Al preferir el teatro literario comparto mi creencia en que la dramaturgia de Ximena Escalante en mucha ha restaurado, en México, el puente entre el resto de las letras y la dramaturgia. Nunca roto, ese cruce se había deteriorado y en ocasiones me resultaba intransitable. Todavía para los escritores que florecieron en los años cincuenta y sesenta probar fortuna en el teatro y escribir al menos una obra era casi una obligación: así lo fue para Octavio Paz y Carlos Fuentes y para toda la generación de la Casa del Lago.
El de Ximena Escalante no es "teatro para leer", sino teatro literario como creo que debe ser, en el cual Shakespeare y Marlowe, Colette y su ágrafo e industrioso marido, Williams y Blanche extienden sus dominios y sus poderes. Para Ximena Escalante el primer hogar del teatro está en la página en blanco. Pero ese solo es el principio. Luego vienen la infancia, el sexo, la mente.