Manuel Payno (1810-1894) escribió esta novela durante su segunda estancia en Europa, principalmente en España, de mediados de 1888 a julio de 1891. Por esa época revisaba y corregía El fistol del diablo, que había aparecido en México en 1815-16 y cuya tercera edición se publicó en Barcelona, casi simultáneamente con la primera de Los bandidos de Río Frío. Payno parece haber escrito esta narración a instancias del editor español Juan de la Fuente Parres, amigo suyo, quien, según nos informa el autor, fue quien sugirió el título de ella. Estas novelas se vendían en México por entregas, a una cuartilla de real, es decir, a tres centavos cada una.
Y la novela que tiene el lector en sus manos debe de haber sido escrita también por entregas; es seguro que Payno, conforme escribía cada capítulo, lo enviaba al editor en Barcelona. De manera que, al principio, como sucede con toda novela de folletín, el autor no ha de haber tenido más que una idea general del asunto y una concepción muy vaga de su plan y desarrollo.
La gran novela por entregas del siglo XIX mexicano está aquí: la historia de amor de Mariana y Juan —desde su juventud, el nacimiento de su hijo, su larga y sufrida separación, hasta el reencuentro final con su hijo, hecho ya un hombre, quien sufrió toda clase de desgracias— se entrelaza con la vida, venturas y desventuras de unos maleantes, dirigidos por un ostentoso político de la capital del país, que tienen como primer escenario la región de Río Frío, en el camino hacia Puebla y Veracruz, y después la propia Ciudad de México. Escrita y publicada inicialmente por entregas semanales —un maduro Manuel Payno la comienza a orillas del mar Cantábrico y la culmina en la costa de Normandía—, Los bandidos de Río Frío es por excelencia el gran cuadro de costumbres del siglo XlX en nuestro país, y una mezcla, por lo demás lograda, entre las situaciones reales que inspiraron la historia y la recreación literaria del autor. En su magnitud, fortalecida acaso por la redacción periódica de sus partes, Manuel Payno consigue mantener al lector de hoy, como lo habrá hecho con el del siglo XlX con interés e inquietud constantes ante cada página que está por leer.