Inseparables y autómatas a la vez, las dos obras que aquí se publican se centran en las peripecias de ese viajero infatigable que es Casanova. El viaje como un estado del Ser, como un "más allá del sí mismo", no para perderse sino para encontrarse (tema que, por otra parte, es una constante exploración interior en los personajes de otras obras de Olguín). Casanova se fuga, mas no es escapista, no busca perderse fuera de sí dado que su verdadero viaje es dentro de, hacia una memoria capaz de recrear cada momento de su vida como un escenario reconstruido, y no tanto para el ojo como para los sentidos, es decir, para el Deseo. Fugarse para ganar ubicuidad y simultaneidad: espacio y tiempo. O sea, cuerpo y escritura.
Escribir -actuar- quita la tristeza, es pasión demoníaca, locura asesina, usurpación de roles, alivia, nutre, da felicidad. Igual que dio felicidad la "pantomima amorosa", así la "maquinaria de la memoria" echa a andar "la verdad de la mentiras" que encierran el sueño, el deseo la imaginación, las historias sin mañana, las razones de la piel...
Esther Seligson