Enciclopedia de la Literatura en México

Los de abajo

mostrar Introducción

Los de abajo es la novela más conocida del escritor jalisciense Mariano Azuela (1873-1952). Fue publicada por entregas en el periódico El Paso del Norte en 1915, y como libro en 1916. Alcanzó gran popularidad cuando se volvió a editar por entregas en 1925 en el periódico El Universal Ilustrado. En sus primeras ediciones incluía el subtítulo “Cuadros y escenas de la Revolución actual”.

Los de abajo describe la formación y las vicisitudes de un grupo de combatientes campesinos encabezado por el caudillo Demetrio Macías. La novela retrata la vida cotidiana de estos, así como las batallas contra los federales y su alianza con el general Natera para la toma de Zacatecas. Al final, a causa de los conflictos entre villistas y carrancistas, el grupo de Demetrio Macías vuelve a su lugar de origen y sufre una derrota que cuestiona el sentido de la lucha. Por medio de un personaje citadino y culto que se une al grupo de Macías, el médico y periodista Luis Cervantes, Azuela expone los contrastes entre los ideales políticos de los ilustrados y el pragmatismo ignorante de los guerrilleros campesinos. Esta obra es el paradigma de la Novela de la Revolución, género que se refiere a las obras de corte realista que surgieron como retratos críticos de la Revolución mexicana. Debido a la clara definición de sus episodios y a su intención moralista, Los de abajo se ha convertido en una de las novelas mexicanas más leídas en el ámbito escolar.

El texto definitivo se estableció en 1958, cuando la novela se publicó en el primer tomo de las Obras completas del autor en el Fondo de Cultura Económica, editadas por Francisco Monterde. Su edición de bolsillo consiguió el millón de ejemplares editados en 1983.

La novela se adaptó al cine en 1940, en una película homónima dirigida por Chano Urueta en la que actuó Emilio “El Indio” Fernández.

mostrar La ideología novelada

Los de abajo es una manifestación mexicana del Realismo naturalista que surgió en Europa durante la segunda mitad del siglo xix. El rasgo principal de esa corriente es la utilización del relato como instrumento para hacer una crítica sociopolítica de la realidad circundante. En esta crítica hay implícito un mensaje ideológico que se pretende transmitir sin dar a la historia una forma didáctica o moralizante.

En México, los antecedentes más notables de esta corriente son La bola (1887), de Emilio Rabasa y La parcela (1898) de José López Portillo y Rojas. Desde su comienzo, la narrativa de Mariano Azuela, inspirada por el Costumbrismo, se aboca al retrato político de su tiempo. En su primera novela, Los fracasados (1908), el escritor hace un retrato del incipiente movimiento liberal que se opone a la complicidad reaccionaria del clero, los terratenientes y los políticos porfiristas. Su liberalismo se identifica con las ideas de Francisco I. Madero, aunque su siguiente obra ya se muestra decepcionada de la realización práctica del movimiento. En Andrés Pérez, maderista (1911), Azuela censura a aquellos que utilizan el movimiento liberal para obtener su propio provecho. En Los caciques (1914), se presenta el retrato costumbrista de una familia de ricos comerciantes que conservan su estatus después del término del Porfiriato.

Finalmente, Azuela vive una serie de experiencias que le permiten abordar el retrato novelado de los mismos revolucionarios. Con el pesimismo crítico de sus obras anteriores, el autor emprendió la redacción de Los de abajo, obra cuyo tema y austeridad estilística llegarían a establecerse como paradigma de la Novela de la Revolución, que trata de mostrar los vínculos entre los polos de la realidad rural mexicana y la inestabilidad política de su gobierno.

El subgénero tuvo un desarrollo relevante en novelas como Memorias de Pancho Villa (1923) de Rafael F. Muñoz, El águila y la serpiente (1928), La sombra del caudillo (1929) de Martín Luis Guzmán y Cartucho (1931) de Nellie Campobello. Conjunto de obras literarias cuyo punto de vista de la realidad mexicana sentó las bases para El llano en llamas (1953) y Pedro Páramo (1955), de Juan Rulfo. La Novela de la Revolución, como una sola manifestación ideológica, encuentra una respuesta crítica en el El luto humano (1943), de José Revueltas, texto en el que se busca ahondar en la psicología de los personajes, y en La muerte de Artemio Cruz (1962) de Carlos Fuentes, que revisa a la burguesía triunfante de la Revolución. Para todas esas obras, Los de abajo es un referente fundamental.

Azuela creó Los de abajo a partir de su participación en la lucha revolucionaria. En 1910 se unió a las fuerzas maderistas activas en su pueblo natal: Lagos de Moreno, Jalisco. El asesinato de Francisco I. Madero (22 de febrero de 1913) y el ascenso al poder del usurpador Victoriano Huerta agudizaron los conflictos internos que Azuela tenía con la Revolución. En 1914, tras la caída de Huerta, el escritor se incorpora al ejército del general Julián Medina, que pertenecía a la facción de Francisco Villa. Fue nombrado jefe del servicio médico con el rango de teniente coronel.

Las fuerzas militares que apoyaban a Venustiano Carranza obligaron al ejército de Medina a un movimiento constante que llevó a Azuela a pasar por muchas localidades de la región. Mientras huían de Tepatitlán, una tropa de carrancistas sorprendió a su grupo en el fondo del cañón de Juchipila, donde se dio la lucha que inspira la batalla final de Los de abajo. Victoriosos, visitan después el rancho de Limón, que en la novela es la localidad original de Demetrio Macías. A partir de ahí, Azuela continúa la huida que lo lleva a El Paso, Texas, a donde llega en octubre de 1915 con avances considerables de la novela. Muy pronto comenzaron a publicarse fragmentos de Los de abajo en el periódico local de El Paso.

mostrar “La Revolución actual”

El subtítulo que acompañó las primeras ediciones de Los de abajo nos ayuda a aclarar la forma e intenciones de la obra: “Cuadros y escenas de la Revolución actual”. La novela tiene una estructura de muestrario episódico de la lucha. La acción sucede principalmente en poblados y campos de batalla en el noroeste de México; estos lugares se inspiran directamente en localidades de los estados de Zacatecas y Jalisco. La trama gira alrededor de dos personajes principales: Demetrio Macías, líder de un grupo armado de campesinos, y Luis Cervantes, médico y periodista simpatizante con los revolucionarios.

Un narrador en tercera persona sirve para introducir los muchos diálogos explicativos entre los protagonistas, y para describir los paisajes con detalle preciosista: “Y en la aridez de las peñas y de las ramas secas, albeaban las frescas rosas de San Juan como una blanca ofrenda al astro que comenzaba a deslizar sus hilos de oro de roca en roca”.[1]

El conflicto de la novela se detona porque los federales llegan a apresar a Demetrio Macías a causa de que un propietario con quien tuvo una disputa, don Mónico, lo acusa de ser maderista. Los soldados de la Federación queman la casa de Macías, y él se une con otros campesinos, entre ellos Anastasio Montañés, un asesino y también un prófugo. Con esta historia se muestra que la mayoría de los revolucionarios están en la guerra civil debido a motivos circunstanciales y no a la lucha por un ideal político.

Demetrio se encuentra con el otro prototipo de revolucionario: Luis Cervantes, el joven urbano e idealista encarcelado ya que se expresó favorablemente de los rebeldes. Cuando los soldados de Demetrio Macías lo capturan, ambos protagonistas sostienen un diálogo en el que se leen con claridad las funciones ejemplares que cumplen los personajes:

—Yo he procurado hacerme entender, convencerlos de que soy un verdadero correligionario...
—¿Corre... qué? –inquirió Demetrio, tendiendo una oreja.
—Correligionario, mi jefe..., es decir, que persigo los mismos ideales y defiendo la misma causa que ustedes defienden.
Demetrio sonrió:
—¿Pos cuál causa defendemos nosotros?...
Luis Cervantes, desconcertado, no encontró qué contestar.[2]

Entre las escenas de guerra hay intercaladas anécdotas relacionadas con las mujeres que acompañan a los revolucionarios. Entre ellas destaca Camila, deseada por Demetrio y enamorada de Luis Cervantes.

Luis se vuelve un asesor de Demetrio, y él propone aliarse al general Pánfilo Natera, simpatizante de Francisco Villa. Se unen a él para atacar la plaza de Zacatecas. Posteriormente se relatan con detalle algunas de las batallas, no con ánimo épico, sino con un desencanto general visible en la siguiente reflexión atribuida a un revolucionario moribundo: “Y creyó haber descubierto un símbolo de la revolución en aquellas nubes de humo y en aquellas nubes de polvo que fraternalmente ascendían, se abrazaban, se confundían y se borraban en la nada”.[3]

La segunda parte de la novela narra el clímax del poder de Macías derivado del triunfo. El retrato de su “Estado Mayor” es el de unos bebedores pendencieros. Macías consigue vengarse del sujeto que lo difama, pues quema la casa de don Mónico. La invitación para que vayan a Aguascalientes a votar para elegir presidente vuelve a poner en evidencia el divorcio que hay entre el conflicto político y la ignorancia de quienes hacen la Revolución. Se enteran del enfrentamiento entre Villa y Carranza.

Por último se narra la decadencia de Macías y su grupo. Cervantes se ha retirado a El Paso, Texas, desde donde escribe. Esto ha dado pie a que se identifique a este personaje con Mariano Azuela, que también se exilió en esa localidad estadounidense durante algún tiempo. Se relata el final desafortunado de los principales aliados de Macías: Margarito se suicida, Pancracio y Manteca se apuñalan. Villa es derrotado por Obregón en Celaya, por lo que el triunfado político de la lucha es a favor de Carranza. El resultado político del conflicto se nos muestra ajeno a los anhelos personales de los revolucionarios. Macías regresa a su tierra, donde los revolucionarios ya no son queridos. Se reencuentra con su esposa e hijo, y decide volver a pelear sin ningún objetivo. Justifica su decisión así: “Mira esa piedra cómo ya no se para...”.[4] Sufren una emboscada y mueren, sucesivamente, Anastacio, Venancio y él mismo. La novela termina con una nota de absoluta desolación, pues la mayoría de sus personajes han sido asesinados.

Los protagonistas en Los de abajo se configuran como partes de un discurso que busca exponer la visión personal del autor sobre la Revolución. Estos personajes funcionan eficazmente gracias a que son caracteres tipo, conjuntos de rasgos definitorios de abstracciones sociales; por este motivo, carecen de profundidad psicológica, sus motivaciones y objetivos son fáciles de reconocer a partir de acciones y diálogos sencillos. Este rasgo muestra además que la novela está construida a partir de cuadros que se suceden velozmente, y dicha estructura no propicia largas exploraciones introspectivas, sino que sólo da lugar a aquello que emerge a la superficie después de haber sido procesado en el interior del sujeto.

Como ya se mencionó, Demetrio Macías y Luis Cervantes representan tipos opuestos de revolucionario: el primero es el guerrillero sin convicción ideológica que representa a la comunidad campesina víctima del conflicto, y el segundo, el médico ilustrado que tiene conocimientos políticos y que busca principalmente su beneficio personal. Esta oposición, señalada por Orlando Edreira en el ensayo “Una cala en la técnica literaria de Mariano Azuela”, se revela en un rasgo discursivo de los personajes: mientras que Demetrio es proclive a hablar en primera persona del plural, para de esta forma representar los rasgos de su grupo (“nosotros los rancheros tenemos la costumbre de bajar al lugar cada ocho días”),[5] Luis Cervantes habla desde el pragmatismo individualista (“véngase con los fondos y podemos hacernos ricos en muy poco tiempo”).[6]

Asimismo a través del registro lingüístico, Azuela consigue dar realismo a sus personajes. Cada uno refleja un sociolecto claro, específico, incluso exagerado hasta la caricatura, como es el caso en este interrogatorio que hace la ranchera Camila a Cervantes, mientras se curaba la pierna: “¡Oiga, ¿y quién lo insiñó a curar?... ¿Y a qué jirvió la agua?... ¿Y los trapos, pa qué los coció?... ¡Mire, mire, cuánta curiosidá pa todo!... ¿Y eso que se echó en las manos?... ¡Pior!”.[7] La alteración de la ortografía, para reflejar los rasgos fonéticos del habla campesina (“jirvió”), es una más de las estrategias que el autor emplea para aportar una impresión de realismo fiel.

Azuela construye sus cuadros con economía de recursos descriptivos. En general difiere del Realismo decimonónico en cuanto no se detiene a dibujar las características del mobiliario y del espacio, exceptuando la elaboración poética del paisaje para crear una atmósfera épica.

Para describir a sus personajes, el escritor se vale de lo que Arturo Rivas Sáinz ha llamado zomorfosis, que consiste en usar atributos animales para describir la fisonomía y el comportamiento de los personajes.[8]

Así, por ejemplo, Carranzo es nombrado “gallo”, Camila “mono enchomitado”, La Pintada “sierpe” y los Federales “ratas aturdidas”. Este recurso sirve para ridiculizar todo el ámbito narrado, lo cual es congruente con la posición desencantada del autor acerca de la lucha revolucionaria.

mostrar Recepción

Del anonimato a la fama internacional

Para hablar de la recepción de Los de abajo, tendríamos que hacer al menos un corte diacrónico que nos permitiese comprender el tránsito de dicha obra desde su inicial anonimato hasta su posterior reconocimiento y consagración nacional e internacional.

Como es sabido, la primera edición apareció en 1915 en el diario El paso del Norte; fue una novela publicada por entregas, anexa al mismo periódico (costumbre común en aquella época). Hasta donde se tiene noticia, estos "Cuadros y escenas de la Revolución actual" que circularon en la ciudad de El Paso, Texas, transitaron sin pena ni gloria entre sus lectores; de hecho, salvo por una reseña de Enrique Pérez Arce y un comentario de J. Jesús Valadéz,[9] la crítica literaria nacional –concentrada mayoritariamente en la capital del país– no hizo acuse de recibo de esta obra.

Un año después, la misma imprenta de El paso del Norte reuniría en un solo tomo los veintitrés fascículos que constituían la novela del autor laguense; pero esto no traería aún variantes en la recepción de lectores especializados. Jorge Ruffinelli apunta al respecto que el inicial anonimato de Los de abajo se debió al lugar de publicación y su lejanía con la Ciudad de México, el centro “autorizado” para la creación y difusión de las bellas artes.[10] Pero hay que señalar que cuando en 1920 Azuela logra publicar una nueva edición de su novela en la capital del país, los resultados no varían: la obra sigue siendo ignorada por la crítica literaria y su destino, hasta entonces y durante los siguientes cuatro años, parecía ser el olvido.

La polémica nacionalista

El término de la Revolución y el comienzo de una nueva etapa política y social en el país trajo consigo una serie de cuestionamientos sobre la identidad nacional que debía ser adoptada y los principios que debían regir a los mexicanos. Lo que al inicio parecía una cuestión dirigida hacia un plano más bien jurídico, pronto se reveló como una cuestión ontológica que alcanzó, como era de suponerse, otros pilares del país, como la educación y las artes.[11]

Dentro de este contexto, en 1924 comenzó a fraguarse una disputa entre los representantes de las diversas corrientes literarias vigentes: por un lado, había quienes pugnaban por que la literatura nacional hablara de y desde lo mexicano; mientras que por el otro, una serie de artistas buscaba la integración cosmopolita, a partir de su acercamiento a las artes de vanguardia producidas en otros puntos del orbe. Algunos integrantes de este último grupo, al sentirse presionados por quienes no compartían su visión artística, se vieron orillados a publicar algunas justificaciones de su trabajo; tal fue el caso de Febronio Ortega, Carlos Noriega Hope y Arqueles Vela, quienes bajo el seudónimo de José Corral Raigan publicaron –justo el 20 de noviembre de 1924– un artículo intitulado “La influencia de la Revolución en nuestra literatura”. Ahí, además de defender la legitimidad de su movimiento, los autores del texto esbozaron un panorama de los artistas representativos del México posrevolucionario. Como era de esperarse, figuraba el nombre de Diego Rivera como el representante de la pintura nacional; pero sorpresivamente, en el plano de la narrativa aparecía Mariano Azuela, como “un futuro gran novelista”, “cuando escriba la novela de la Revolución”.[12]

Semanas después, Julio Jiménez Rueda respondió con un artículo también publicado en El Universal, cuyo afán de polemizar es evidente desde el título: “El afeminamiento de la literatura mexicana”. Además es claro el carácter sexista del escrito y el trasfondo social del que hablábamos líneas arriba. En la pretensión de encontrar una nueva mexicanidad a partir de la Revolución, igualmente estaba la de fijar un carácter fuerte, “viril”, nacionalista, que permitiera la estabilidad en el país y de paso consolidar a un Estado bastante frágil aún. El artículo de Jiménez Rueda dio pie a la formulación de una pregunta que circuló entre autores e intelectuales de la época: ¿existía una literatura mexicana moderna?

En el marco de dicha polémica, Francisco Monterde publicó su artículo “Existe una literatura mexicana viril”, en cuyo texto desmintió a quienes afirmaron la idea de la carecía de una literatura propia que reflejara los acontecimientos que habían transformado al país, y les recuerda la obra que diez años atrás había publicado Mariano Azuela en El Paso.

Puesto que el trasfondo de la pugna se encaminó, a fin de cuentas, a decidir bajo qué parámetros debía reconstruirse la república una vez superada la Revolución, el re-descubrimiento de Los de abajo, fruto de la polémica literaria, trascendió como trasciende cualquier resolución que incumba al futuro de un país entero. Es por eso que, a partir del momento en que Monterde hace mención de esta novela, como representante digna, viril y veraz, que retrataba la recién culminada Revolución, la crítica mexicana (y luego la internacional) tornó sus ojos a ella y comenzó a leerla con avidez.

En 1925, El Universal Ilustrado decidió hacer una nueva edición de Los de abajo; una edición más aparece en Xalapa dos años después, y otra en Madrid; en 1928 Le Monde la publica traducida al francés, con el nombre de L’Ouragan; en 1929 se traduce por primera vez al inglés, con el nombre de The Underdogs; en 1930 se reedita de nuevo en España y en Chile. Para 1963, Azuela y su obra ya gozaban de gran prestigio a lo largo y ancho del mundo: Los de abajo ya había sido traducida doce veces a distintos idiomas, y publicada en países como Rusia, Yugoslavia, Suecia, Inglaterra, Brasil, Chile, España, Francia y Estados Unidos, entre otros.

Nihilista o reaccionaria, épica, crítica o revolucionaria: las múltiples lecturas críticas

En cuanto a la recepción crítica como tal, las lecturas han sido bastante diversas: por ejemplo, para Victoriano Salado Álvarez, la novela no era revolucionaria, porque abominaba de la Revolución; más bien le parecía una obra de corte nihilista.[13]

Xavier Villaurrutia escribió que lo revolucionario de Los de abajo estaba en que se oponía al resto de novelas que le habían precedido inmediatamente en el tiempo; pero que Azuela no era el novelista de la Revolución (justo por razones similares a las de Salado Álvarez).[14]

Por su parte, Enrique Jiménez Caballero suscribió que esta obra era “un poema épico devenido en novela”,[15] opinión que no podía estar más alejada de las dos anteriores, pero que gustó tanto a algunos críticos, que la han replicado a lo largo de los años (baste recordar los títulos de las lecturas de Carlos Fuentes: “La Iliada descalza”, y de Seymour Menton: “Texturas épicas en Los de abajo”), a pesar de que no existen fundamentos formales narratológicos ni temáticos para hacer una comparación semejante, pues si algo es evidente en esta novela del oriundo de Jalisco, es su rechazo a la Revolución, su idea del fracaso global de la misma y el retrato crudo de la absurda barbarie, ya no en la lucha armada, sino en los tiempos de entreguerras.

De ideas más o menos cercanas a la que hemos esbozado al final del párrafo anterior, son autores como Alí Chumacero, que califica a la novela como “la decepción inicial de un movimiento revolucionario”;[16] Antonio Castro Leal, que destaca la exigencia, severidad y la impaciencia que Azuela mostró siempre para con el movimiento armado,[17] o José Joaquín Blanco, quien también ve una novela crítica, mordaz, contra la Revolución.[18]

La confluencia de lecturas tan distintas no ha hecho más que engrosar la fama y el interés internacional por esta obra, que incluso hoy día es estudiada como parte fundamental de la currícula, en seminarios de Literatura Latinoamericana de universidades con mucho prestigio, como la de Santiago de Compostela, en España, en donde se analiza ya no sólo una perspectiva más de la Revolución mexicana, sino el registro amplio e inusual de la riqueza lexicográfica del español hablado en México.

mostrar Bibliografía

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----, Páginas autobiográficas, México, D. F., Fondo de Cultura Económica, 1998.

Blanco Alfaro, José Joaquín, Mariano Azuela, una crítica a la Revolución, México, D. F., Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1982.

Brand, Adán, Dioses caídos. Sobre el heroísmo de Demetrio Macías y la epicidad de Los de abajo, Tesis de licenciatura, Universidad Autónoma de Aguascalientes, 2008.

Castro Leal, Antonio, La novela de la Revolución mexicana, 10ª ed. México, D. F., Aguilar, 1972, t. 2.

Díaz Arciniega, Víctor, Querella por la cultura “revolucionaria” (1925), México, D. F., Fondo de Cultura Económica, 1989.

Edreira, Orlando, “Una cala en la técnica literaria de Mariano Azuela”, Cuadernos Americanos, núm. 178, septiembre-octubre, 1971, pp. 229-236.

Leal, Luis, Mariano Azuela. Vida y obra, México, D. F., Ediciones de Andrea, 1961.

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López Trujillo, Clemente, “Mariano Azuela, otro magnífico candidato al gran Premio Nobel”, El Nacional, 9 de agosto de 1949.

Menton, Seymour, “Texturas épicas de Los de abajo”, en Mariano AzuelaLos de abajo, ed. crítica, México, D. F., Archivos de la Literatura Latinoamericana, del Caribe y África del siglo xx (Colección Archivos; 5), 1988, pp. 239-250.

Rivas Sáinz, Arturo, El estilo de Mariano Azuela, México, D. F., Ediciones del Departamento de Bellas Artes, 1974.

Ruffinelli, Jorge, “La recepción crítica de Los de abajo”, en Mariano AzuelaLos de abajo, ed. crítica, México, D. F., Archivos de la Literatura Latinoamericana, del Caribe y África del siglo xx (Colección Archivos; 5), 1988, pp. 185-213.

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Villaurrutia, Xavier, Obras, México, D. F., Fondo de Cultura Económica, 1966.

mostrar Enlaces externos

Azuela, MarianoLos de abajo, ed. crít. de Rainer Hurtado Navarro, Cuernavaca, Morelos, Edición de Textos, 2006, (consultado junio de 2015).

Keizman, Betina, “Los conflictos de la representación del otro en dos novelas de la revolución mexicana”, Amerika, núm. 4, 2011, (consultado junio de 2015).

Perdomo Jiménez, Ricardo, “El héroe de Los de abajo”, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2012, (consultado junio de 2015). 

Ruiz, José Luis, “Novela de la Revolución, retrato del movimiento”, El Universal, 16 de noviembre de 2010, (consultado junio de 2015). 

Primera edición como libro

* Esta contraportada corresponde a la edición de 1916. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.


  ...Esta es nuestra deuda profunda con Mariano Azuela. Gracias a él se han podido escribir novelas modernas en México porque él impidió que la historia revolucionaria se nos impusiera totalmente como celebración épica. El hogar que abandonamos fue destruido y nos falta construir uno nuevo. No es cierto que esté terminado, dice desde entonces, desde 1916, Azuela; es posible que estos ladrillos sean distintos de aquellos, pero no lo es este látigo del otro. No nos engañemos, nos dice Azuela el novelista, aún al precio de la amargura. Es preferible estar triste que estar tonto.

Carlos Fuentes
* Esta contraportada corresponde a la edición de 1988. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.


La Revolución fue el acontecimiento sociopolítico que conmocionó la conciencia colectiva del pueblo mexicano y facilitó a sus escritores y pensadores vías nuevas de expresión y autoconocimiento, Los de abajo (1916), de Mariano Azuela, que narra un fragmento de historia viva, es la novela clásica de la Revolución Mexicana, primera de un género que ha sido cultivado hasta hoy mismo por los más renombrados escritores; obra que se ha convertido en referencia obligada en el nacimiento de la gran novela latinoamericana del siglo XX.

* Esta contraportada corresponde a la edición de 1992. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.


Clásico de la literatura universal, posee el mérito histórico de haber iniciado la novela sobre la Revolución Mexicana: la obra muestra desde dentro las fuerzas de lo que entonces se llamó "la bola", los desposeídos levantados para la revuelta. La novela arranca con el grupo armado de Juchipila, un poblado al sur de Zacatecas, y cierra, como epílogo de la narración y un símil de la suerte misma de la Revolución, cuando la ciudad es tomada por las tropas carrancistas.

* Esta contraportada corresponde a la edición de 2006. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.


Exilado en El Paso, Texas, después de la derrota del villismo, el doctor Mariano Azuela (Lagos de Moreno, Jalisco, 1873 - Ciudad de México, 1952), escribió Los de abajo, obra emblemática de la llamada «novela de la revolución mexicana» y del neorrealismo en la literatura latinoamericana. Para entonces —1915— el doctor Azuela había escrito ensayos, cuentos y cinco novelas de corte romántico, que comenzaron a prefigurar su búsqueda expresiva: María Luisa (1907), Los fracasados (1908), Mala yerba (1909), Andrés Pérez, maderista (1911) y Sin amor (1912). Después de su emblemática Los de abajo, Azuela continuo escribiendo novelas y relatos de gran calidad literaria, consolidando su presencia protagónica en la literatura mexicana.

Los de abajo es una novela poblada de vigorosos y entrañables —cada uno a su modo— personajes, atrapados por el movimiento armado que sacudió a la nación en la segunda década del siglo xx. Personajes y situaciones que adquieren vida a través de la eficaz prosa, de la sobriedad en el manejo de recursos literarios, de la lograda fuerza descriptiva de la literatura del doctor Azuela. El estudioso de su obra, Francisco Monterde, apuntó sobre Los de abajo «… contiene una filosofía, ciertamente amarga porque se liga al fatalismo racial, en su desenlace. Su fuerza —que tendría paralelo en algunos murales de José Clemente Orozco— arrastró a los novelistas que siguieron por ese camino, y al iniciar con Los de abajo la novela neorrealista en el continente, Azuela influye en la de otros países de habla española».

* Esta contraportada corresponde a la edición de 2009. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.


Con la presente edición se conmemora el 60° aniversario del fallecimiento de Mariano Azuela, ocurrido el 1 de marzo de 1952 y, simultáneamente, se rescatan las ilustraciones elaboradas por Diego Rivera para una edición muy lujosa de Los de abajo proyectada por la Secretaría de Educación Pública en 1929. 

* Esta contraportada corresponde a la edición de 2012. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.


Edición de lujo de la novela más célebre de Mariano Azuela, ilustrada por Diego Rivera y un prólogo de Víctor Díaz Arciniega. Este libro posee el mérito histórico de haber iniciado la novela sobre la Revolución Mexicana de 1910 y muestra desde dentro las fuerzas de lo que entonces se llamó "la bola". La novela arranca con el grupo armado de Juchipila, un poblado al sur de Zacatecas, y cierra, como epílogo de la narración y un símil de la suerte misma de la Revolución, cuando la ciudad es tomada por las tropas carrancistas.

* Esta contraportada corresponde a la edición de 2012. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.


Mariano Azuela, médico mexicano, quien sirvió en los ejércitos de Villa, escribió una de las novelas más realistas, dramáticas y esclarecedoras del proceso revolucionario de 1910, la cual se emparenta por derecho propio con otras narraciones escritas por testigos y protagonistas de la lucha armada.

* Esta contraportada corresponde a la edición de 2014. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.



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Narración: Diana Bracho; Actuación: Claudio Obregón, Agustín Balbanera, Óscar Yoldi, Genoveva Pérez, Estela Chacón, Eugenio Sánchez-Aldana, Fernando la Paz, Beatriz Moreno, Juan Felipe Preciado, Jorge Pulido, Benito Romo del Vivar, Raúl Reyes Valerio, et al. Dirección artística: Carlos Castaño.
Fecha de producción: 1980-1981
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