Conscience est synonyme d'invention et de liberté.
Henri Bergson
Es el mediodía de un sábado de marzo de 1914 y Alfonso Reyes está sentado frente a su escritorio en el barrio de Ternos, en París.[1] A más de 9000 kilómetros, en la capital de México, se publica su ensayo “Nosotros”, el testamento temprano de su generación: entre líneas, el polígrafo mexicano reconoció la caducidad de la filosofía de Comte y su heredero estético, el modernismo. Así, Reyes dibuja desde la Ciudad Luz el perfil del intelectual mexicano del siglo xx cuya pugna contra el positivismo rebasa la cátedra de filosofía; con “Nosotros”, declara una guerra secreta donde el género del ensayo es un arma ideológica.
En ese entonces, México era una cartografía de facciones y guerrillas. La atmósfera estaba cargada de sangre gracias a que Álvaro Obregón, Francisco Villa y Pablo González se acercaban a la capital por occidente, centro y oriente para derrocar a Victoriano Huerta. Mientras tanto, el gobierno del usurpador sufría un deterioro por partida doble: diplomático, porque sus relaciones con Washington se rompieron cuando Woodrow Wilson le recriminó su pérdida de control sobre el territorio mexicano donde Estados Unidos había invertido dinero; militar, porque Huerta usó como último parapeto el estatismo de sus tropas debilitadas gracias a la falta de municiones y soldados. No quedaban más de seis meses para que Venustiano Carranza y los ejércitos revolucionarios hicieran su entrada triunfal a la Ciudad de México.[2] Por si fuera poco, durante marzo de 1914, el polígrafo mexicano recordaría que un año antes habían asesinado a su padre, Bernardo Reyes, frente al Palacio Nacional. Tales fueron las condiciones en que la revista Nosotros publicó su novena entrega, la penúltima, que contenía el ensayo homólogo.
La revista Nosotros proviene de una nueva estirpe de intelectuales mexicanos que tienen como referencia el año de 1898. El affaire Dreyfus y su seguimiento por parte de Justo Sierra son los eslabones que señalan esta nueva época. Para el Maestro de América, la injusta acusación de espionaje por parte del Gobierno francés al capitán Alfred Dreyfus y la defensa de éste a cargo del escritor Émile Zola, representaron el paradigma de la libertad del pensamiento. “A causa de este affaire, la vocación ‘intelectual’ alimentó sus raíces e hizo su entrada triunfal en el mundo de la ética […] Para lograrlo, se impuso una metamorfosis: los políticos se hicieron escritores, los escritores, políticos, y los artistas ofrecieron sus creaciones como tributo a la defensa de su causa”.[3]
Los colaboradores más relevantes de Nosotros pertenecieron a los ciclos de conferencias alentadas por Jesús T. Acevedo y Sierra.[4] El resultado: una nómina de autores que considerarían el ensayo como la forma literaria que mejor traducía el ejercicio de los nuevos intelectuales. Es cierto que entre sus páginas hay cuentos del joven Julio Torri, poemas y poemas en prosa del director de la revista, de Gregorio López y Fuentes, Rodrigo Torres Hernández y demás poetas, pero la calidad de sus versos no contribuyó al reconocimiento de la publicación y los cuentos de Torri apenas eran la piedra de toque para una nueva forma de entender la narración corta. Nosotros, entonces, es un documento intelectual sui generis: una erudita nota al pie en la historia de la literatura mexicana, una pausa en el desarrollo de estéticas posteriores al modernismo.
Los jóvenes intelectuales mexicanos cuya crítica contra el positivismo era influencia de Sierra, dejaron atrás el siglo xix, el panfleto, las revistas y periódicos literarios que disfrazaban la política de poesía y viceversa.[5] La protesta contra el modelo educativo basado en el utilitarismo de la filosofía de Comte denuncia el origen de una educación afrancesada. El “J’accuse” de Zola sirve como punto de quiebre para renovar, o quizá fundar, el ejercicio de la labor intelectual en México porque sirve como indicador de una sensibilidad cosmopolita que busca las fallas en los modelos del siglo pasado. “La defensa de Émile Zola […] no fue sólo una estética y una ética, sino el fundamento de una fraternidad para una persona y una minoría perseguida. Él nos recordó una obligación: la solidaridad con los débiles es el deber del ser humano”.[6]
Los escritores reunidos en Nosotros apelaron a la consciencia crítica del ensayo como primera falange para enfrentar el inicio del siglo xx. Entre los colaboradores de la revista[7] resaltan los nombres de Alfonso Reyes y Pedro Enríquez Hureña, quienes, sin tener treinta años, comienzan a publicar textos que funcionan como termómetros de la crisis social de México. Por un lado, el dominicano publica una de sus conferencias, “Juan Ruiz de Alarcón”, la cual implica una mirada hacia el pasado de la tradición literaria en la Nueva España para reconocer nuestra genealogía: las palabras de Hureña son una lección y un velado reproche hacia los intelectuales de México y su ejercicio de la crítica literaria. Por otro lado, Reyes publica “Nosotros”, el ensayo donde se encarga de señalar la crisis intelectual del país y donde propone una lectura sobre los escritores que publicaron en Revista Moderna y Savia Moderna. En su texto revisa los primeros diez años de vida intelectual en el México del siglo xx y la influencia de Francia en nuestra república de las letras: “Nosotros”, entonces, aparece como una abierta denuncia contra las implicaciones positivistas que pueden deducirse del modernismo y del modelo educativo promovido a ultranza durante el porfiriato.
Tanto el joven Reyes, como Henríquez Hureña supieron que había llegado el momento de que los escritores mexicanos hicieran una pausa en su labor de creadores para considerar su papel como intelectuales en nuestro país. En este sentido, “Nosotros” funcionó como una válvula de escape para que el dominicano y el polígrafo divulgaran sus opiniones sobre la historia de México y su literatura. No es coincidencia que la escritura del ensayo conjugue las ideas de ambos.
“Nosotros” se fragua entre la soledad y el aburrimiento que el polígrafo siente en París mientras trabaja como segundo secretario de la Legación de México. Su estado anímico queda manifiesto en las cartas que intercambia durante finales de 1913 con Julio Torri y Henríquez Hureña. Pero Reyes no es meramente sensiblero, sino que está imbuido de la añoranza por la época en que su generación le insuflaba vida al establishment de la historia intelectual de su país. Prueba de esto es que el 29 de octubre de 1913, el polígrafo mexicano recibe una carta de Hureña donde éste dice: “Me hablabas de escribir un artículo sobre nosotros en la Revista de América. No sé si todavía lo desees, pero como creo que sí, voy a recordártelo”.[8]
El dominicano resume la historia intelectual de México desde su llegada en 1906 hasta octubre de 1913, año en el que escribe la misiva. Las apreciaciones respecto de sus compañeros de generación son agudas; los nombres que consigna, tanto de revistas como de escritores y pintores, elocuentes. El sentido de una historia mínima de la intelectualidad mexicana se reduce a seis años de disputas, encuentros y encontronazos sobre los que descansan dos hechos paradigmáticos: el primero, la inquietud de los jóvenes intelectuales que conformaron el Ateneo de la Juventud; el segundo, el interés de estos jóvenes por el estudio de los clásicos griegos y el pensamiento del positivista liberal Gabino Barreda.
“Nosotros” es una especie de trasunto de las reflexiones de Hureña; sin embargo, la ejecución del ensayo en manos de Reyes le da al texto un estatus de manifiesto de juventud. Por eso “Nosotros” posee una factura melancólica: los grupos intelectuales de la primera década del siglo xx aparecen en las palabras de Reyes como los fantasmas de algo que poco a poco abandonaba un país convulso. Su juventud y la de sus contemporáneos, la coerción porfirista disfrazada de orden o incluso de paz, las revistas literarias, la pintura y las letras ocupan, en la escritura del ensayo del polígrafo mexicano, el espacio del exilio fundado por el proceso de la Revolución.
Marzo de 1914: México atraviesa una época donde la canana y el rifle son los signos que detentan la pugna por el poder. Un ejemplo más del clima político: mientras se publica el ensayo de Reyes, los marines norteamericanos que ocupan Veracruz interceptan un cargamento de armas que Huerta solicitó de Europa.
Parricidas que escriben a dos manos
Si la carta de Henríquez Hureña sirve de borrador al ensayo de “Nosotros”, también es justo admitir que la ponderación última de las ideas como impronta ideológica quedó en manos del polígrafo mexicano. El resultado es la escritura del ensayo no como desplazamiento ni emancipación de Reyes respecto de su maestro, sino como la colaboración intelectual que corresponde, en lo que toca a experiencia, a Hureña, y en el arrebato, al joven regiomontano.
En “Nosotros”, Reyes propone la tesis de Matthew Arnold, según la cual, crítica y poesía se suceden en un movimiento alternativo que señala el nacimiento de una como consecuencia de la otra. Así, el polígrafo traduce el vaivén señalado por el poeta inglés en la historia de la literatura mexicana: el modernismo de nuestras letras da lugar al nacimiento de la crítica que la evalúa. Reyes reconoce, entonces, que entre los poetas de su generación hay una marcada preocupación ética: “no es hoy el día del cuento maravilloso ni del poema excelso, no es el día de la invención, sino el de la crisis intelectual, el de la tormenta de los valores”.[9]
Hureña influyó en la apreciación anterior. En la carta que envía a Reyes, le habla de su llegada a México en 1906 y cómo coincidió con la reunión de los jóvenes intelectuales en torno a la Revista Moderna. El escritor dominicano menciona a Roberto Argüelles Bringas, Manuel de la Parra, Zárraga, Gómez Robelo, Luis Castillo y Abel Salazar.[10] Reyes deduce que de este corro de autores se puede proponer la estética del modernismo como referente de los nuevos artistas y escritores mexicanos. Incluso, más categórico, reconoce la Revista Moderna como heredera de la Revista Azul[11] para hacer hincapié en el origen de su estética: “Los poetas de la Revista Moderna tuvieron como cualidad común el don de la técnica: técnica audaz, innovadora: y, exceptuando a Urbina que ha perpetuado la tradición romántica, y a Díaz Mirón que vive en su torre, cierto aire familiar de diabolismo poético que causa una reciprocidad de influencias entre ellos y su dibujante Julio Ruelas”.[12]
Savia Moderna, fundada por Alfonso Cravioto, contribuye a la prolongación de la estética del modernismo pero al mismo tiempo trae consigo la preocupación ideológica, más perentoria, de los autores que reúne. Henríquez Hureña, secretario de redacción de Savia…, iniciaría a su grupo de escritores en la lectura de textos antipositivistas. De aquí, y de la conferencia de Justo Sierra contra la filosofía de Comte, nacería la filiación ideológica del Ateneo de la Juventud.
El dominicano observa respecto de Savia Moderna que “la mejor obra de la Juventud Mexicana no está en las letras sino en las ideas y en la pintura”,[13] y menciona a: Ramos Martínez, Ángel Zárraga, el Dr. Atl, Juan Téllez Toledo, Roberto Montenegro y Francisco Goitia. Como integrantes de la generación precursora consigna a Germán Gedovius, Mateo Herrera, Julio Ruelas y Leandro Izaguirre. Y por último, para clausurar la genealogía y sugerir las filas de la vanguardia, dice que de la revista se desprendió un grupo céntrico: Cravioto, López Argüelles, Parra, Gómez Robelo y él mismo.
En “Nosotros”, el joven Reyes traduce las preocupaciones de su mentor: mientras que para Hureña el soporte de la intelectualidad mexicana era la plástica, para el polígrafo mexicano esa observación contenía los indicios de una nueva pronunciación ideológica. Reyes apunta que la temprana muerte de Savia Moderna resultó benéfica en la medida en que no perpetuó más la influencia del modernismo en su generación. Admite también que el futuro interés de la revista sólo obedecerá a su reconocimiento como un síntoma más de la época en que le tocó vivir. La génesis de una ideología que combatía al positivismo desde las postrimerías de la estética de los modernistas es lo que corresponde a la memoria de Savia Moderna. No en vano el polígrafo ubica en esta revista el nacimiento de autores bajo “el signo de una nueva conciencia política”[14] y refiere tres hechos significativos que sustentan su afirmación: la celebración del aniversario luctuoso de Gabino Barreda, el educador liberal; la fundación de la Sociedad de Conferencias como el antecedente al Ateneo de la Juventud que después sería llamado Ateneo de México; y la fundación de la Universidad Popular.
La muerte de Savia Moderna marca una ruptura en la ideología y estética de la literatura mexicana: funda el mito que sustenta la batalla cifrada en el pronombre “nosotros” que da título al ensayo de Reyes; pronombre que da cuenta de las plumas que sostenían una constante pugna contra las consecuencias éticas y estéticas del positivismo.
Hureña reveló cómo se formó el grupo al que, tanto él como el polígrafo mexicano, se refieren al decir “nosotros”. A la muerte de Savia… sucedieron los intentos fallidos de un ciclo de conferencias concebidas por Acevedo y el dominicano. La cronología la expone Hureña después de que admite:[15] “aunque no llegaron a hacerse las conferencias, el estudio a que nos obligó la idea de prepararlas fue tan serio y las reuniones tan cortas (entonces en casa de Acevedo) fueron tan importantes, que aquí surgió el grupo céntrico”.[16] Después, en un tono que ya denota su desaprobación respecto de la figura de Barreda, explica que se intentó organizar otro ciclo: “Esta segunda serie [de conferencias] coincidió con otra algarada: la protesta sobre Barreda. Organizadores, Lozano, Caso y Acevedo. De la juventud tomamos parte Gómez Robelo, Teja Zabre, Valenti, Cravioto y yo. […] Por la noche, Caso, Rafael López, y el memorable discurso de don Justo. Presencia de don Porfirio. Música del Conservatorio”.[17]
La “protesta sobre Barreda”, el estudio de las conferencias sobre Grecia y las nuevas doctrinas filosóficas en contra del positivismo prefiguraron el Ateneo de la Juventud y al grupo de jóvenes reunidos bajo el pronombre de “Nosotros”.
Es innegable la influencia del grupo de Hureña y Reyes en el desarrollo de la vida intelectual de México. Sin embargo, su postura en contra del positivismo es un parricidio: la generación del regiomontano niega el sistema que le dio vida. De ahí que su proyecto intelectual sea en apariencia contradictorio: su crítica minaba su formación en el sistema que dio lugar a la estética modernista para dar cuenta de un nuevo proyecto ideológico cuyo método era la revisión crítica de su pasado y la nueva filiación estética que el polígrafo y sus contemporáneos esgrimían. Este grupo de jóvenes no obedecía a la intención de tabula rasa propia de las vanguardias europeas, sino a un eco trágico: la escritura de “Nosotros” está animada por el aliento de Edipo; Alfonso Reyes es personaje y ejecutor en la historia intelectual de la primera década del siglo xx mexicano.
Blasones contra el positivismo
Jesús E. Valenzuela, fundador y director de la Revista Moderna, recupera la historia de la estética y filiación positivista en México. En 1898, el escritor duranguense publica dos cartas: una réplica al escritor Victoriano Salado Álvarez que se empeña en criticar la estética de los jóvenes reunidos en la Revista Moderna, y la otra, un comentario a la estética de los contemporáneos de José Juan Tablada dirigida al poeta.
En la primera carta, Valenzuela hace gala de su erudición histórica y literaria para dejarle claro a Salado Álvarez que el contexto político estimuló los intereses filosóficos de los autores que publican en su revista: “Después del derrumbe de 1867, inaugurada la escuela de Don Gabino [Barreda], la crisis intelectual nos llevó por una senda de investigación insaciable. Ya no había Dios en la escuela. Había ciencia, reforma, libertad y viva la República”.[18]
En la carta dirigida a José Juan Tablada, el duranguense expone las influencias literarias y filosóficas de los escritores de la Revista Moderna:
La difusión de las ideas positivistas hecha más tarde por los discípulos de Barreda, la lectura de materialistas, pesimistas (Büchner, Schopenhauer), y otros, y la de los poetas franceses Baudelaire, Mallarmé, Verlaine, en una atmósfera saturada no sólo por la duda y el desencanto, sino por el desprestigio de nuestras inocentes creencias seculares entre el pueblo mismo, fijaron definitivamente la dirección de la poética.[19]
Tanto el año de 1867, como la educación filosófica y los poetas que consigna Valenzuela, dejan ver que la generación de Reyes se formó con los presupuestos del positivismo y, quizá en un deliberado gesto irónico, se dio a la tarea de criticarlos. La lucidez de sus conclusiones radica en que están cifradas en la estética que proclaman como diferente a la de sus antecesores. Por esto, en “Nosotros” el polígrafo mexicano diseñó la nueva brújula de influencias literarias de sus contemporáneos.
Reyes cita en su ensayo al crítico norteamericano Charles Leonard Moore para refutar la teoría de éste sobre la ascendencia de autores franceses en los jóvenes autores mexicanos de 1914. El polígrafo niega entonces la influencia de una estética importada desde Europa cuya aceptación equivale a legitimar una educación literaria derivada de una ideología cientificista; así, declara que es más pertinente señalar a Edgar Allan Poe y Henry James como modelos de su generación. Incluso menciona que Martín Luis Guzmán prepara un libro en el que se percibe el aliento de Edith Warthon.
Sin embargo, lo anterior no evita que Reyes reconozca, en la tradición literaria, a Manuel Gutiérrez Nájera, el más afrancesado de los poetas, como punto de referencia: afirma que con él nace la verdadera literatura mexicana. Con este argumento considera que el positivismo había terminado con la formación íntegra de los poetas y autores versados en la letradura: el compendio de conocimientos técnicos que bajo la forma del modernismo volvió a propagarse entre los escritores de nuestro país. Para Reyes, la estética que practicó Gutiérrez Nájera, como consecuencia de la formación en la filosofía de Comte, sólo convino para formalizar el estudio de la retórica entre los autores cultos.
Existe un antecedente a las palabras del polígrafo mexicano. En El Imparcial del 22 de julio de 1906, José Juan Tablada publica “El 14 de Julio. Ayer y hoy. Fin de una gran tragedia” y, al igual que Reyes, manifiesta su rechazo hacia Francia como influencia de la cultura mexicana contemporánea. Tablada contrasta la época de Gutiérrez Nájera, cuando la estética predominante era la francesa, con la de su tiempo que, poco a poco, se inicia en el aprendizaje de su vecino del norte como paradigma cultural: la presencia de Estados Unidos ya no sólo se limita al intercambio comercial con la Ciudad de México, sino que también se convierte en referencia para la estética que practican los escritores jóvenes, justo como antaño habían creído en el París decadentista. Tablada es certero: “Francia se va de entre nosotros, se aleja inexorable y melancólica como una música, como una juventud […] Francia fue el amor de la juventud de la Patria”.[20]
Con su ensayo, Tablada renuncia a la influencia francesa y esgrime la cultura norteamericana, la de la industrialización, como su ascendiente. Aunque en vez de negar por implicación la filosofía positivista, remarca su punto álgido en México al reconocer los valores del Trabajo y el Progreso como los siguientes pasos en nuestra evolución histórica.
Justo Sierra y Antonio Caso fueron las figuras claves para marcar el inicio de la crítica del positivismo en México. Las preocupaciones filosóficas del Maestro de América lo obligaron a revisar las fallas de la filosofía de Comte y ubicar a Gabino Barreda como el responsable de importarlas a nuestro país. Asimismo, el ciclo de conferencias de Caso en la Universidad hizo que la generación de Reyes lo reconociera como un adalid en sintonía con la crítica de Sierra: la clausura de una filosofía cuyos beneficios eran aprovechados por la clase gobernante y no por los programas de estudio que la tradujeron de manera viciosa.
En 1908, el Maestro de América dio una conferencia en la que señaló la caducidad de la educación positivista en México. Su condición de intelectual cosmopolita lo llevaba a estar al pendiente de las fallas que los europeos señalaban al utilitarismo. Sierra, así, suscribió la crisis de Occidente cuando señaló que los principios científicos, antes considerados ingenuamente como definitivos, eran abiertos. De su conferencia, Samuel Ramos rescata las palabras: “¿No basta esta especie de temblor de tierra bajo las grandes teorías científicas para hacer comprender que la bandera de la ciencia no es una enseña de la paz?”.[21]
Un año después, en 1909, Antonio Caso conjuró el nombre de Gabino Barreda durante las conferencias que dio en la Universidad. Caso, al igual que Sierra, señaló al pedagogo liberal como el responsable de la implementación de la filosofía positivista en México. El primer paso de Barreda fue la instauración de la Preparatoria como una forma abreviada del conocimiento que se adquiría en la Universidad; el segundo, eliminar las materias de arte y filosofía en función de un programa de estudios que privilegiaba el utilitarismo. Sin embargo, Barreda no tenía malas intenciones. La interpretación del positivismo bajo un régimen político abolió los pilares de una educación humanista. La filosofía que importó el pedagogo sólo resultó dañina cuando el gobierno de Porfirio Díaz la implementó a los planes de estudio de manera equívoca hasta convertirla en un “sensualismo grosero”.[22] El resultado es que “torciendo los principios positivistas se dedujo una moral social y política que enmascaraba miras egoístas”.[23] Samuel Ramos denuncia los intereses de la política dominante que, supuestamente, privilegiaba lo “científico”.
Durante el mismo año de las conferencias de Caso, Henríquez Hureña se encarga de enmendar en la Revista Moderna de México lo que considera una falta de rigor crítico. Así, en su ensayo “Conferencias sobre el positivismo”[24] expuso a fondo las fallas del modelo barrediano de educación que Antonio Caso no señaló con suficiente detenimiento.
Puede decirse que el propósito de Barreda fue secularizar la educación en México y legitimar el conocimiento dotándolo de un carácter metafísico, trascendental: creyó en la ciencia como único eje para la consolidación del Estado que la Reforma se planteó. No obstante, a la luz de la crítica de Sierra y las ideas de Caso, la generación de Reyes cuestionó el legado de Comte y Spencer, y consideró que sus enseñanzas debían de dejarse atrás en pos del intuicionismo de Bergson. Aunque más que afiliarse a la doctrina de éste, lo mencionan como el contrapunto al utilitarismo privilegiado por la ideología dominante. Esto es una suscripción al método que Antonio Caso utilizó para mermar la autoridad del positivismo en sus conferencias: lo que hacía el filósofo era exhibir las ideas antagónicas al positivismo para descentrar y cuestionar su hegemonía en los últimos 40 años de la historia de México. Por esto, su revisión derivaba en el aparente impasse de una insistencia sobre “el arte, el heroísmo, la caridad”.[25]
Lo anterior hace pensar en el tono del ensayo “Nosotros” como eco de los valores preconizados por Antonio Caso para criticar la filosofía positivista. Su método no resta rigor al trabajo de Caso como crítico, ni convierte a la generación del polígrafo mexicano en acólitos disfrazados de jóvenes intelectuales, sino en un grupo que reaccionaba a la altura de sus circunstancias según las lecciones de un maestro tan lúcido como lo requería la primera década del siglo xx. La mejor manera de reaccionar contra la influencia del método científico en las humanidades es, en principio y aunque suene obvio, enumerando sus fallas; la propuesta de un nuevo y acabado sistema de valores es un trabajo aparte.
Reyes y su generación utilizaron postulados y figuras que nacieron en el positivismo para consumar la lucha contra una filosofía que terminó, como toda práctica demagógica que se esconde bajo la careta de la democracia, al servicio del Estado. Por eso se menciona a Manuel Gutiérrez Nájera como epítome de la educación en la estética de los modernistas; por eso aparece el epígrafe de Gabriele D’Annunzio (Ai posteri, l’ardua sentenza, que se puede traducir como “la posteridad juzgará”) que revela la intención del carácter profético de “Nosotros”; por eso se apela a Bergson y Boutroux como meras antípodas de la filosofía que denostaban.
La generación del polígrafo mexicano reconoció en el modernismo un enemigo, tanto por sus convenciones poéticas como por la ética que implicaba repetirlas: durante la segunda década del siglo xx, afianzar la tradición literaria de nuestro país en el prolongado aullido modernista equivalía a ignorar el caso Dreyfus y no suscribir la duda frente a las verdades caducas del positivismo.
El ensayo “Nosotros” significó una pausa para volver la mirada sobre la historia literaria y política en nuestro país. Las palabras de Reyes contribuyeron a que el cruce de generaciones reunido en la revista homónima se acendrara como la impronta de un grupo de escritores contra la época que los precedió y la que les tocó vivir. Estos jóvenes se convirtieron en una auténtica falange cuyo radio de combate intentó rebasar las páginas de la revista donde publicaban. Ellos fueron probablemente los primeros que atacaron la política disfrazada de ética que dirigió la segunda mitad del siglo xix mexicano, antes de que la inercia de la leva arrasara con todo.
La visión de los dos años de vida de Nosotros es pesimista. Las posibilidades de que existiera más allá de 1914 involucraban las condiciones de la guerra y el exilio de dos de sus más grandes colaboradores. Durante la época posterior a la revista, Henríquez Hureña y Reyes continuaron su vida en el extranjero. Sólo el segundo volvería a México y publicaría, en 1941, “Pasado inmediato”,[26] texto que recoge algunas líneas de “Nosotros” y las pondera con lo sucedido durante los últimos 27 años de vida intelectual y política de nuestro país.
Lo anterior da cuenta de que el joven polígrafo, para 1914, tenía una visión que demostraba que en México la labor crítica era necesaria para dialogar con la historia. La escritura de “Pasado inmediato” tiene, entonces, como trasunto la revista que dio voz a los jóvenes intelectuales que buscaban la emancipación del utilitarismo traducido porfirianamente en modelo educativo. La búsqueda de los rebeldes está documentada en “Nosotros” como los avances de una secreta fila de autores en el México inmerso en la Revolución.
Hombres como Alfonso Reyes o Pedro Henríquez Hureña tenían claro que el proyecto ideológico de sus contemporáneos tenía una necesidad de cambio que, desde el exilio o desde la patria, debía ser impulsada. Por tal razón “Nosotros” es la mirada exterior e interior de la historia de México, un documento que otorga voz a una élite porque creyó en ella: una apuesta temprana a los nombres que se convertirían, años más tarde, en referentes del desarrollo intelectual de nuestro país.
No había vuelta de hoja para la generación reunida en Nosotros. La vuelta ya había sido dada desde 1898 con el caso Dreyfus. Faltaba alguien que la señalara. Faltaba el temple y la paciencia para escribir un ensayo que ofreciera el arrebato juvenil y su transición hacia la edad adulta. La madurez de una generación que tenía que despedirse del México porfirista como parte de un ritual que clausurara su adolescencia. La vitalidad de las letras mexicanas tenía que demostrarse en un desplante y, al mismo tiempo, ser calculada como la distancia que existe entre el cañón del máuser y el enemigo; calculada como las palabras que se eligen para un texto. La literatura entonces; el ensayo; el ejercicio de la crítica; el exilio; la Revolución; la palabra como única metafísica capaz de, paradójicamente, ser trascendida por ella misma. “Nosotros”.
Arenas Monreal, Rogelio, Alfonso Reyes y los hados de febrero, Mexicali, Universidad Autónoma de Baja California, 2004.
De Anhalt, Nedda G., ¿Por qué Dreyfus? El ensayo de un crimen, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2003.
Escalante Gonzalbo, Pablo, Bernardo García Martínez, et.al., Nueva historia mínima de México ilustrada, México, Colegio de México, 2008.
Henríquez Hureña, Pedro, “13. De Pedro Henríquez Hureña. México 29 de octubre del 2013” en Alfonso Reyes. Cartas mexicanas, 1905-1959, México, El Colegio de México, 2009, p. 63.
Martínez, José Luis, “Presentación”, en Savia Moderna/ Nosotros, ed. facs., México, Fondo de Cultura Económica (Revistas Literarias Mexicanas Modernas), 1980.
Patou, Paulette, Francia en Alfonso Reyes, México, Universidad Autónoma de Nuevo León, 1985.
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Revista Moderna. Arte y Ciencia, ed. facs., noticia de Fernando Curiel, Julio Torri (pról.), Héctor Valdés (estudio introductorio), México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1987.
Ulises/ Escala, ed. facs., México, Fondo de Cultura Económica (Revistas Literarias Mexicanas Modernas), 1980.
Colección de la Revista Moderna en la Hemeroteca Nacional Digital de México, (consultado el 28 de febrero de 2019).
Nosotros –homónima de una revista argentina– aglutinó a muchos de los colaboradores de Savia Moderna y Revista Moderna. Reflejaba un cruce de generaciones. Los escritores que habían pertenecido al Ateneo de la Juventud (Antonio Caso, Alfonso Reyes, Julio Torri, Martín Luis Guzmán, Ricardo Gómez Robelo, Enrique González Martínez, Rafael López, Manuel de la Parra, Roberto Argüelles Bringas, Carlos González Peña), los modernistas de la segunda etapa (Amado Nervo, Rubén M. Campos, María Enriqueta [Camarillo y Roa de Pereira], José Juan Tablada), la generación de los encargados de Nosotros (Francisco González Guerrero, Gregorio López y Fuentes, Rodrigo Torres Hernández) y la que se desprendería de la labor educativa del dominicano Pedro Henríquez Ureña (Manuel Toussaint, Antonio Castro Leal, Basilio Vadillo, Juan Chargoy Gómez, Conrado Abundes, Froylan González, Antonio Vázquez del Mercado). Dentro de un contexto de lucha revolucionaria, Francisco González Guerrero tomó la iniciativa de crear la publicación con un objetivo educativo y literario.
Inicialmente, Nosotros constaba principalmente de material pedagógico: la mayoría de sus colaboradores eran maestros y estudiantes normalistas. Con el paso del tiempo, el objetivo del comienzo fue cediendo su lugar a material eminentemente literario. Su principal patrocinador fue Joaquín [Demetrio] Casasús. Los trabajos entregados debían ser inéditos y se seleccionaba el material muy cuidadosamente. En las primeras páginas de cada número se publicaban textos de poetas consagrados, además de sonetos del grupo organizador de la revista, ensayos y transcripciones de conferencias, entre otras cosas. La publicación no estaba dividida en secciones y su tono era sobrio y culto, aunque no deja de tener un toque de sentimentalismo juvenil. La influencia del grupo del Ateneo de la Juventud deja huella en los textos. Se publicaron, además, los libros de poesía de dos de los redactores de la revistas: La siringa de cristal, de Gregorio López y Fuentes, y Por la senda sonora, de Rodrigo Torres Hernández.
Impresa primero en los talleres del Colegio Salesiano de Santa Julia, en Tacuba, los últimos números se formaron en la imprenta de la Secretaría de Comunicaciones, gracias a la intervención de Rafael López, en ese entonces secretario particular del titular de esa dependencia y protector de la revista. El número 10 fue el último y quedó inconcluso. La mayoría de los colaboradores se mantenían aislados por la situación inestable del gobierno y esto provocó el cierre de la revista. A pesar del contexto poco favorecedor en que surgió.
Nosotros fue conocida y estimulada en el exterior y se mantuvo en contacto con escritores de otros países de América Latina.
MIEMBROS INTEGRANTES
Blanco Moheno, Roberto Colaborador
Camarillo y Roa de Pereyra, María Enriqueta Colaboradora
García Flores, Margarita Colaboradora
Gómez Robleda, José Colaborador
González Guerrero, Francisco Con sus compañeros Gregorio López y Fuentes y Rodrigo Torres Hernández, fundó la revista
López Velarde, Ramón Colaborador
López y Fuentes, Gregorio Colaborador
Ortega, Carlos M. Publicó su visión del teatro en México a principios del siglo XX
Palomares, Justino N. Colaborador
Pérez Moreno, José Formó parte del grupo de escritores y periodistas
Ramírez Cabañas, Joaquín Colaborador
Revueltas, José Varios textos suyos han sido publicados de manera póstuma
Reyes, Alfonso Colaborador
Torri, Julio Colaborador