Cuando en 1885 murió Victor Hugo y Francia le hizo el funeral de Estado más apoteósico y multitudinario jamás dedicado a un poeta, el quinceañero Amado Nervo difícilmente habría imaginado, desde su colegio en Jacona, que sus propias exequias serían tanto o más impresionantes: en 1919 su cadáver viajó escoltado por una flota internacional de buques militares, entre salvas de artillería y homenajes solemnes, desde Montevideo hasta la ciudad de México, con escalas en Río de Janeiro, Pernambuco, Guaira, La Habana y Veracruz.
Si en el mundo hispánico pudiera hablarse de un poeta de la lengua, sin duda acudiría a la mente, antes que cualquier otro, el nombre de Amado Nervo, el escritor jalisciense nacido en Tepic en 1870 y quien vio la última luz en la capital uruguaya. Y es que Nervo no es solamente su obra, sino su figura: como afirma Borges, «Amado Nervo representó y sigue todavía representando el tipo del poeta». Venerado por millones de lectores en todo el orbe hispánico, educó la sensibilidad y el gusto de generaciones. Su escritura despliega una mezcla envidiable de imaginación e inteligencia, cinceladas por una excelente formación humanística y por incontables lecturas y viajes.
Fue modernista, afrancesado, emotivo, observador, cuentista de gran imaginación, excelente cronista..., alguien que ya en vida consiguió ser el escritor más admirado y recitado por el gran público, lo que, aparte de suscitar muy explicables envidias, difícilmente se perdona en el gremio literario.
La presente antología recoge una muestra amplia y representativa de los distintos géneros y facetas que conforman la ingente obra de un escritor sencillamente excepcional.