Poeta de transición, Enrique González Martínez (1871-1952), asumió el modernismo solamente para dar el siguiente e inevitable paso, negarlo: «Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje/ que da su nota blanca al azul de la fuente; / él pasea su gracia no más, pero no siente/ el alma de las cosas ni la voz del paisaje. / Huye de toda forma y de todo lenguaje/ que no vayan acordes con el ritmo latente/ de la vida profunda… y adora intensamente/ la vida, y que la vida comprenda tu homenaje. / Mira al sapiente búho cómo tiende las alas/ desde el Olimpo, deja el regazo de Palas/ y posa en aquel árbol el vuelo taciturno…/ Él no tiene la gracia del cisne, más su inquieta/ pupila, que se clava en la sombra, interpreta/ el misterioso libro del silencio nocturno».
La poesía de González Martínez es serena y grave; al preciosismo y elegancia ornamental característicos del modernismo, opuso la austeridad de lo sustancial, de lo interno; parte de un realismo que no busca edificar conductas, sino el alma.
Enrique González Martínez fue médico y diplomático, representó a México en España, Argentina y Chile. Conoció en vida un amplio reconocimiento a su obra, al grado de que fue propuesto al Nobel a finales de la década de los cuarenta.
Señas a la distancia es una antología compuesta por ciento treinta poemas que abarcan todas las estaciones de su actividad poética entre 1903 y 1952. Es una selección representativa del legado de un escritor fundamental en la historia de las letras mexicanas del siglo XX.