El retrato de Zoe es expresión de un dogma literario. Casi todos los textos que lo componen tienen el carácter de construcciones verbales destinadas al ejercicio de una lectura pura que no derive en una interpretación ajena a la intención correlativa de la escritura que los construye. El carácter absolutamente ficticio de todo lo que en ellos se afirma subraya no sólo su índole estrictamente literaria, sino también su origen irracional; es decir, su condición de ser meras tentativas por concretar las cosas o los fantasmas de las cosa, por apresar el significado de hechos irreales o impensables.
Salvador Elizondo nació en la ciudad de México en 1932. Con Farabeuf, o la crónica de un instante, su primera novela (Serie del Volador, 1965) obtuvo el premio Villaurrutia y un reconocimiento internacional que se refleja en sus traducciones al alemán, francés e italiano. Posteriormente ha publicado, en esta misma serie, El Hipogeo Secreto (1968).
Cada cuento es una evocación de múltiples reflejos en donde la memoria existe porque es capaz del olvido: fabulaciones cuyo sentido último transgrede toda moraleja. Elizondo se sumerge en lo profundo de sus personajes para construir la naturaleza equívoca de la verdad. Allí abre ventanas desde las cuales puede mirarse el paisaje imprevisto del alma humana.