Ensayista, crítico y traductor de poesía (Ungaretti, Rimbaud), ha publicado una novela (Primera muda, 1954) y un drama en verso (Zamora bajo los astros, 1959). Su obra poética es la historia de un crecimiento espiritual que parte de las tinieblas y busca la luz encarnada en la alabanza de las cosas terrestres para afirmarse en ellas, para vencer la orfandad del exilio, tema en que Segovia ha alcanzado las páginas más puras, bellas y hondas de su trabajo lírico. Antes de publicar este libro de poesía, se le conocía por La luz provisional (1950), Apariciones (1957), Siete poemas (1958), Luz de aquí (1959) y El sol y su eco (1960).
El exilio forma parte de la trama vital de Tomás Segovia (1927). Nacido en España, tuvo que emigrar a México, debido a la guerra civil, a los 13 años de edad y aquí se formó y ha escrito su obra. Su poesía se inscribe así en una tradición más amplia: su país de origen no es el tema central, sino que coincide con el lenguaje y las búsquedas de los poetas latinoamericanos.
Anagnórisis (1967) resume todas las experiencias y tentativas creadoras de Segovia, al grado que la crítica la ha considerado su “suma poética”. El libro cuenta con una infraestructura en extremo compleja que se corresponde con los mecanismos de la memoria, la de los antepasados y la individual; esto, que incursiona en lo mítico y, por otra parte, en los hechos de su vida y sus desplazamientos por el mundo. Guillermo Sucre califica Anagnórisis a la vez como un libro de nuestro tiempo y fuera de él. “Se alimenta de la historia y la trasciende. Es el libro de un hombre que ha hecho de su exilio un modo de reconocerse en el mundo y de habitarlo con un nuevo sentido de plenitud.”
Los poemas de amor son los más luminosos del libro. El erotismo circula en los poemas de Segovia “ávido de realidad y de cuerpo”, más también capaz de esclarecer el mundo: el deseo se transforma, al mismo tiempo, en trasparencia y reconciliación.
“Segovia es el poeta —escribe Octavio Paz— que busca la claridad y presiente que esa claridad es idéntica al vacío e idéntica a la realidad. Por esos su transparencia es ‘aterradora’.” Segovia, por su parte, en el poema “El fuego y la piedra” considera que “cambiar el mundo no sería sino hacerlo de nuevo habitable, reconocerlo en su originalidad no enajenada”.