La Ilíada es el primer monumento de una vieja tradición literaria que empezó en las costas helénicas de Asia Menor desde hace poco menos de tres mil años; el apogeo de un largo periodo durante el cual se estuvo forjando la tradición y madurando el espíritu que iba a crear lo que fue, unos siglos después, el milagro del pensamiento y del arte helénicos. Es el momento en que el alfabeto tomando de los fenicios, gracias al genio de un griego desconocido se vuelve, por primera vez en la historia del mundo, posesión de todo un pueblo.
En la rapsodia XVII, luchando por el cadáver de Patrocio, Ayax eleva a Zeús su voz y le ruega:
"¡Padre Zeús! ¡Libra de esta oscuridad a los hijos de los aqueos. Serena el día y concede a nuestros ojos el don inefable de mirar con claridad. Después, haznos morir, si así lo deseas; puesto que ahora tal es tu parecer!".
No niega la muerte; ningún mortal la puede evitar; pero rehúsa morir en las tinieblas. Desea morir como ser humano libre que es. Esta misma luz es la que aparece en Los persas de esquilo. Los griegos luchan de día, contrastando con el movimiento de los persas, cuyas acciones se realizan de noche. En La Ilíada se entrevé finalmente con claridad la preparación de lo que unos siglos después, será el ideal helénico: EL HOMBRE LIBRE EN LA CIUDAD LIBRE.
La traducción de Alberto Pulido Silva guarda cierto aspecto épico sigue literalmente el texto de Homero y es de las más fieles editadas en castellano, una verdadera aportación a las letras clásicas.