Enciclopedia de la Literatura en México

El otro Efraín : antología prosística

mostrar Introducción

Iniciada su escritura antes que la de sus poemas y concluida unos días antes de su muerte, muy leída e influyente durante todas sus etapas de elaboración, pobremente editada en vida de su autor, y preferida de manera casi absoluta por quienes han escrito sobre su producción literaria durante décadas, la obra en prosa de Efraín Huerta es un conjunto monumental de escritos críticos y periodísticos de diversa intención, extensión y registro intelectual que sólo se ha publicado parcialmente en forma de libros.

Si bien la cantidad, fecha y lugar exactos de publicación de los textos que integran ese vasto conjunto no ha terminado de establecerse y sigue siendo objeto de interés de distintos investigadores, la parte que se ha divulgado en las compilaciones hasta hoy realizadas (las preparadas por el autor y las elaboradas post mortem) permite establecer sin ningún género de duda que la obra en prosa de Huerta posee un valor extraordinario, desde cuatro perspectivas fundamentales: i) literaria, por el logro formal y de lenguaje que distingue a muchos de esos textos; ii) histórica, por la riqueza informativa y documental que contienen sobre hechos y personajes de la sociedad y la cultura mexicana y mundial del siglo xx; iii) crítica, por la variedad de indicios que aportan sobre la formación y trayectoria intelectual de Huerta, sus lecturas y afinidades y, de manera especial, sobre las motivaciones y circunstancias en medio de las cuales desarrolló su obra poética y modeló las ideas y obsesiones que la ocupan; y finalmente iv) biográfica, por la reiterada puesta en primer plano de sus opiniones, sus odios y amores personales, sus “simpatías y diferencias” políticas y literarias.

En ese marco de entendimiento, puede afirmarse que los escritos en prosa de Efraín Huerta forman parte sustantiva de su aportación y su legado intelectual, estético y moral: no se añaden sino que conviven, a veces se aproximan a sus poemas y muchas otras contribuyen a ampliar el disfrute que éstos auspician y a mejorar su comprensión; no pretenden equipararse a sus versos, sino realizarse con acuerdo a sus propios presupuestos; no son una curiosidad ni tampoco una excrecencia, sino otra forma verbal de ejecutar la vocación literaria y humana en la que aquéllos tuvieron origen.

En síntesis, si bien con frecuencia comparte preocupaciones, actitudes, asuntos, vocabulario y hasta intenciones con su obra poética, la relevancia de la obra prosística de Huerta no deriva ni depende de los logros expresivos de aquélla: posee una importancia propia, cuya especificidad –eso sí– nos solicita situarla en una relación más estrecha con las circunstancias históricas concretas de las que su escritura abrevó y a las que hizo referencia, la mayor parte de las veces trascendiéndolas.

Así las cosas, el valor de esos escritos es primero que nada formal y de lenguaje, y sobre él se sustentan sus valores líricos, documentales y, por supuesto, políticos: la suya es una escritura vigorosa y personalísima en la que se inscriben sin discordia juicios literarios y generacionales, opiniones sobre la historia y la actualidad, intuiciones morales, repasos eruditos, anécdotas y chismes picantes, en suma, ideología (“entendida como la reflexión sistemática de la vida entera”), marcados siempre, según el caso, con memorables acentos de indignación, humor, desarmante sinceridad, ironía y autoironía.

Raquel Huerta-Nava –a quien se debe el rescate de una parte de los escritos en prosa que se han divulgado– afirma al respecto: “Efraín es también un periodista de primera calidad en las ramas de la crónica, el comentario y el llamado artículo de fondo. A la prosa periodística llevó desde los años de su juventud […] un talento señero para ver cosas y hechos de lo más diverso en sus dimensiones plenas, con mirada llena de curiosidad y una maestría temprana para transmitir, en estilo muy propio, desgarrado y jovial, el juicio crítico, la anécdota, la denuncia y la nota lírica, que nunca falta en sus escritos”.[1]

Sin rechazar esta valoración, aunque sin enunciarla ellos mismos, la visión que ella entraña ha sido dada por sentada por los escasos críticos que han comentado (así sea de pasada) los escritos en prosa de Huerta. Como muchos otros autores, Carlos Monsiváis sitúa la producción prosística de Huerta en estricta vinculación con propósitos profesionales o de sobrevivencia: “Su modo de vida lo extrae del periodismo, de las crónicas cinematográficas y deportivas, de los artículos políticos y humorísticos”.[2] Lo mismo hace José Luis Martínez, quien refuerza la inexistente dicotomía entre prosa y poesía: “El trabajo cotidiano de Efraín Huerta fue el periodismo en todas sus modalidades, y su vocación persistente, la poesía”.[3] A su vez, Guillermo Sheridan, al prologar una reunión pionera de los artículos juveniles de Huerta considera que su elaboración estuvo predominantemente determinada por el ejercicio de la polémica (“La práctica del periodismo de combate es algo para lo que Huerta está predestinado”) y por el cumplimiento de tareas ideológicas: “Desde el principio [Huerta] asumió la escritura [periodística] como labor de propaganda”.[4]

Con todo, la postura prevaleciente entre la crítica ha sido la de dedicar menciones superficiales a la prosa huertiana, señalando su carácter combativo, su inmensidad, su dimensión autobiográfica, entre otros rasgos, sin entrar a revisar sus variadísimos registros y contenidos. Si bien esa ausencia analítica pudo estar determinada por la carencia –por lo menos hasta 2006– de compilaciones accesibles y generosas de los textos en prosa de Huerta, es previsible que la paulatina publicación de nuevas selecciones –activa y notoria a partir de 2014– contribuirá a disolver esa inercia crítica.

 

 

Nota: este artículo no guarda relación con una obra en específico de Efraín Huerta, sino que representa un panorama de su producción en prosa.

mostrar Prosa y periodismo

Con muy pocas excepciones, la práctica totalidad de los escritos en prosa de Efraín Huerta fue hecha para ser publicada en medios periodísticos (diarios, semanarios, revistas, suplementos) y no en libros, determinando ese hecho dos tipos de efectos.

Por un lado, el destino periodístico determinó no sólo la extensión sino ciertos rasgos de estilo de los textos prosísticos de Huerta: la concisión a veces sumaria, la intención reactiva y beligerante, la inmediatez surgida de una voz que interpela al lector en un momento muy cercano al de la escritura. Y, por otro lado, el hecho de aparecer en espacios de corta perduración, propició a la vez el exiguo conocimiento que de ellos se tiene entre lectores de épocas diferentes a las de su primera (y muchas veces única) aparición, la escasa valoración de conjunto que se les ha dedicado, e incluso la difusa percepción (ya se dijo que equivocada) sobre su carácter secundario y circunstancial.

Los escritos prosísticos de Huerta se elaboraron y fueron publicados en un arco temporal de casi cincuenta años, que se abre el mes de septiembre de 1933, con el breve texto “Estética de la calle”, aparecido en la página 1 del “Quincenal estudiantil de información” El Estudiante, editado en Irapuato, y se cierra el 17 de enero de 1982 (dieciséis días antes de su muerte), con la entrega final de su columna “Libros y antilibros”, en el número 1 022 de El Gallo Ilustrado, suplemento cultural del periódico El Día.

En ese lapso, Huerta publicó crónicas urbanas y de viaje, artículos políticos y de combate, reportajes, conferencias, reseñas, textos sobre cine, piezas líricas, columnas satíricas, crestomatías (un género de su invención), aforismos, caracterizados todos esos escritos por una amplísima variedad de tonos, temáticas y tesituras, aunque unidas por la convicción perdurable de considerar al periodismo como una modalidad de escritura de valor y validez equiparables a la literatura.

El vasto conjunto conformado con esa actividad –tan caudalosa como sólo fueron las de Salvador Novo, Rafael Solana y José Alvarado– se compone, de acuerdo con las estimaciones más conservadoras, por más de 5 mil textos (Raquel Huerta-Nava habla de más de 10 mil, pero toma como base el promedio mensual más alto que se ha documentado: 17-19 artículos), de los cuales hasta hoy sólo se han republicado poco menos de 500, repartidos en una decena de compilaciones, así como en periódicos, revistas, suplementos culturales impresos y en línea que los divulgaron, sobre todo en ocasión del primer centenario natal.

Al final de esta entrada, y con el propósito de que haga las veces de una bibliografía sobre los escritos prosísticos de Huerta, se anota la relación de las compilaciones que hasta hoy se han realizado, indicando en cada ítem las superposiciones entre sus respectivos contenidos, cuando las hay.

mostrar Libros y autores

Efraín Huerta hizo de la escritura sobre libros y autores una forma de la autobiografía y la definición intelectual y política. Desde sus primeros textos de “crítica literaria”, Huerta reniega de cualquier posible objetividad y de cualquier intento de análisis sistemático y se entrega a un comentario interesado, comprometido y no pocas veces polémico.

Una de sus primeras reseñas –sobre ¡No pasarán!, de Octavio Paz, publicada en Taller poético, en 1937– no entra siquiera a la revisión de la obra, y más bien la interpreta en términos de política literaria:

Ya he dicho, en cierta ocasión, que este gran poema de Octavio es un poema perfecto, considerado en todos los aspectos considerables: el técnico, el formal, el interno y el social. Sí, el social; porque Paz –poeta serio y consciente, como ningún otro– ha dado a la poesía mexicana el primer documento valioso y digno; ha puesto en las manos de los críticos suspicaces algo que les quema las manos; ha entregado al pueblo de México y al de España el medio más efectivo de comunión y entendimiento. Ha creado una auténtica poesía de ilimitadas perspectivas.[5]

Significativamente, ese espíritu batallador aparece también en la última entrega prosística de su vida, perteneciente a su columna “Libros y antilibros”, en la que, al comentar el libro La paz de Dios y el rey, “firmado por el lacandólogo belga Jan de Vos”, pronto insinúa que no habrá de leerlo por ser demasiado extenso (531 páginas), pero da paso a la siguiente opinión:

Miles y miles de hectáreas de selva siguen siendo metódicamente destruidas y nadie dice nada, porque seguramente existen poderes sobrenaturales –¿o para gubernamentales?– que impiden cualquier medida en contra de los taladores de una riqueza maderera no renovable. Lo mismo ocurre con los saqueadores –casi científicos en su estilo– de las joyas arqueológicas.[6]

Genio y figura, una parecida actitud crítica caracteriza a los centenares de artículos críticos, reseñas afiladas y piezas analíticas diversas que escribió sobre literatura y sus autores, corrientes artísticas y periodos de la historia de las letras mexicanas y mundiales, las cuales leyó de manera profunda en las lenguas de adquisición que llegó a dominar (inglés, francés, italiano y, por supuesto, español).

mostrar Cine

Además de la docena de poemas compuestos alrededor del universo del cine dispersos a lo largo de su obra, varios de los cuales han hecho fortuna entre los lectores (los dedicados a María Félix, Blanca Estela Pavón y Lilia Prado), Efraín Huerta escribió más de un millar de textos sobre el cine y sus más diversas categorías problemáticas y de interés, además de las propias películas: directores, dueños de salas, productores, críticos, cartelistas, sindicatos, financiamiento, elencos, y por supuesto sobre sus figuras relevantes, con varias de las cuales tuvo incluso amistad.

Desde su primer artículo registrado sobre cine –publicado en Diario del Sureste el 18 de octubre de 1936–, Huerta establece una pauta crítica que no abandonará. Dice en ese texto, titulado “Crónica cinematográfica” y que, en efecto, es un repaso a la actualidad fílmica de la URSS (“donde se hace el mejor cine del mundo”), Francia, Inglaterra, Suiza, España, Checoslovaquia, Alemania (“arte nazi, precisamente”), Italia (“Basta imaginarnos a Benito Mussolini como argumentista para pasar a otra cosa precipitadamente”), hasta llegar a Estados Unidos y México, de cuyas producciones entonces recientes dice:

En Estados Unidos se sigue fabricando la mayor cantidad de películas. Por demás está comentar la “paja” sofocante que nos obligan a no gustar: desde las trivialidades de Bing Crosby hasta las vaciladas de la ilustre matrona Mae West, pasando por todos los dráculas y fu-manchúes imaginables. Pero sí logra darnos bastantes cosas dignas de su tenacidad. Recordemos El delator, entre las menos antiguas. Y, sobre todo, los números cortos salvadores de cualquier programa, y en los cuales el Ratón Miguelito, héroe mundial, destaca como el primero. Y México. Ah, nuestro México cinematográfico. Pocos intentos serios se han hecho para dignificar una industria naciente y, antes que nada, un arte en vías de serlo. Nuestros productores son minúsculos hombres de presa; nuestros directores, con honrosas excepciones, son improvisados; nuestros artistas, hay que reconocerlo, son abnegados y empeñosos; todos hacen lo posible...[7]

Inició así, a sus 22 años, una actividad analítica apasionada de varias décadas, desplegada principalmente como crítico pero asimismo como consejero de sus amigos, directores y productores, promotor de la industria (integró, por ejemplo, la delegación mexicana que llevó Los olvidados de Buñuel, a Cannes), jurado y fundador de instituciones, entre ellas de la Academia Mexicana de Ciencias y Artes y los Premios Ariel (1946) y de Periodistas Cinematográficos de México (PECIME, en 1945), de la que fue presidente en dos ocasiones (1951 y 1970).

Además de en Diario del Sureste, los artículos de Huerta, inscritos casi siempre en series identificadas como columnas, se publicaron en diversos medios, siendo las siguientes de las que se tiene noticia cierta: “Llamado a la siete”, en la revista Cinema reporter (década de los 40); “Radar fílmico” en El Nacional, lo mismo que la página “Close-up de nuestro cine” (1947-1952) en la Revista Mexicana de Cultura que salía los domingos; el boletín Cinevoz, de la Comisión Nacional de Cinematografía (1949); “Palo dado” en La voz de México, órgano del Partido Comunista, bajo los seudónimos de Juanito Pegafuerte y Damocles (década de los 50); “Cine y anticine”, en el diario DF: La ciudad al pie de la letra (1950-1951); “Polvo de estrellas”, en el diario Esto; así como textos varios en las revistas Mundo cinematográfico, México Cinema, Nuevo mundo, Así, Acá, El Heraldo, Novedades, Eco cinematografista, Aquí, La República, Cine mundial, El Fígaro (entre el final de los años 30 y los años 60), algunos de los cuales firmó con los seudónimos Filmito Rueda, Fósforo y Roberto Browning.

La mayor parte de esos escritos no se han republicado en libros. En 2010, Alejandro García (compilador de 127 entregas de “Close-up de nuestro cine”) anunció “una investigación que ya está en preparación” para rescatar “sus secciones [de tema fílmico] dispersas en otras revistas y periódicos”.[8]

mostrar Política, ideología y circunstancias

Desde que, en León y más tarde en Irapuato, siendo aún adolescente, trabajó como aprendiz de tipógrafo y como vendedor de periódicos en los portales, y luego como redactor anónimo de “una columna de tipo satírico”, Efraín Huerta descubrió la poderosa influencia del periodismo y las amplias posibilidades expresivas que ofrecía, en la literatura y más allá de ella. En Irapuato, en el periódico La Lucha, cuenta que “nos dedicábamos a atacar al presidente municipal” y, como efecto de eso, por lo menos dos de sus colegas fueron encarcelados, y a él mismo su padre (que vivía en esa ciudad y era amigo del funcionario ofendido) lo forzó a volverse a Querétaro.

Tras ese bautizo de fuego, y a partir del momento en que “el periodismo se me cruzó por delante” (en 1935, cuando ya residía en Ciudad de México), Huerta abandonó sus estudios formales de Leyes y se entregó de manera completa a esa actividad, hasta el fin de sus días.

Aunque sería imposible reducir a una síntesis los asuntos y las intenciones que ocuparon sus afanes periodísticos, puede decirse que de forma predominante se vieron determinados por las cosas del mundo que no le gustaban, las que llegó a detestar y se propuso cambiar. Cuestionado precisamente por el poeta cubano Raúl Rivero sobre “las cosas que más detesta este hombre”, Huerta respondió en 1979: “La bestial impunidad de las gentes, el imperialismo yanqui, los gusanos y los sapos, sin faltar los intelectuales que no son de izquierda ni de derecha”, y en esa respuesta quizá se cifran las principales orientaciones de la crítica contenida en sus artículos, editoriales y crónicas de tipo político y social.

Caben ahí, por ejemplo, sus repetidas diatribas contra los miembros de la revista Contemporáneos (con excepción de Carlos Pellicer), sus violentos (sin dejar de ser divertidos) ataques contra los enemigos del régimen cardenista (sobre todo los empresarios y los miembros del PAN), su denuncia de los horrores de la Guerra Civil española, su alarma ante el progreso y luego la instauración de los regímenes fascistas en Alemania e Italia (y las poco ocultas simpatías con que contaban entre ciertos sectores políticos e intelectuales en México, a quienes llamó “atorrantes y cavernícolas”), su consistente antiyanquismo, no sólo fundado en su fidelidad comunista sino en su odio a la norteamericanización de las costumbres denunciada por él desde 1940, entre otros asuntos que imantaron sus descargas, de una energía que raramente se encuentra en nuestros días. Como en el artículo “Poesía siniestra y mala” (las cursivas están en el original), de marzo de 1937, enderezado contra unos enemigos que no hacía falta nombrar:

Los intelectuales tibios, los aficionados a la literatura y los poetas indiferentes, mansos, sumisos o simplemente aletargados, han fabricado toda una teoría –original, sin duda– sobre la siniestra cosa que es la poesía revolucionaria. Poesía de malvados, dicen; versos de ruindad y crimen, comentan; poemas que chorrean asesinatos, murmuran. Y tienen la razón. Por lo demás, siempre tienen su razón. Gimen, susurran, claman porque los tocamos en la herida, no con arma blanca ni con frágil bisturí, sino con unas cuantas verdades. No reaccionan como lo haría un valiente, en forma abierta y franca. Se agazapan, los muy poltrones, lanzan un poco de veneno y escapan despavoridos; de vuelta, se contraen, destilan más traición y huyen de nuevo. No puede ser de otra manera. De intelectuales refugiados en su marfilina torre, de señores de horca y cuchillo han venido a concluir en irreparables acasillados, en siervos de su propia obra. Fueron, se lo buscaron, simples merlines sin más importancia que las indiscreciones de sus propios amigos y las leyendas de que se rodearon para hacerse inaccesibles.[9]

El momento de disculparse con los ofendidos, incluso el de establecer una sincera amistad con ellos (Gorostiza, Villaurrutia y Novo), llegaría más temprano que tarde; las convicciones críticas se mantendrían por siempre, de lo cual son excelente ejemplo los varios centenares de artículos que Huerta publicó en el periódico El Popular entre octubre de 1939 y junio de 1944, primero en la columna “El hombre de la esquina” y más tarde en la columna “Las paredes oyen”, las cuales son objeto de una investigación a cargo de Sergio Ugalde, y algunos de cuyos títulos descubren su carácter: “El quemeimportismo”, “Apoteósicas maniobras sinarquistas”, “Heil, Almazán”, “Pregoneros y desbozalados”, “La satrapía crónica”, “Jorge Cuesta en el baratillo”, “Los esquinecios”, “Monseñor se escribe con m", entre otros.

mostrar Reportajes, conferencias y otros textos de mediana extensión

Muy en la línea de sus artículos de carácter político, Huerta practicó también el género del reportaje, además de publicar otros textos de mediana extensión. En cuanto al género periodístico por excelencia, sus primeros reportajes le fueron comisionados por Rafael F. Muñoz y conllevaron la realización de viajes ex profeso a distintas ciudades de los estados de Veracruz y Campeche, surgiendo del primero el texto “Jalapa, Iglesias y Costanillas” y del segundo “El infierno del chicle” (en dos entregas), publicados ambos en la revista Así, en sendos números de diciembre de 1940, sin haberse reimpreso en libros.

Respecto a las conferencias, cuyo número se estima en varias decenas considerando las que dictó en respuesta a invitaciones procedentes de varios estados mexicanos, así como en Nicaragua y en Cuba, sólo se han recogido las nueve que leyó en el Instituto Cultural Hispano Mexicano, en los años de 1964 y 1965, las cuales dieron lugar al libro Aquellas conferencias, aquellas charlas, cuyo texto Huerta preparó para su publicación, siendo rechazado por “un editor joven… que no me tomó muy en serio”, y terminó apareciendo de forma póstuma, con prólogo de Mónica Mansour (divertidas y aleccionadoras, las conferencias no tienen desperdicio).

De interés diverso resultan asimismo los dos únicos textos prosísticos de Huerta que se publicaron de forma independiente: “Maiakovski, poeta del futuro”, en 1956, y “La causa agraria”, en 1959. El primero –en el que no se analiza a Maiakovski como escritor sino como militante y profeta– contiene pasajes vigorosos y brillantes y es un valioso indicador de las actitudes y de las creencias de Huerta a propósito de la tarea heroica del escritor y de la obligación histórica de hermanar la poesía a las causas urgentes del mundo. Y en cuanto al segundo, fuera de ciertos pasajes prescindibles en que se trata aún con respeto “al licenciado López Mateos” (estaba por desatarse la represión contra los ferrocarrileros), tiene un valor didáctico y crítico al ser un texto en el que Huerta glosa y comenta documentos de varios siglos relacionados con la tragedia agraria, aportando un claro indicio del nivel de reflexión y la hondura de la visión histórica que tuvo sobre ese asunto.

mostrar Crestomatías y otros textos heterogéneos

A partir de una palabra “tan horrible que provoca escalofríos” y cuyo alcance asegura le fue señalado por Huberto Batis, Huerta inventa un género de comentario y divagación literaria consistente en abordar un asunto inusual pero llamativo (las cucarachas, las salamandras, el futbol, las perfecciones corporales, los sonetos raros, etc.) por medio de la reunión de citas literarias, documentos poco conocidos y recuerdos personales relacionados con el tema elegido, a partir de lo cual realiza un recorrido entre erudito e irreverente, sin propósitos didácticos ni conclusivos.

Un procedimiento antológico similar subyace a otra serie de escritos de carácter heterogéneo que bien podrían identificarse con el formato y la intención del género de la revista y la columna de variedades. Con todo y que cada cual se caracterizó por un estilo apropiado a sus respectivos asuntos, bajo esa amplia categoría podrían reunirse tres ejemplos destacadísimos del periodismo huertiano.

El primero lo constituyen las series de las “Columnas del Periquillo” y de “El periquillo en su balcón”, ambas publicadas en El Nacional, la primera iniciada en 1940 y la segunda en 1951, en cuya elaboración participaba a veces Antonio Magaña Esquivel, y a las cuales unía la siguiente intención:

Se recogen [en las columnas] todas las ocurrencias relacionadas con la vida artística. Propias y ajenas ocurrencias, sin perdonar a nadie […] En estas columnas no nos proponemos herir a nadie, sino ofrecer la noticia sin la sequedad acostumbrada. Queremos darla viva, animada, por la sátira, por el vinagre o la sal o la miel que siempre abunda en el medio artístico en todos los grandes centros. Eso es todo.[10]

Siempre divertidas y llenas de chismes y agudezas, las columnas importan también por una razón que no es menor: en sus secciones aforísticas de cierre, los llamados “Periquillazos” y “Aforismos del Periquillo”, se escribieron alrededor de 1950 los primeros poemínimos, todavía sin ese nombre y dos décadas antes de ser conocidos.

El segundo ejemplo puede verse en la sección llamada “Guiones” de la página “Close-up de nuestro cine”, a su cargo (como se anotó arriba) de 1947 a 1952 en El Nacional. En dichas secciones, Huerta presentaba bajo su firma reseñas de películas y de libros sobre temas cinematográficos, regaños, desahogos, estadísticas, avisos sindicales, mensajes privados, bromas, aforismos, a los cuales aunaba fotografías, avances noticiosos y, sobre todo, textos firmados por otros autores, entregados a “Close-up” petición de Huerta o traducidos por él de revistas inglesas, francesas, norteamericanas, españolas y argentinas, componiendo con ello un mosaico crítico en el que su huella marcaba la entrega completa.

Y finalmente, el tercer ejemplo de escritos misceláneos (“miscelánea: palabra que me apasiona”), lo constituye la columna varias veces citada que durante los siete años finales de su vida (1975 a 1982) publicó en El Gallo Ilustrado: “Libros y antilibros”, en la que, más allá de lo prometido por ese título socarrón, Huerta ofrecía mucho más que reseñas y anuncios de libros. Las aportaba, sí, pero a ello añadía –en palabras de Armando González Torres– “una muestra de la rica formación y del paladar omnívoro del lector Huerta; un testimonio del medio ambiente intelectual de la época y una visión jubilosa del acto creativo y amistoso de la lectura”.[11]

mostrar Apéndice: bibliografía de los escritos en prosa de Efraín Huerta

A. Textos profanos. México: Universidad Nacional Autónoma de México / Dirección General de Difusión Cultural (Cuadernos de Humanidades; 11), 1978. 8 textos, entre ellos cuatro de las llamadas “crestomatías”, más una nota sobre antologías poéticas y los textos “España: poesía de protesta” (1966) y “La poesía actual de México” (1967).

B. Prólogos de Efraín Huerta. México: Universidad Nacional Autónoma de México / Dirección General de Difusión Cultural (Cuadernos de Humanidades; 19), 1981. 23 textos, de los cuales la mitad no son prólogos, sino escritos sobre artistas, más “una discreta oración fúnebre” dedicada a Margarita Paz Paredes; los prólogos son para cuatro de sus libros y para Alicia Reyes “Tikis”, los infrarrealistas, Carlos Illescas, Rogelio Naranjo, Nancy Morejón, entre otros.

C. Aquellas conferencias, aquellas charlas. Prólogo de Mónica Mansour. México: Universidad Nacional Autónoma de México / Dirección General de Difusión Cultural (Textos de Humanidades; 35), 1983. 9 textos, transcripción de las conferencias dictadas en el Instituto Cultural Hispano Mexicano en 1964 y 1965, cinco sobre el teatro, el ensayo, el cuento y la novela mexicana, y las cuatro restantes dedicadas a revisar “la hora” de los Contemporáneos, Octavio Paz, de los aficionados y “de nadie”.

D. Efraín Huerta: Absoluto amor. Prólogo de José Emilio Pacheco. Compilación y notas de Mónica Mansour. Guanajuato: Gobierno del Estado de Guanajuato, 1984. Compilación sobre todo documental, entre cuyos ítems (manuscritos de poemas, cartas, fotografías, panfletos, etc.) se reproduce facsimilarmente una docena de textos no recogidos en libro.

E. Aurora roja. Crónicas juveniles en tiempos de Lázaro Cárdenas (1936-1939). Recopilación de Guillermo Sheridan. México: Pecata Minuta, 2006. 101 textos, no todos los cuales se ajustan al género cronístico, procedentes de Diario del Sureste y de El Nacional, en cuyas páginas Huerta comenzó a escribir de forma regular y remunerada.

F. Close up. Crítica cinematográfica de Efraín Huerta. 2 volúmenes. Compilación de Alejandro García y Evelin Tapia. Guanajuato: La Rana / Universidad de Guanajuato, 2010. 127 textos publicados en la página de ese nombre coordinada por Huerta en la Revista Mexicana de Cultura de El Nacional, entre 1947 y 1952.

G. El otro Efraín. Antología prosística. Edición y selección de Carlos Ulises Mata. México: Fondo de Cultura Económica (Colección Letras Méxicanas), 2014. 176 textos, procedentes de A, B, C, D, E y F, más todas las colaboraciones en prosa escritas para las revistas Taller poético, Taller, Rueca y Letras de México (nunca antes republicadas), más todos los prólogos escritos por Huerta a sus libros poéticos, más seis entrevistas.

H. Canción del alba. Compilación de Raquel Huerta-Nava. Guanajuato: La Rana / Universidad de Guanajuato, 2014. 111 textos, 62 también incluidos en E y G, más 49 tomados de Diario del Sureste y de El Nacional (de 1936 a 1939), así como de El Heraldo de México (dos crestomatías), Noticias gráficas, la revista Cuentalia (dos especies de cuentos en ambos casos) y El Día (18 entregas de “Libros y antilibros”).

I. Efraín Huerta en El Gallo Ilustrado. Antología de Libros y antilibros. 1975-1982. Compilación de Raquel Huerta-Nava. México: Joaquín Mortiz, 2014. 70 textos de la columna de ese nombre, entre ellas la última, publicada días antes de su muerte.

J. Cine y anticine. Las cuarenta y nueve entregas. Edición, compilación y prólogo de Raquel Huerta-Nava. México: Universidad Nacional Autónoma de México / Centro Universitario de Estudios Cinematográficos / Dirección General de Publicaciones, 2014. 49 textos, correspondientes a la columna que con ese título publicó en el periódico DF: La ciudad al pie de la letra entre agosto de 1950 y julio de 1951 (diversos pasajes de estas colaboraciones aparecieron también en los textos reunidos en F).

K. Palabra frente al cielo. Ensayos periodísticos (1936-1949). Edición, compilación, selección, prólogo y notas de Raquel Huerta-Nava. México: Universidad Nacional Autónoma de México / Dirección de Literatura, 2015. 135 textos, de los cuales 21 aparecen sólo aquí (los otros, antes en E, G y H) y proceden de Diario del Sureste y de El Nacional (la mayoría: 19) y dos de la revista bimestral Futuro, en cuyas páginas colaboró en los mismos años (1940-1943) José Revueltas.

mostrar Bibliografía

Huerta, EfraínAurora roja. Crónicas juveniles en tiempos de Lázaro Cárdenas (1936-1939), México, D. F., Pecata Minuta, 2006.

----, Close up. Crítica cinematográfica de Efraín Huerta, pról. de Alejandro García, Guanajuato, La Rana / Universidad de Guanajuato, 2010.

----, Efraín Huerta en El Gallo Ilustrado. Antología de Libros y antilibros. 1975-1982, introd. de Raquel Huerta-Nava, pról. de Armando González Torres, México, D. F., Joaquín Mortiz, 2014.

Martínez, José LuisLa literatura mexicana del siglo xx, México, D. F., Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1995.

Monsiváis, Carlos, “Te declaramos nuestro odio, magnífica ciudad”, La Cultura en México, 1982.

Esta antología, realizada por Carlos Ulises Mata, da cuenta de la variedad de géneros y temas que el autor guanajuatense trató y con los que poco se relaciona, como el cine o la política, mismos que provienen de diversas fuentes: Close up. Crítica cinematográfica de Efraín Huerta, Aurora roja, Textos profanos, etc. Además, recoge una serie de textos en torno a reconocidos personajes como Elías Nandino, Enrique Guerrero, Octavio Paz, Walt Whitman, Stendhal, Diego Rivera y entrevistas realizadas a la artista visual, Ambra Polidori y a las periodistas, Cristina Pacheco y Magdalena Saldaña, entre muchos otros personajes. Este libro es entonces un recorrido fuera de lo común por la diversidad de la obra del tan celebrado Cocodrilo.

* Esta contraportada corresponde a la edición de 2014. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.


 

Otras obras de la colección (Letras Mexicanas):

Obras por número o año

Obras por género literario

Juan Pérez Jolote : Biografía de un tzotzil
Dibujos de Alberto Beltrán. México, D. F.: Fondo de Cultura Económica (Letras Mexicanas).

La venganza de Carlos Mango y otras historias
México, D. F.: Fondo de Cultura Económica (Letras Mexicanas).

Obra poética de Alfonso Reyes
México, D. F.: Fondo de Cultura Económica (Letras Mexicanas).

Frontera junto al mar
México, D.F.: Fondo de Cultura Económica (Letras Mexicanas).

Nostalgia de la muerte (poemas y teatro)
México, D. F.: Fondo de Cultura Económica (Letras Mexicanas).

La poesía mexicana moderna
Antología, estudio preliminar y notas de Antonio Castro Leal. México, D. F.: Fondo de Cultura Económica (Letras Mexicanas).

El ardiente verano
México, D.F.: Fondo de Cultura Económica (Letras Mexicanas).

Confabulario ; Varia invención : 1951-1955
México, D. F.: Fondo de Cultura Económica (Letras Mexicanas).

La maldición
México, D. F.: Fondo de Cultura Económica (Letras Mexicanas).

Obras completas, I. Cuestiones estéticas, Capítulos de literatura mexicana, Varia
México, D.F.: Fondo de Cultura Económica (Letras Mexicanas).

Esa sangre
México, D. F.: Fondo de Cultura Económica (Letras Mexicanas).

Una mujer en soledad
México, D. F.: Fondo de Cultura Económica (Letras Mexicanas).

La culta dama. Hoy invita la Güera
México, D. F.: Fondo de Cultura Económica (Letras Mexicanas).

Las provincias del aire
México. D.F.: Fondo de Cultura Económica (Letras Mexicanas).

Hueso y carne
México, D. F.: Fondo de Cultura Económica (Letras Mexicanas).

Mala yerba ; Esa sangre
México, D .F.: Fondo de Cultura Económica (Letras Mexicanas).

Visión de Anáhuac ; Las vísperas de España ; Calendario
México, D. F.: Fondo de Cultura Económica (Letras Mexicanas).

El plano oblicuo ; El cazador ; El suicida ; Aquellos días ; Retratos reales e imaginarios
México, D. F.: Fondo de Cultura Económica (Letras Mexicanas).

Simpatías y diferencias : primera, segunda y tercera series. Los dos caminos : cuarta serie. Reloj de sol : quinta serie ; Páginas adicionales
México, D. F.: Fondo de Cultura Económica (Letras Mexicanas).

Historia de un siglo. Las mesas de plomo
México, D. F.: Fondo de Cultura Económica (Letras Mexicanas).

Capítulos de literatura española : primera y segunda series. De un autor censurado en el "Quijote" ; páginas adicionale
México, D. F.: Fondo de Cultura Económica (Letras Mexicanas).

Obras completas, I
Edición de Alí Chumacero. Prólogo de Francisco Monterde. México, D. F.: Fondo de Cultura Económica (Letras Mexicanas).

Obras completas VIII: Tránsito de Amado Nervo, De viva voz, A lápiz, Tren de ondas, Varia
Mexico, D.F.: Fondo de Cultura Económica (Letras Mexicanas).

Obras completas, II
México: Fondo de Cultura Económica (Letras Mexicanas).

Cuestiones gongorinas ; tres alcances a Góngora ; varia ; entre libros, páginas adicionales
México, D. F.: Fondo de Cultura Económica (Letras Mexicanas).