En La siguamonta hay personajes, Esteban Romeo, María Tecún, Doña Rosita, pero tal vez ninguno como el lenguaje. Magia y poder del verbo que se entroniza en cada narración y devuelve, enriquecido, un mundo altamente sugerente en el que se han fundido realidad y leyenda, lo que da una coherencia sorprendente a la totalidad del volumen. De esos dos elementos: la leyenda como evocadora de historias, y la realidad, en tanto factualidad cotidiana, está hecho este libro de Marco Antonio Flores, un autor traspasado por la nostalgia de su existencia y de su pueblo, que ha sabido conjugar fantasía y entorno real y los dota de un haro verosímil que convierte a sus apretadas y jugosas narraciones en un hallazgo de la más reciente literatura latinoamericana.
Las diversas historias que se tejen tienen como común denominador un ambicioso, audaz, y podría decirse que hasta telúrico, uso de la palabra: no sólo ya como forma inmediata de nombrar las cosas, sino como creadora de ambientes, animadora de situaciones, forjadora de impresiones –fantasmas o reales, no importa– siempre hondamente creíbles, en un texto de una riqueza y diversidad muy apreciables.
El autor construye, en cada cuento, una atmósfera propia a partir de la recreación del lenguaje popular, con lo cual lo convierte en hecho estético. Existe en todos los casos una unidad, así como un solo efecto global de significación, y se desarrola siempre una "intriga" original, es decir, se hace literatura. La simoguanta es un texto que busca –y hasta exige– la complicidad para penetrar en su raro universo, ése del que también están conformados nuestras dignidades y sueños.
Marco Antonio Flores, poeta, narrador, periodista y director teatral, es catedrático e investigador en la Universidad de San Carlos de Guatemala. Ha publicado, entre otros muchos textos, La voz acumulada, Muros de luz, La derrota, Persistencia de la memoria y Crónica de los años de fuego (poesía); Los compañeros y En el filo (novela).