1995 / 06 sep 2018 15:28
La vida intelectual de Antonio Caso se consagró a la filosofía en su extensa obra escrita y en la enseñanza de varias generaciones que lo reconocieron como el maestro por antonomasia. Dentro del grupo del Ateneo de la Juventud, fue el guía filosófico, como Pedro Henríquez Ureña lo era en las letras. Entre las escenas más nobles en la historia de nuestra cultura cuentan aquellas nocturnas lecturas colectivas de los diálogos platónicos que, por 1910, hacía el grupo en casa del maestro Caso, mientras que en el país comenzaba a arder la Revolución. Desde entonces, en que escribía su ensayo sobre La filosofía moral de don Eugenio M. de Hostos y pronunciaba las conferencias que liquidaron la vigencia del positivismo, doctrina oficial del porfiriato, y descubrían para los nuevos pensadores el mundo del espiritualismo, hasta su último libro y su última cátedra, Caso fue el suscitador constante de inquietudes filosóficas, el expositor y divulgador de elocuencia legendaria y, sobre todo, el maestro de las lecciones esenciales de moral intelectual y de conciencia nacional.
Dentro del campo filosófico, su aportación más importante fue su doctrina espiritualista que él resumía en la idea de La existencia como economía, como desinterés y como caridad (1919, 1943), título de uno de sus libros. La divulgación que hizo de La filosofía de Husserl (1943) contribuyó a la formación de las nuevas generaciones. Y en otros campos son valiosas sus reflexiones sociológicas sobre problemas de la cultura mexicana (El problema de México y la ideología nacional, 1924; La persona humana y el Estado totalitario, 1941; México, apuntamientos de cultura patria, 1943); y dos de sus obras más difundidas que fueron textos escolares: Principios de estética (1925) y Sociología genética y sistemática (1927). En fin, tienen gallarda belleza sus ensayos sobre cuestiones de arte y letras (“Beethoven: la Sinfonía ix”, en Dramma per musica, 1924 (Obras Completas, t. v); “Los cuatro poetas modernos”, en Nuevos discursos..., 1934 (Obras Completas, t. ix), y Comento breve de la “Oda a la música” de fray Luis de León, 1921, por ejemplo).
Para combatir las hegemonías dogmáticas, en la enseñanza universitaria de ciertas modas filosóficas, como el positivismo, el marxismo, el neotomismo y el neokantismo y ciertas confusiones históricas, Antonio Caso sostuvo once polémicas que fueron muy sonadas y leídas (en el diario El Universal, principalmente). Juan Hernández Luna, prologuista del tomo que las reúne, las refiere como sigue:
En la primera de ellas, la que entabló con el ingeniero Agustín Aragón (1911), trató de encontrar la verdad acerca del derecho que asistía a la Universidad Nacional de México a nacer y a existir en la cultura patria; en la segunda, también con el ingeniero Aragón (1920), buscó la verdad sobre la naturaleza científica y filosófica de la historia; al polemizar con el ingeniero Francisco Bulnes (1922), indagó la verdad referente al porvenir cultural, económico y político de los pueblos de América Latina; en la que sostuvo con el poeta Manuel Puga y Acal (1923), quiso hallar el verdadero sentido histórico del imperio de Maximiliano; en su disputa con el filósofo Samuel Ramos (1927), desentrañó la verdad de su campaña antipositivista y la significación de su magisterio filosófico; en las controversias con el licenciado Vicente Lombardo Toledano y el economista Francisco Zamora (1935), dilucidó la verdad relativa a la libertad de cátedra, a la orientación ideológica de la universidad y al valor de las tesis metafísica, gnoseológica, psicológica, histórica y económica del marxismo; en la polémica con el licenciado Eduardo Pallares (1935), esclareció la verdad sobre la espacialidad o no espacialidad de los fenómenos de la conciencia: en la polémica con el poeta y escritor Alfonso Junco (1936), se propuso dilucidar la verdad acerca de las “pruebas” tomistas de la existencia de Dios y de las antítesis razón y fe, libertad y dogma, homo sapiens y homo credulus, fe ortodoxa y fe heterodoxa; y en el debate con el licenciado Guillermo Héctor Rodríguez (1937), buscó la verdad sobre el valor de la metafísica, de la intuición, del método de la reflexión trascendental y del panlogismo de la Escuela de Marburgo.[1]
Al lado de su obra de pensador, Antonio Caso escribió también versos; Canto a Juárez (1905), Crisopeya (1931), El políptico de los días del mar (1935), y el poema inédito “La ciudad de Dios”, compuesto en cinco sonetos. La edición de estos Poemas, en el tomo xii de las Obras completas, lleva prólogo de Rubén Bonifaz Nuño.
Las Obras completas del maestro Caso fueron coleccionadas en doce volúmenes por la unam, 1971-1984. Rosa Krauze de Kolteniuk, auxiliada por Carlos Valdés fueron los compiladores, y los prologuistas Juan Hernández Luna, Antonio Gómez Robledo, José Gaos, Fernando Salmerón, Justino Fernández, Francisco Larroyo, Luis Villoro, Eduardo García Máynez, Mario de la Cueva, Leopoldo Zea, Margarita Vera, Luis Recaséns Siches y Rubén Bonifaz Nuño.
Entre los libros de homenaje dedicados al maestro Caso pueden mencionarse: Centro de Estudios Filosóficos, Homenaje a Antonio Caso, México, Stylo, 1947; el número de homenaje de la revista Luminar, de Pedro Gringoire, 1946, y el Homenaje de El Colegio Nacional al maestro Antonio Caso, México, 1946.
09 dic 1988 / 01 ago 2018 11:39
Sus estudios profesionales los llevó a cabo en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, donde obtuvo su título de abogado en 1908, aunque su verdadera vocación y a lo que consagró toda su obra fue la filosofía; en su juventud formó parte activa de las reuniones que dieron origen: en 1906, a la revista Savia Moderna, junto con Pedro y Max Henríquez Ureña, Alfonso Cravioto, Jesús T. Acevedo, Ricardo Gómez Robelo, Roberto Argüelles Bringas, Rafael López, Manuel de la Parra, Alfonso Reyes y José Vasconcelos, y en 1909, al Ateneo de la Juventud, cuya labor cultural se propuso combatir la corriente positivista imperante y difundir la cultura y la filosofía clásicas, así como la metafísica; fue el primer secretario del Ateneo, en el que dictó sus conocidas conferencias contra la filosofía positivista e inició sus labores docentes con la cátedra de Sociología, en la Escuela Nacional de Jurisprudencia. En 1907 fue designado profesor de conferencias ilustradas sobre geografía e historia en la Escuela de Artes y Oficios para hombres y director de la Escuela Nocturna Especial así como el primer profesor de filosofía de la recién creada Escuela de Altos Estudios, de la que fue director en varias ocasiones. La lucha que los ateneístas libraron, por un lado, contra los positivistas que se oponían a la fundación de una institución como la Universidad y, por otro, contra los maderistas que los acusaban de elitismo, los llevó a fundar la Universidad Popular, en 1912, con el fin de fomentar la cultura en el proletariado, en ésta Caso dictó sus célebres conferencias sobre cristianismo, que serían definitorias de su obra capital: La existencia como economía, como desinterés y como caridad (1919); por otra parte, la Escuela Nacional Preparatoria, de la que el propio Caso fue director, en 1915, adoptó un plan de estudios con las humanidades como materias obligatorias, en 1914. Fue designado miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, en 1921, y rector de la Universidad Nacional (1921-1923); en 1921 es enviado como embajador especial al primer centenario de la Independencia del Perú, así como a Chile, Argentina, Uruguay y Brasil, en donde sustentó brillantes conferencias. Conocido también como gran polemista, disputó con Aragón, Francisco Bulnes, Manuel Puga y Acal, Samuel Ramos y con Lombardo Toledano, entre otros; en 1933 entabló otra batalla, tanto filosófica como política, la de la autonomía universitaria y de la libertad de cátedra. Maestro por excelencia, expositor brillante y gran orador (tiene entre sus obras una selección de sus discursos más representativos), suscitador constante de inquietudes filosóficas, tuvo entre sus discípulos a Manuel Gómez Morín, Vicente Lombardo Toledano, Antonio Castro Leal, Alfonso Caso y Eduardo García Máynez, entre muchos otros. Fue director Honorario de la Facultad de Filosofía y Letras; socio del Instituto Internacional de Sociología de París y miembro honorario de la Academia de la Historia de Buenos Aires, del Ateneo de Santiago de Chile, de la Sociedad de Geografía de Lima, de la Sociedad Nacional de Abogados de México y de la Sociedad de Geografía y Estadística de México; también fue miembro de la Academia Hispano-Americana de Cádiz; miembro correspondiente de las Academias de Historia de Colombia, de Letras de la Habana y de la Sociedad de Geografía e Historia de Costa Rica, así como socio fundador de la Academia Mexicana de Jurisprudencia y Legislación; presidente del Conservatorio Nacional de Música y Declamación; presidente del Consejo de la Universidad Femenina de México y miembro fundador de El Colegio Nacional, donde se desempeñó como conferencista en sus últimos años. Fue colaborador de las principales revistas de su época, como México Moderno, Pegaso, Savia Moderna, Gladios, Biblos, El Universal Ilustrado y Revista de Revistas. Fue nombrado Profesor Emérito de la Universidad Nacional Autónoma de México, pocos días antes de su muerte. Sus restos descansan en la Rotonda de las Personas Ilustres.
Antonio Caso Andrade, ensayista, se abocó a la filosofía, historia y sociología, ésta última incipiente en ese entonces; ideólogo de una renovación de la educación, orador, polemista avezado y autor de dos libros de poesía, aunque se interesó también por el estudio de la música y de los grandes poetas, de los que consideraba solamente a cuatro “grandes”: Dante, Cervantes, Shakespeare y Goethe. Como poeta no ocultó su admiración juvenil por Juárez, a quien dedicó su “Canto a Juárez”; su poemario, Crisopeya, de temática miscelánea, con énfasis en una actitud vitalista por la naturaleza, como el árbol, los insectos, las aves, los gatos, a los que el autor poetiza a través de sonetos, cuyo principal recurso es la metáfora de origen gongorino; otros poemas que incluye en este libro, están dedicados a la cultura china, al cristianismo (que también retoma en el poema inédito “La ciudad de Dios”, formada por cinco sonetos) y a los poetas admirados por el autor. En El políptico de los días del mar, de formas poéticas variables, tiene como figuras protagónicas a los elementos marinos, entre ellos, los navegantes clásicos como Simbad, al que recrea oníricamente; las walkyrias, la tempestad, el mar sereno. En su obra filosófica, cuyo intelectualismo coincide con el de Pedro Henríquez Ureña y José Vasconcelos, ya que rechazaban el fetichismo por la ciencia y la negación de la metafísica y la cultura clásica, reencuentra en el intuicionismo de Henri Bergson la piedra de toque contra la filosofía de Comte, imperante en la cultura mexicana del porfiriato. Su pensamiento filosófico queda definido en su libro La existencia como economía, como desinterés y como caridad, escrito al terminar la Primera Guerra Mundial, en este libro, el autor equilibra el idealismo con la razón auténtica y traza claramente su humanismo militante y cristiano de la existencia concebida como caridad, así como su pragmatismo; una de sus frases reiteradas: “Iguala con la vida el pensamiento” sintetiza su prédica de la acción por encima de la contemplación especulativa; ideas que maneja en distintos libros que implanta en una de sus más caras disciplinas: la filosofía de la educación, la cual es dirigida hacia las “masas” y para las “masas”. Ajeno a cualquier partido, Caso ponderó el amor al saber sobre el saber mismo, que en ese momento se encontraba anquilosado y dogmático; su sentido de la libertad fue personalista y acorde con lo que se llamó su “heroísmo y liberalismo filosófico”. En La persona humana y el estado totalitario y en El peligro del hombre, escritos durante la Segunda Guerra Mundial, el filósofo piensa, como Schiller, que nada supera ontológica ni axiológicamente al hombre; el fin de la naturaleza es el individuo y la cultura que éste produce. En este periodo de entreguerras se manifestó contra el totalitarismo y urgió a desentrañar la situación geográfica, política y artística de nuestro país: “los moldes mismos de nuestras leyes; la forma de nuestra convivencia; el ideal de nuestra actividad”. Dejó inédito su ensayo “La muerte y el ser”, en el que reafirmaba la posibilidad de la inmortalidad, que ya había concebido, desde 1919.
Instituciones, distinciones o publicaciones
El Colegio Nacional (COLNAL)
Pegaso. Revista Ilustrada
Savia Moderna. Revista mensual de arte
Academia Mexicana de la Lengua
Facultad de Filosofía y Letras FFyL (UNAM)
México Moderno. Revista de Letras y Artes
Gladios
Biblos. Boletín semanal de información bibliográfica publicado por la Biblioteca Nacional (1919-1922; 1925-1926)
El Universal Ilustrado. Suplementos culturales.
Revista de Revistas
Universidad Nacional Autónoma de México UNAM
Universidad Nacional Autónoma de México UNAM
Universidad Nacional Autónoma de México UNAM