1995 / 07 ago 2017 11:39
José Joaquín Pesado [Pérez] nació en San Agustín del Palmar, Puebla, en 1801 y murió en la Ciudad de México en 1861. Fue Ministro del Interior y de Relaciones Interiores y Exteriores. Formó parte de la Academia de Letrán. Miembro de la Academia de la Lengua y profesor de filosofía de la Universidad de México. Poeta y narrador. Publicó en El Radical y El Año Nuevo. Fue redactor de El Mosaico Mexicano, El Recreo de las familias, El Año Nuevo y La Cruz.
Notas: Se publicó una cuarta edición de sus Poesías originales y traducidas, de 1886, que es la más completa. Aunque esta edición dice que es la tercera, en realidad es la cuarta.
1958 / 17 sep 2017 15:16
Los llamados poetas “salmistas”, Carpio y Pesado, renuevan la poesía clásica, de inspiración principalmente religiosa, bíblica, y vuelven a las fuentes hispánicas. Hay, entre ambos, una diferencia manifiesta: Pesado posee una personalidad más definida, atiende a la interna música de sus poemas y al ritmo espiritual de sus pensamientos, que sujeta y dispone con una disciplina aprendida en cánones latinos; en tanto que la poesía de Carpio está toda vuelta hacia afuera y se ejercita particularmente en las narraciones antiguas y escenas de las Escrituras, con algo de ese romanticismo de la historia que había de alcanzar sus manifestaciones excelsas de La légende des siècles y en Les trophées.
Pesado, más sobrio y más afortunado en todos los géneros que cultivó, ya el amoroso, el sacro o el descriptivo, parafraseó la poesía indígena (Aztecas) con espíritu entre bíblico y horaciano y dejó cuadros y evocaciones de sitios y escenas veracruzanos que —como se ha dicho— lo sitúan en la tradición de Balbuena, Pagaza, Othón, Pellicer. Era pesado de superior cultura, conocedor de las letras griegas, latinas, italianas, francesas, inglesas, y que poseía el acervo italo-hispánico del siglo XVI, lo que de repente le comunica cierto acento del Siglo de Oro. En las pinturas regionales, no se deja dominar por las reminiscencias de su cultura, sino que abre los ojos a las realidades presentes. Desempeñó altos cargos públicos y fue un liberal que derivó hacia las filas conservadoras.
Cuando nació, San Agustín del Palmar, ahora incorporado a Veracruz, pertenecía a la provincia de Puebla. Se trasladó con sus padres a Orizaba a la escasa edad de tres años. Allí inició su formación de manera particular y autodidacta: latín, francés, italiano, filosofía, teología, historia, derecho, geografía, ciencias naturales; literaturas clásica, española, italiana y francesa. En 1822 se casó con doña María de la Luz de la Llave y Segura, a la que se refiere con el nombre de Elisa en sus primeros versos. Muerta su madre, en 1824, su padre había fallecido cuando él tenía ocho años, se dedicó a administrar sus bienes; vendió las propiedades de la provincia de Puebla, conservó la finca urbana que tenía en Orizaba; compró la hacienda del Encinar y la de Cuatlapan en las inmediaciones de Orizaba y se dedicó al cultivo del tabaco. De 1841 a 1848 aceptó ser secretario de la Junta Minera del Fresnillo, Zacatecas; tuvo después a su cargo la administración de la fábrica de hilados y tejidos de Cocolapam, en la ciudad de Orizaba, en donde además siguió comprando propiedades rústicas y urbanas. En 1833-1834 formó parte de la Legislatura de Veracruz y en 1838 —durante la administración centralista de don Anastasio Bustamante— desempeñó las funciones de ministro del Interior y de ministro de Relaciones Exteriores. Sin embargo, debido a los cambios suscitados dentro de la política mexicana, se vio obligado a renunciar y a retirarse a sus negocios privados y a sus actividades literarias. Si bien tuvo veleidades liberales en su juventud, se fue convirtiendo con el paso del tiempo en uno de los principales representantes del partido conservador, cuyas ideas defendió como funcionario y en sus colaboraciones en La oposición, El Siglo XIX y La Cruz.
En 1839 publicó su primer tomo de poesía, en el que recogió las aparecidas en periódicos y revistas y algunas inéditas. A fines de 1840 apareció el segundo. Al morir su esposa, el 4 de abril de 1840 cuando se encontraba en Fresnillo, tuvo que regresar a la capital y a mediados de 1841 a Orizaba, para hacerse cargo de la fábrica de Cocolapam. El 3 de junio de 1842 contrajo segundas nupcias. En 1844 es electo senador pero no acepta el nombramiento por estar demasiado ocupado en la administración de sus negocios.
Dos años después, durante la presidencia de don Nicolás Bravo, vuelve a aceptar el ministerio de Relaciones Exteriores, pero permanece en él muy poco tiempo. A partir de 1851 se traslada definitivamente a la Ciudad de México y en 1854 se ocupa de la cátedra de literatura en la universidad, por órdenes de Santa Anna.
Formó parte de las academias y agrupaciones literarias y científicas más importantes del país y de algunas del extranjero, como la Academia de Letrán, la Sociedad Geográfica y Estadística o la Academia de San Carlos —en la que formó parte de la junta directiva—; la Real Academia Española de la Lengua lo incluyó entre sus miembros en 1860. Su primo, don José Bernardo Couto, lo incluyó como interlocutor junto con el pintor Pelegrín Clavé, en su Diálogo de la historia de la pintura en México, ya que se había destacado por su afición y conocimientos en pintura, de la que dejó algunas muestras en su juventud.
Murió de pulmonía el 3 de marzo de 1861. Aunque su fama se debe sobre todo a su poesía, también escribió obras en prosa, como la biografía El libertador de México don Agustín de Iturbide y dos novelas cortas, El amor frustrado (1838) y El pescador negro (1874).
18 ene 2019 10:30
Dentro de la nómina de personajes ilustres que contribuyeron a la construcción de la nación mexicana en la primera mitad del siglo xix, José Joaquín Pesado destaca por su papel político y literario. Nació en una privilegiada cuna todavía novohispana en San Agustín del Palmar, Puebla, el 9 de febrero de 1801 y murió en 1861. Hacia 1804, su familia se trasladó a Orizaba, donde se estableció por varias décadas. De niño, le tocó ser testigo de las guerras de Independencia, por lo que José María Roa Bárcena en su biografía hizo hincapié en la desafortunada infancia de José Joaquín, no sólo por los conflictos bélicos a los que estuvo expuesto, sino porque perdió a su padre en 1808 y presenció la muerte de su padrastro en 1811, a manos de los soldados insurgentes “suponiéndole español por ser blanco”. Además, a falta de escuelas, el joven tuvo que instruirse de manera autodidacta. Aunque no se tienen noticias de dónde obtenía los libros que conformaron su vasta cultura, se sabe que antes de los 22 años había acumulado un buen número de conocimientos útiles para un aspirante a formar parte de la élite cultural del recién nacido país: sabía francés, inglés, italiano, griego y latín. El estudio de lenguas extranjeras contribuyó indirectamente a su formación literaria, como pueden atestiguar sus primeros poemas. Obviamente, también poseía una sólida cultura general y un fuerte espíritu religioso.
El 19 de febrero de 1822 contrajo matrimonio con María de la Luz de la Llave y Segura, perteneciente a una familia acomodada de la ciudad de Orizaba. Dos años más tarde, murió su madre, un 20 de septiembre. Poco se sabe a qué se dedicó la familia Pesado antes de la muerte de los padres, pero ya para 1830 el joven José Joaquín adquirió algunos bienes inmuebles en Orizaba (fincas y casas) y en Puebla (Haciendas de Vaquería y Jagüeyes). Durante estos años se dedicó de lleno al cultivo del tabaco, actividad que le permitió mantener negocios con el gobierno. En suma, se trata de uno de los primeros burgueses empresarios del México independiente. Su estatus socioeconómico y su cultura le abrieron las puertas para participar en actividades administrativas de alto nivel, por ejemplo, fue secretario de la Junta Minera de Fresnillo, en Zacatecas; tuvo un puesto dentro de la Legislatura de Veracruz (1833-1834) y fue vicegobernador del estado por algunos días (marzo de 1834).
Mientras tanto, el apenas independizado país se transformaba y buscaba un orden que no llegaba. José Joaquín se configuró políticamente como liberal moderado, republicano y federalista, justo en el momento de expulsión de los no independentistas, la confiscación de bienes de la Iglesia, y la disolución de conventos. Los beneficios de la institución eclesiástica y el poder unificador de la religión más tarde fueron tema de muchos de sus ensayos periodísticos.
En 1835 Pesado se trasladó con su familia a la Ciudad de México. Allí, tuvo la oportunidad de desarrollar sus habilidades literarias y su pensamiento político. Junto con Francisco Modesto Olaguíbel se encargó de La Oposición. Aunque la revista se publicó irregularmente, logró mantenerse viva casi un año, del 2 de julio de 1834 al 25 de junio de 1835. Después de tres años de radicar en México, Pesado fue nombrado Ministro del Interior y de Relaciones Exteriores en dos periodos (del 22 de marzo al 25 de septiembre y del 18 de octubre al 12 de diciembre de 1838). Decidió abandonar el Gabinete, pero no así las actividades administrativas empresariales. De 1841 a 1848 fungió como administrador de la fábrica de textiles de Cocolapan, en Veracruz. Durante estos años –que coinciden con la declaración de guerra contra Francia, la nacionalización de bienes eclesiásticos y la invasión estadounidense– su vida estuvo llena de altibajos: en 1840 murió su esposa, y quedó él solo a cargo de siete hijos. En 1842 contrajo segundas nupcias con Juana Segura Argüelles, prima de la esposa anterior. Lo eligieron senador en 1843, pero rechazó el puesto. Para 1848 aceptó el cargo de representante de los cosecheros de tabaco de Veracruz.
Hacia 1836 entró en contacto con los fundadores de la Academia de Letrán, siendo él y Andrés Quintana Roo los concurrentes de mayor edad. Gracias a este encuentro, Pesado publicó poesías en los cuatro volúmenes de El Año Nuevo (1837, 1838, 1839 y 1840), además de un par de cuentos (“El amor frustrado” y “El inquisidor de Méjico”, 1838) y la traducción del primer canto de la Divina comedia de Dante Alighieri (1840). Más adelante, en 1849, su prestigio como poeta le permitió participar junto con Bernardo Couto y Manuel Payno como jurado para examinar las composiciones del certamen para elegir el Himno Nacional Mexicano. Un año más tarde, también formó parte como comisionado de calificación, de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. Aunque no se sabe con precisión en qué año ingresó, hay noticias de que para 1851 ya no pudo formar parte de la junta de redacción de la Biblioteca Universal de dicha organización. Al parecer, una de sus últimas intervenciones en actos gubernamentales fue la apertura del Istmo de Tehuantepec, acerca de la cual escribió un discurso en 1852.
Desde la trinchera de los periódicos, Pesado dejó ver su postura a favor del restablecimiento de los jesuitas en México. A mediados del siglo, durante el gobierno de Ignacio Comonfort, los intelectuales de la nación –divididos entre conservadores y liberales– debatieron sobre la eliminación del fuero eclesiástico y la desamortización de los bienes de la Iglesia. Ante la tendencia de quitarle poder a las instituciones eclesiásticas en todos los ámbitos, Pesado se pronunció poco favorable a las Leyes de Reforma, consciente de que muchas labores sociales que debería llevar a cabo el Estado, las ejercía la Iglesia y, al momento de restarle poder a esta última, la sociedad se vería desprotegida, pues el Estado no estaba todavía en condiciones de ofrecer garantías sociales. Muchos de sus discursos sobre esta problemática se publicaron en La Cruz, periódico católico dirigido por el clérigo Clemente de Jesús Munguía, y donde Pesado colaboró como redactor. Según la información proporcionada por Roa Bárcena, él mismo tomó la dirección de La Cruz en 1858 cuando Munguía se vio obligado a dejar el cargo. Además de ser miembro de la Junta de Teatros, gracias a la reinstalación de la Universidad por el presidente Santa Anna (1853-1855), Pesado obtuvo la cátedra de literatura. En virtud de su trabajo como poeta, ensayista y traductor, en 1860 fue nombrado miembro de la Academia Española, un año antes de su muerte.
Al revisar las noticias que sus contemporáneos dejaron sobre José Joaquín Pesado, llama la atención que la mayoría de ellos coincide en exaltar sus virtudes como hombre elegante, de buenas maneras, extremadamente culto, excelente conversador y muy humilde. Por ejemplo, Guillermo Prieto en sus Memorias advirtió: “Se sentaba a escribir en un bufete limpio y ordenado, con sin igual compostura y limpieza, tenía gallarda letra y sus manuscritos podían pasar de sus manos a la imprenta sin corrección alguna”. En cuanto a su poesía, los juicios críticos positivos se concentraron en el manejo adecuado de las reglas para componer versos, el empleo pertinente de la lengua y los artificios literarios según la naturaleza del texto (amoroso, religioso, político) y, en especial, se admiró su capacidad para traducir textos bíblicos. Los juicios negativos son generalmente dos: las pequeñas faltas de cuidado en la acentuación y conteo de sílabas de los versos, y su tendencia a imitar a los autores italianos. Sin embargo, esto no fue motivo suficiente para que José Zorrilla en La flor de los recuerdos dejara de considerarlo “el más correcto de los poetas hispanoamericanos”. Algunos autores le dedicaron páginas enteras, otros escribieron comentarios en publicaciones literarias; sin embargo, como suele ocurrir con muchos autores del siglo xix mexicano, la cultura posrevolucionaria ya no se ocupó de ellos y cayeron en el olvido. Los últimos trabajos sobre Pesado, así como el rescate de gran parte de sus obras se los debemos a Fernando Tola de Habich y a Marco Antonio Campos.
- J.J.P.