La poesía de Paula de Allende oscila como el péndulo exacto de un reloj entre el advenimiento y el vacío. Sabe rodearla de una atmósfera donde se alían las más complejas y vertiginosas sensaciones del amor con las precisas y permanentes iras por la muerte.
Las imágenes de la auténtica poesía no son vanas sombras chinescas, ni estelas efímeras que dejan las aves en su vuelo, sino fundaciones que dan a la acción su contenido. Así, cuando una mirada de alfileres se hinca en la piel, provocando el asedio del tábano del deseo, pronto el suceso inicial irrumpe el encabalgamiento de las imágenes.
Como éstas son las cámaras por las que atraviesan los poemas de Paula de Allende; las otras se llaman: la ternura, el vacío, que es sinónimo de la muerte, por la cámara que cierra su cosmos, el advenimiento que en realidad es una apertura hacia la vida y hacia el hombre.
Juan Bañuelos