Victor Hugo señalaba que el carácter grotesco de una obra era un indicio indudable de genialidad y que los grandes genios de la literatura se distinguían por incurrir en lo que los escritores mediocres evitaban: el excso y la desmesura. El humor de Hasek no evita ningún extremo. Se solaza en su carencia de límites. Se trata de un humor cuartelario y maligno, pero tambièn rotundo y directo. Un humor que se propone perturbar la narración y hacerla estallar por medio de la risa y no sòlo reflejarse en alguna mueca esbozada para acompañar la toma de conciencia del gran desorden que rige los destinos del mundo.
Los Scheveiks son los más perfectos sepulteros de todos los imperios. Obcecados e inconscientes a la vez, son las termitas voraces, las tuzas implacables, las bombas de tiempo prepraradas para acabar con cualquier sistema que se conciba como monolítico, riguroso y unívoco. En un mundo de Scheveiks cualquier despropósito resulta ejemplar, un logro de los nuevos tiempos. El error se ensalza como virtud. La adjetivación laudatoria puede alcanzar niveles aberantes. Cada falsedad publicada por la prensa oficialrecibe tal cantidad de elogios, acetaciones y beneplácitos por parte de ese ejército de complacientes Scheveiks, expresados en un tino del que jamás se desprende cierto dejo impreciso de algo semejante a la parodia, que el resultado es, por contraste, la evidencia absoluta de una mentira. La afirmación oficial, al ser repetida con acento desmesurado por esas voces disparatadas se transforma de inmdediato en su caricatura.
Sergio Pitol