Es la historia de la degradación y la riqueza la que narra El polvo y el oro: la fantasía y la verdad, la quimera y el sueño real. Y el desbordamiento de intenciones y las entregas y quizá la postulación de soluciones a problemas vigentes. A partir de la historia de una familia, Julio Travieso logra hilvanar casi dos siglos de la historia en Cuba. Parte de una caracterización típica para mostrar al arribista español que llega a las Indias, emprendedor y recio, pero sortea hábilmente los peligros del maniqueísmo y dota a sus diversos personajes e historias de vida interior propia que le otorgan absoluta credibilidad a la Cuba de 1810 y a la de 1960, planos temporales en los que se mueve la narración.
Escrita con acierto en todo sentido, estructurada a partir de dos cuerpos o bloques narrativos que se van alternando e imbricando hasta lograr un apretado y jugoso haz, esta novela sitúa a su autor en la vanguardia literaria latinoamericana.
Julio Travieso se dio a conocer tempranamente, a finales de los años sesenta, con una novela experimental e inteligente, Para matar el lobo, basada en la lucha insurreccional anterior al 1 de enero de 1959, para derrocar al gobierno de Fulgencio Batista. Los corderos también beben vino marca su madurez literaria a mediados de los setenta.
El polvo y el oro es una novela, pero ante todo una meditación. Una meditación gozosa de la historia cubana —donde pueden advertirse múltiples aristas de la realidad actual— hecha con desenfado y riguroso oficio, con “sabio decir”, como diría el académico. Además, con profundo conocimiento del tema, aparece la santería afro-cubana y su efecto en la mentalidad de la Cuba actual. Quizá los pasajes más ricos y poéticos sean precisamente éstos, los referidos a la santería. Con polvo y oro está escrita esta novela, con sinceridad y fantasía, que no otra es la historia. Por lo menos la de estas turbulentas preocupantes y entrañables tierras de América, de las que Cuba no es una excepción.