El insecto no pretende ser una obra de divulgación científica en sentido estricto, como lo señala su mismo autor, lo cual no significa que su contenido carezca de una base científica. Todo lo contrario. El gran historiador Jules Michelet consultó de manera exhaustiva los trabajos de los naturalistas más relevantes de los siglos que le precedieron , empapándose de los intensos debates que prevalecían entonces, retomando, con su gran erudición, observaciones de unos y otros, y apoyándose en las propias -que no eran pocas- para conformar una visión muy peculiar de la naturaleza. Su capacidad de integrar grandes cúmulos de información confiere una gran coherencia al texto, que fluye de manera apasionada e ininterrumpida, construyendo, con gran detalle, una imagen de los insectos fuertemente humanizada, llena de ejemplos, anécdotas, generalizaciones, reflexiones, comparaciones y, en ocasiones de humor, en donde la naturaleza es un espejo de la sociedad humana. Es el equivalente a Grandville, el magnífico ilustrador, pero en el ámbito de las letras.