Hace veinte años, pensando más en la política que en el teatro, publiqué en México y España un diálogo, o más bien un coro, titulado Todos los gatos son pardos (Siglo XXI). Era una respuesta, apasionada, inmediata, pero reflexiva: a los acontecimientos de 1968 en mi país, que culminaron con la matanza de Tlatelolco el 2 de octubre. Allí quedó comprobada la incapacidad del sistema PRI-presidente para dar respuesta política a nuestros problemas políticos. Encerrado en la arrogancia, la autocongratulación y la obcecada negación de los problemas, el sistema no tuvo más palabra que el crimen. El desafío cultural de los estudiantes universitarios y de las capas medias del país, buscando salidas a la esclerosis de la Revolución Institucional, no conoció respuesta más simbólica que la de un asesinato colectivo en una plaza llamada de las Tres Culturas.
La presente versión mantiene el título de la traducción francesa de Céline Zins publicada en París por Gallimard, pero su contenido ha sido modificado tanto formal como materialmente: nuevas estructuras, nuevos personajes y situaciones; un nuevo ritmo. Ello es resultado del trabajo realizado en Berlín, hace un par de veranos, con los directores del Schillertheater.
Carlos Fuentes