En 1951 Olivia Zúñiga (1916-1992) recibió el Premio Jalisco por su novela Retrato de una niña triste, que había publicado el año previo. Dos años después entregó a la imprenta la primera obra que había escrito, Entre el infierno y la luz y más adelante, en 1959, Juan José Arreola le publicó su tercera y última novela, La muerte es una ciudad distinta. Las tres obras, que tienen en común un marcado corte autobiográfico, componen el presente volumen.
Acerca de Retrato de una niña triste, Paula Alcocer escribió «[…] creo que a pesar de todo lo triste y lo sombrío, es el libro más bellamente escrito de los tres, especialmente las descripciones del paisaje y las costumbres de Tenamaxtlán, el pueblo en donde esa niña triste vivió muchos años con su padrino de bautismo, alejada de su madre porque ésta misma lo quiso así». De Entre el infierno y la luz, la propia autora señaló: «…con todas sus faltas, amo a este libro. Quienes lo han leído me reprochan que desnude en él, con crudeza, mis sentimientos y mi vida».
Sobre Olivia Zúñiga, Arturo Rivas Sáinz escribió: «Las mismas notas aplicables a la poetisa, escritora, abuela, madre, mujer, contra la que no han podido, Olivia, las tormentas de la tierra y los rayos de las nubes, ingredientes de sus versos, materiales de su alma y de su cuerpo inmarcesibles que han resistido el dolor, la propia muerte y la locura, transformando hielo y muerte en poesía».