El mundo de los asesinos es indescifrable. David Olguín los muestra sin juzgarlos. Con un lirismo brutal. Sin caricaturizar, haciendo humano lo inhumano. Con humor corrosivo, nos deja ver la prueba de su conciencia frente a los asesinos, en el abismo de la ficción y la realidad. Como él mismo lo dice: "explora en los laberintos de la mente pública y privada". Asuntos políticos y vicios históricos tienen aquí corporeidad criminal.
El teatro no son clases de historia, decía Rodolfo Usigli. Pero sí lecciones de humanismo. David Olguín nos mete en las entrañas de la gente obtusa y trastoca los preconceptos que solemos tener cuando desconocemos la historia y su realidad. Del aprendizaje de la linguotomía, la locura y el sicariato, el lector se sumerge en un mundo donde el teatro es el espacio posible para vivir sin morir en el intento. Braulio Peralta