La sátira latina se caracteriza por haber sido instrumento de crítica y arma de ataque contra los vicios de la sociedad romana. En el presente volumen se recogen las obras que en este género escribieron Horacio, Séneca, Persio y Juvenal.
Quinto Horacio Flaco (65-8 a.C.) enriqueció la sátira con diversidad de temas y variedad de tonos. En los Sermones procuró llevar la burla y el ataque hacia el tono más cordial de la conversación; siempre buscó el lado amable de la vida y dijo, riendo, la verdad.
Lucio Anneo Séneca (4 a.C.-65), filósofo estoico hispanorromano que llegó a ser senador y cónsul durante el reinado de Nerón, escribió la pieza satírica Apocolocintosis del divino Claudio con motivo de la muerte del emperador y para mofarse de su deificación. Da especial tensión al constante tono de ironía con que la construyó.
Aulo Persio Flaco (34-62), es otro poeta estoico de cuya obra se conservan seis sátiras y un prólogo. En su poesía, toda nervio, es áspera y directa, despojada de otra emoción que no sea la sinceridad apasionada por la doctrina y el severo repudio a los vicios. Se puede decir que sus burlas, breves y enérgicas, son como latigazos.
En los escritos de Décimo Junio Juvenal (¿60-130?) aparecen, personajes y escenas de la Roma Imperial de los siglos I y II, desde las extravagancias de Nerón, hasta mordaces descripciones de nobles y plebeyos; así como también de calles y casas, de baños y tabernas, de las dichas y las desdichas de los homosexuales, de los vicios de las mujeres, etcétera. En suma, la obra de Juvenal es en su conjunto un fresco grandioso y dramático de la Roma Imperial.
A pesar de la distancia temporal, los textos aquí reunidos conservan una frescura y una actualidad que, sin lugar a dudas, proporcionarán al lector moderno momentos de verdadero regocijo, así como otros que lo moverán, irremediablemente, a la meditación sobre los vicios de su propia sociedad.