Las aztecas constituye el primer intento literario por incorporar el legado poético de los antiguos mexicanos a la cultura nacional. Tal como señala Marco Antonio Campos, “el doble mérito de Pesado fue: uno, haber sido el primer poeta del México independiente en tener verdaderos vislumbres de lo que fue la flor y el canto de los forjadores nahuas, y dos, que gracias a su talento de poeta y a su habilidad de versificador volvió buena poesía las traducciones deficientes”. Con este breve libro, José Joaquín Pesado (1801-1861) abrió el camino que Francisco Pimentel llama “el género indígena en la poesía mexicana” y que, paradójicamente, casi fue desdeñado por los poetas mexicanos que escribieron después de la edición de Las aztecas y de las leyendas sobre el Antiguo México publicadas por Pesado y Roa Bárcena. Como también indica Marco Antonio Campos, a pesar de las libertades literarias de forma y de fondo que se arrogó Pesado, en sus poemas existen huellas de los discursos educativos y arengas oratorias que recopilaron Olmos y Sahagún, así como transfondo real en algunos de los poemas de Nezahualcoyotl y en dos de las leyendas.