Enciclopedia de la Literatura en México

Pedro Santacilia

Ángel Muñoz Fernández
1995 / 07 ago 2017 12:36

Nació en Santiago de Cuba en 1826 y murió en la Ciudad de México en 1910. De niño vivió en España, donde estudió y empezó a escribir. Regresó a Cuba. Deportado, vivió en Sevilla, Nueva York y Nueva Orleans, donde conoció a Benito Juárez. Se casó con la hija mayor del Benemérito y fue su secretario cuando éste era presidente. Dirigió el Diario oficial, El cura de Tamajen y La chinaca. Fundó la revista Ensayos literarios en Cuba.


Notas: En 1983 el Centro de Investigación Científica Jorge L. Tamayo A.C. publicó Pedro Santacilia. El hombre y su obra, en 2 vols.

Pedro Antonio Santacilia Palacios nació en Santiago de Cuba el 24 de junio de 1829 y murió el 2 de marzo de 1910 en la Ciudad de México. Hijo de Joaquín, militar español, y de Isabel, criolla dominicana.

En 1836 viajó a España con su padre, quien fue desterrado de la isla por el gobernador general Miguel Tacón, por haber participado en un pronunciamiento liberal. En la península terminó su educación y luego volvió a Cuba para ejercer el magisterio. En su ciudad natal fundó, con otros amigos, la revista Ensayos Literarios (1846), de corta vida, además de colaborar en publicaciones como El Redactor, El Orden, Semanario Cubano, El Colibrí, Revista de Cuba, El Artista, El Almendares, La Piragua y La Semana Literaria.

Fue miembro notable del Liceo Científico, Artístico y Literario de La Habana. Se involucró en varias conspiraciones contra España y colaboró con la expedición independentista de Narciso López, que había partido desde Nueva Orleans (1850). Por ello, en 1852 fue encarcelado y deportado a España, país en el que no cesó en sus actividades revolucionarias y aprovechó para revisar archivos y bibliotecas en varias ciudades: Madrid, Sevilla, Granada, Málaga y Cádiz. Desde esta última pasó oculto a la posesión inglesa del peñón de Gibraltar y ahí se embarcó hacia Estados Unidos. Primero vivió en Nueva York, donde ofreció un ciclo de conferencias sobre historia de Cuba en El Ateneo (que luego publicó como libro); colaboró en El Filibustero y El Guao; dirigió la revista La Verdad, y tomó parte muy activa en la Junta Revolucionaria Cubana. De Nueva York se trasladó a Nueva Orleans; ahí, además de continuar su empeño por la independencia cubana, se vinculó y apoyó al grupo de exiliados mexicanos en esa ciudad. También conoció, en 1853, al oaxaqueño Benito Juárez, con quien mantuvo estrecha amistad y dedicada colaboración. En su correspondencia llegó a dirigirse a él como “amigo y padre”; por su parte, Juárez, quien dejaba a su cuidado la revisión y corrección de sus escritos por considerarlo un purista del idioma, se refería a él como “querido hijo Santa”. Cuando Santacilia se casó con Manuela, la mayor de las hijas del matrimonio Juárez-Maza, y al ocurrir la Intervención Francesa y el Segundo Imperio Mexicano, su suegro lo comisionó para que cuidara y velara por su familia durante su exilio en Estados Unidos.

Al triunfar la República Restaurada, Pedro Santacilia regresó a México, donde fue elegido diputado de la federación en siete oportunidades, a pesar de no ser mexicano por nacimiento; tal situación excepcional se debió a sus méritos y servicios prestados. Desempeñó diversos cargos en la administración pública. En el periodismo nacional fue redactor de El Heraldo y El Nuevo Mundo, así como director del Diario Oficial de la Federación; también envió frecuentes colaboraciones a El Cura de Tamajer y La Chinaca. Por su cercanía con Juárez, el grupo de escritores liberales lo relegó; al decir de Emmanuel Carballo, esa relación le produjo, “en el terreno de la literatura, más enemistades que reconocimientos. Al romper con don Benito, el grupo de Altamirano, Ramírez y Prieto, Santacilia quedó fuera de las empresas culturales en que intervinieron estos liberales recalcitrantes”. Durante el Porfiriato, el presidente Díaz no lo quiso cerca en términos políticos, aunque socialmente sí, pues incluso lo invitaba a las fiestas del Palacio.

Al reanudarse la lucha independentista cubana, en 1895, aceptó ser el agente representante de la Junta Revolucionaria Cubana en México, ya en tiempos de Porfirio Díaz. Fue el primer cubano inscrito en el Consulado de Cuba en México, al inaugurarse la república de su país, el 20 de mayo de 1902.

Perteneció a la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística desde 1869. Si bien su producción literaria no fue extensa, destacan sus libros de historia, leyenda, relato y apólogos, entre ellos El laúd del desterrado (1858), La clava del indio. Leyenda cubana (1862), El arpa del proscripto (1864) y Apólogos (1867). Su trabajo Del movimiento literario en México (1868) fue reconocido por escritores de la época, como Ignacio Manuel Altamirano y Guillermo Prieto, así como por la Real Academia de la Lengua Española. En poesía, sus temas se redujeron a dos: “la patria y el amor (a la mujer y a los niños)”. Al decir de José Manuel Carbonell, su poesía fue esencialmente cubana y respondió a su momento histórico; como vate fue “correcto y fácil versificador, en muchos de sus poemas […] más próximo a la retórica que a la poesía”. Como “epistolarista Santacilia alcanza —a juicio de Carballo— su culminación como escritor”, debido a que en sus cartas reunía sus intereses políticos, su visión de la vida y de la historia. Sus misivas no siguieron la preceptiva del género en boga, sino que aspiró a crear una nueva, la de “la espontaneidad (en varios aspectos Santacilia es un romántico tardío), la de la libertad en el discurso y en el estilo, la de la pasión, gobernada por la misión política que el autor sabe que cumple en el mundo en que vive”.

Como poeta fue un autor inscrito en el romanticismo, aunque su pensamiento en sus obras en prosa y en sus ensayos es más cercano al positivismo filosófico. Es uno de los autores incluidos en la antología El laúd del desterrado (Nueva York, Imprenta de La Revolución, 1858).

De su unión con Manuela proviene la actual familia Obregón-Santacilia-Juárez, que donó su archivo, así como el de Benito Juárez, a la Biblioteca Nacional de México, en cuyo Fondo Reservado se conservan para su estudio y consulta.

Recientemente fue recreado como personaje en la novela Los Juárez (Planeta, 2006), de Ricardo Orozco, y es mencionado de forma ocasional por Vicente Quirarte en La isla tiene forma de ballena (Seix Barral, 2015). Por su pertenencia sentimental tanto a Cuba como a México, fue llamado “el gran patriota dual”.

Alejandro González Acosta

Instituto de Investigaciones Bibliográficas IIB (UNAM)

Universidad Nacional Autónoma de México UNAM

 

Obras del autor

Apólogos. México, Imprenta de J. Fuentes, 1867.

Del movimiento literario en México. México, Imprenta del Gobierno, 1868.

El arpa del proscripto. Nueva York, Imprenta de J. Durand, 1864.

El diluvio. Córdoba, España, Establecimiento Tipográfico de D. Fausto García, 1852.

El genio del mal. México, Tipografía de Nabor Chávez, 1861.

Instrucción sobre el cultivo del cacao. Puerto Príncipe (Camagüey), Imprenta del Fanal, 1849.

La clava del indio. Leyenda cubana. Edición del Heraldo. México, Tipografía de Nabor Chávez, 1862.

Lecciones orales sobre la historia de Cuba. Colectadas por Vingut. Nueva Orleans, Imprenta de Luis E. del Cristo, 1859.

Observaciones al discurso de D. Joaquín F. Pacheco. ¿México, 1868?

 

Bibliografía mínima

Carbonell, José Manuel, Pedro Santacilia, su vida y sus versos. La Habana, Academia Nacional de Artes y Letras, Imprenta El Siglo XX, 1924.

Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba, Diccionario de la literatura cubana. La Habana, Letras Cubanas, 1984, t. ii.

Pedro Santacilia. El hombre y su obra. 2 t. Boris Rosen Jélomer (ed.). México, Centro de Investigaciones Científicas Ingeniero Jorge L. Tamayo, 1983.

Seudónimos:
  • P.S.