La vida es sueño nos ayuda a entender el cuadro de las realidades ideales; nos permite ver no sólo una problemática trascendente, sino una de las cumbres de belleza retórica del teatro universal.
En tanto, El alcalde de Zalamea nos permite trazar un cuadro de las realidades sociales de la época del autor.
Calderón de la Barca supo crear figuras incomparables, llenas de realidad y de vida, y hacer dialogar a sus protagonistas con sencillez y verdad. En esta obra puede decirse que hay un despilfarro de caracteres; lo son todos los que en acción intevienen, no sólo los personajes capitalísimos en la acción, sino los que sólo por incidencia se mueven en ella.
La historia de esta obra tiene un alcance educativo. Este relato participa en la noción de dos existencias, una real y otra figurada. La vida es una "representación" escénica, que terminará en el despertar de la muerte. En el momento de este despertar seremos juzgados.