Enciclopedia de la Literatura en México

Enrique Fernández Ledesma

José Luis Martínez
1995 / 12 nov 2018 08:36

Enrique Fernández Ledesma (1886-1939), en su único libro de versos, Con la sed en los labios (1919), es un poeta muy cercano a su paisano y amigo Ramón López Velarde. Tiene, sin embargo, una nota original en la misma sordina que pone a las modulaciones del cantor de Fuensanta y en su predilección, casi exclusiva, por el mundo que podría determinarse del sentimentalismo provinciano. Además de su breve obra poética, Fernández Ledesma tiene un sitio distinguido entre nuestros prosistas por sus hermosos libros evocadores de personalidades y costumbres del siglo xix: Viajes al siglo xix (1933), Galería de fantasmas. Años y sombras del siglo xix (1939), La gracia de los retratos antiguos (1950) y Espejos antiguos (1968); es autor, también, de una excelente Historia crítica de la tipografía en la ciudad de México. Impresos del siglo xix (1934-1935).

Realizó sus estudios en la ciudad de Aguascalientes, donde más tarde fue jefe de redacción del periódico La Prensa (1910-1913), director de El Noticiero y de la revista Zig Zag. Fue profesor del Instituto Científico y Literario de Aguascalientes. En 1920 se trasladó a la Ciudad de México para representar al segundo distrito electoral del estado de Aguascalientes en el Congreso de la Unión (1920-1922). Impartió clases en el Colegio Militar y en la Universidad Nacional Autónoma de México (unam). Fundó con Ramón López Velarde la revista Bohemia, en 1920. Dirigió la página literaria de El Universal (1922-1926) y la de Excelsior (1926-1928). Fue director de la Biblioteca Nacional (1929-1935), donde dirigió la edición de varias series facsimilares, como los volúmenes de la litografía en México en el siglo xix y la colección “Los mexicanos pintados por sí mismos” para la celebración del cincuentenario de la fundación de la Biblioteca Nacional.

Enrique Fernández Ledesma, cronista y poeta. Por sus temas y ambientes muestra la influencia de Ramón López Velarde en su poesía. Lo más importante de su obra está en su estudio sobre la vida en México en el siglo xix (Viajes al siglo xix y Galería de fantasmas). En La gracia de los retratos antiguos presenta cuadros de personajes históricos como Ignacio Ramírez “El Nigromante”, Francisco Zarco y Guillermo Prieto, entre otros, que muestran aspectos muchas veces desconocidos de sus vidas. Publicó un estudio sobre la tipografía mexicana, en la que hace una revisión crítica de las peculiaridades y condiciones de los impresos del siglo xix.

Enrique Fernández Ledesma nació el 15 de abril de 1886 en Pinos, Zacatecas, y murió en la Ciudad de México el 9 de noviembre de 1939. Se trasladó a Aguascalientes hacia 1898, y realizó estudios superiores en el Instituto Científico y Literario del estado; institución de la que más tarde fue profesor y donde se inició como literato y periodista. Fundó la revista literaria Bohemia (1906), fue redactor de El Observador (1900) y dirigió La Prensa de Monterrey (1910 y 1913), así como El Noticiero, la revista capitalina Zig-Zag (1909-1914) y en Guadalajara, Bandera de Provincias (1930). Escribió artículos de crítica literaria, poemas y prosa en diversas publicaciones periódicas, además de las mencionadas: La Provincia (1908), El Progresista, Nosotros (Aguascalientes, 1908), Arte (Ciudad de México, 1908-1909), La Prensa, El Noticiero y La Semana (todos de Monterrey); en la capital del país participó en: Revista de Revistas (1910-1939), El Norte (1915), Vida Moderna (1915-1916?), El Pueblo (1916-1918), Pegaso (1917), El Universal Ilustrado (1917-1936), México Moderno (1920-1923), La Falange (1922-1923), Antena (1924), Nuestro México (1932). Dirigió “El museo de las letras”, páginas literarias de El Universal, entre 1925 y 1926; y “El polvo de las horas”, en Excelsior, entre 1926 y 1928. Además, participó en publicaciones extranjeras como la revista española La Esfera, La Nación de Buenos Aires, la Revista Mexicana publicada en San Antonio, Texas, y otros periódicos de Costa Rica, La Habana, Madrid y Oviedo. Asimismo, perteneció a la Asociación de Periodistas de los Estados.
Entre 1911 y 1914, vivió en Monterrey. En octubre de 1911 la Compañía Fábregas se representó su obra Los columpios. Enrique Fernández Ledesma publicó en Revista de Revistas (1911) el poema “Elogio de las montañas”, pero fue hasta 1914 que su composición de tema heroico “La voz de la raza” –escrita con motivo de la invasión del puerto de Veracruz por las tropas de los Estados Unidos– lo dio a conocer como poeta. En 1916 se otorgó accésit a su composición “Las solteronas” en los Juegos Florales de la Ciudad de México y, en 1917, recibió la Flor Natural por su poema “Doña Sol de Luzán y Barrientos”, en el mismo certamen, pero celebrado en el Ateneo Fuentes de Saltillo.
Desde su primer libro, Con la sed en los labios (1919), dio concreción a su propuesta estética; en efecto, este poemario impreso en papel verjurado consta de un tiraje especial con ilustraciones de Gabriel Fernández Ledesma y David Alfaro Siqueiros, la portada ilustrada de los dos tirajes que forman la edición fue dibujada por Saturnino Herrán. Resulta significativo que sólo a principios del siglo xx fue cuando el escritor Enrique Fernández Ledesma se reconoció como poeta y con cierta difusión en España y Francia. En 1995 se reeditó Nueva galería de fantasmas en la colección de “Al Siglo xix. Ida y Regreso” de la Coordinación de Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México.
En 1920, al ser electo diputado por el segundo distrito de Aguascalientes, se trasladó definitivamente a la capital de la República, ahí impartió clases en el Colegio Militar y en la Universidad Nacional de México.
Fernández Ledesma fue bibliófilo y bibliógrafo destacado. Valoró como pocos la materialidad del libro en función de la tipografía, la litografía, el grabado, el papel, la encuadernación, etcétera, como elementos que dan cima a la obra literaria: la gracia de la palabra, aunada a la gracia del objeto bibliográfico; ambas, imbricadas, conforman el “diapasón sensible”, decía él mismo, que se despliega a la mirada, a la mano y al espíritu del lector que recorre las páginas de la obra. Por ejemplo, Viajes al siglo xix. Señales y simpatías en la vida de México (1933) cuenta con tirajes constituidos por elementos materiales singulares como el papel Argón y el Verge Biblios doble peso, los aguafuertes tirados en el tórculo de Francisco Díaz de León, tocados a mano y firmados por éste, y las capitulares grabadas en madera por su hermano Gabriel; además, los tipos móviles romano antiguo, fundidos en 1840, y que pertenecieron a una de las castas que trajo a México Ignacio Cumplido. Notable mérito hallarán también los amantes del libro y de ese género híbrido entre ensayo biográfico y narrativa en la Galería de fantasmas. Años y sombras del siglo xix (1939), edición suspendida a causa de la enfermedad y muerte de su autor, y que los hermanos de Fernández Ledesma (Manuel y Gabriel) dieron feliz conclusión en 1940.
Con su Historia crítica de la tipografía en la ciudad de México: impresos del siglo xix (1934-1935), obra de encargo del Departamento de Bellas Artes de la Secretaría de Educación Pública, Fernández Ledesma acrecentó una labor bibliófila y bibliográfica de alto mérito durante su gestión como director de la Biblioteca Nacional de México (1929-1936); dicho compendio histórico, observa la proporción del modelo clásico de “dos, tres, cuatro y cinco”, relativa a los márgenes de las páginas del libro, y su tipografía es de una nobleza y gusto inmejorables; constituye, además, un recorrido crítico erudito desde la mirada de una sensibilidad estética cimentada en la tradición clásica.
Fue director de la Biblioteca Nacional de México de 1929 a 1936; su gestión contó con el apoyo de dos subdirectores idóneos: Luis Chávez Orozco y Francisco Monterde. Creó el Departamento de Prensa (1932), simiente de la futura Hemeroteca Nacional de México (1944); consiguió del gobierno español una franquicia que permitió enriquecer el acervo de la Biblioteca Nacional con ejemplares de libros editados en España; celebró un contrato ventajoso con Talleres Neolitho (empresa mexicana de Manuel Quezada Brandi) para crear ediciones facsímiles, a fin de difundir impresos del acervo bajo su dirección, relacionados con temas del libro, la tradición y las costumbres mexicanas. Publicó la serie facsímile que se inició con la Historia crítica de la tipografía en la Ciudad de México. Impresos del siglo xix, y continuó con Los mexicanos pintados por sí mismos, El libro rojo de Vicente Riva Palacio y Manuel Payno, La historia danzante (publicación de caricaturas que evoca los acontecimientos políticos de 1873), México pintoresco, artístico y monumental y Facundo y su laberinto de Héctor Pérez Martínez, así como una hermosa colección de treinta y dos tarjetas postales.
José Luis Martínez ubica a Fernández Ledesma dentro del grupo que formaron Ramón López Velarde, Saturnino Herrán y Manuel M. Ponce; artistas que ofrecieron una nueva veta en la tradición de la tierra originaria y que gestaron, en la segunda década del siglo xx, un “nacionalismo cultural”, propenso a desviar la mirada hacia una “nacionalidad íntima”, hacia una “patria menos externa”.
A raíz del segundo intento de aparición de la Revista Azul en 1907, encabezada por Manuel Caballero, se generó una polémica entre grupos de escritores y artistas, ateneístas y autores de provincia. Los primeros expresaron su rechazo contra esa pretensión editorial. La “contraprotesta” que se lanzó desde Aguascalientes, el 14 de abril de 1907, fue firmada por E. Fernández Ledesma, José Villalobos Franco, M. Fernández Ledesma, Eduardo J. Correa, entre otros, quienes se declararon adeptos a los postulados de la “vieja bandera” modernista.
Perteneció a la generación de artistas que tras el estallido de la Revolución de 1910 planteó una “vuelta a la provincia”. En Algunos epígonos del modernismo y otras notas, Porfirio Martínez Peñaloza propuso una revisión de la generación de poetas y declaró la “abjuración del modernismo”; en este grupo, encabezado por Ramón López Velarde, reconoció a Fernández Ledesma, Rodrigo Gamio, José D. Frías, Miguel Othón Robledo, Francisco González Guerrero, Martín Gómez Palacio y otros más. Una descendencia de escritores que, se supone, contemporánea a la abordada por Manuel Gómez Morín en su obra 1915, en la que figuran los miembros del Ateneo de la Juventud: José Vasconcelos, Antonio Caso, Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña, sin olvidar a otros poetas de estirpe parecida como Francisco González León y Alfredo R. Placencia.
En 1918, Ramón López Velarde hizo un retrato espléndido del provinciano que de vez en cuando transitaba por la Ciudad de México: “Viene a la capital de tiempo en tiempo, como si se descarriase; y mientras se demora aquí, se complace en subrayar sus ineptitudes de forastero. Se disculpa si mira a una mesera con abundante solicitud, y pide perdón si se retarda en desentrañar una malicia. Tiene treinta años, nariz de largueza y talla de avaricia. Es hombre de sociedad, optimista, comodino, creyente en el fondo, de pasiones equilibradas. Pertenece al número feliz de los que no rompen el timón ni pierden la brújula. Su obra artística mantiene con su persona una concordancia, en lo substancial y en lo externo, que no se ve frecuentemente. Tal concordancia, que nunca falla, hace de él una materia de estudio de las menos difíciles.”

Instituciones, distinciones o publicaciones


Academia Mexicana de la Lengua
Fecha de ingreso: 15 de febrero de 1938
Académico correspondiente de Pinos, Zacatecas

La Falange. Revista de Cultura Latina
Fecha de ingreso: 01 de diciembre de 1922
Fecha de egreso: 01 de octubre de 1923
Redactor

Zig-Zag
Director

Biblioteca Nacional
Fecha de ingreso: 1929
Fecha de egreso: 1935
Director