Volver a Querétaro, obra del dramaturgo Luis Enrique Gutiérrez Ortiz Monasterio, parece elaborar un "in illo tempore" para documentar la imaginación de la heráldica queretana, con la ironía y la distancia propias de la inteligencia crítica que el teatro precisa. Es un acontecimiento protohistórico, que sucede en un idílico paisaje empedrado en medio de la génesis del olvido.
El autor ha retomado el mito del eterno retorno, pero desde la esperanza de Godot. Nos recuerda al Lazarillo de Tormes, pero con la bipolaridad mestiza, es decir con una "doble ceguera". Abrevar de esa memoria pseudihistórica en términos teatrales nos dará, quizá, luces en el proceso de reconocimiento de nuestros nuevos enmascaramientos para enfrentar la realidad del progreso tecnológico que tanto abunda en el discurso político y social de este país.
Estamos frente a uno de los dramaturgos latinoamericanos de mayor éxito en nuestros días. Uriel Bravo