2015 / 25 sep 2018
En la tierra de en medio es el décimo libro de poemas de Rosario Castellanos, publicado en 1972 como parte de Poesía no eres tú, la compilación de su obra poética. Consta de veintiún poemas que, con versos libres que tienden a la regularidad de siete, once y catorce sílabas, recorren emotivamente aspectos de la vida diaria y su labor de escritora, con los cuales el lector puede identificarse plenamente.
El título del libro surge como un diálogo con The Waste Land (Tierra baldía), un poema de largo aliento de T. S. Eliot que influiría notablemente en el trabajo de muchos escritores mexicanos y latinoamericanos, especialmente en quienes, como la poeta chiapaneca, se acercaron a un tono conversacional e intimista. Para hacer más latente esta proximidad, Rosario Castellanos toma de The Four Quartets, otra obra del mismo autor, el epígrafe: “Human kind / cannot bear very much reality” (“El género humano / no puede soportar tanta realidad”).
Como en una carrera a campo traviesa, los poemas de En la tierra de en medio conducen al lector por diferentes paisajes de un territorio que, a pesar de los caprichos de la intemperie, termina resultándonos familiar. Tierra árida y casi desierta, reseca por el polvo de la cotidianidad pero que, pese a todo, algunas veces florece.
Una de las principales virtudes que encontramos en la obra de Rosario Castellanos es la capacidad para conjuntar la perfección formal con un discurso emotivo en torno a temáticas coloquiales; no obstante, es a partir de este libro que encontramos la ironía como forma de asumir la madurez. En este sentido, En la tierra de en medio nos presenta los que probablemente sean los registros más altos y maduros de su trabajo. Entre anécdotas que hablan del periódico, de la vanidad, de medicinas y maquillajes, sentimos de repente el golpe abrumador de la tristeza diaria, del amor no correspondido, que nos conmueven al tiempo que nos hacen sentir parte del ánimo del poema que leemos.
Esta manera de escribir se emparenta con lo que Roberto Fernández Retamar identifica como coloquialismo de tono conversacional.[1] Aunque no existe una corriente propiamente establecida como tal, puede considerarse como un rasgo más o menos reconocible desde principios de los años sesenta en varios de estos poetas que, por otro lado, se formaron en los mismos espacios y con lecturas muy parecidas. En la Universidad Nacional Autónoma de México, Ernesto Cardenal, que con sus epigramas apuntaló esta forma de escribir y con su antología de poetas norteamericanos acercó las vanguardias estadounidenses a los lectores latinoamericanos, compartió aulas y talleres literarios con Rosario Castellanos; por otro lado, Jaime Sabines, también de Chiapas, mantuvo una relación muy estrecha con la poeta.
Así, frente al agotamiento expresivo de los modelos afrancesados de principios de siglo xx, algunos escritores latinoamericanos abrevaron en la amplia tradición de lengua inglesa, en la que destacaban sobre todo Walt Whitman, Emily Dickinson, Ezra Pound y T. S. Eliot. En palabras de Fernández Retamar:
esta forma diferencial de escritura se funda en la exploración del potencial lingüístico; no se trata de convertir el texto en el único centro de atención, en el acto único de escritura sino, por el contrario, de remitir el elemento ficcional a un contexto fuera de la propia obra con el propósito de decir algo más a través de la palabra, que pueda convertirse en plurisignificacional.[2]
En el caso de Rosario Castellanos, la búsqueda del tono conversacional se da gradualmente y puede constatarse a lo largo de su producción. En sus primeros libros la poeta aborda temáticas que se relacionan con la tradición lírica –los árboles, el campo, la contemplación, el amor y la muerte–, mientras que en los poemas de madurez notamos más soltura e intencionalidad por construir el discurso poético desde la experiencia propia. La poeta deja de ser infalible; tiene canas, arrugas, equivocaciones y deseos no cumplidos. Sacrifica su calidad de creadora omnisciente en aras de mostrarse más humana, más empática con el otro.
Resalta, sin embargo, el hecho de que si bien Castellanos emplea expresiones y situaciones cotidianas, la versificación que emplea para ello goza de una gran libertad sin alejarse de las formas prosódicas tradicionales. Versos como “Soy más o menos fea. Eso depende mucho / de la mano que aplique el maquillaje”[3] que a primera vista podrían parecernos desiguales, denotan en realidad un cuidado y precisión que caracterizan a la poeta chiapaneca desde sus primeros libros. El logro: hacer que un verso alejandrino de hemistiquios rotundamente marcados con un punto seguido y un endecasílabo cedan, sin perder su importancia, la atención al contenido profundamente emotivo que expresan. Al ampliar los horizontes temáticos, Rosario Castellanos construye una experiencia literaria desde la perspectiva del lector común y la emoción.
Otro aspecto interesante en la obra de Rosario Castellanos es la posibilidad de construir un discurso feminista particular desde la poesía. La poeta nos muestra una perspectiva femenina, dotada de sensibilidad y de ironía, que descubre y explica lo que la rodea, al tiempo que comparte esa visión con los otros para encontrar su lugar en el mundo.
Si la influencia de filósofos como Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir es constante desde la aparición de sus primeros libros, En la tierra de en medio nos permite ver, como lo señala Angélica Tornero, “el punto de partida feminista para la articulación de lo femenino en la autora”. Aquí los poemas abordan frontalmente las preocupaciones de la poeta y, además, adquieren una forma mucho más personal gracias a la constante reflexión en torno al Otro.
Así, con una apuesta por la honestidad como revelación poética pero también con una voluntad de hacer latentes los conflictos sociales y de género, Castellanos logra siempre la identificación con el otro, con el lector, independientemente del género y la filiación ideológica. Y sobre todo, la poeta chiapaneca aporta al discurso feminista una nueva perspectiva, una arista creativa y personal que, no obstante, no deja de denunciar la desigualdad y la incoherencia de las jerarquías y prácticas sociales.
La influencia de la poesía en lengua inglesa es un elemento fundamental en Rosario Castellanos. Mientras el título y epígrafe emparentan el libro con la poética de T. S. Eliot, en los primeros textos, hasta “Memorial de Tlatelolco”, encontraremos una cercanía con las temáticas y tonos del romanticismo en lengua inglesa. “Bella dama sin piedad”, el poema que abre En la tierra de en medio, dialoga con dos poemas fundamentales de John Keats: “Belle Dame Sans Merci” y “Lamia”, cuyo ánimo lúgubre e invernal permea los versos de Castellanos.
Ambos poetas se aproximan a Lamia, un personaje que puede ser considerado como uno de los antecesores de los vampiros. En la mitología griega, Lamia es una especie de demonio que le roba la energía a los jóvenes engañándolos para que se desposen con ella. John Keats reconstruye este mito en sus dos poemas, añadiéndole a la atmósfera de terror latente de este mito un énfasis en la visión romantizada del amor imposible. La poeta chiapaneca, en cambio, fortalece esta atmósfera oscura al mantener siempre un aire de ausencia. El sujeto poético se construye a partir de una constante no definición: “Sueña, no está. Imagina, no es”[4] un personaje inasible del cual sólo podemos ver la silueta. Al final, la eternidad en la que habita la bella dama es una eternidad vacía, un instante siempre demasiado tarde. Esta atmósfera de paisaje inglés, llena de matices fríos y una neblina que oculta a medias todas las cosas, se reproduce a lo largo de la primera parte del libro, es decir, los diez primeros poemas. En “Elegía”, por ejemplo, nos encontramos con una lamentación ante la incapacidad de ser lo deseado, la imposibilidad de hacer otra cosa que “yacer” como una piedra.
Nunca, como a tu lado, fui de piedra.
Y yo que me soñaba nube, agua, aire sobre la hoja,
fuego de mil cambiantes llamaradas,
sólo supe yacer,
pesar, que es lo que sabe hacer la piedra
alrededor del cuello ahogado.[5]
Castellanos enfrenta elementos cuya característica es la fluidez y la levedad (nube, agua, aire) a la piedra y su peso. Lo doloroso está en comprenderse la piedra en el cuello del ahogado, lo cual plantea la figura femenina como perdición del amante, esbozado anteriormente través de la historia de la Bella Dama sin piedad.
El mismo interés por el contraste de texturas y su relación con el carácter de los individuos puede observarse en el poema “Desamor”. Ahí, el sujeto poético interactúa con un personaje indefinido y difuso que funciona como agente para determinar la existencia a partir de el amor. Este protagonista mira al sujeto poético “como se mira a través de un cristal / o del aire / o de nada” (vv. 1-3), es decir, con cierto desdén, con una mirada extremadamente ligera, lo que da como resultado la sensación de muerte, de inexistencia, de no tener nombre y ser “...arrojado / a la fosa común”.[6]
“Invierno en el Anáhuac” es, más allá del contexto de las relaciones afectivas, un ejemplo claro de prosopopeya, un procedimiento usado por Castellanos en la primera parte del poemario que consiste en atribuir características humanas a una cosa, objeto o animal. En él, el Polo, extremo de la frialdad del mundo, se presenta como un personaje que llega de visita a la ciudad. Comienza por saludar a los transeúntes y colarse en las actividades cotidianas y en el sueño con un guiño de humor “en el sueño uno lo traiciona / y va de vacaciones a Acapulco”.[7] Luego, el frío polar revela su verdadero carácter: en las madrugadas, entre el sueño, se torna un amante incontrolable y atrevido, que “...esquimal al fin, no besa: muerde”.[8]
1968 fue un año de efervescencia política. A lo largo del mundo, estudiantes y movimientos obreros realizaban protestas contra los regímenes de sus países buscando mayor igualdad y, en muchos casos, impulsando ideologías de izquierda. En México, las movilizaciones comenzaron el 22 de julio, luego de que el cuerpo de granaderos interviniera con violencia en un pleito entre vocacionales 2 y 8 del Instituto Politécnico Nacional y la preparatoria Isaac Ochoterena, incorporada a la Universidad Nacional Autónoma de México. La marcha de apoyo a los estudiantes se mezcló con otra marcha de apoyo al gobierno Cubano, y ahí se gestó el movimiento estudiantil.
Luego de tres meses de marchas y manifestaciones pacíficas encabezadas por estudiantes de la UNAM y del IPN, el movimiento estudiantil atrajo a muchísimas personas de diferentes estratos, causando el miedo del entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz a movilizaciones que impidieran el desarrollo de las Olimpiadas. El 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, ante una manifestación de estudiantes y vecinos de las diversas unidades habitacionales de la zona, ocurrió una de las represiones más trágicas en la historia de México.
El ejército mexicano, la policía y diversos grupos de granaderos y paramilitares dispararon, golpearon y torturaron indistintamente a estudiantes y habitantes de la zona, adultos y niños, hombres y mujeres. Todavía hoy es difícil estimar las dimensiones. Si bien, en su momento, la mayoría de los periódicos dieron un reporte de entre veinte y treinta muertos, hoy se sabe que al menos trescientas personas fallecieron y miles resultaron heridas a causa de la brutalidad de la represión a solamente diez días de que se llevaran a cabo los Juegos Olímpicos.
El ánimo, que hasta entonces era optimista en torno a una renovación democrática, decayó. El movimiento estudiantil fue dispersado y replegado, probablemente por miedo a una nueva represión. Fueron pocos los escritores de peso que manifestaron su solidaridad: Octavio Paz, hasta ese momento embajador en la India, renunció a su cargo afirmando que él no podía trabajar para un gobierno que asesinaba a su gente. José Revueltas, participante activo en el movimiento, fue encarcelado en noviembre del mismo año. Juan García Ponce, dado su parecido con uno de los miembros del Comité Nacional de Huelga, fue detenido con violencia y luego puesto en libertad. Por su parte, Elena Poniatowska elaboró La noche de Tlatelolco, un libro polifónico con ánimo periodístico que recogía testimonios de mucha gente que directa o indirectamente estuvo involucrada con el movimiento.
Rosario Castellanos participó con un poema en el libro de Poniatowska publicado en 1971, “Memorial de Tlatelolco”, que puede leerse en el monumento conmemorativo erigido en el año 2000 en la Plaza de las Tres Culturas. En él, Castellanos enuncia un suceso de vital trascendencia que fue negado por el gobierno, creando atmósferas oscuras que contrastan con una constante vacilación, con los mismos velos con los que se pretendía esconderlo todo: “¿Quién? ¿Quiénes? Nadie. Al día siguiente, nadie.”[9]
Éstas eran probablemente las mismas dudas que muchos mexicanos tenían en ese momento, pues además de que fue prácticamente imposible acceder al lugar hasta que fue limpiado, la mayoría de los medios de comunicación guardaron silencio ante la situación:
La plaza amaneció barrida; los periódicos
dieron como noticia principal
el estado del tiempo.
Y en la televisión, en la radio, en el cine
no hubo ningún cambio de programa,
ningún anuncio intercalado ni un
minuto de silencio en el banquete.[10]
Castellanos también hace referencia a Tlazoltéotl, la “Devoradora de excrementos” (v. 24), para contextualizar, pues Tlatelolco es un centro ceremonial prehispánico en donde se realizaban sacrificios rituales con regularidad.
Ante el silencio guardado por muchos, Castellanos lanza un grito: “Mas he aquí que toco una llaga: es mi memoria. / Duele, luego es verdad. Sangra con sangre. / Y si la llamo mía traiciono a todos.”[11] Si bien ella no fue testigo presencial, pareciera recordarnos que la labor del poeta es también denunciar a su tiempo, colocarse del lado de los oprimidos, resistir con la palabra. Castellanos busca, junto con Elena Poniatowska, agitar a los lectores, evitar el olvido, y mantener latente la indignación para que, de esa manera, “...recordemos / hasta que la justicia se siente entre nosotros.”[12]
Como si se hubiera tratado de un exorcismo preparado por los primeros diez textos, luego de “Memorial de Tlatelolco” el ambiente cambia. Castellanos conduce sus poemas de un ambiente lúgubre y frío hacia la calidez del hogar y el día a día, cambiando también el punto de enunciación. Lo que antes se trataba de construir mediante sombras y velos, aquí se pondrá al descubierto con una luz que busca desnudar al sujeto poético. Así, a partir de “Autorretrato” y hasta “Post-scriptum”, el penúltimo poema del libro, encontraremos tres ejes temáticos fundamentales: el hogar y sus construcciones sociales, el establecimiento de una poética propia que definirá el rumbo de su trabajo posterior, y la consciencia de la madurez a partir de una autoevaluación lúcida e implacable.
En “Se habla de Gabriel”, “Economía doméstica” y “Lecciones de cosas”, así como en “Autorretrato” –aunque no sea su tema central–, la poeta explora los distintos roles que tradicionalmente se le asignan a la mujer en sociedades como la mexicana. La maternidad, el amor por los hijos y el marido, el mantenimiento de la casa y el cuidado personal son revisados por la poeta chiapaneca a partir de la experiencia. El yo lírico de Castellanos no teoriza, reflexiona y no duda en cuestionarse, en describir minuciosamente sus aciertos y errores para contrastarlos con lo que se espera de ella. En “Entrevista de prensa”, “Lecciones de cosas” y “Poesía no eres tú” encontramos los resultados de contrastar estas reflexiones con el ejercicio poético interiorizado.
En “Se habla de Gabriel” vemos cómo la maternidad, algo que durante mucho tiempo el conservadurismo ha querido imponer como el momento culminante de toda mujer, está llena de sensaciones encontradas: “Como todos los huéspedes, mi hijo me estorbaba”.[13] No es un rechazo sino una incomodidad ante la inminencia del cambio, de la cesión de territorios propios a un nuevo ser humano que, no obstante, “...un día se eregirá en juez inapelable / y que acaso, además, ejerza de verdugo”.[14]
El poema nos conduce por los diversos estadios de un embarazo capturando las dudas e inseguridades de un primer parto que aunque normales, nos resultan difíciles de leer, pues en cierto sentido la maternidad es un tabú, una especie de don divino que se acepta y se debe gozar. El sujeto poético concluye con la revelación agridulce de que este acto, a pesar de incomodidades y dolores, es también una forma de terminar con la soledad y el distanciamiento de los otros: “Consentí. Y por la herida en que partió, por esa / hemorragia de su desprendimiento / se fue también lo último que tuve / de soledad, de yo mirando tras un vidrio”.[15] El cuestionamiento a los roles y las expectativas que en una sociedad como la mexicana se pretenden sólo femeninos se refleja con un humor ácido en “Economía doméstica”. El poema, como espejo de la idealización de la vida hogareña, nos revela: “He aquí la regla de oro, el secreto del orden: / tener un sitio para cada cosa / y tener / cada cosa en su sitio. Así arreglé mi casa".[16] Con tono irónico y desenfadado, Rosario Castellanos acomoda su casa y su vida con la facilidad del consejo de alguien ajeno a nosotros. Los libros, la ropa, la vajilla para ocasiones especiales. Todo impecable.
Y sin embargo, ante la obsesión por la pulcritud de la casa como reflejo de la limpieza psicológica, la poeta nos recuerda que también existe la necesidad de tener un espacio de relajamiento, un lugar en donde colocar, sin orden alguno como se nos presenta la vida, todos los dolores, las ansias y las nostalgias. La complicidad que genera la confesión se fortalece al reconocer que, como todos nosotros, para ella también es necesario mantener este “lugar de los trebejos” detrás de las apariencias, al tiempo que muestra “...a las visitas, / orgullosa, una sala en la que resplandece / la regla de oro que me dio mi madre.”[17]
Por otro lado, “Autorretrato”, “Valium 10”, “Post-scriptum”, y de manera un tanto elíptica, “Entrevista de prensa” y “Narciso 70”, son un reflejo de la madurez poética y de vida que poco a poco Rosario Castellanos ha ganado. A diferencia de los libros anteriores en los que se notaba aún la búsqueda de la voz poética propia, En la tierra de en medio nos revela con serenidad y detalle los triunfos y fracasos, el orgullo y las inseguridades de una mujer que se conoce bien.
La poeta se coloca entre la celebración de la construcción personal de la diferencia, en la autenticidad de sus propias decisiones como escritora, y lo inevitable de pasiones humanas como la tristeza, la desesperanza y el sufrimiento. Así nos puede confesar: “Prefiero estar aquí, como ahora, leyendo / y, si apago la luz, pensando un rato / en musarañas, y otros menesteres”,[18] o bien, con el tono sarcástico que sólo pueden dar la madurez y la experiencia, reconoce que muchas veces: “sufro más bien por hábito, por herencia, por no / diferenciarme más de mis congéneres / que por causas concretas”.[19]
“Valium 10” es un poema particular pues rompe con este tono de sabiduría amarga al compartirnos una imprecación, una duda ante la seguridad con la que se enuncia la propia identidad. Hablándose de tú a sí misma, recuerda el desequilibrio que a veces impera y cómo “...no puedes / dormir si no destapas / el frasco de pastillas y si no tragas una / en la que se condensa, / químicamente pura, la ordenación del mundo.”[20] Un golpe de honestidad que nos recuerda, a pesar de los paliativos, que estamos solos.
La amplia gama de matices anímicos en estos poemas –que sin embargo tienden a la calma– es un reflejo de los diferentes humores que experimentamos diariamente. “Así, pues, luzco mi trofeo y repito: / yo soy una señora. Gorda o flaca / según las posiciones de los astros...”[21] Castellanos describe sus diferentes estados de ánimo, las sensaciones de la madurez: “Y luego, ya madura, descubrí / que la palabra tiene una virtud: / si es exacta es letal / como lo es un guante envenenado”,[22] reflejando una voz poética más firme, crítica y determinada a mostrar la cercanía entre el lector y la poeta.
“Poesía no eres tú” es el último texto de En la tierra de en medio, y da nombre a la recopilación de todos los poemas de Rosario Castellanos. Con una clara referencia a la rima xxi de Gustavo Adolfo Bécquer, la poeta busca expresar la evolución de su proceso de escritura, que, como ella misma señala en su breve artículo “Si poesía no eres tú ¿entonces qué?”, va del ensimismamiento críptico al descubrimiento del otro, no sólo en el aspecto amoroso sino en la posibilidad de una dimensión colectiva del quehacer poético.
A diferencia de los tomos sueltos, la publicación de la obra completa de Castellanos sí fue atendida por la crítica y la prensa de su tiempo, pues para 1972 la poeta chiapaneca gozaba de reconocimiento gracias a su incursión en diferentes géneros literarios y también a su trabajo como columnista en el periódico Excélsior. Desde entonces se han escrito muchos estudios sobre la poesía de Rosario Castellanos, en los cuales se suelen analizar “Memorial de Tlatelolco”, “Autorretrato” y “Poesía no eres tú” como algunos de los textos mejor logrados en su producción.
No obstante, hay que señalar que no toda la crítica fue favorable. José Joaquín Blanco en su Crónica de la poesía mexicana de 1977, señala:
En 1972 aparecieron sus poemas (casi) completos bajo el pésimo título general de Poesía no eres tú; son muy sentimentales, amargos, religiosos y domésticos, aderezados con mitos (Hécuba, Penélope, Nausícaa, etc.) y figuras alegóricas (la Madre, la Solterona, la Abandonada, la Cortesana, etc.); a veces están más pensados para la declamación, no oratoria y engolada, sino recitada y triste como las oraciones de las mujeres en el templo –ágora femenino– y a media voz –lenguaje femenino.[23]
El hecho de que Blanco considere en 1977 que Castellanos “Escribió mucho y sus textos son acaso más valiosos por los obstáculos a los que se atreven que por sus resultados”, contrasta con la mayoría de las opiniones críticas en torno al trabajo de la poeta. Al respecto, Rosa Sarabia señala que Blanco “No sólo no ve como positivo el abandono de esa primera retórica por parte de la poeta sino que miopíamente [sic] él mismo rechaza su importancia como mujer en el espacio cultural...”.[24]
Así, aspectos que Blanco identifica como negativos son hoy los que la crítica resalta. Angélica Tornero, por ejemplo, al hablar de la subjetividad en la poesía de Rosario Castellanos, considera que En la tierra de en medio “sobresale por su estilo directo, por una ironía que empieza a dibujarse” y porque, “Este libro es, además, el punto de partida feminista para la articulación en la poesía de la autora”. Por su parte, Luz Elena Zamudio reconoce que con “Memorial de Tlatelolco”, Castellanos “estuvo atenta a los problemas nacionales y se pronunció con valentía según su punto de vista, como podemos constatarlo con el poema que denuncia la matanza de Tlatelolco en 1968, sobre la que muy pocos se atrevieron a hablar en aquel momento”.[25] Así, la poesía de Rosario Castellanos parece ir cobrando cada vez más valía, no solamente por su exploración emotiva de las temáticas femeninas y su cercanía con la perspectiva de género que hoy es parte de nuestra visión cultural, sino también por la calidad de su trabajo, por la búsqueda poética comprometida por sobre todas las cosas con la misma poesía y por esa honestidad lírica en la que el lector puede reconocerse.
En este sentido, En la tierra de en medio resulta fundamental para conocer la gran capacidad poética de Castellanos, pues nos permite reconocer el momento en el que la poeta chiapaneca abandona la poesía de ánimo sentimental y subjetivo, que se esconde tras la retórica y la construcción de imágenes complejas, para dar paso a un despliegue de coloquialidad en el lenguaje y a una mayor reflexividad en torno a la vida diaria, a la madurez de conocerse y reconocerse en los otros.
Bigelow, Marcia Anne, La evolución de la hablante en la poesía de Rosario Castellanos, Tesis de doctorado, Irvine, Universidad de California, 1984.
Blanco, José Joaquín, Crónica de la poesía mexicana, 4ª ed., México, D. F., Katún, 1983.
Calderón, Germaine, El universo poético de Rosario Castellanos, México, D. F., Universidad Nacional Autónoma de México/ Instituto de Investigaciones Filológicas/ Centro de Estudios Literarios (Cuadernos del Centro de Estudios Literarios), 1979.
Castellanos, Rosario, “En la tierra de en medio”, en Poesía no eres tú, 2ª ed., México, D. F., Fondo de Cultura Económica (Letras Mexicanas), 2012, pp. 281-302.
----, “Feminismo a la mexicana”, en Mujer de palabras. Artículos rescatados de Rosario Castellanos, México, D. F., Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Lecturas Mexicanas, cuarta serie), 2004, pp. 247-250.
Fernández Retamar, Roberto, “Antipoesía y poesía conversacional en Hispanoamérica”, en Para una teoría de la literatura hispanoamericana, La Habana, Casa de las Américas, 1975, pp. 111-126.
Guedea, Rogelio, “La insurrección solitaria”, en Poetas del medio siglo (mapa de una generación), México, D. F., Universidad Nacional Autónoma de México, 2007, pp. 107-121.
Sarabia, Rosa, Poetas de la palabra hablada: un estudio de la poesía hispanoamericana contemporánea, Londres, Támesis, 1997.
Tornero, Angélica, “Expresiones de la subjetividad en la poesía de Rosario Castellanos”, en Pol Popovic Karic y Fidel Chávez Pérez (coords.), Rosario Castellanos: perspectivas críticas, ensayos inéditos, México, D. F., Tecnológico de Monterrey/ Miguel Ángel Porrúa, 2010, pp. 111-146.
Zamudio R., Luz Elena y Margarita Tapia (eds.), “Pasaporte a la poesía de Rosario Castellanos”, en Rosario Castellanos: de Comitán a Jerusalén, Toluca, Tecnológico de Monterrey/ Universidad Autónoma del Estado de México/ Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, 2006, pp. 31-47.
Castellanos, Rosario, "Arte Poética Nº 28: Rosario Castellanos", Círculo de Poesía, (consultado el 21 de junio de 2016).
Castellanos, Rosario, "Poemas de Rosario Castellanos", Material de lectura, Universidad Nacional Autónoma de México, (consultado el 21 de junio de 2016).
Castillo Troncoso, Alberto del, "El movimiento estudiantil de 1968 narrado en imágenes", Revista sociológica, (consultado el 21 de junio de 2016).
Centro Cultural Universitario UNAM en Tlatelolco: Recorrido virtual del museo y vista al memorial, (consultado el 21 de junio de 2016).
Plena de "pasión y sentimiento", a decir de Octavio Paz, la poesía de Castellanos posee un tono revelador que contribuye a dar una visión dramática de la existencia; parte de la precisión metafórica para desembocar en un verso claro y directo, capaz de revelar y revalorar el mundo que la rodea.
Entre los poetas de México, Rosario Castellanos se singulariza por la propensión a descender al interior de su conciencia en busca de emociones que, convertidas en canto o en elegía, suelen aflorar en descarnados versos.
En 1972, la autora reúne su obra poética en Poesía no eres tú, volumen en el que incluye, además, los poemas dramáticos Salomé y Judith y sus versiones de textos de Emily Dickinson, Paul Claudel y Saint-John Perse.