El viejo cantor de las glorias y de las esperanzas de México, el más popular y fecundo de nuestros poetas, Guillermo Prieto, ha coronado su vida literaria, reuniendo en una colección de romances, todos los recuerdos y tradicionales de la Independencia Nacional.
Es decir, ha llenado un vacío que existía en la poesía patria, en nuestra historia y en nuestros sentimientos, y ha creado la Epopeya Nacional en una de sus varias formas.
Cuando uno se pone a pensar que en las numerosas manifestaciones que en el dominio de la Poesía ha hecho el talento mexicano desde el año de 21, en que se consumó la Independencia, hasta nuestro tiempo, apenas hay una que otra que merezcan verdaderamente el nombre de heroicas; cuando en los centenares de volúmenes de versos que se han dado a luz en diversas épocas y por espacio de sesenta y tres años, y en un país en que se ha cultivado la Poesía, de preferencia a todas las ramas de la literatura, no se encuentran más que alguna oda patriótica, pálida y quejumbrosa, o un soneto seco y desabrido, o alguna leyendita con el sabor de cuento de amores, sin brío, sin entusiasmo, sin color local, pero ni siquiera el bosquejo de un poema, ni la descripción de una batalla, ni el retrato de un héroe; francamente, se sorprende uno, y le vienen tentaciones de decir, imitando a Mr. Malazieu cuando Voltaire le consultaba acerca de la Henriad: "Los mexicanos no tienen la cabeza épica".