Carlos Montemayor posee un notable sentido de la novedad caligráfica de la escritura. Sus relatos están inscritos en un plano en el que tanto las virtudes estéticas como el curso y el fin mismo de la narración se fundamentan, primordialmente, en el puro fluir de la calidad escritural.
Estructura que aspira emitir una asonancia perfecta, su prosa es, en el sentido arcaico, una prosodia. La materia de su arte adquiere así esa transparente condición lumínica que recorre el libro entero y lo reinscribe en una dimensión músical cuyos registros están cifrados en una trama sintáctica impecable, asombrosa en un autor de su juventud.
Esta particularidad, la pretensión de otorgar una fundamentación maestra al nivel escritural, hacen de las llaves de Urgell una obra que exige del lector una atención en la que participen por igual la emoción y el rigor crítico.
Carlos Montemayor nació en Parral, Chihuaha, en 1947. Fue becario del Centro Mexicano de Escritores en 1968-69.