La trama de las novelas de Jane Austen es sencilla, narrada con un estilo que posee múltiples virtudes: agudo poder de observación, sentido extraordinariamente vivo del diálogo y una calidez de sentimientos que hace placentera la crítica de las costumbres.
Su estilo es uno de los más elaboradamente trabajados. En su prosa no encontramos una frase que pueda considerarse confusa. Sin embargo -y ahí se esconde la sutileza de su talento-, su facultad narrativa es un arte de la evasión, de la ambigüedad; logra que sea el lector quien recree lo que apenas está esbozando. Mediante una fina ironía y sabio manejo del humor, hace una reflexión profunda de la existencia y pone en duda principios básicos de la conducta humana. La ironía es el instrumento con que disecciona la realidad, a través de sus paradojas, contradicciones y anomalías.
El mundo de esta escritora es esencialmente femenino: la mujer es el centro, y la autonomía de pensamiento es uno de los rasgos sobresalientes de las protagonistas.
Una novela deliciosa que ha deleitado a generaciones y generaciones, con personajes atractivos, moralistas, sarcásticos, agradables y desagradables: una auténtica comedia humana. Escribe el crítico Ollé-Laprune: “Gracias a la capacidad de Jane Austen para asir los aspectos más discordantes de una situación, a la malicia con que hace uso de ellos y a un sentido de la moral profundamente inscrito en sus páginas, la autora nos entrega novelas que se colocan en el primer rango entre la vasta producción de su tiempo”.