1995 / 27 jul 2017 18:43
Nació en Frontera, Tabasco, y murió en Nueva York. Abogado, traductor, poeta y economista. Embajador dos veces en Estados Unidos de América. Formó parte de los liceos Hidalgo y Altamirano. Miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.
1903 / 28 nov 2017 08:08
He aquí una de esas almas múltiples, raras por su facultad de acción, más raras aún por la tenacidad con que la ejercen, y altamente estimables por la diáfana sinceridad de sus ideales y por la tranquila convicción con que los persiguen.
Almas múltiples, y sin embargo, de una sola pieza, múltiples y unas como el diamante.
Joaquín D. Casasús me recuerda, cuando con él hablo, aquel verso de Verlaine:
Ce qu’ il a dit, il le fallait.
Muy joven aún, buscó una fórmula de vida política, una fórmula de vida social y una fórmula de vida literaria: las encontró, halló que eran buenas, por buenas las amó y desde entonces, sin una vacilación, sin un desaliento, ajustó a ellas sus actos.
Todo el mundo le conoce como economista, como sociólogo, como hombre, como hombre sobre todo, como tipo de noble humanidad, noble de tal suerte que merecería aquella sencilla frase del presidente Lincoln, cuando, de codos en una de las ventanas de la Casa Blanca, viendo pasar a Walt Whitman, el inmenso poeta, dijo a uno de sus acompañantes:
He looks like a man…
Pero quizá no todos le conozcan como literato, porque nunca será un literato popular. Piensa demasiado para serlo y huelga decir que la Revista consagra esta máscara al literato, al traductor fidelísimo y sabio de Evangelina, “the sad and great poem of the sad and great old man”, al divulgador elegante de Catulo, de Virgilio, de Horacio y de Tibulo, al poeta de cristalino numen, cuya musa jamás ha abandonado las riberas del Egeo, ni ha querido aspirar otras flores que las que esmaltaron las villaslatinas en los días de oro del buen Augusto.
Balbino Dávalos, mi docto amigo, ha definido y analizado una de las mejores porciones de la obra de Casasús en su eruditísimo y amplio juicio sobre las traducciones de Horacio, trabajadas notablemente por el poeta. A esas páginas envío a los lectores de la Revista, cuya curiosidad artística anhele inquirir algo de la obra de Casasús. Estas líneas refiriéndose sólo al literato, no pretenden ser más que una marginalia para su máscara, y una como presentación del hombre que tiene todos los derechos para ocupar un sitio de honor en la nueva galería de la Revista.
- Efraín M. Lozano