Durante el siglo XVII la curiosidad de los franceses se extendió a las culturas de Levante. Turquía y Persia, entre otras naciones, fueron recorridas por viajeros galos. En reciprocidad, Siam y Persia instalaron embajadas en París. Además de la crónica de viaje, hacia finales del siglo XVII y principios del XVIII surgió en Francia un profundo interés por el conocimiento de la religión y la historia musulmanas. Aprovechando el gusto por esta moda, Montesquieu (Charles-Louis de Sécondat, 1689-1755) publicó en forma anónima las Cartas persas (1721).Novela que entreteje diversos géneros -crónica política, diario de viajes y ensayos morales, así como los recursos del monólogo, la disertación y el cuento- las Cartas persas poseen además la complejidad de un sinnúmero de personajes y asuntos, entre los que sobresale la vertiente anecdótica del harén. Desde París, entre 1711 y 1720, Usbek y Rica intercambian correspondencia con diversos amigos para contarles sus impresiones de Europa; a su vez, reciben noticias de Persia, en particular del serrallo de Usbek, ubicado en Ispahan, donde reina el desorden. Sin embargo, el interés primordial de Monterquieu no era el Oriente; pudo haber escrito unas cartas chinas, rusas o mexicanas. Su propósito fue elaborar la crónica de un periodo de transición entre dos épocas, dos sistemas de valores y dos estilos de vida. Por una parte, la sombra declinante de Luis XIV; por la otra, una sociedad liberada de sus obligaciones con la realeza. Lo paradójico fue que esta obra propiciara el ingreso del autor de El espíritu de las leyes (1748) a los círculos más prestigiosos de París, no obstante sus críticas a las instituciones y costumbres francesas.
Un libro subversivo, si realmente es tal, encuentra la manera de filtrarse entre la censura. La confección de las Cartas, publicadas en 1721, se cuidaba de ser una sátira velada de la sociedad francesa de su tiempo; al poner en boca de extranjeros todas las críticas a la organización política y social de la Francia ilustrada, Montesquieu evitaba la confrontación de aquellos que quisieran adjudicarle las más claras diatribas que en este libro se encuentran. los personajes y sus conversaciones epistolares son ficción, pero no así su discurso: era el pretexto para atacar la marginación de las mujeres, la política absolutista, las pocas libertades de los ciudadanos y una aristocracia corrompida. Montesquieu se autonombró "escritor político", con la justa razón de nunca haber descuidado lo literario de su expresión y lo analítico de sus posturas. En este clásico del pensamiento francés, la sensibilidad está empeñada en mostrarnos, entre otras cosas, lo que siente un eunuco por las mujeres de su harén; lo que piensa un oriental del mundo occidental; el esfuerzo de un ciudadano europeo por apartarse de su realidad para buscar comprenderla y hablar de ella como sólo puede hacerlo un extraño.