de Cultura promovió también en 2018 la traducción de El Principito al tarahumara, cuyo título es Táa Mo’koólame que realizó Martín Chávez, “Makáwi”, poeta y cantante, en colaboración con Enrique Servín, escritor y antropólogo. Aunque esta versión mantiene las ilustraciones del original, el proyecto se rige bajo los lineamientos editoriales del Programa Atención a las Lenguas y Literaturas Indígenas (pialli), en su colección Rayénali, que sí incorpora el nombre del traductor en la portada. Hubo un tiraje del mil ejemplares que se distribuyeron en las comunidades donde se habla esta lengua.
El Principito motiva también el deseo de los escritores indígenas de traducir esta obra desde sus propias concepciones y gestiones, tal es el caso de El Principito/Ch’in Ajvalil (2018) en la versión al tzotzil de Xun Betan, publicada en Argentina por el editor Javier Merás, dentro del proyecto Los injunables.[22] Esta versión ha sido ilustrada por Héctor Morales Urbina quien realizó los dibujos basándose en la iconografía maya (por esta razón había sido rechazada por otras editoriales).
Todas estas traducciones sitúan a El Principito entre las obras más traducidas a las lenguas indígenas de México. A la par de la diversificación de los actores y de las lenguas a las que se realiza la traducción, con esta obra se va consolidando el oficio de traductor literario entre los hablantes de lenguas indígenas.
Discurso del Indio. El penúltimo ante el hombre blanco de Mahmud Darwish
En 2017 se publicó una edición multilingüe titulada Retornos del discurso del “Indio” (Para Mahmud Darwish), editada por Silvana Rabinovich, que publicó la traducción del “Discurso del ‘indio’. El penúltimo ante el ‘hombre blanco” del poeta palestino Mahmud Darwish. Se trata de un proyecto apoyado por la unam, con una metodología colaborativa entre investigadores para revisar la versión del poema en árabe y sus traducciones al inglés y francés, así como la construcción de una versión al español como lengua puente, y entre los traductores a cinco lenguas indígenas.
El poema es una referencia al discurso del jefe duwamish Seatle pronunciado en la defensa de su territorio y de sus recursos, frente al desplazamiento impuesto de su tierra al que los orilló el gobierno de los Estados Unidos en el siglo xix. Así, la lógica de este proyecto de traducción une las circunstancias del poeta y los traductores.
La edición está organizada de la siguiente manera: el poema en la lengua traducida, el mapa de la comunidad de la variante lingüística en que se realizó la traducción, el alfabeto utilizado y el comentario de la o el traductor; paginado primero en español y después en una de las cinco lenguas de México: ‘enná o mazateco del centro por Gloria Martínez Carrera; he/ hmen o chinanteco por Alicia Gregorio Velasco; ayuujk o mixe por Yásnaya Elena Aguillar Gil; diidxazá o zapoteco del Istmo por Víctor Cata; maaya t’aan o maya yucateco por César David Can Canul. En el proceso, algunos traductores emprendieron una suerte de “traducción comunitaria” ya que revisaban sus versiones con los familiares y amigos hablantes de la misma lengua.[23]
Aunque el libro ha tenido una circulación en diferentes espacios, Rasheny Lazcano, quien participó como enlace en este proyecto, da cuenta de la complejidad para tener una recepción entre los lectores, pues a diferencia de otros proyectos colectivos hay un esquema institucional donde cada uno realiza la parte que le corresponde, pero no se articula de otra manera con el resto de los lectores potenciales.
40 Binnihuezá diidxá Guxana Guidxilayú/40 poetas del mundo traducidos al zapoteco
Un proyecto independiente es el de Víctor Terán. El traductor ha dado cuenta del proceso de composición de esta antología. Refiere que fue seleccionando poemas que lo deleitaban y atrapaban y, con las ganas de compartir en su lengua con los niños y los paisanos, construyó un corpus que abarca corrientes estéticas, culturas diversas y periodos temporales extensos, desde Catulo hasta Nezahualcóyotl, de Baudelaire, Bukowski, Pessoa, Cardenal, Kavafis, T.S. Eliot, hasta Miguel Hernández, Neruda, Bonifaz Nuño o Lêdo Ivo. De este modo se conformó un grupo de cuarenta autores. En 2010, mientras se traducían poemas de Terán al inglés, en el Poetry Translation Centre en Londres, nació la idea de traducir al zapoteco el corpus que él había seleccionado. El libro logró publicarse en 2018 por el Taller de Artes Gráficas, El Zanate, en Juchitán.
Terán aclara que sus versiones partieron de las traducciones de estos poemas al español (y que sólo en el caso de Pancho Nácar, la traducción, en este caso al español para que fuera todo el volumen bilingüe, se realizó desde el zapoteco, la lengua en que escribió el autor). Sobre su proceso de traducción señala: “mi traducción no es literal, tampoco métrica o rimada, es una traducción libre, que no se aleja del poema original, que recrea por analogía la obra del autor para conseguir una poesía viva, con las mismas sensaciones y razones”.[24] Se debe subrayar la importancia de este libro, no sólo por el catálogo tan diverso de autores traducidos, sino porque inaugura en una lengua originaria el formato de la antología dedicada a un sólo género literario.
“Oichi, el desorejado” y “Mujer de nieve”, cuentos de terror japoneses
El proyecto dirigido por Rasheny Lazcano sobre la traducción de dos cuentos de terror japoneses a varias lenguas de Oaxaca, representa otro ejemplo de un proyecto colectivo y autogestivo, realizado al margen de iniciativas gubernamentales y académicas. Para su creación, en 2015, Rasheny Lazcano recordó aquellas noches en las que escuchaba cuentos sin luz eléctrica en San Mateo del Mar. Lazcano considera que aquellos relatos de tradición oral hacen guiños al género de terror, por lo cual le pareció natural promover la traducción indirecta de dos cuentos de la tradición literaria japonesa: “Oichi, el desorejado” y “Mujer de nieve” tomados de la versión en español que apareció en la antología Lecturas clásicas para niños, Col. I y II, dirigida por José Vasconcelos.
Los cuentos fueron publicados en edición monolingüe, en cuadernillos de fácil uso, formato que refleja la experiencia obtenida con las antologías LILEEME (que serán abordadas más adelante) y que tiene el mismo espíritu: crear lectores en lenguas indígenas. Este proyecto estaba compuesto por un taller de traducción, que consistía en la revisión de las versiones (en este caso a nueve lenguas) y la distribución de los cuadernillos en la comunidad en talleres impartidos por el mismo traductor del texto.
La evolución del proyecto fue, por decir lo menos, llamativa en varios niveles. En primer lugar, los traductores reflexionaron sobre los sistemas de escritura y generaron nuevas propuestas. Es el caso del traductor Yuri Manuel Ortiz Chi (zapoteco de Yalálag), quien ha ido cambiando y adaptando su sistema de escritura porque al usarse en los talleres identifica las grafías que parecen más sencillas de leer para los niños (el cuento se ha impreso en tres versiones diferentes desde su primera publicación en 2015). En segundo, no solamente se flexibiliza la escritura sino también la aceptación de las variantes lingüísticas y por lo tanto la actitud de los hablantes para entender a los otros, tal como señala Lazcano que ocurrió entre los profesores huaves y los mixes, usuarios de estos libros en sus clases o en talleres con otras comunidades. En principio se trabaja con la edición en la variante lingüística disponible, sin que ello tenga un menoscabo para el taller o para generar sus resultados. Finalmente, la promoción de la traducción literaria se genera al exponerse un texto pequeño a múltiples hablantes y variantes lingüísticas despertando el interés de vertirlo a la variante propia e incorporar la forma de hablar, el tono y los modismos de la región. De acuerdo con Lazcano, estas versiones no solicitadas llegan a sus manos y alimentan su deseo de editar el mayor número posible de lenguas y variantes que idealmente serán puestas en plataformas de libre acceso y permitirán identificar cuál tiene mayor uso, quiénes son los lectores y cómo funciona mejor.[25]
Hasta el momento “Oichi, el desorejado” y “Mujer de nieve” han sido traducidos a las siguientes lenguas y variantes: zapoteco (Yalálag, Tlacolula, Teotilán); tu’un savi o mixteco (de la región oriental, la variante de Santa María Peñoles), mixe (Tlahui, Juquila, Chuxnaban, Zacatepec, Coatlán, Guichicovi); y huave (San Mateo del Mar y San Dionisio del Mar).
De las literaturas nacionales en español a las lenguas indígenas
Sobre las líneas que atraviesan la literatura canónica mexicana, escrita en español, y las literaturas indígenas que empiezan a visualizarse como parte de la literatura nacional, es importante mencionar que la traducción hacia estas lenguas se inició desde las instituciones mexicanas con el matiz de elegir obras y autores que representaban o hablaban del mundo indígena o campesino; desde las ediciones que publicó el ini en los años ochenta hasta el programa pialli que dirigió Enrique Servín durante la primera década de este siglo, la elección consistió en textos que podían ser interesantes para los lectores indígenas pero bajo el criterio de una representación externa. Aunado a lo temático, se establece un circuito de traducciones internas, es decir, importación de textos literarios entre las distintas lenguas que comparten el mismo espacio nacional.[26]
La elección temática de las obras a traducir se sostiene en las ediciones institucionales, pero se rompe en los catálogos de coedición como se muestra en las publicaciones de Ediciones del Rey Momo para niños, publicadas en el cruce de los siglos xx y xxi, donde aparecen tanto autores mexicanos contemporáneos como algunos de carácter canónico de la primera mitad del siglo xx al margen de la temática de representación. En este caso, lo que parece primar es, por una parte, una selección de textos a partir del público infantil al que están destinados y, por la otra, la inclusión de textos en español que ya no sólo provienen del espacio político nacional mexicano, sino del panorama más extenso de otros países de habla española.
Lo que comienza a ser una constante en varios de estos proyectos editoriales es la de enfocarse en el sector infantil para crear nuevas propuestas editoriales ligadas a la traducción en lenguas indígenas.
Cuadernos Literarios del Instituto Nacional Indigenista
Entre los años 1986 y 1988, el Instituto Nacional Indigenista (ini) publicó una serie denominada Cuadernos Literarios organizada en volúmenes que presentaban un cuento o relato traducido a una lengua indígena. La coordinación de los volúmenes en las diferentes lenguas estuvo a cargo de Humberto San Juan Mateo. Es llamativo el esfuerzo que dedicaron a la traducción de la obra de Juan Rulfo, posiblemente por su prematura muerte en 1986 y porque había sido director de publicaciones de la misma institución.
La serie también incluyó una selección de los relatos de Rosario Castellanos traducidos al chontal de Tabasco y una versión adaptada de la novela Balún Canán, traducida a la misma lengua por Maura Luciano y publicada en 1987, mismo año en que se publicó una selección de Los indios de México de Fernando Benítez, traducido al mixteco por Gilberto García García, y Juan Pérez Jolote de Ricardo Pozas, al mixteco por Francisco Ramírez Feria.
De Manuel Gamio se realizó una selección de relatos que se tradujeron a diferentes lenguas: en 1986, “José Antonio”, “El bachanero”, “Los cóndores” y “La ladrillera”, traducidos al maya por Filemón Ku, Alfredo Castillo y Nidia Nelly Kantún Chi; y en 1988, se tradujeron extractos de Forjando Patria al chontal de Tabasco por Luciano Reyes Román, y al tlapaneco por Filomena Cruz Tito y Felipe Francisco Reyes, publicados en el mismo año.
En los casos de las traducciones de Rosario Castellanos y Ricardo Pozas se conforma un interesante circuito de lenguas y culturas. La novela de la primera representa en español a comunidades de lenguas tzeltal y tojolabal, que en la traducción han pasado a otra lengua de la familia maya, el chontal de Tabasco; mientras que en la narración antropológica de Ricardo Pozas, una esfera de la cultura tzotzil ha sido trasladada, vía el español, al mixteco (es decir, entre lenguas no emparentadas).
Las traducciones de la obra de Juan Rulfo
La selección de relatos de El llano en llamas de Juan Rulfo fue la que se tradujo a más lenguas indígenas en las ediciones del ini, de tal manera que, en algunos casos, un mismo relato apareció en cuatro o cinco lenguas distintas.
“Talpa” se tradujo al chontal de Tabasco por Yolanda de la Cruz y Arias y Modesta Isidro de la Cruz (1987); al mixteco por Silvina Martínez Andrade y Odilon Peñabronca Castañeda (1986); al tlapaneco por Felipe Reyes (1986); y al maya por Nidia Nelly Kantún Chi y Juan N. Tsab (1987).
“Luvina”, al maya por Bernardo May y Juan Tsab en 1986, en 1987 al náhuatl (sin indicar al traductor) y en el mismo año al tlapaneco por Filomena Cruz Tito. En 2017, el colectivo Colegio Mixe (colmix) en coedición con IAGO y la Fundación Harp Helú publicó la traducción de este mismo relato, realizada por Raquel Diego Díaz en la variante mixe de Tlahuitoltepec.
“Nos han dado la tierra” se tradujo al purépecha como Intsingasikachi echeri en la traducción de Rosendo Estrada y Esdivel Lorenzo (1986); y como Tamuje we’e yairu en la traducción al tarahumara de Refugio Moreno Batista y Jesús Manuel Palma Batista (1986).
“¿No oyes ladrar los perros?” fue traducido al náhuatl como ¿Amo ti kin kaki keno tlauajuanouaj on chichime? por Emerenciana Herrera Leyva y Lucas Rosendo Cabrera (1986); como ¿Ma’wa ta wu’uyik u chi’ibal le pek’o’obo?, en la traducción al maya sin indicar al traductor (1986); y como ¿Nori kurhaauasïni uichuechani ua ua arhini?, en la traducción al purépecha de Esdivel Lorenzo Molina y Rosendo Estrada Rodríguez (1987).
“¡Diles que no me maten!” se tradujo a tres lenguas: ¡A’al ti’ letio’ob ma’u kinsikeno’ob!, en maya por Nidia Nely Kantún Chi y Filemón Ku (1986); ¡Arhia eskajtsïni no uandikuaka! en purépecha por Esdivel Lorenzo Molina y Rosendo Estrada; y ¡Ara’turi muxuxiñu! en tlapaneco por Abraham Mejía (1987).
“Macario” se tradujo a cuatro lenguas: al mixteco de Guerrero por Odilón Peña Bronce (1986); al tlapaneco por Felipe Francisco Reyes (1986); al tarahumara por Refugio Moreno Batista y Jesús Manuel Palma (1987) y al chontal de Tabasco por Maura Luciano Rodríguez (1987).
“Paso del Norte” se tradujo al purépecha como Norti nirani, por Adelaida Huerta Solís y Rosendo Estrada (1986); Numiba ta norte, en la traducción al chontal de Tabasco de Yolanda de la Cruz Arias y Román de la Cruz López (1987); y Un jia’a ta nute, en la traducción al mixteco de Gilberto A. García García (1987).
“El hombre”, Teeu, en la traducción al mixteco de Francisco Ramírez Feria (1986); Le winiko, en la traducción al maya de Nidia Kelly Katún Chi, Filemón Ku, Juan N. Tzab y Eladio Pérez (1987); On tlakatl, en la traducción al náhuatl de Miguel Melgarejo Bringas y Leobardo Catu Torraiba (1987).
“La cuesta de las comadres”, Nu ka’a da ichi jiko un naa naa da kumari, en la traducción al mixteco de Gilberto García García (1987); y Tlaixtli in uaxa on komalejtl, en la traducción al náhuatl de Miguel Melgarejo Bringas y Pedro Larios Sánchez (1987).
“Es que somos muy pobres” se tradujo al chontal de Tabasco como Mach’an ka tak’in t’oko’ por Maura Luciano Rodríguez (1987); y al purépecha como Jimbokachi kani komu jamasinga, sin indicar al traductor, en el mismo año.
“La noche que lo dejaron solo”, Ni ak’ä’ ke aktinti u juntumá, en la traducción al chontal de Tabasco por Maura Luciano Robríguez y Urbano de la Cruz Lázaro (1987); y Le aak’ab p’a’at tu huunalo’, en la traducción al maya de Nidia Nelly Kantón Chi y Filemón Ku (1987).
De los relatos traducidos a una lengua (editados todos en 1987) se encuentran: “La herencia de Matilda Arcangel”, Ri maguanu, traducido al tlapaneco por Felipe Reyes y Filomena Cruz Tito; “Anacleto Morones”, Anacletu Moronesi, traducido al purépecha por Romualdo Escamilla Campos y Rosendo Estrada Rodríguez; “En la madrugada”, Un bakutiki, en la traducción al mixteco de Francisco Ramírez Feria y Gilberto García García y “El día del derrumbe”, traducido al tlapaneco como Mbi’i ri niguika por Filomena Cruz Tito. En 1988, “El llano en llamas” se tradujo al náhuatl como Ixtlauatlatali por Lucas Rosendo Cabrera.
Por otra parte se cuenta con traducciones completas a tres lenguas indígenas del volumen de cuentos y de la novela de Juan Rulfo. Se tiene noticia de la traducción al purépecha de El llano en llamas y Pedro Páramo, realizada por Joel Torres Sánchez en la primera década de este siglo.[27] El llano en llamas fue traducido al otomí del Valle del Mezquital por Raymundo Isidro Alavez y publicado por la FES, Acatlán, en 2013. Para conmemorar el centenario del natalicio de Juan Rulfo, Victoriano de la Cruz Cruz propuso a la Fundación Juan Rulfo y a la editorial RM, traducir Pedro Páramo al náhuatl. Esta versión conmemorativa se publicó en edición bilingüe español-náhuatl con un prólogo de Heriberto Yépez.
La de Juan Rulfo se posiciona como la obra literaria del canon mexicano en español más traducida a otras lenguas nacionales. Y destacan en este panorama las dos traducciones al purépecha y al náhuatl de Pedro Páramo, un género literario que ha comenzado a ser cultivado en años recientes por los propios creadores en estas lenguas, como empieza a suceder en alguna variante del zapoteco y en maya.
Traducciones para niños: Ediciones del Rey Momo
Ediciones del Rey Momo en coedición con el fonca, publicó entre 1996 y 2001, una serie de autores y temáticas muy diversas que fueron traducidos a algunas lenguas indígenas. Estos textos estaban dirigidos a un público infantil y fueron ilustrados por artistas mexicanos. Los libros tienen una estructura similar: en la portada aparecen los nombres del autor y del traductor a la lengua indígena; sigue una breve presentación del autor o la autora y se indica la obra de donde se toma la selección que se traduce; en la siguiente página se encuentra un mapa de México con una indicación geográfica para los estados de la república donde se habla la lengua a que se refiere la traducción y un texto que inicia con la misma leyenda “Además del Español [sic], el idioma oficial, en México existen 62 lenguas indígenas y una gran variedad de dialectos”; finalmente aparece el nombre de la lengua y el/los estados y municipios en que viven los hablantes.
Entre los títulos publicados se cuentan cinco durante 1996, de autores contemporáneos, con la característica común de que las traducciones fueron realizadas por escritores indígenas que tienen obra propia; y ocho títulos en 2001, cuatro de autores de México y cuatro de autores procedentes de otras latitudes (un argentino, un colombiano, un español y un inglés) con el membrete de ser una selección para niños.
Los títulos publicados en 1996 son los siguientes: Los amigos de la coyota risueña y loca/Tu’kue bene nha bayix nna bekw’ya nhólh xhill’lhall de Francesca Gargallo en la traducción al zapoteco de Mario Molina Cruz; El árbol de durazno/ U kuul duraasboo de Marco Tulio Aguilera Garramuño, en la traducción al maya yucateco de María Luisa Góngora Pacheco; Cómo fue que hubo tantos coyotes/K’uxi ba epajuk ti ok’iletike de Felipe Garrido, en la traducción al tzotzil de Enrique Pérez López; Una sonrisa de aljófar/Ixhuetzquiliz in eptayol-pizilli, de Becky Rubinstein en la traducción al náhuatl de José Flores Xochimic; El zoológico ilógico/Isïku jási tsípkua jatakua de Mario Rey Perico en la traducción al purépecha de Gilberto Gerónimo.
Los libros de autores de México publicados en 2001 fueron: Sor Juana Inés de la Cruz para niños/‘Behña Juana nes Pont’i pa ya tsi bähtsi en la traducción al otomí de Serafín Bermúdez; Este era un rey… fusiles y muñecas/Ïri réeytukay…/Wikörimento Munyeekan de Juan de Dios Peza, en la traducción al mayo de Francisco Almada; Amado Nervo para niños/Amado Nervo cha’añ alob, en la traducción al chol de Domingo Meneses Méndez; y José Juan Tablada para niños/José Juan Tablada tiiri wahetsie mieme, en la traducción al huichol de Gabriel Pacheco Salvador.
Finalmente, las obras de tres autores hispanohablantes fueron: El Hornero/Ra cha’mi ndo’o del argentino Leopoldo Lugones, en la traducción al mixteco de Juvenal López; La pobre viejecita/An tsakam uxkwe’lab y El renacuajo paseador/An belelma’ t’imk’wa’ del colombiano Rafael Pombo, en la traducción al huasteco de María Clementina Esteban; y García Lorca para niños/Federico García Lorca xpalakata laktsu kamán, en la traducción al totonaco de Alberto Becerril Cipriano. La única traducción indirecta de la serie fue William Blake para niños/William Blake yo tsja ts’itrr’i, en la versión al mazahua de Fausto Guadarrama López y la compilación de Carlos López Beltrán (un punto de fuga hacia la literatura internacional de este catálogo).
La coherencia editorial de este proyecto se observa en las dos etapas que tuvo a partir de los autores seleccionados, la disposición de los textos, en el público lector al que estaba destinado, los géneros literarios, la diversidad de las lenguas indígenas traducidas y sus traductores. Al mismo tiempo se observa una estrategia de marcaje editorial que se mueve entre la denominación de un volumen a través de un título ligado al texto y otra ligada a los autores de las obras. Esto es una constante como se vio antes para el caso de Esopo traducido a las lenguas de Oaxaca.
Traducir la tradición oral en editorial Pluralia
La Secretaria de Educación Pública a través del Programa Nacional de Lectura generó la propuesta editorial “Libros del Rincón. Bibliotecas Escolares y de Aula”, una colección amplia de textos literarios e informativos dirigidos a un público infantil en edad de preescolar a secundaria, donde finalmente se incorporaron libros en lenguas indígenas o traducciones de textos a lenguas indígenas. La iniciativa abierta a concurso para las editoriales generó una serie de libros mayoritariamente sobre recopilaciones de tradición oral, aunque pueden encontrarse algunos textos de poetas indígenas actuales. Entre los libros que han nutrido esta iniciativa se encuentran los de la editorial Pluralia (que se ha distinguido en los últimos años por “Voces nuevas de Raíz Antigua”, una serie de poemarios de escritoras indígenas, editados entre el 2005 y el 2017, en formato bilingüe, lenguas indígenas-español).
En lo que respecta a los que fueron traducidos a lenguas indígenas deben mencionarse los siguientes títulos de Elisa Ramírez Castañeda, inspirados en la tradición oral: Ba’axten nojochaj u xikin Juan T’u’ul/ Por qué le crecieron las orejas a Juan Conejo (2006), con la traducción al maya yucateco de Vicente Canché Moo; Wirarika ixiarrieya tateineixa. La fiesta del tambor y del elote (2008), escrito originalmente en español y sin la referencia de quién realizó la traducción al huichol. Finalmente en 2010 se publicó Cocijoeza y Coyolicatzin, una guerra y alianza entre zapotecos y mexicas. Tuub ni rnira ra bene ri ra da’a, traducido al zapoteco por Paul Radin.
Pluralia se encuentra entre los proyectos independientes que ha ido conformando un catálogo editorial que contempla la creación en lenguas originarias, la traducción al español de la tradición oral en estas lenguas así como la traducción a estas lenguas a partir de la tradición oral.
Autores chiapanecos traducidos en algunas lenguas de Chiapas: Biblioteca Mínima Mexicana
En el año 2013, a través del proyecto Fomento a la Lectura y la Creación Literaria en el Ámbito Comunitario, la Universidad Intercultural de Chiapas y la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, en coedición con la editorial Terracota, publicó la colección Biblioteca Mínima Mexicana. Conformada por un total de diez títulos, sólo Benzulul, El diosero y Balún Canán fueron traducidos a alguna lengua indígena.[28] Se trata de un trabajo muy interesante de traducción colectiva de dos libros de relatos y una novela.
Benzulul, la colección de cuentos inspirada en buena medida en la tradición oral de Chiapas, de Eraclio Zepeda, fue traducido al tzeltal por: Anselmo Silvano Jiménez, Marco Antonio López Sántiz, Lorena Torres Gómez, Araceli Sántiz López, Sebastian Sántiz López, Juana Sandra López Morales, Herlinda López Sánchez, Patricia Sántiz López, Juana María Méndez Gómez y Mariano Gómez López.
El diosero, de Francisco Rojas González, fue traducido a lengua chol como Jiñi ajaw por: Juan Jesús Vázquez Álvarez, Francisco Méndez Torres, Elena López Arcos, Rodolfo Sánchez Montejo, Héctor Jovanny Arcos Velasco, Gladis Gómez López, Leocadia Arcos Méndez, Magdalena Arcos Meneses, Inocencio Jacobo Alvaro Gómez, Bibi Nayeli Oleta Gómez y Yanira Patricia Méndez López. Es de subrayarse que, precisamente el relato que da título al volumen del autor nacido en Guadalajara, da cuenta de un trozo de vida de los pueblos que hablan lacandón y que ahora puede ser leído en chol, otra lengua de la misma familia lingüística, misma consideración que puede hacerse para las lenguas y culturas de otras regiones representadas en los relatos del volumen.
Balún Canán, de Rosario Castellanos fue traducido al tojolabal como B’alune k’anall por: María de la Flor Gómez, Abraham Cruz, Adelaida Espinoza, Andulio Álvarez, Carina Trujillo, Ecsac Noé Hernández, Elías López, Ever Daniel Cruz, Antonio Gómez, Guillermo Sántiz, José Julio Gómez, José Oliver Velasco, Juana Gómez, Luis Miguel Sántiz, Madaí Ayneé Hernández, Margarita Hernández, María de los Ángeles Sántiz, María del Carmen Gómez, María Reyna Cruz, María Rosalba Sántiz, Rigoberto López y Victoria del Rosario Sosa. Destaca que esta novela, vinculada con las culturas de lengua tzeltal y tojolabal, haya sido traducida a una de estas dos lenguas.
El catálogo de la colección resulta coherente con el espíritu de la institución intercultural que lo respalda, pues da cuenta de la realidad multilingüe y pluricultural de Chiapas y lo hace tanto con obras de creación como con obras traducidas.
Traducciones en tarahumara (ralámuli): Programa Institucional de Atención a las Lenguas y Literaturas Indígenas (pialli)
Un proyecto que debe mencionarse es la colección Rayénari que dirigió el traductor y lingüista Enrique Servín (+), director del pialli, en el Instituto Chihuahuense de Cultura. Bajo su gestión se impulsó enormemente la traducción de obras de autores extranjeros y mexicanos al tarahumara, a partir de un corpus de textos sobre el pueblo y cultura hablantes de esta lengua. Estas ediciones fueron publicadas de manera monolingüe con el objetivo de promover la lectoescritura de los hablantes y fueron repartidas gratuitamente en las comunidades.[29] En la mayoría de los proyectos de traducción participó Martín Chávez Ramírez, conocido como Martín Makáwi, compositor y promotor cultural.
Basalówala aminá ralámuli paísila (2014), es la traducción de Viaje al país de los tarahumaras de Antonin Artaud; Ralámuli kó: sepolí a’tanáala, semáti, kawíwalame a’li bakóame (2015) es la versión de Los tarahumaras: pueblo de estrellas y barrancas de Carlos Montemayor; Nakówiame nawésali Ralámuli kawíwalachi (1626-1724), de 2015, es una crónica de las guerras tarahumaras titulada en español Historia de los levantamientos de los indios tarahumaras (1626-1724) de P. Joseph Neumann; y Ralámuli ki yáwala napawitula ba’ alímala (2016) es la traducción de Tarahumara: una antigua sociedad futura de María Elena Orozco.
La colección Rayénari da cuenta de una significativa armonía temática, pues los títulos incluidos confirman las formas en las que se ha percibido la cultura y la historia de los hablantes de lenguas tarahumaras. Además es uno de los pocos proyectos editoriales que se han llevado a cabo en esa lengua y destaca por traducir prosa ensayística e historiográfica.
Antologías en algunas lenguas de Oaxaca: Literatura en Lenguas Mexicanas (lileeme)
El proyecto Antologías Literaturas en Lenguas Mexicanas (lileeme)[30] puede pensarse como una muestra de la viveza y complejidad de la traducción literaria en las lenguas indígenas de México. Se trata de un proyecto que reúne 99 autores y 101 textos de literatura mexicana traducidos a mixe, en dos variantes, la de Ayutla bajo el título Nëwempët matya´aky, en traducción de Yásnaya Elena Aguilar Gil, y la de Tlahuitoltepec, Nëwempit matyä´äky, en traducción del colmix; a mixteco, Ñàá ndasatutu kue kuendu kue Naá Nko’yo, en traducción de Celerina Sánchez; y al zapoteco del Istmo de Tehuantepec, Ti be’za’diidxa’ ndahui sti’ binni Zaguita, en traducción de Víctor Cata. El proyecto y cuidado de la edición estuvo a cargo de Rasheny Lazcano, con la participación del académico Lauro Zavala, quien hizo la curaduría y selección de los autores, además de un estudio introductorio centrado en el concepto de minificción para cada antología, de modo que pudieran registrarse como libros de texto. Cada título está publicado en edición completamente monolingüe, incluyendo el colofón, los legales y los créditos. Como política editorial, en las primeras páginas se anexaron los siguientes elementos: el alfabeto utilizado y las instrucciones para leerlo, el uso de préstamos, gramaticalizaciones y neologismos.
La publicación de estas antologías se centra en la promoción de la lectura entre hablantes de dichas lenguas, pero sin problematizar el uso de las variantes lingüísticas o la estandarización de los alfabetos. El proyecto general incluyó la formación de traductores y la creación de lectores.[31] En relación a los primeros se inició con un taller de traducción que impartió Waldo Villalobos, en el que los participantes discutieron varios aspectos y produjeron textos reflexivos a la par de las traducciones literarias. Lazcano afirma que varios de ellos siguieron profesionalizándose en la traducción de las lenguas indígenas y que tienen proyectos independientes que funcionan a través de sus propios medios, como ocurre con el colmix.[32]
Sobre el segundo punto, la creación de lectores, el proyecto buscó el compromiso de usar las antologías a través de talleres que organizaron colectivos y asociaciones independientes en las comunidades de hablantes. La expectativa era que los lectores que habían participado en los talleres literarios, en algún momento, fueran capaces de crear ficción; de esta manera, un proyecto de traducción se convertía potencialmente en un generador de lectores y de nuevos escritores.
Se editaron tres mil ejemplares de cada título y su recepción entre los lectores ha sido diferenciada en relación con las actividades que generan las personas que usan la antologías en su lengua. Lazcano refiere que la antología en mixteco ha tenido menor impacto porque no existe un grupo que esté difundiendo este proyecto en la comunidad; mientras que la antología en zapoteco es utilizada en las escuelas de educación básica y en proyectos independientes como El Camino de la Iguana, que dirigen Víctor Cata (el traductor) y la poeta Natalia Toledo. Hay otro fenómeno interesante: las antologías en la lengua mixe corresponden a dos variantes lingüísticas, la decisión editorial del curador Lauro Zavala fue tener los mismos autores, pero con textos diferentes para cada una; de esta manera quien lee la antología en el ayuujk de Tlahuitoltepec estará posiblemente convocado a leer la antología en ayuujk de Ayutla. Lazcano afirma que esta decisión produjo como efecto el aumento en el interés de los lectores y la traducción espontánea entre las variantes lingüísticas, por eso ha recibido propuestas para editar en otras variantes la antología.[33] Este ejercicio confluye así en el camino de la revitalización de las lenguas indígenas a partir de la escritura de los hablantes así como en el reconocimiento de sus variantes sin menosprecio de ninguna y apostando por la diversidad.[34]
Las antologías lileeme proporcionan un panorama amplio de la literatura mexicana con autores desde el siglo xix hasta el xxi, desde Ramón López Velarde hasta la crítica actual de Heriberto Yépez; por mencionar algunos, podemos encontrar minificciones o fragmentos de los textos de Julio Torri, Carlos Díaz Dufoo, Nellie Campobello, Martín Luis Guzmán, Alfonso Reyes, Agustín Yáñez, Octavio Paz, José Alvarado, Juan Rulfo, Rosario Castellanos, Juan José Arreola, Carlos Fuentes, Salvador Elizondo, Gabriel Zaid, Carlos Monsiváis, Alejandro Rossi, Elena Poniatowska, Bárbara Jacobs, Andrés Acosta, Martha Cerda, Mónica Lavín, José Emilio Pacheco, Hugo Hiriart, Sergio Pitol, Guillermo Fadanelli, Eduardo Huchín Sosa, Rogelio Guedea, Dina Grijalva, Agustín Cadena y Alberto Chimal, entre otros.
Mientras el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (inali) trabaja en la estandarización de alfabetos y la publicación de las normas de escritura, el modo orgánico en que las comunidades se hace cargo de la discusión es a partir del uso de los textos. La escritura del alfabeto se cambia si se observa que los lectores pueden acercarse de manera más cómoda al texto. De hecho, de acuerdo con la declaración de Lazcano, cuando se trabajaron las traducciones al mixe de Tlahuitoltepec, había tres colectivos con diferentes propuestas de escritura;[35] los traductores al ayuujk decidieron que apareciera como traductor el colectivo colmix porque eso reafirma las decisiones comunitarias y la posibilidad para seguir pensando cómo escribir su lengua.
La Muerte pies ligeros, de la tradición oral zapoteca a otras lenguas indígenas de Oaxaca, una serie para niños
El volumen Guendaguti ñee sisi / La muerte pies ligeros escrito en zapoteco y español por Natalia Toledo recoge un cuento de la tradición popular zapoteca. La historia inspiró unos grabados de Francisco Toledo, padre de la autora, y dio pie a un pequeño y significativo proyecto editorial durante el año 2006 bajo el cobijo del Fondo de Cultura Económica. En el relato la Muerte reta, a la humanidad y a los animales, a brincar la cuerda con el propósito de que, exhaustos, caigan muertos. Se tradujo a cuatro lenguas habladas en Oaxaca, al chinanteco como Li¨j ja ii tiliLa por Pedro Hernández López; al mixe, en la variante de Alotepec, Ja Yäjk’ o’ kpë mëti’ ipë ijty nëkoo tyekypye’ typyënë, por Juan Carlos Reyes; al mazateco, Kjoabiya ndsoko tjayao, por Juan Casimiro Nava; y al mixteco, Ndi sa’ a xika ndawa, por Ubaldo López García. Destinado al público infantil, forma parte de una serie especial de la colección A la Orilla del Viento. Este proyecto posee la virtud de que la lengua dominante funciona a modo de puente para que sea posible la traducción de una historia originada en una lengua indígena entre lenguas lingüísticamente no emparentadas.
Octavio Paz para niños
En el 2015, la editorial Artes de México publicó Paisaje de ecos en dos volúmenes, coedición con conaculta y la sep. Contiene el cuento “El ramo azul” y una selección de poemas de Octavio Paz en versiones a ocho lenguas indígenas. Destinada a un público infantil, cuenta con las traducciones al mazateco de Juan Gregorio Regino, al otomí de Raymundo Isidro Alavez, al purépecha de Guadalupe Hernández Dimas y al maya de Cessia Chuc; mientras que el segundo volumen fue traducido al zapoteco por Filemón Beltrán Morales, al náhuatl por Gilberto Díez Hernández, al mixe por Margarita Melania Cortés y al totonaco por Eleuterio Olarte Tiburcio[36] Ilustrados y en pasta dura, incluyen elementos visuales de las culturas a las que se hizo la traducción y dan continuidad a los proyectos editoriales que incluyen el traslado de la literatura nacional canónica.
Meridiano 105º. Antología de poesía de mujeres en lenguas indígenas
En el ámbito de los proyectos colectivos y con una convocatoria permanente Meridiano 105º. Antología de poesía de mujeres en lenguas indígenas, en su página web de inicio declara ser:
[U]n espacio virtual para la poesía de mujeres en lenguas indígenas de México y Canadá. Su objetivo es difundir esta poesía y promover una reflexión contextualizada en torno al arte, la lengua, la cultura, la historia y la traducción de las culturas no hegemónicas. El nombre de la antología se tomó del meridiano que cruza de forma transversal América del Norte, un eje de unión ficcional entre Canadá y México.[37]
La idea nació después de las jornadas de poesía de mujeres indígenas organizadas a propósito de la creación de la Cátedra Extraordinaria Margaret Atwood-Gabrielle Roy, auspiciada por la unam y la Embajada de Canadá en 2004. A las jornadas asistieron algunas de las poetas que se encuentran antologadas.
En la etapa 1 del proyecto (2012) se pidió a las autoras que enviaran un poema breve para la antología escrito en su lengua y traducido a uno de los idiomas puente (español, inglés o francés); al mismo tiempo se buscaron otras escritoras de lenguas indígenas de México y Canadá. Con este primer corpus se pidió a las mismas poetas y a otros colaboradores empezar la traducción a otras lenguas indígenas, de manera que ahí surgió la idea de presentar la antología teniendo el original y las múltiples traducciones de manera simultánea.
En la etapa 2 (2016), la idea se materializó en un formato digital que posibilita leer el poema en todas las traducciones o elegir entre ellas, sin que exista la supremacía de una versión sobre la otra. Identificando la oralitura como un elemento presente en las estéticas indígenas, el archivo digital incluye videos y audios de las autoras leyendo la poesía en sus lenguas. Esta implementación se encuentra en proceso al igual que la generación de mapas interactivos para ubicar la cultura y la lengua de la autora.
Las poetas y traductoras antologadas son: Briceida Cuevas Cob (maya), Marilyn Dumont (cree/métis), Louise Halfe (cree), Adriana del Carmen López Sántiz (tzeltal), María Enriqueta Lunez (tzotzil), Rita Mestokosho (innu), Aitsarika (Angélica) Ortiz López (huichol), Elizabeth Pérez Tzintzún (purépecha), Irma Pineda (zapoteco), Buffy Saint-Marie (cree), Mikeas Sánchez (zoque). Traductores: Liliana Andrade Llanas (inglés), Keith Goulet (cree), Claudia Lucotti (inglés) y Victoria Otilia Sandoval (triqui).
Este recorrido por el emergente campo de la traducción literaria a lenguas indígenas ofrece algunas conclusiones provisionales sobre la cultura impresa, la literatura traducida, el oficio de la traducción entre hablantes de lenguas originarias y la configuración de las lenguas indígenas como lenguas meta.
En lo que respecta a la cultura impresa, los editores fueron inicialmente institucionales, luego surgieron proyectos autogestivos y, en años más recientes, los editores comerciales (en algunos casos con apoyos institucionales) han comenzado a incursionar en la edición de estas literaturas y, en lo particular, de estas traducciones. En lo que tiene que ver con el orden de los libros, la naturaleza de las lenguas indígenas y su representación visual ha impulsado que haya tanto ediciones bilingües como, en el pasado inmediato, ya sólo monolingües. Los paratextos de estas traducciones van desde las introducciones hasta la presentación de los alfabetos de las lenguas y la inclusión de glosarios.
Los repertorios elegidos por los agentes de las instituciones, las editoriales o los grupos autogestivos sugieren que la selección de textos se hace en función de la lógica bipartita que opera en los sistemas literarios nacionales, los cuales distinguen entre la propia literatura, escrita en la lengua del Estado-nación, y las que corresponden a las lenguas de otros espacios nacionales. De este modo se configura la intraducción. En lo que respecta a las traducciones internas se observan dos criterios. Por un lado, la elección de obras que, desde el punto de vista de la sociedad nacional hispanohablante, han intentado ofrecer mediante narraciones, una representación del mundo indígena y campesino. Por el otro, obras que en primer lugar, de acuerdo con este mismo campo literario, es deseable que sean exportadas a las otras lenguas que conforman la diversidad lingüística del país; y en segundo lugar, obras de autores contemporáneos de los traductores en lenguas indígenas, es decir, literaturas emergentes durante el periodo. Finalmente, en lo que respecta a los géneros literarios, de la inicial traducción de relatos, cuentos y poemas, se ha pasado a la traducción de algunas novelas y, de modo incipiente, el ensayo.
En cuanto a la actividad traductora, se observa una gradación que va de agentes que sólo realizaron la traducción de un texto breve, la traducción colectiva de una obra extensa (con un cariz en algunos casos marcadamente comunitario), hasta la paulatina emergencia de, por una parte, la figura del creador-traductor y, por la otra, del traductor especializado. En este panorama, debe mencionarse a la figura del formador de traductores que, en talleres dentro de las propias comunidades, transmite habilidades de lectoescritura y traducción. En los libros aún hay pocos trazos de esta nueva agentividad (como prólogos, introducciones o notas de contenido de los traductores).
De las sesenta y ocho agrupaciones lingüísticas (y lenguas aisladas) del país, se han ofrecido datos de traducciones de al menos veinticuatro de ellas: tarahumara, mayo, huichol, náhuatl, purépecha, huave, tepehua, totonaco, otomí, mazahua, mazateco, zapoteco, mixteco, ixcateco, chinanteco, tlapaneco, mixe, huasteco, maya, chontal de Tabasco, chol, tzotzil, tzeltal y tojolabal. Esto permite advertir que ha existido continuidad en la representación de lenguas como el náhuatl, purépecha, zapoteco y maya. La presencia de más lenguas es fruto, en buena medida, de proyectos institucionales, así como autogestivos, de la participación de profesionales (internos o externos de las propias comunidades, profesores rurales, antropólogos y lingüistas, principalmente) y de las luchas sociales del pasado reciente. Esta realidad contrasta con la ausencia de más de la mitad de las agrupaciones lingüísticas y las variantes del país. No obstante, se vislumbra que en un futuro sea posible retomar este panorama, en algunos casos, en función de lenguas y géneros específicos en vez del acercamiento colectivo o por proyectos editoriales aislados.
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----, [“Paso del Norte”]/Numiba ta norte, trad. al chontal de Tabasco de Yolanda de la Cruz Arias y Román de la Cruz López, Ciudad de México, Instituto Nacional Indigenista, (Cuadernos Literarios; vol. IV-2), 1987.
----, [“Paso del Norte”]/Nu jia'a ta nute, trad. al mixteco [Oaxaca] de Gilberto A. García García, Ciudad de México, Instituto Nacional Indigenista, (Cuadernos Literarios; vol. III-5), 1987.
----, [“La cuesta de las comadres”]/Tlaixtli in uaxca on komalejti, trad. al náhuatl de Miguel Melgarejo Bringas y Pedro Larios Sánchez, Ciudad de México, Instituto Nacional Indigenista, (Cuadernos Literarios; vol. VII-4), 1987.
----, A binton doko' ni ka', trad. al chontal de Tabasco de Primo Pérez Hernández, vol. I-5, Ciudad de México, Instituto Nacional Indigenista, 1986.
----, [“La noche que lo dejaron solo”]/ Le aak'ab p'a'at tu huunalo', trad. al maya de Nidia Nelly Kantón Chi y Filemón Ku, Ciudad de México, Instituto Nacional Indigenista, (Cuadernos Literarios; vol. I-5), 1987.
----, [“La noche que lo dejaron solo”]/ Ni ak'ä' ke aktinti u juntumá, trad. chontal de Tabasco de Maura Luciano Rodríguez y Urbano de la Cruz Lázaro, Ciudad de México, Instituto Nacional Indigenista, (Cuadernos Literarios; vol. IV-5), 1987.
----, [“El día del derrumbe”]/Mbi'i ri niguika, trad. al tlapaneco de Filomena Cruz Tito, Ciudad de México, Instituto Nacional Indigenista, (Cuadernos Literarios), 1987.
----, [“¡Diles que no me maten!”]/¡ A'al ti' letio'ob ma'u kinsikeno'ob!, trad. al maya de Nidía Nelly Kantún Chi y Filemón Ku, Ciudad de México, Instituto Nacional Indigenista, (Cuadernos Literarios; vol. I-2), 1986.
----, [“Es que somos muy pobres”]/Mach'an ka tak'in t'oko', trad. chontal de Tabasco de Maura Luciano Rodríguez, Ciudad de México, Instituto Nacional Indigenista, (Cuadernos Literarios; vol. IV-6), 1987.
----, [“El llano en llamas”]/Ntu'ba kayu ñu'un, trad. al mixteco [Oaxaca] de Francisco Ramírez Feria, Ciudad de México, Instituto Nacional Indigenista, (Cuadernos Literarios; vol. III-4), 1987.
----, [“¡Diles que no me maten!”]/¡Ara'turi muxuxiñu!, trad. al tlapaneco de Abraham Mejía Hernández, Ciudad de México, Instituto Nacional Indigenista, (Cuadernos Literarios; vol. V-4), 1987.
----, [“La cuesta de las comadres”]/ Nu ka'a da ichi jiko nu naa naa da kumari, trad. al mixteco [Oaxaca] de Gilberto García García, Ciudad de México, Instituto Nacional Indigenista, (Cuadernos Literarios; vol. III-6), 1987. [Tiene un vocabulario con trascripción fonética, transcripción ortográfica y explicación].
El llano en llamas, trad. al otomí del Valle del Mezquital de Raymundo Isidro Alavez, Ciudad de México, unam, Facultad de Estudios Superiores Acatlán, 2013.
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Tablada, José Juan, José Juan Tablada para niños/José Juan Tablada tiiri wahetsie mieme, trad. al huichol de Gabriel Pacheco Salvador, Ilustr. Gabriel Macotela, Onix Rubio, Christa Clincwort, Eugene Walsh y Santiago Rebolledo, Ciudad de México, conaculta, fonca, Ediciones del Rey Momo, 2001.
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Zepeda, Eraclio, Benzulul, traducción al tzeltal de Anselmo Silvano Jiménez, Marco Antonio López Sántiz, Lorena Torres Gómez, Araceli Sántiz López, Sebastian Sántiz López, Juana Sandra López Morales, Herlinda López Sánchez, Patricia Sántiz López, Juana María Méndez Gómez, Mariano Gómez López, San Cristóbal de las Casas, Chiapas, Universidad Intercultural de Chiapas, Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, Editorial Terracota, (Biblioteca Mínima Mexicana; 5), 2013.
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