El cuento de invierno, sugestivo título con que Shakespeare designó una de sus últimas obras, es una pieza que ha gozado siempre de especial favor y simpatía por parte del público. Se ubica, junto con Pericles, Cimbelino y La tempestad, en el último grupo de las obras de Shakespeare que la crítica suele designar con el nombre de “romances”, el cual marca un cambio de estructura y de enfoque respecto a la producción anterior del dramaturgo. En inglés se designan con este nombre aquellos extensos relatos de aventuras que fueron ampliamente difundidos en la Europa medieval y renacentista, ocupando el sitio que en cierto modo ocupan hoy las novelas sentimentales y de aventuras.
Su género es difícil de establecer, y quizá pueda definírsele como una tragicomedia romántica. No hay que olvidar que la pieza no fue concebida como una narración que debiera leerse, sino como obra de teatro.
Es justo hablar de El cuento de invierno como de una obra que posee un alto grado de realismo poético y que nos hace apreciar mejor la condición humana.