Enriqueta Ochoa nació en Torreón en 1928 y forma parte de la generación de poetas en la que destacan Rosario Castellanos y Jaime Sabines. Su primer libro, Las urgencias de un Dios, data de 1950 y, aun que ha seguido publicando sus poemas en diarios y revistas, reuniéndolos en libros como Las vírgenes terrestres (1968) y apareciendo en varias antologías, fuera de círculos muy reducidos su nombre es apenas conocido. Esto no se debe a que su poesía no alcance la brillantez y la profundidad de sus contemporáneos y de los poetas más jóvenes, sino que a que Enriqueta Ochoa ha vivido recluida en sí misma, entregada a su profesión de maestra, esquivando la publicidad y rehuyendo la autopromoción.
Ochoa considera que su poesía "es el hallazgo de lo insólito en lo cotidiano. Después de que se ha descendido a las zonas más profundas del ser, más allá de la travesía del subconsciente, en donde lo sublime y lo terrible se dan la mano, la palabra nombra la esencia y existencia del hombre. Es el mundo de las vivencias el que mejor configura los símbolos, la magia, las imágenes, la liberación de las palabras concretas. La poesía como labor es ardua y en ella es fácil perderse, desmoronarse en pequeños fuegos artificiales. Yo quiero ir más allá, decir lo más entrañablemente mío, que en todos los casos es, también, de los demás".
Retorno de Electra (1978) fue compuesto por Enriqueta Ochoa recogiendo los poemas que considera más logrados, más significativos de sus libros aparecidos entre 1969 y 1977. Colocada al margen de capillas, desconectada de las modas literarias, la poesía de Ochoa ha sido considerada por los críticos como una de las más desgarradas y personales que se han escrito en México en los últimos años.