1995 / 29 nov 2017 08:27
Nació en Querétaro, Querétaro, en 1831 y murió en la Ciudad de México en 1905. Médico y político, periodista y escritor. Secretario de gobierno de Querétaro. Luchó en las Guerras de Reforma y de Intervención a favor de los liberales. Diputado en el Congreso de la Unión. Colaboró en El Siglo Diez y Nueve, La Orquesta, donde apareció Vulcano en 1862 y Álbum fotográfico en 1868, El Monitor Republicano y El Diario del Hogar.
Notas: Con otros autores escribió Los mejicanos pintados por sí mismos (1954-1855). Se mencionan como obras suyas los siguientes títulos: Juárez glorificado (1905), Una gota de sangre, Hallar lo que no se busca, Una flor y un relámpago.
Miembro de una prominente familia queretana, José Hilarión Rafael de los Dolores Frías y Soto nació el 22 de octubre de 1831 en Querétaro, Qro., y murió el 2 de julio de 1905, en la Ciudad de México. Hijo de Mariano Frías Múgica y de Antonia Soto, el futuro médico, militar, político, historiador, escritor, traductor y periodista creció, como muchos intelectuales decimonónicos, en el seno de un hogar marcado por las ideas de tendencia liberal del padre y el fuerte apego a la religión por parte de la madre. Realizó sus primeros estudios en los colegios de San Ignacio y San Francisco Javier, en aquel estado; más tarde, en los albores de la década de 1850, se trasladó a la Ciudad de México para completar su instrucción preparatoria e ingresar a la Escuela de Medicina, ubicada durante esa época en las instalaciones del Colegio de San Juan de Letrán. Una vez concluida la carrera de Medicina, en 1855, se lanzó a la política y el periodismo, ramos en los cuales trabajó afanosamente hasta el final de su vida. Además de estas labores, fue maestro de la Escuela Normal de Profesores, donde impartió las clases de español, lectura y declamación hasta 1890; y, un año después, se le nombró director del Instituto Literario de Hidalgo.
Como hombre público, Frías y Soto ocupó diversos cargos, tanto en su tierra natal como en el gobierno federal. Entre ellos destacan su participación como secretario de gobierno del general José María Arteaga en Querétaro, en 1857, y como jefe político de San Juan del Río, en 1863. En 1867 tomó parte en el Consejo de Guerra que condenó a muerte al emperador Maximiliano de Habsburgo. Restaurada la República, luego de la caída del Imperio, regresó a la capital; ahí fue elegido diputado por el distrito electoral de Querétaro. A partir de entonces, desempeñó dicha función en representación de varios estados y municipios: Morelos (1871), San Juan del Río (1878), Hidalgo (1880), Zacatecas (1884), Distrito Federal (1890), y Coahuila (1886, 1898, 1900, 1902 y 1904). Una de sus iniciativas más importantes como diputado fue el proyecto de ley del divorcio, presentado ante el Congreso en 1868, 1875 y 1879, el cual fue rechazado y fuertemente criticado las tres ocasiones. En 1873 fue miembro de la Comisión de Instrucción Pública del Ayuntamiento de la Ciudad de México; y, en 1878, propuso una reforma al artículo tercero de la Constitución, en la que planteaba la educación como una obligación ciudadana.
Entre 1867 y 1905, Hilarión Frías y Soto escribió para diversas publicaciones periódicas tanto de corte político, como literario. Fue redactor en jefe de diarios como La Revista Universal (1867), La Sombra de Arteaga (Querétaro, 1867), La Orquesta (1867), El Sol (1868), Fra-Diávolo (1869), El Semanario Ilustrado (1869), El Correo del Comercio (1871), La Independencia Médica (1880). Colaboró también en el Boletín Republicano (1867), La Enseñanza (1872), El Eco de Ambos Mundos (1872), El Siglo Diez y Nueve (1874, 1893), El Diario del Hogar (1880, 1882), El Monitor Republicano (1882), El Pacto Federal (1885), La República (1885) y El Federalista (Querétaro, 1885). Se tiene noticia de que firmó sus textos con los siguientes seudónimos: “Feva Irisarri”, en la colección de índole costumbrista Los mexicanos pintados por sí mismos; “Babolin”, en El Diario del Hogar, El Pacto Federal y La Patria Ilustrada; “Belitre”, en La Orquesta; “El Portero del Liceo” y “El Portero del Liceo Hidalgo”, en El Pacto Federal y El Siglo Diez y Nueve; “Manlio”, en El Libre Sufragio, y “Safir”, en El Diario del Hogar.
En su faceta como literato, pudo establecer contacto con el importante círculo letrado de la Academia de Letrán (1836-1856), tras su paso por las aulas del aludido Colegio de San Juan de Letrán. De igual manera, fue uno de los fundadores de la Academia de Bellas Letras, antecedente del Liceo Hidalgo, en el cual participó con regularidad durante sus etapas primera y tercera (1850-1851 y 1884-1888, respectivamente). Con posterioridad, asistió a las Veladas Literarias (1867-1868), donde leyó varias composiciones poéticas; además, en 1872 se le nombró socio honorario de la agrupación literaria La Concordia (1872-1877).
En cuanto a su obra de creación, Frías y Soto experimentó con diversos géneros periodísticos y literarios a lo largo de su carrera. Su pluma dio a la prensa una gran cantidad de traducciones, crónicas y artículos de tema político, histórico, médico y literario. Como muchos autores de la época, sus primeros pasos en el campo de las letras los dio en el terreno de la poesía, que cultivó escasamente entre 1850 y 1888. La mayor parte de estas composiciones fueron escritas para ser leídas en homenajes a grandes figuras literarias o en ceremonias civiles; como, por ejemplo, los poemas “Ambición. Al joven poeta mexicano D. Félix Romero” (1851), “El primer rayo de luz. Al poeta del siglo D. José Zorrilla” (1855), y “Los huérfanos. Composición leída en la función a beneficio del Orfanatorio, la noche del 16 de febrero” (1871); este último, sin duda, el más conocido, pues se imprimió cinco veces en distintas publicaciones periódicas. Como narrador, en 1854 se integró al grupo de escritores encargados de elaborar la mencionada obra colectiva Los mexicanos pintados por sí mismos, en la cual le correspondió la recreación de cuatro tipos sociales: “El aguador”, “El cochero”, “La costurera” y, en colaboración con José María Rivera, “El poetastro”. En esa misma línea, se inscribió la serie de veinte retratos costumbristas que dio a conocer con el título “Álbum fotográfico” (1868), en el periódico La Orquesta. Por otra parte, en 1861 publicó por entregas la primera versión de su novela corta, Vulcano, en las columnas de El Bouquet, suplemento literario del diario El Movimiento, la cual apareció de nueva cuenta en La Orquesta en 1862 y, en forma de libro, bajo el sello editorial de El Diario del Hogar, en 1882. En este último año, además, redactó cinco narraciones de corte realista-naturalista para este mismo periódico, dentro de la columna “En torno al hogar”, tituladas: “La colegiala”, “Cartas de un loco”, “El hada negra (Segunda parte de La colegiala)”, “La tabaquera del anticuario” y El hijo del Estado. Novela realista, que causó revuelo entre los lectores de la época por su estilo realista. Hacia el final de su carrera como escritor, entre 1895 y 1896, dio a la imprenta del periódico El Siglo Diez y Nueve más de un centenar de artículos de crítica literaria, en los cuales abordó la obra de autores nacionales y extranjeros de diferentes generaciones y tendencias estéticas, tales como fray Servando Teresa de Mier, Joaquín Arcadio Pagaza, Francisco Pimentel, Juan de Dios Peza, Luis Gonzaga Ortiz, Julio Zárate, Ángel de Campo, Federico Gamboa, Luis G. Urbina, Alberto Leduc, Amado Nervo, José Echegaray, José Zorrilla y Benito Pérez Galdós, entre otros. Igualmente, despuntó como traductor y adaptador de obras francesas como La sultana de las flores (1862), de Marc Fournier, y Elevación y caída del emperador Maximiliano (1870), de Emilé Kératry.
En su momento, Frías y Soto fue reconocido, sobre todo, como autor de costumbres, en particular por la aludida serie “Álbum fotográfico” (1868). En sus Revistas Literarias de México (1827-1867) (1868), Ignacio Manuel Altamirano celebró la calidad literaria de sus retratos de tipos contemporáneos y lo definió como un excelente pintor de detalles; asimismo, años más tarde, en “Revista literaria y bibliográfica (1867-1882)”, escribió algunas líneas sobre Vulcano y El hijo del Estado, refiriéndose a éstas como novelas satíricas. Por su parte, Pedro Santacilia, en su ensayo Del movimiento literario en México (1868), celebró su acertada manera de representar a los personajes de la heterogénea sociedad de su tiempo. En 1882 se suscitó una discusión acerca de las obras que publicó para El Diario del Hogar, en las que manifestó una aguda crítica hacia las instituciones públicas. En particular, la novela de largo aliento “El hijo del Estado” desató una gran controversia por su supuesta influencia zolaciana; periódicos como El Nacional, La Libertad y El Correo de los Lunes incluyeron varias notas, casi todas anónimas, donde se comentó negativamente su narrativa.
Ahora bien, en relación con la recepción posterior de su obra, en los estudios de crítica literaria mexicana existen pocas referencias a Frías y Soto; sin embargo, se pueden documentar algunos trabajos pioneros que siguieron la línea de las observaciones que Altamirano hiciera al respecto. Entre ellos destacan la Bibliografía de novelistas mexicanos. Ensayo biográfico y crítico (1925) de Juan B. Iguíniz, quien lo distingue por su defensa del liberalismo; el artículo “The Costumbrista Movement in México” (1935), de Jefferson Rea Spell, en cual establece una filiación entre el “Álbum fotográfico” y Los mexicanos pintados por sí mismos; y The Romantic Novel in Mexico (1957), de J. S. Brushwood, en el que dedica unas cuantas líneas al argumento de la novela corta Vulcano.
En 1954, la aparición del “Álbum fotográfico” en la revista Las Letras Patrias despertó de nueva cuenta el interés de algunos críticos por esta obra del autor queretano. El escritor Andrés Henestrosa editó aquellas páginas con una nota introductoria, donde inserta estos retratos de tipos en una larga tradición literaria nacionalista (la editorial Plaza y Valdés reimprimió estos materiales en forma de libro en 1988). A propósito de su publicación en dicha revista, Emanuel Carballo ofreció un breve acercamiento a la construcción de los personajes de Frías y Soto, en el artículo “Un álbum fotográfico” (1954), inserto en el suplemento literario del periódico Novedades. Ese mismo año, el narrador Carlos Valdés examinó la relación del “Álbum...” con la novela picaresca española y mexicana, en la reseña “Los libros de México o sobre México. Filiación del Álbum fotográfico” (1954), publicada también en la revista Las Letras Patrias. Dos años después, en su Breve historia del cuento mexicano (1956), al estudiar los antecedentes de ese género en el país, Luis Leal abordó algunas modalidades textuales de corte costumbrista, en las cuales incluyó algunas creaciones de nuestro autor, descendiente directo, según el crítico, de Guillermo Prieto y antecedente inmediato de las novelas de José Tomás de Cuéllar.
Desde finales del siglo pasado, encontramos nuevas vetas de investigación en relación con la obra de creación y la vida de Frías y Soto. María Guadalupe Barragán fue la primera en analizar la novela “El hijo del Estado” como una de las manifestaciones iniciales de la corriente naturalista europea en suelo mexicano, en El naturalismo literario en México (1993). Para la autora, esta narración destaca no sólo por el uso de diversos recursos de dicha estética, sino también por su fuerte crítica social contra instituciones estatales, educativas y médicas. En 2007, Francisco Rodolfo Mercado Noyola presentó como tesis de licenciatura la investigación Hilarión Frías y Soto. Crítico de la literatura y de la sociedad de fin de siglo xix, en la que estudió una faceta totalmente desconocida y olvidada del autor: la de crítico literario. Sin duda, el trabajo de mayor envergadura sobre la figura de Frías y Soto lo ha llevado a cabo la historiadora Beatriz Lucía Cano Sánchez, quien recientemente publicó el libro Andanzas de un liberal queretano (2016), en la cual reconstruye la biografía del autor y comenta sus principales facetas escriturarias. Por último, cabría señalar que desde 2015, se encuentra en proceso un proyecto para rescatar y editar de manera crítica la obra literaria de Frías y Soto, en el Seminario de Edición Crítica de Textos del Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, bajo la dirección de Ana Laura Zavala Díaz.
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