2015 / 05 dic 2017
Carlos Fuentes (1928-2012) fue uno de los escritores más prolíficos del siglo xx. Su obra central la conforman novelas, libros de cuento y ensayo, también, fue autor de teatro, de guiones de cine y frecuente colaborador de los principales diarios del mundo. Fue un crítico apasionado de la historia, la pintura, las artes plásticas y la política. Parteaguas de las letras en México, a través de su visión cosmopolita, impulsó el desarrollo de la literatura latinoamericana en uno de sus momentos universales, el llamado boom, generación de la que emergen escritores que se expresan a través de formas identitarias propias bajo una excepcional elaboración de las tramas narrativas. En una búsqueda estética sin ataduras, Carlos Fuentes crea su obra a partir de tres elementos que la caracterizan: un lenguaje construido por encuentros y desencuentros culturales, un tratamiento histórico generado a partir de los fondos míticos hispánicos y prehispánicos, y una estructura narrativa que amplía las regiones de lo real y lo fantástico. Fue un incansable explorador de la novela total.
Escribió más de cincuenta libros. Entre sus novelas más representativas se encuentran La región más transparente (1958), la controversial, Aura (1962), La muerte de Artemio Cruz (1962), Cambio de piel (1967), Gringo viejo (1985), Terra Nostra (1977) y Cristóbal Nonato (1987). Sus ensayos abordan la crítica literaria, como en Geografía de la novela (1993) y La gran novela latinoamericana (2011); la historia de México, como en El espejo enterrado y Los cinco soles de México (2000); la política, Tiempo mexicano (1971) y Nuevo tiempo mexicano (1995); y el arte, Viendo visiones (2000). Publicó asimismo relato corto, a este género literario pertenecen, entre otros libros, Los días enmascarados (1954), Agua quemada (1981), y El naranjo (1993). Escribió teatro, donde destacan Todos los gatos son pardos (1970), El tuerto es rey (1970) y Orquídeas a la luz de la luna (1982). Incursionó además en el cine con guiones para películas como Pedro Páramo, Los Caifanes y El Gallo de Oro. Publicó en 2008 una serie de ensayos autobiográficos en un libro titulado En esto creo. Fundó, junto con Emmanuel Carballo, la Revista Mexicana de Literatura.
Conciencia de identidad: Fuentes y Estados Unidos
Carlos Manuel Fuentes Macías nació el 11 de noviembre de 1928 en Panamá, debido al cargo que desempeñaba su padre, Rafael Fuentes Boettiger, como embajador de México en ese país. Desde muy pequeño comenzó su infatigable vida de viajero, pues muy pronto la familia Fuentes Macías tuvo que mudarse a otras ciudades en Ecuador, Uruguay, Brasil, Portugal e Italia. Su niñez transcurrió fuera del territorio mexicano. En Washington permaneció de los seis a los 12 años (1934-1940), de ahí su dominio de la lengua inglesa que le permitió acercarse a los grandes novelistas anglosajones y, de ahí también, como el mismo Carlos Fuentes afirmó en entrevista con José María Marco, su formación:
Tengo un defecto puritano y calvinista, porque soy un mexicano criado en Estados Unidos, en regiones muy protestantes donde el sentido del deber es el del pecado. Si no trabaja uno todos los días, se va al infierno. Yo no puedo estar tranquilo en una hamaca bajo un cocotero. Tengo que cumplir con mi deber, tengo que escribir. Entonces lo hago todos los días, entre siete y una, y ya estoy tranquilo con mi conciencia protestante.
En Estados Unidos, el escritor tomó conciencia de su identidad de mexicano. La forma de reaccionar del estadounidense ante la expropiación de las compañías petroleras multinacionales, decretada por Lázaro Cárdenas en 1938, lo confrontó con su cultura. El niño, de manera abrupta, fue excluido de los juegos y despreciado por sus compañeros de colegio: pertenecía a México, repentinamente se había convertido en un otro. De esta manera lo relata Carlos Fuentes en su texto La nueva novela hispanoamericana (1980):
Hasta ese momento yo había sido un niño, un niño muy querido en la escuela, que participaba en los juegos y en las representaciones teatrales, que era buen alumno, y que tenía amigos… pues bien, de la noche a la mañana empezaron a aparecer esos titulares gigantescos en la prensa: “El rojo Cárdenas nos roba nuestro petróleo”, “los mexicanos nos han confiscado”, etc., y me convertí en un apestado. Me di cuenta de que pertenecía a una nación, a su cultura y a su historia.
Cine, mujeres y tango: el oficio de la escritura
En los años cuarenta, la familia Fuentes Macías se trasladó a Sudamérica, primero a Chile, en donde el escritor adolescente coincidió en el colegio con su futuro amigo y colega, José Donoso y escribió, junto con su amigo Roberto Torreti, su primera novela, tal como lo narró a Javier Molina, en una entrevista para La Jornada en 1985:
Una novela espantosa que se iniciaba en Marsella, porque éramos lectores de Dumas y no concebíamos una novela sin un castillo en el fondo. Culminaba en Haití, con una plantación incendiada y mujeres locas encerradas en los áticos. Los personajes ¿iban a hablar como chilenos o mexicanos?, nos preguntamos, e hicimos un pacto: ni como chilenos ni como mexicanos; como andaluces.
Posteriormente viaja a Argentina. En Buenos Aires el padre de Carlos Fuentes tenía una misión: “empujar a la junta militar argentina hacia la declaración de guerra contra el Eje”. Ante la incertidumbre del momento histórico, el joven se vio imposibilitado para asistir a la escuela, pero, a cambio, se enamoró de las mujeres, de los tangos, del cine y de la obra de Jorge Luis Borges, y con ella, de la literatura hispanoamericana. En Geografía de la novela, Carlos Fuentes revela que es precisamente la literatura de Borges la que incide en la decisión de su vida, la elección de ser escritor y de escribir en la lengua de Cervantes:
Borges me dio sueños en castellano con una intensidad tal, y tan íntimamente asociada a Buenos Aires, sus calles, sus alarmas transitorias, su pulso de crucero, que en ese instante decidí […] que sería escritor en lengua española, no sólo porque soñaba y mentaba madres y hacía el amor en español, sino porque Borges me hizo sentir que escribir en español era una aventura mayor, e incluso un mayor riesgo, que escribir en inglés.
Durante estas largas estancias en el extranjero, Fuentes visitaba México cada año. Asistía al Colegio de Verano, se instaló de manera definitiva en la Ciudad de México hasta 1944, cuando tenía 16 años. No fueron pocas las dificultades que tuvo a su regreso; al choque cultural se sumaron otros conflictos. Después de haber recibido una educación refinada y cosmopolita, generada en un ambiente de libertad y democracia, el joven escritor se enfrentó a un sistema educativo religioso y prohibitivo, ingresó al Colegio Marista. En estos malos tiempos, Carlos Fuentes reforzó su amistad con el entonces quincuagenario Alfonso Reyes, a quien había conocido en Brasil y quien se convirtió en una guía moral e intelectual para el joven.
En 1948, en gran medida gracias al sabio consejo de Reyes, “el estudio del Código Civil es la mejor escuela para aprender a construir novelas”, ingresó a la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México. Por recomendación de su profesor Manuel Pedroso (español exiliado) lee a Balzac, Rousseau, Galdós, Stendhal y Dostoyevski. El escritor tuvo en ese entonces una nutrida vida bohemia, asistió, junto con sus amigos de la comunidad bautizada como “basfumismo”, a toda clase de fiestas sociales. Recorrió la ciudad de los burdeles, cantinas y clubes nocturnos que retratará después en La región más transparente.
Aunque había publicado algunos cuentos en revistas escolares chilenas y contaba con una novela que nunca se imprimió, fue hasta 1949 cuando aparecieron publicados sus primeros relatos en revistas como Mañana e Ideas de México. En el año cincuenta ingresó al Institut des Hautes Etudes, en Ginebra, para seguir los pasos de su padre como diplomático y trabajó en la delegación mexicana ante la Organización de las Naciones Unidas. En un restaurante, Fuentes miró en una de las mesas a Thomas Mann, en ese entonces, uno de sus escritores predilectos junto con Joyce y Faulkner. Según Julio Ortega, en la obra de Mann, Fuentes sopesó “las posibilidades del yo narrativo, frente a las de la tercera persona y las de la segunda, que incluye al lector. Sabe que la novela trasciende al yo y busca al tú”.
Carlos Fuentes regresó a la Ciudad de México en 1951 y se reintegró a la vida universitaria. Ocupó el cargo de director asistente de la División Cultural en la UNAM y colaboró en la edición de la Revista de la Universidad de México. Junto con sus compañeros de generación de la Facultad de Derecho –Porfirio Muñoz Ledo, Víctor Flores Olea, Arturo González Cosío, Javier Wiemer, Mario Moya Palencia, Enrique González Guerrero, Sergio Pitol, Salvador Elizondo, Marco Antonio Montes de Oca, Rafael Ruiz Harrel, entre otros– publicó Medio Siglo, la revista de la Facultad, que se torna en revista cultural.
Su primer libro fue Los días enmascarados (1954), llamado así en honor del poema de José Juan Tablada, “El ídolo en el atrio”: "Y al final los días rezagados / los 'nemontemi'... Cinco enmascarados / con pencas de maguey" (vv. 26-28). Los días enmascarados, como señala el poema, son los nemontemi, los cinco o seis días vacíos o nefastos de los nahuas. El libro contiene seis relatos cortos de tema fantástico, en los que predomina, como su título lo anuncia, la fatalidad. En este texto el lector puede apreciar algunas de las obsesiones del escritor: la creación de una realidad nueva a partir de un lenguaje propio emanado de un pensamiento mítico. En este libro aparece “Chac Mool”, uno de los cuentos más significativos del joven Fuentes. El libro, publicado en la colección Los Presentes de Juan José Arreola, causó un verdadero revuelo. Resultó un libro de ruptura. Mientras la tendencia nacionalista predominaba en el gusto de la crítica, el texto representaba una apertura a nuevas propuestas estéticas y, como tal, fue criticado. Julio Ortega cita el discurso de Fuentes cuando recibió el Premio Nacional, alusivo al momento:
En 1954, cuando yo tenía 25 años, apareció mi primer libro, un delgado volumen de cuentos publicado gracias a la generosidad editorial de Juan José Arreola, y que se agotó durante la Feria del Libro celebrada aquel año alrededor del Monumento de la Revolución. La tirada era sólo de 500 ejemplares, pero yo me sentí muy orgulloso. Hubo algunas polémicas en la prensa –consabidas querellas entre artepurismo y arte comprometido–, y mi viejo maestro Manuel Pedroso me interpeló:—Insensato. No te vayas a creer escritor gracias a tu pequeño éxito. Insensato, no te vayas a dormir en tus laureles.
Treinta años y veinte libros después le doy la razón a don Manuel: este premio a mi placer, a mi respiración, a mi tradición debe serlo también a un aprendizaje que no terminaría nunca.
En 1955, movido por la reacción de la crítica, Carlos Fuentes fundó junto con Emmanuel Carballo la Revista Mexicana de Literatura, con la finalidad de incorporar al ámbito mexicano materiales de literatura universal. El nombre se contrapone al de la Revista de Literatura Mexicana dirigida por Fernando Benítez, de corte nacionalista.
No fue sino hasta que se publicó La región más transparente, en 1958, cuando Carlos Fuentes acaparó la atención de la crítica literaria, ahora mucho más receptiva que en 1954. En su novela, Fuentes retoma el momento histórico con el que culmina la obra de Alfonso Reyes, Visión de Anáhuac: la decena trágica. El título de la novela alude al epígrafe del ensayo atribuido a Humboldt: “Viajero: has llegado a la región más transparente del aire”. La región es una especie de mosaico en movimiento de la ciudad de México. Mediante las distintas voces de sus personajes, Fuentes recrea un carácter primordial que contiene a todos en una especie de caja china: la ciudad. La Región más transparente es una obra de ruptura, retrata al México posrevolucionario, en el proceso de búsqueda de lo mexicano. Sigue la tradición de Samuel Ramos en su ensayo El perfil del hombre y la cultura en México (1934) y, posteriormente, a Octavio Paz en El laberinto de la soledad (1950). Ortega nos dice que el autor argentino, Julio Cortázar, a propósito de la novela, le escribe en una carta a Carlos Fuentes: “Usted ha incurrido en el magnífico pecado del hombre talentoso que escribe su primera novela: […] ha metido un mundo en 500 páginas”.
Además en 1958, Fuentes contrajo nupcias con Rita Macedo, afamada actriz de la época del Cine de Oro mexicano que trabajaba en la producción cinematográfica Nazarín, dirigida por el director aragonés Luis Buñuel. De ese entonces data la amistad de Fuentes con el cineasta. Ambos estaban interesados en desarrollar estéticas alejadas del realismo lineal como forma de expresión, y querían dar al lector-espectador un papel activo.
Un año después, Fuentes se da el gusto de publicar una novelita mucho más clásica. Sin una propuesta estética novedosa, Las buenas conciencias vio la luz en 1959. Narra, de forma realista, la historia del guanajuatense Jaime Ceballos y sus conflictos morales y religiosos que retratan perfectamente la estructura de pensamiento de la clase media del interior de la República a principios del siglo xx.
Se dice que 1962 fue un año prolijo para Carlos Fuentes, no sólo nació su primogénita Cecilia Fuentes Macedo, también aparecieron dos de sus grandes novelas, La muerte de Artemio Cruz y la polémica Aura, un breve relato en el que el escritor crea a una de las figuras femeninas de más trascendencia en la literatura mexicana. Con un claro influjo del escritor romántico francés Jules Michelet, el autor construye un personaje prototípico: el de la bruja que trasciende la vida. Escrito en segunda persona del singular, el autor utiliza una serie de recursos narrativos que le permiten anticipar el presente y dar un toque dramático a la atmósfera con tintes cinematográficos. Concebidas de forma simultánea, Fuentes nos dice sobre sus dos obras: “Aura es una novela sobre la vida de la muerte. Artemio Cruz sobre la muerte de la vida”.
La década de los sesenta marcó el rumbo de la humanidad, coyunturas políticas y económicas que derivaron en movimientos sociales emergentes por todo el mundo. Carlos Fuentes se entregó a una activa vida política, viajó por distintos sitios de Hispanoamérica y se unió a grupos de intelectuales de izquierda, participando en la defensa de la causa de la Revolución cubana. Se relacionó con otros escritores como José Donoso, con quien había asistido al colegio en Chile, y con Gabriel García Márquez. La Revolución cubana lo enfrentó con la realidad de México, país construido sobre su propia lucha. Fuentes, tomando como modelo la realidad social cubana, encara al México de los años sesenta: habían bastado cuarenta años para proclamar la derrota de su Revolución y la podredumbre evidente de su “nuevo” y viciado sistema político.
Para Octavio Paz, México es un constructo generado a partir de un proceso violento. Según Javier Ordiz: “hijo de la chingada que se había convertido en el santo y seña de su existencia”. En este contexto, Fuentes recrea su segunda novela: La muerte de Artemio Cruz (1962). Narrada de forma tripartita (tres narradores, tres tiempos), trata sobre los 12 días agónicos de un hombre. Artemio, producto de una violación, representa al típico caudillo revolucionario que nunca tuvo ideales claros, cuyas acciones poco honrosas lo colocaron en una situación privilegiada. En esta obra Fuentes simboliza la derrota de la Revolución mexicana, dibuja ese fallido sistema político creado a partir de la crisis moral y ética de un pueblo miserable. Eraclio Zepeda nos habla de aquellos días de la siguiente manera: “poco tiempo después algunos latinoamericanos vivimos con orgullo el privilegio de poder aportar nuestras armas al pueblo cubano para detener las invasiones de esa época. Nosotros quisimos compartir esa pelea. Llevábamos en la mochila, junto a las municiones, algunos libros: El canto general, El viento del pueblo y La muerte de Artemio Cruz”.
Fuentes, a propósito del año de 1962, dijo: “Quizás este fue el año más pleno de mi vida, cuando mejor amé, escribí, luché...".
En la década de los sesenta, Carlos Fuentes pasó largas temporadas en París, donde incrementó su nivel de producción. No sólo publicó artículos en revistas europeas y guiones cinematográficos –Las dos Elenas (1964), El gallo de oro (1964), en colaboración con Gabriel García Márquez y Roberto Gavaldón, Un alma pura (1964) y Los Caifanes (1965), con Juan Ibáñez–, además tuvo una importante actividad narrativa: Cantar de ciegos (1964), Zona sagrada (1967), Cambio de piel (1967), Cumpleaños (1969) y sus ensayos París: la revolución de mayo (1968) y La nueva novela hispanoamericana (1969), datan de esta década. En 1963, la editorial Galllimard publicó La región más transparente en francés (La Plus limpide région), con un prólogo de Miguel Ángel Asturias. En Europa, Fuentes se puso en contacto con las nuevas tendencias de pensamiento; el estructuralismo y las vanguardias de izquierda predominaban en el ámbito intelectual. Las teorías del antropólogo francés Lévi-Strauss tienen una amplia difusión. Según Javier Ordiz, “las ideas de éste sobre la unidad esencial de las culturas humanas –que entroncaban claramente con algunos conceptos fundamentales de la filosofía de lo mexicano– y la identidad a nivel profundo de las narraciones míticas, son de gran importancia para comprender la forma en que el novelista va a enfocar el estudio de la historia y las tradiciones en sus obras de estos años”. El ensayo La nueva novela hispanoamericana reúne las ideas que Fuentes trabajó en esa época, sus reflexiones sobre las tendencias del pensamiento en boga, así como el desarrollo de sus ideas sobre la novela como un instrumento de renovación, constituyen la médula del libro: la novela de hoy “es mito, lenguaje y estructura”. Es así como el escritor amplía su panorama de trabajo y comienza a vincular su literatura a procesos humanos generales, el acercamiento a la historia le permitirá construir ya no sólo desde lo mexicano, sino desde una visión universal.
En 1969 rompió con Rita Macedo y estableció de forma definitiva su domicilio en Europa. Conoció entonces a Jean Seberg, actriz estadounidense con la que permaneció tan sólo un par de meses, pero que dejó una profunda huella en su vida. Dijo Fuentes para el periódico inglés The Guardian: "Ella era brillante, inteligente, bella [...] estaba casada y tenía un hijo. Era una persona muy vulnerable [...] creo que la desestabilicé emocionalmente. Pero yo sólo podía estar agradecido por esos dos meses. Muy agradecido". Veinticinco años después, el escritor recogió su historia con la actriz y los sentimientos que albergaban los años sesenta en su novela Diana, o la cazadora solitaria (1994).
Los setenta trajeron aires nuevos, fueron tiempos de viajes y retribuciones a su empeñosa labor de escritor: los premios de los Embajadores de París, Internacional de novela Rómulo Gallegos (1977), Alfonso Reyes (1979), los nombramientos como miembro permanente de El Colegio Nacional y miembro del Woodrow Wilson International Center for Schoolars en Washington, D.C., y el doctorado honoris causa del Columbia College en Chicago forman parte de la larga lista de reconocimientos que se le otorgaron.
En esta década, el escritor incursionó en el teatro con El tuerto es rey (1970) montada en el Theater an der Wien de Viena por Jorge Laveli, con las actuaciones de María Casares y Sami Frey. Posteriormente, inspirado por el genocidio de los estudiantes cometido por el gobierno mexicano en Tlatelolco el 2 de octubre de 1968, escribió Todos los gatos son pardos (1970). Ambas obras aparecieron en 1971 en el volumen Los reinos originarios. También reunió una serie de textos críticos sobre algunos de sus personajes favoritos (Austen, Melville, Faulkner, Cuevas y Buñuel) en Casa con dos puertas (1970). En estas fechas sigue cultivando el ensayo –Tiempo mexicano (1971) y Cervantes o la crítica de la lectura (1976)– y el guion cinematográfico –Las cautivas (1971), ¿No oyes ladrar los perros? (1974).
A principios de los años setenta falleció su padre, Rafael Fuentes Boettiger. Para Carlos Fuentes fue un golpe terrible. Instalado en París, se entregó por completo a la documentación minuciosa y escritura de su novela Terra Nostra, en un afán de sobreponerse a la pérdida. Meses después, la vida lo colocó en una situación distinta: conoció a la periodista cultural Silvia Lemus, la compañera del resto de sus días. Contrajeron nupcias en 1972. Sobre ella escribió el escritor en su autobiografía En esto creo: "Si todas las mujeres que he querido se resumen en una sola, la única mujer que he querido para siempre las resume a todas las demás. Ellas son estrellas. Silvia es la galaxia misma".
De esta unión nacieron Carlos Rafael, en 1973, y Natasha en 1974, año en el que Fuentes terminó de escribir su obra culmen, Terra nostra. Llevado por su pluma erudita, años de reflexiones y trabajo se ven materializados en sus páginas. Fuentes utiliza un complejísimo acervo simbólico que brota del texto para encarar al lector con su propio conocimiento. Ante tal despliegue de recursos, la estructura de la novela no puede sino ser igualmente compleja: tiempos a destiempo, protagonistas que se desdoblan, juego de espejos. La imponente novela fue publicada en 1975. El libro es una oda a las realidades simultáneas. Tiempos y personajes se cruzan en un eterno vaivén, flujo histórico constante que trasciende consciencia y materia. Según el propio autor:
Terra Nostra busca sorprender el momento de una nueva génesis, incluso la más monstruosa: nacer de un muerto. Génesis de la figura, descubierta en el momento de su abandono y vulnerabilidad: los tres muchachos arrojados a una playa del Cantábrico, con tres cruces en la espalda como toda identidad. De allí quiero arrancar. Pero el acceso es difícil, es un hoyo, y el hoyo es tumba, o culo, o boca, o letrina, o espejo. Y lo veda una fortaleza del poder, de la autoridad, de la historia: El Escorial. La respuesta provisional de Terra Nostra a la dificultad de acceder plenamente a la historia es ésta: Cuando es pensado, es. Cuanto es, es pensado. Viajo del espíritu a la materia. Regreso de la materia al espíritu. No hay frontera. Nada me es vedado. Pienso que soy varias personas mentalmente. Luego soy varias personas físicamente. Me enamoro de un sueño. Luego encuentro al ser amado en la vigilia... Una vida no basta. Se necesitan múltiples existencias para integrar una personalidad.
Terra nostra, escrita de forma alineal y con un grado de dificultad que implica la comprensión de símbolos y el conocimiento de un sin fin de referentes culturales, terminó por convertirse en un enigma que sólo unos pocos lectores avezados podían descifrar. Para facilitar su lectura e interpretación, Fuentes publicó en un apéndice del ensayo Cervantes o la crítica de la lectura, un listado de los documentos materiales que sirvieron como base para su novela.
En 1975 Carlos Fuentes fue nombrado por Luis Echeverría embajador de México en Francia, cargo al que renunció, de manera congruente con su ideología, en 1977, como protesta al nombramiento de embajador de España, de Gustavo Díaz Ordaz, expresidente priísta y autor de la matanza de estudiantes en Tlatelolco (1968).
Poco tiempo después, a finales de los setenta, incursionó en un género a veces considerado menor, escribió un thriller, La cabeza de la hidra (1978). El escritor declaró encontrarse “totalmente liberado para escribir una novela de espionaje”. Se estableció en Princeton.
En la década de los setenta Fuentes se alejó de la militancia, las condiciones habían cambiado. El poeta cubano Heberto Padilla tras publicar el poemario Fuera del juego, reconocido con el premio de poesía Julián de Casal (1968), fue encarcelado por el gobierno revolucionario de la isla; razones políticas y homofóbicas daban al caso tintes represores. Los intelectuales de izquierda manifestaron opiniones encontradas, el encarcelamiento del poeta disidente era, para algunos, una situación reprobable y como tal debía de condenarse. Un grupo de intelectuales firmó una carta de protesta dirigida al régimen castrista, entre los firmantes se encontraba Carlos Fuentes. Tal acción terminó por dividirlos. El escritor uruguayo Mario Benedetti se manifestó abiertamente en contra de esta acción, criticando a los intelectuales que se atrevieron a protestar desde su “cómodo exilio europeo”. Benedetti también ventiló el supuesto aparato crítico y editorial monopolizado por el grupo del boom, que según el escritor uruguayo, era dirigido por Carlos Fuentes. En este sentido, el papel que desempeñó Carlos Fuentes en la propagación de la literatura latinoamericana fue determinante, su empeño en la literatura y su capacidad para relacionarse fueron factores determinantes en la vida de la literatura de aquellos años. José Donoso reconoce:
Fue el primero en manejar sus obras a través de agentes literarios, el primero en tener amistades con escritores importantes de Europa y USA [...], el primero en ser considerado como un novelista de primera fila por los críticos yanquis, el primero en darse cuenta de la dimensión de lo que estaba sucediendo en la novela hispanoamericana de su generación, y generosa y civilizadamente, el primero en darlo a conocer.
En los años ochenta, Carlos Fuentes recibió el Premio Cervantes de Literatura. Inauguró esta década la aparición de su novela fantástica, Una familia lejana (1980), en la que traza la aventura del anciano conde Brandly y su relación con el arqueólogo mexicano Hugo Heredia. Se trata de un relato fantasmal en el que Fuentes encarna sus preocupaciones en un protagonista que habita entre dos mundos, entre dos culturas. Carlos Fuentes escribió sobre su novela:
Es una de mis obras preferidas, porque quizá resume mis obsesiones mejor que ninguna otra. Una familia lejana es una parábola narrativa. La herencia de los Heredia es una novela inacabada. Nadie recuerda toda la historia: ésta es su frase final; condena al lector a continuar la historia, es decir, a convertirse en el narrador. Además, en este libro digo que como el origen de toda novela es múltiple, su destino también lo es. Me gusta el personaje del Heredia francés. Es el Diablo que quiere la unidad perfecta y el dominio absoluto. No lo logra, porque el lector es libre de continuar la historia. Pero de cierto modo, todos estamos poseídos por otros, el autor o el lector.
Posteriormente se publicó Agua quemada (1981), libro que contiene cuatro relatos sobre la vida en la ciudad de México, “eterna conciliadora de opuestos”: "En Agua quemada, canto a la ciudad que fue. Es una elegía por el México perdido, que se mantiene, a pesar de todo, mediante las líneas de la sucesión familiar. Pero más fuerte que todo valor social es la realidad de la violencia impune, que destruye todos los lazos, incendia y seca el agua del lago". En 1982 estrenó en el Loeb Drama Center, de la Unversidad de Harvard, su obra teatral Orquídeas a la luz de la luna, dirigida por Joanna Green, con las actuaciones de Rosalid Cash, Helen Holly y Frank Licatto.
Asimismo, en 1985 publicó su ensayo político Latin America: At War with the Past, seis conversaciones que salieron al aire en la radio canadiense (CBC), patrocinadas por el Massey College de Toronto. Este mismo año salió Gringo viejo, novela que narra la historia del escritor estadounidense, Ambrose Bierce, quien en 1913 cruzó la frontera con México para perderse. Fuentes, retomando el epistolario y la obra de Bierce, imagina, con un tono que oscila entre la novela de la revolución mexicana y el western, la muerte del gringo en el territorio del bandolero Pancho Villa. El libro fue un éxito en ventas. En Estados Unidos pronto se convirtió en un best seller, el primero de un escritor mexicano. Fue llevado a la pantalla grande en 1989, dirigida por Luis Puenzo, con Gregory Peck como el gringo viejo, Jane Fonda como la institutriz Harriet Winslow y Jimmy Smits como el general Tomás Arroyo. El escritor aclaró:
Obviamente, es una novela fronteriza: la frontera que puede ser herida abierta o cicatriz dolorosa, entre México y los EE.UU., pero también la fatiga de los EE.UU., ese país hambriento de nuevas fronteras. Siempre me fascinó el destino de Ambrose Bierce, el desencantado escritor gringo que, incapaz de quitarse la vida, va a México a que se la quite Pancho Villa [...] Y la escribí como una elegía del lenguaje. Bierce es el custodio de la palabra escrita. Arroyo, el guardián de los textos sagrados. Harriett es la lectora (o la novia) ideal de ambos, hasta que Arroyo, en una escena, le introduce la lengua española en la oreja mientras bailan y la contagia con la lengua española que sedujo al padre de Harriett en Cuba y ahora la seduce a ella misma en México. Sin las palabras, dice el gringo viejo, somos todos ciegos.
Dos años después vio la luz Cristóbal Nonato, novela de estructura “barroca” que con humor negro problematiza la realidad sociopolítica de México. Con actitud profética, Carlos Fuentes se vale de la carnavalización de personajes y circunstancias para colocar en una especie de mesa de disección la anatomía de un país moribundo: formas de pensamiento y cosmovisiones manipuladas por un grupúsculo de poder, nada lejano a la situación actual. En Cristóbal Nonato el escritor retoma su conceptualización de novela (mito, estructura, palabra) para recrear una realidad distinta: Cristóbal Nonato es igualmente la continuación del ciclo cosmogónico mesoamericano en el que de manera fatal la muerte siempre genera la vida:
Muchos la vieron como una profecía apocalíptica sobre México. Yo la escribí, más bien, como un exorcismo. Lo que pasa con la literatura latinoamericana es que al poco tiempo las fantasías más extravagantes se nos convierten en realidad cotidiana. Algo así está sucediendo con Cristóbal Nonato. Yo sólo quise escribir una novela cómica de acuerdo con los más estrictos cánones del formalismo ruso: procesar y reprocesar los niveles de lenguaje, hasta convertir al lenguaje en imagen de otro lenguaje. De allí que la mitad de las palabras de esta novela sean corrupciones de idiomas extranjeros y, sobre todo invenciones, neologismos. Esto permite variar infinitamente las versiones de la realidad, como lo hacen Cervantes, Sterne o Diderot.
En esta década recibió doctorados de las Universidades de Harvard (1983), Cambridge (1986), Essex (1986), Bard College y del New School for Social Research. En 1984 obtuvo además el Premio Nacional de Literatura de México. Fue nombrado miembro del Consejo de Administración de la Biblioteca Pública de Nueva York en 1987.
Carlos Fuentes finalizó los años ochenta con la publicación de su obra Constancia y otras novelas para vírgenes. A decir del escritor:
En estos relatos, quise probarme a mí mismo los límites expresivos de la narración para decir lo que de otra manera no podría decirse, aunque pueda decirse de mil maneras. Quién sabe si lo logré, pero en estas historias me propuse darle a la ficción el valor de hacer visible lo invisible, predecir la ausencia y apostar a que, en la novela, es más importante lo que se ignora que lo que se sabe...
Los años noventa son prolíficos para el autor, en 1994 dio a conocer su novela Diana en la que se retrata el México del los años sesenta. En 1995, publicó Nuevo tiempo mexicano y en 1997 presentó La frontera de cristal con nueve textos en los que contrapone la vida de México y Estados Unidos. En 1998 publicó Retratos en el tiempo y Los años con Laura Díaz. Durante la siguiente década la producción intelectual de Fuentes se verá reflejada en obras como el libro de ensayos En esto creo, mismo por el que se le otorgó en 2004 el Premio Real Academia Española. Su novela Vlad, recibió buenas críticas y, finalmente, en 2011 publicó su libro de ensayos La gran novela latinoamericana. A lo largo de la última década de su vida, el escritor recibió diversas condecoraciones y premios, mismas que simbolizan su arduo trabajo como humanista. La actividad prolífica del escritor es, sin duda, fundamental en las letras de México. Algunas de sus obras, sin duda, ofrecen vastas interpretaciones que darán muchísimo qué pensar a sus futuros lectores.
El escritor polígrafo murió al mediodía del 15 de mayo de 2012, a los 83 años de edad, producto de un padecimiento crónico, en su casa de San Jerónimo, en la ciudad de México, la región más transparente.
Embajadores de París
Premio Biblioteca Breve (1967)
Premio Xavier Villaurrutia (1975)
Premio Internacional de novela Rómulo Gallegos (1977)
Premio Alfonso Reyes (1979)
Premio Nacional de Literatura de México (1984)
Premio Cervantes de Literatura (1987)
Premio del Instituto Italolatinoamericano (1989)
Premio Menéndez Pelayo (1992)
Premio Príncipe de Asturias de las Letras (1994)
Premio Internacional Grizane Cavour (1994)
Premio Picasso (UNESCO) (1994)
Premio Arte Editorial (1998)
I Premio a la Latinidad (1999)
Premio Roger Callois (2003)
Premio Real Academia Española de Creación Literaria (2004)
Premio Galileo 2000 (2005)
Premio Internacional don Quijote de la Mancha (2008)
Premio González Ruano de Periodismo, El Yucatán de Hernán Lara Zavala (2009)
Premio Formentor de las Letras 2011 en reconocimiento a toda su obra (2011)
Premio Internacional Fundación Cristóbal Gabarrón (2011)
Nombramientos
Miembro permanente de El Colegio Nacional
Miembro del Woodrow Wilson International Center for Schoolars en Washington, D.C.
Miembro del Consejo de Administración de la Biblioteca Pública de Nueva York en 1987
Doctorado honoris causa
Columbia College en Chicago
Universidad de Harvard (1983)
Universidad de Cambridge (1987)
Universidad de Essex
Fernández, Teodosio, “Carlos Fuentes o la conciencia del lenguaje”, en Carlos Fuentes: Premio de literatura en lengua castellana "Miguel de Cervantes", 1987, Barcelona, Anthropos/ Ministerio de Cultura, 1988, pp. 103-125.
Franco, Jean, “La región más transparente de Carlos Fuentes: entre el orden y el desorden”, en Pol Popovic Karic (comp.), Carlos Fuentes: perspectivas críticas, México, D. F., Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey, 2002, pp. 61-78.
Fuentes, Carlos, En esto creo, México, D. F., Seix Barral, 2002.
García Gutiérrez, Georgina, “Carlos Fuentes, desde la crítica”, en Carlos Fuentes, desde la crítica, México, D. F., Taurus/ Universidad Nacional Autónoma de México, 2001, pp. 9-29.
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Nació en Panamá, Panamá, el 11 de noviembre de 1928; muere en la Ciudad de México, el 15 de mayo de 2012. Dramaturgo, ensayista y narrador. Estudió Derecho en la unam y cursos de Economía en el Instituto de Altos Estudios Internacionales de Ginebra, Suiza. Fue delegado mexicano en Ginebra; embajador de México en Francia; director, junto con Octavio Paz, de la Colección Literaria Obregón; profesor en varias universidades norteamericanas y europeas; fundador y codirector, con Emmanuel Carballo, de la Revista Mexicana de Literatura; director de La Cultura en México; fundador y editor de El Espectador. Miembro de El Colegio Nacional (desde 1972), de la Academia Estadounidense de Artes y Letras, del Consejo de Administración de la Biblioteca Pública de Nueva York y de la Comisión Nacional de Derechos Humanos de México. Fundador, con Gabriel García Márquez, de la cátedra Julio Cortázar de la Universidad de Guadalajara. Su obra se ha traducido al polaco, noruego, armenio, chino, inglés, francés, alemán, sueco, italiano, portugués, suizo y danés. Escritor de los guiones cinematográficos de Las dos Elenas, El gallo de oro (en colaboración con Gabriel García Márquez y Roberto Gavaldón), Un alma pura, Los caifanes (en colaboración con Juan Ibáñez), Pedro Páramo (en colaboración con Manuel Barbachano Ponce y Carlos Velo), Las cautivas, ¿No oyes ladrar los perros? y el guión del documental El espejo enterrado. Colaborador de El Espectador, La Cultura en México, Revista Mexicana de Literatura y Vuelta. Becario del cme, 1956. Miembro del snca, como creador emérito, desde 1994. Premio Biblioteca Breve Seix Barral 1967 por Cambio de piel. Premio Mazatlán de Literatura 1972 por Tiempo mexicano. Premio Xavier Villaurrutia 1976 por Terra Nostra. Premio Rómulo Gallegos 1977 por Terra Nostra. Premio Internacional Alfonso Reyes 1979. Doctor honoris causa 1979 por la Universidad de Harvard. Premio Nacional de Ciencias y Artes (lingüística y literatura) 1984. Doctor honoris causa 1987 por la Universidad de Cambridge. Premio Miguel de Cervantes 1987. Medalla de Honor de Literatura del Club Nacional de las Artes de Estados Unidos 1988. Orden de la Independencia Cultural Rubén Darío 1988 otorgada por el Gobierno Sandinista. Premio del Instituto Italo-Latinoamericano 1988 por Gringo viejo. Medalla de Oro 1991 de la Casita María otorgada por la comunidad hispana de Nueva York. Medalla Rectoral 1991 de la Universidad de Chile por su aporte al desarrollo de la literatura en América Latina y el Caribe. Premio Internacional Menéndez Pelayo 1992. Oficial de la Legión de Honor 1992, Francia. Medalla Rectoral 1992 de la Universidad Complutense, España. Orden al Mérito de Chile 1993, en grado de Comendador. Premio Príncipe de Asturias 1994. Premio Internacional Grizane Cavour 1994, Italia. Premio Picasso 1994 otorgado por la unesco, Francia. Premio Instituto Cultural Mexicano 1995 por su labor de difusión de la cultura y el arte de México en Estados Unidos. Doctor honoris causa 1996 por la unam. Orden del Mérito de Francia 1997 en grado de Comendador. Doctor honoris causa 1997 por la Universidad Brown, Rhode Island, Estados Unidos, y por la Universidad Americana de París. Gran Cruz de la Orden Nacional del Cruzeiro do Sul 1997 del Gobierno de Brasil por la defensa de una memoria común latinoamericana. Medalla de Oro 1998 del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Presea Ezequiel Montes Ledesma 1999, Querétaro. Medalla de Honor Belisario Domínguez del Senado de la República 1999. Premio a la Latinidad 1999 de las academias francesa y portuguesa de la lengua. Presea Cervantina 2000, Guanajuato. Doctor honoris causa 2000 por las universidades Autónoma de Sinaloa y Nacional de Educación a Distancia, España; de Gante, Bélgica; y de la Universidad Veracruzana. Medalla Internacional de las Artes 2001, España, por las universidades de Cantabria y de Vigo. Medalla de Plata Krakow 2002, otorgada por el Gobierno de Polonia. Premio Son Latino 2002. Doctor honoris causa 2002 por la Universidad de Salamanca, España. Doctor honoris causa por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2003. Premio Roger Caillois 2003 otorgado por la Casa de América Latina en París y la editorial Gallimard. Premio Real Academia Española de creación literaria 2004 por En esto creo. Doctor honoris causa por la Universidad Autónoma de Querétaro, 2008. Medalla de Oro otorgada por la Americas Society en reconocimiento a su contribución creativa al arte, la educación y las iniciativas sociales en América. Premio Don Quijote de la Mancha 2008 por su trayectoria y su labor como impulsor de la lengua y la cultura hispanoamericanas. Medalla Adolfo Ruiz Cortines 2008, otorgada por el Gobierno de Veracruz. Gran Cruz de Isabel la Católica 2009 otorgada por el gobierno español. Premio González-Ruano de Periodismo 2009, que otorga el Instituto de Cultura de la Fundación Mapfre por el artículo "El Yucatán de Lara Zavala". Doctorado honoris causa en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Premio Formentor de las Letras 2011 en reconocimiento a toda su obra. Doctorado honoris causa de la Universidad Michel de Montaigne. Doctor honoris causa por la Universidad de las Islas Baleares en España, 2012.
08 jun 1993 / 20 ago 2018 14:50
De nacionalidad mexicana, nació en la capital de Panamá, donde su padre, Rafael Fuentes, trabajaba en ese país como funcionario de la Embajada de México. Debido a la carrera diplomática de éste, Carlos Fuentes vivió su infancia entre dos culturas, la hispanoamericana y la anglosajona; circunstancia que lo obligó a aprender las artes de la adaptación desde muy temprana edad. Cursó sus estudios de primaria, secundaria y bachillerato en colegios de México, de América del Sur y de los Estados Unidos. Publicó sus primeros artículos y cuentos en el Boletín del Instituto Nacional de Chile, en Santiago, donde cursó parte de la secundaria. En la Universidad Nacional Autónoma de México (unam) estudió y concluyó en 1956 la carrera de abogado. Perteneció a la generación de medio siglo junto con Víctor Flores Olea, Enrique González Pedrero, Mario Moya Palencia, Porfirio Muñoz Ledo, Xavier Wimer y Salvador Elizondo. Todos ellos colaboradores la revista Medio Siglo. Expresión de los Estudiantes de la Facultad de Derecho, de la cual el propio Carlos Fuentes fue miembro del Comité Directivo. Fundó y dirigió con Emmanuel Carballo, la Revista Mexicana de Literatura, en su primera época (1955-1958); fue también fundador y codirector de la revista política El Espectador (1959-1960), junto con sus compañeros de generación y Jaime García Terrés, Francisco López Cámara y Luis Villoro. Colaboró en innumerables publicaciones periódicas, suplementos culturales y revistas mexicanas como Mañana, Ideas de México, Hoy, Revista de la Universidad de México, Siempre!, Política, Plural, Vuelta y otras; en “México en Cultura”, “La Cultura en México”, “Sábado”, “La Jornada Semanal”, Excelsior, Novedades, El Día, Unomásuno y La Jornada, entre otros. Publicó en el extranjero muchos artículos en inglés, francés y español. Dirigió, junto con Octavio Paz, la “Colección Literaria Obregón”. En 1952 ganó el Primer Premio del Concurso de Ensayos del iv Centenario de la Facultad de Derecho; tema central de ese trabajo es el ideal de un mundo multipolar liberado del tutelaje de cualquiera de las potencias y sus ideologías. Completó sus estudios profesionales en el Instituto de Altos Estudios Internacionales de Ginebra, Suiza. Fue colaborador en el cine de Producciones Barbachano Ponce (1959); desde entonces su pasión por el cine fue constante y, una de sus actividades, la adaptación de textos suyos y de otros escritores para la industria cinematográfica. Trabajó en el Servicio Diplomático de la Secretaría de Relaciones Exteriores (sre) como embajador de México en Francia (1975-1977), puesto al cual renunció al ser nombrado Díaz Ordaz embajador de México en España. Desde 1977 fue catedrático de numerosas universidades, entre ellas las de Pennsylvania, Columbia, Cambridge, Princeton y Harvard. Sus viajes por Iberoamérica, Europa, Asia y los Estados Unidos y sus largas estancias en ciudades como Londres y París lo pusieron en contacto con todas las culturas, enriqueció su visión del mundo y universalizó su literatura. Fue testigo de acontecimientos mundiales como los de mayo de 1968 en Francia, resultado de esa experiencia es su libro París: la revolución de mayo. Obtuvo numerosos premios y distinciones, entre ellos el Premio Mazatlán 1972, por Tiempo mexicano, que rechazó como protesta contra la invasión de la Universidad de Sinaloa por fuerzas represivas y por considerar incompatible que se premie la disidencia de palabra y se reprima la disidencia de acción. Sus obras se han traducido a muchos idiomas.
Carlos Fuentes Macías, cuentista y novelista, ensayista, dramaturgo y escritor político. Publicó, en 1954, su primer libro, Los días enmascarados, seis cuentos en donde el mundo real se funde con el inquietante de la fantasía, rescatando con gran habilidad ambientes mexicanos de épocas pretéritas, características que están presentes en su narrativa posterior. El título alude a los cinco días finales del año azteca, días sin nombre y vacíos en que se suspendía toda actividad y que en Fuentes amplían su sentido al preguntarse qué hay detrás de las máscaras que el ser humano usa de manera consciente o inconsciente. En su segundo volumen de cuentos, Cantar de ciegos (1964), la magia, el realismo y el humor se combinan para darnos una serie de relatos que conforman una síntesis de los mundos explorados hasta entonces en sus dos primeras novelas y su anterior libro de cuentos. Su primera gran novela, La región más transparente (1958), produjo verdadero impacto en los medios literarios y lo consagró como uno de los mejores narradores jóvenes. El tema es la vida de la Ciudad de México a mediados de siglo, y obedece claramente al criterio de totalidad que presidirá toda su obra. La estructura es una continua yuxtaposición de escenas de diferentes capas de la población y de diferentes épocas. El empleo de diversas técnicas literarias y de novedades tipográficas, el rompimiento con las tradiciones vigentes y la utilización original de tradiciones olvidadas y la recopilación de las hablas, vocablos, cantos, expresiones, gritos y silencios que existen en el país y en la Ciudad de México, hicieron de esta obra un poderoso catalizador en el proceso de renovación de las letras hispánicas. Su segunda novela, Las buenas conciencias, ahonda la exploración de la vida en México, pero apartándose del muralismo que caracterizó a la primera, emprende la clarificación de la vida nacional en profundidad y perspectiva. La amalgama anárquica de su primera novela, que responde a la necesidad de pintar el caos de la ciudad, cede a un estilo tradicional para pintar el ambiente de la provincia. La muerte de Artemio Cruz, su tercera novela, abarca medio siglo de vida mexicana a través de la historia del prototipo de la clase dominante en México en la década de los cincuenta, el hombre que tomó parte en algunas escaramuzas de la Revolución y que a partir de 1920 logra hacerse de gran fortuna y poder. Es la historia del revolucionario que se corrompe. La estructura da originalidad e impacto a esta novela. Su tiempo “real” abarca las doce horas de agonía de Artemio Cruz, en la que, simultáneamente, a través de tres tiempos: el presente, el pasado y un futuro hipotético que representan tres puntos de vista diferentes, da cuenta de la historia personal del protagonista y de la historia, atmósfera y condiciones políticas y sociales del país a lo largo de más de cincuenta años. En cada hora de las doce de la agonía de Artemio Cruz se interpolan los doce días que él considera cruciales y decisivos de toda su existencia, porque el camino que escogió en cada uno de ellos, de haber sido distinto, habría cambiado definitivamente su vida. Desde la primera persona narra lo que ocurre en el presente: su agonía; desde el “tú”, la segunda persona, es reflexivo, lo que pudo haber pasado de escoger otro camino, y desde el “él”, la tercera persona, cuenta su historia en esas fechas concretas en que tuvo que decidir qué camino tomar, que en el caso del personaje fue sacrificar siempre todo en aras del poder. Zona sagrada, novela basada en la vida de una conocida actriz mexicana y su hijo, utiliza el lenguaje como un juego incestuoso que reabsorbe la dualidad de sus personajes, Claudia y Guillermo, en una andrógina unidad. Con Cambio de piel reaparece el novelista épico; su tema, la búsqueda de identidad, obsesión que aparece una y otra vez en la obra de este escritor y que se manifiesta como inmersión en la historia en un intento de explicarse y explicarnos. Narra la vida de dos parejas que en sus encuentros y separaciones tejen la piel cambiante de esta novela. Aura y Cumpleaños se distinguen por su erotismo fantástico y fúnebre. Estas novelas cortas junto con sus libros de cuentos revelan a un autor nocturno, visionario, en los que el deseo es todopoderoso y el amor toca los extremos de la vida y la muerte. Terra Nostra, su novela más ambiciosa, reinventa y relaciona las enmarañadas historias de la Roma imperial, la España medieval y el Imperio Azteca y su conquista por los españoles. Novela totalizadora de referencias culturales inabarcables, desde los códigos literarios del siglo xx hasta una prodigiosa síntesis de historia, pintura, lingüística, mitología y poética, introduce al lector, como en sueños, en un mundo fantasmal. Para una mejor comprensión de esta novela léanse sus claves en el ensayo del propio autor: Cervantes o la crítica de la lectura. Su novela, La cabeza de la hidra, fue escrita en Francia, después de su renuncia al cargo de embajador, y es una prolongación irónica e ingeniosa de los postulados enunciados en su discurso de Caracas, cuando recibió el premio de novela “Rómulo Gallegos”. En esta obra Fuentes se enfrentó a la novela policiaca, logrando una emocionante y polémica historia a nivel mundial. Surgida directamente de las turbulencias y las intrigas subterráneas de los sucesos mundiales actuales, las reservas de petróleo mexicanas, esta novela nos recuerda que los gobiernos, al igual que los seres humanos, tienen turbias historias secretas que se retuercen y estremecen al contacto con la luz del día. Una familia lejana funde azar y necesidad en un despliegue de sueños, historias y recuerdos empeñados en darles voz a los vivos que nunca existieron y en dar cuerpos a los muertos que sobrevivirán. Es la crónica inevitable de la muerte en familia. Gringo viejo tiene como base la historia de un escritor norteamericano, Ambrose Bierce, el cual, ya viejo, decide en noviembre de 1913, cruzar la frontera durante la Revolución Mexicana para encontrarse con Pancho Villa. Hasta aquí la historia, lo demás es ficción. La vida tomará, para este hombre atormentado y complejo, otros rumbos inesperados. Carlos Fuentes recoge las huellas posibles de su destino después que, viejo y cansado, Bierce se reservó el derecho de escoger su manera de morir: frente a un pelotón de fusilamiento. La acción de Cristóbal nonato se desarrolla en 1991, en México; después de haberse cumplido todas las predicciones catastrofistas sobre el país y su capital, la urbe más poblada y contaminada del planeta, los mecanismos políticos y la manipulación de las masas se mantienen a través de festejos y concursos. Uno de ellos es el origen de la novela, el premio a la pareja cuyo hijo nazca el 12 de octubre, quinto centenario del descubrimiento de América. Cristóbal nonato, consciente y monologante desde antes de su concepción y durante los meses de gestación, sirve al escritor de telón de fondo para un recorrido por el futuro inmediato del país. Carlos Fuentes veía su obra narrativa como parte inseparable de un conjunto que intitula “La edad del tiempo” y que aparece en orden temático, estructural y cronológico, lo que otorga sentido a la serie. La bibliografía y renombre de Fuentes han ido en constante ascenso, en literatura pasó del cuento y la novela al ensayo y al teatro; en política, de la abstención a la participación. Sus ensayos, publicados primero en revistas y suplementos, han sido reunidos en varios volúmenes, en Casa con dos puertas reunió los crítico-literarios sobre escritores extranjeros; atento al acontecer en Iberoamérica no podía dejar de lado a la gran literatura universal, así lo demuestran también sus numerosos prólogos. En La nueva novela hispanoamericana, Tiempo mexicano y Valiente mundo nuevo recoge los ensayos que dan una visión de la literatura iberoamericana y su encuentro con los cuatro grandes movimientos que la fundaron: el mito, la épica, la utopía y el barroco. La revisión de nuestra literatura, desde Bernal Díaz hasta Cortázar y García Márquez le permite el reconocimiento de nuestro rico mestizaje y de las funciones centrales de nuestra narrativa: dar nombre, dar voz, y rescatar la memoria y el deseo.
Instituciones, distinciones o publicaciones
El Colegio Nacional (COLNAL)
Asociación de Escritores de México AEMAC
Centro Mexicano de Escritores
Premio Nacional de Ciencias, Letras y Artes
Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores
Premio Internacional Alfonso Reyes
Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes
Medio Siglo
Revista Mexicana de Literatura
Premio Mazatlán de Literatura
Revista de la Universidad de México
Plural. Crítica y literatura
Vuelta. Revista mensual
Sábado. Suplemento del periódico Unomásuno
La Jornada Semanal