Enciclopedia de la Literatura en México

El libro del emigrante

mostrar Introducción

El Libro del emigrante[1] (unam, 1985), tercer y último poemario de Manuel Calvillo (1916 o 1918 - 2009), es una apuesta por la abolición del tiempo y el espacio. El emigrante es el sujeto lírico que cruza distintas épocas y distintos lugares para reunirse con su amada, que también habita en distintos siglos: cuando se encuentran, borran todas las temporalidades y frente a ellos se abre la eternidad. Esto se plasma con dos recursos de la poesía moderna, el simultaneísmo y el collage, que permiten anudar una serie de planos donde se da cuenta de la heterogeneidad de la historia humana: Egipto, la astronomía, gestas homéricas, una selva de Tabasco, Nueva España, el mundo cristiano, la esquina de Madero y San Juan de Letrán en la Ciudad de México.

Escrito en versículos, que no pocas veces colindan con la prosa, alberga un poema extenso titulado “Primer fragmento”, subdividido en cuatro secciones. Le sigue un “Segundo fragmento” y unos “Apuntes”. Estos tres poemas, crcanos en su escritura, constituyen la sección medular del libro. Con fecha distinta, “De la Epístola III” (1983), temáticamente distanciado del resto, funciona a modo de coda y es el último poema publicado en vida por su autor.

Los poemas del volumen fueron publicados en revistas como la Revista de la Universidad de México, Diálogos y El Corno Emplumado. Recopilados y presentados por Tomás Javier[2] forman parte de la colección Material de Lectura. Serie Poesía Moderna. Se suman a las dos obras previas de Manuel Calvillo: Estancia en la voz (1942) y Primera vigilia terrestre (1953).

mostrar Espectador de la fiesta literaria

Tradicionalmente, se ha afirmado, en los pocos textos que sobre Manuel Calvillo se han escrito, que nació un 20 de enero de 1918 en San Luis Potosí. Juan Pascual Gay ha puesto en duda esta fecha y ha propuesto, basado en el acta de nacimiento del poeta, que éste nació el 30 de enero de 1916.[3] Durante su niñez, Manuel Calvillo desarrolló, como piensa este investigador, una capacidad sorprendente de ensimismamiento, de abstraerse del bullicio que lo circundaba,[4] clave para entender la trayectoria intelectual del poeta y su puesto en la cultura literaria del siglo xx mexicano.

Radicado en la Ciudad de México desde muy joven, donde se gradúa en Derecho por la Universidad Nacional, se mantuvo siempre al margen de los grupos literarios de su tiempo y no se preocupó nunca por forjarse un reconocimiento como poeta.[5] Ocupó cargos, algunos de cierta importancia, como el de secretario de Alfonso Reyes en El Colegio de México. Dedicó gran parte de su vida al estudio de la historia de México, sobre todo a aquel periodo que constituye los límites entre el virreinato y la independencia, y a una de sus figuras más excéntricas, el regiomontano fray Servando Teresa de Mier.

Coetáneo de Efraín Huerta y Octavio Paz, entre otros artistas nacidos unos pocos años antes que él y con quienes de hecho se relacionó a fines de la década de los treinta en la Ciudad de México, no perteneció, sin embargo, a ese grupo de la revista Taller (1938-1940), sino que permaneció relativamente cerca de otro, reunido en torno a Tierra Nueva (1940-1942), una revista en la que publicó dos poemas, esencialmente distinta a la de Paz y Huerta. A cargo de Tierra Nueva estaban Alí Chumacero, Leopoldo Zea, José Luis Martínez y Jorge González Durán. Las diferencias entre ambas publicaciones no podrían estar mejor puntualizadas de lo que lo están en estas líneas de Paz: el grupo de Tierra Nueva estaba “menos preocupado por los temas sociales y políticos, [era] más culto y [se encontraba] más cerca de los afanes universitarios. Los de Taller frecuentábamos los bares y los cafés; los de Tierra Nueva se reunían en el jardín de la Facultad de Filosofía y Letras”.[6]

Es justamente el carácter apolítico de Calvillo el rasgo que mejor lo diferencia de aquellos dos grandes poetas. En cambio, la religiosidad lo vincula con uno de los poetas del grupo de los Contemporáneos. Ya en 1942, en una reseña publicada en Letras de México, Chumacero destacaba la presencia de Carlos Pellicer, tabasqueño y católico, en Estancia en la voz, primer libro de Calvillo.

No puede pasarse por alto la participación de Manuel Calvillo en la revista Ábside, donde publicó tres poemas y otros textos entre 1940 y 1943. Punto de reunión de intelectuales y poetas católicos –los hermanos Méndez Plancarte, michoacanos; Alfonso Junco, de Monterrey–, la revista debió parecerle atractiva al poeta religioso. Algunos versos herméticos de aquellos años, por ejemplo, parecen emprender el vuelo de los místicos:

Voy como espejo, cápsula o repentina yema,

emboscado en mi sangre, rezumado en espera y en distancia.

Voy, yo, evidente, de hostilizadas voces implacables,

precipitado al río elemental de Su misma Presencia.[7]

Aunque con los miembros de Ábside Manuel Calvillo pareció entenderse más que con otros, sería impreciso sumarlo a este grupo o a cualquier otro. Con los años publicaría también en Cuadernos Americanos y, durante la década de los sesenta, en El Corno Emplumado, esta última a cargo de Margaret Randall y Sergio Mondragón.

Si bien no permaneció inmune al influjo de poetas que determinaron el rumbo de la época (T. S. Eliot, Ezra Pound), el afluente que desemboca en la figura de Manuel Calvillo sigue una ruta muy distinta a la de otros escritores de su generación. En su recorrido se encuentra con figuras cuyo común denominador parece ser el origen provinciano y las preocupaciones religiosas. Entre los poetas afines a Calvillo ocupa un lugar especialísimo su paisano Manuel José Othón que, desde el punto de vista de la historiografía tradicional, representa también una anomalía de la poesía mexicana de su tiempo.

En 1944, la Universidad Nacional publicó una antología del autor del “Idilio salvaje”, preparada y prologada por Manuel Calvillo. Por lo general, cuando un poeta habla de otro, habla también, lo quiera o no, de sí mismo. El prólogo de Calvillo no sólo es revelador respecto a la trayectoria del autor antologado, sino también a la del antologador. Muchas aseveraciones de Calvillo sobre Othón nos descubren “una afinidad verdaderamente personal entre los dos poetas potosinos que, además, se traduce en actitudes semejantes a la hora de decidir la pertenencia o no a un grupo definido”.[8] En su prólogo, Calvillo escribe: Othón “se mantiene en contacto con el movimiento modernista, mas sin incorporarse a él”; líneas más abajo, que “se ha mantenido más como espectador de la fiesta literaria que como actor”; por último, que “se ha refugiado en su paisaje, en donde las preocupaciones literarias de escuelas en polémica no le envuelvan”.[9]

Manuel Calvillo, al igual que Manuel José Othón, se mantuvo, sí, al margen de la efervescencia literaria de su tiempo, pero no ajeno a ella, sino más bien atento y receptivo. El hecho de estar distanciado de las escaramuzas, de los grupos literarios, le confirió, paradójicamente, una visión más completa y abarcadora del panorama literario que la que tenían los activamente involucrados. Observaba con atención desde ese mirador privilegiado. Poeta parco que calla, escucha y escribe únicamente cuando sabe que tiene algo que decir.

mostrar Fidelidad a sí mismo

Los dos libros previos al Libro del emigrante despertaron el interés y los elogios de figuras relevantes de la literatura mexicana. El año de su aparición, 1942, Estancia en la voz fue reseñado por Bernardo Casanueva, Alí Chumacero y José Luis Martínez. La de José Luis Martínez, en especial, no escatima en elogios para el joven poeta, sobre todo en lo que concierne a la hechura técnica del verso: “Aunque recurra con acierto a una rica gama de procedimientos poéticos, su poesía queda una. Ya en los amplios versos libres, ya en las formas clásicas y con mayor tradición –así las liras que tan finamente trabaja– mantiene una elasticidad y una tersura envidiables”.[10]

Primera vigilia terrestre (1953) es un libro de poesía verdaderamente notable. Orbita alrededor de un debate que estaba a flor de piel en la década de los cincuenta: la identidad mestiza del mexicano. El libro, en completa consonancia con El laberinto de la soledad (1950), versa sobre las dos figuras centrales en las reflexiones de la época: la madre indígena, señora de la tierra y el maíz, violada por el padre español, conquistador, centauro, violento. A pesar de ser un libro definitivamente más maduro que el anterior, despertó poco interés de la crítica.[11] En su reseña Enrique González Rojo destaca, una vez más, la manufactura de los versos, “muy elaborados, con una musicalidad cincelada, en lo general con el metrónomo del endecasílabo”.[12] También celebra el carácter auténtico, íntimo, de la obra del potosino: “Le disgusta en grado sumo la novedad por la novedad misma; más que perseguir rarezas que mañana estarán pasadas de moda, Calvillo busca la nota personal”. Por último, se afirma que si Alí Chumacero es sugestivo, Bonifaz Nuño, personal, y Elías Nandino posee la virtud de la sencillez. Calvillo “posee las tres características a un tiempo: es [...] sugestivo, personal y pleno de llaneza”.[13]

El corpus de la obra lírica de Calvillo se cierra con el Libro del emigrante, publicado en 1985 por la Universidad Nacional y bajo el cuidado de Tomás Calvillo.[14] Se trata de su obra más difundida, ya que una parte fue antologada en Poesía en movimiento. Si bien el volumen no parece haber sido concebido por su autor como una unidad y se trate más bien de una recopilación de los poemas publicados después de Primera vigilia terrestre, el contenido resulta coherente y unitario: “continuidad más allá de las circunstancias temáticas de cada poema”.[15] Como en el caso de sus libros anteriores, varios de los poemas que conformarían el libro vieron antes la luz en diversas revistas. Según consta en la bibliografía compilada por Pascual Gay, piezas del libro fueron publicadas en 1957 y 1959 por la Revista de la Universidad de México, luego por Diálogos en 1971 y 1983.[16] Hay que añadir que también aparecieron fragmentos, dedicados a Octavio Paz, en El Corno Emplumado en abril de 1966 y que éstos fueron, como se estilaba en dicha revista, traducidos al inglés por Paul Blackburn (“Book of the Inmigrant (notes)”).[17] 

mostrar Una única y antigua historia de amor

El emigrante que se anuncia en el título y que funge como el yo lírico del libro es un personaje que migra a través de los siglos: estamos ante fragmentos del diario de un viajero en el tiempo. A lo largo de la obra, transitamos a través de diversas épocas y lugares de la historia de Occidente: la antigua Roma, el Ágora griega, el Corinto en los tiempos del Oráculo de Delfos, la Ravenna del Renacimiento, la Francia de los jacobinos, el tribunal inquisitorial de Nueva España, las Cruzadas en Jerusalén, las guerras mayas en medio de la selva, la esquina de Madero y Letrán en la Ciudad de México... El yo lírico del libro no reencarna; se trata más bien de un personaje a quien el espacio sin bordes del poema le permite vivir todos esos momentos de la historia al mismo tiempo: “Para el poeta la historia se vuelve eterna, o mejor sería decir, simultánea”.[18] De ahí que el poema esté constituido por una serie de fragmentos amalgamados con las técnicas del collage y el simultaneísmo, ambas presentes en la poesía moderna desde la irrupción de La tierra baldía de T. S. Eliot.

Escrito en versículos, se compone de un poema extenso titulado “Primer fragmento”, que se subdivide en cuatro secciones. Le sigue un “Segundo fragmento” y unos “Apuntes”. Estos tres poemas pueden considerarse el núcleo del libro. “De la Epístola iii” no participa por completo de la línea temática de los otros poemas y funciona a modo de coda.

Acercarse por primera vez al Libro del emigrante puede resultar avasallador. En la segunda sección del “Primer fragmento”, leemos, por ejemplo, estas palabras puestas en boca del emigrante:

Errante, con apasionada perseverancia,

porque mi hermano el Arúspice murió en el siglo ii

y la más anciana de Delfos olvidó su lengua,

discurro, no atribulado, no, anhelante.[19]

Más abajo, al inicio de la siguiente sección, exclama el viajero:

el arrogante hereje quemado entre disturbios en Ravenna,

en su Historia Verissima de Colomba della Domenica

narra nuestro amor, y el de Columba dici Dominicae

     en la antigua Roma,

el de aquella vestal amante del liberto que

     ejercía la magia.[20]

Ante estas dos citas, el lector de poesía que no tiene que saber que un arúspice predecía el futuro a través de las vísceras de un animal sacrificado o que las vestales eran vírgenes enclaustradas en el templo romano de Vesta, diosa del hogar, podría desanimarse. Las referencias históricas, la erudición, abruman: ¿qué personaje histórico fue hermano de un arúspice en el siglo ii?, ¿quién fue el hereje quemado en Ravenna y cuál su Historia Verissima?, ¿quién la amante del mágico liberto? No hay que quemarse las pestañas buscando las respuestas en libros empolvados. Una de las notas distintivas del Libro del emigrante es que la mayoría de sus supuestas alusiones a personajes de la historia son ficcionales –lección borgiana–. Esas alusiones, sin embargo, son verosímiles en todo momento. En este sentido, la obra de Calvillo es también una propuesta interesante en lo que respecta al binomio de la poesía y la historia: el emigrante viaja a períodos definidos, existentes de la historia, y participa de acontecimientos que efectivamente ocurrieron; el único elemento intruso, el único elemento de ficción en un mundo de fantasmas históricos es él mismo (y otros dos personajes de los que hablaremos después).

Estas diferentes estaciones de la historia por las que transcurre el emigrante en el poema de Calvillo no están dispuestas caóticamente ni fueron seleccionadas al azar: el pegamento que las une es el amor. El epígrafe del “Primer fragmento” es clave para comprender el sentido del texto y, hasta ahora, quienes se han ocupado del poema no han reparado en él. Se trata de unos versos del vasto escritor romántico Achim von Arnim (1781-1831) que, al menos en México, es poco o nada conocido:

Denn die Liebe sie offnet den

Kreis der Zeit in jedem nenen Leben

in dem wir uns weidererkennen...[21]

La traducción, que agradezco a Jorge Rodrigo Limón, vendría a ser: “Así, el amor abre la rueda del tiempo en cada vida llamada, en la cual nos reconocemos”. La posibilidad de que el emigrante viaje a través de los tiempos y los espacios es el amor. El instante de encuentro con la mujer amada anula la historia y somos, en ese preciso momento, todos los hombres y todas las mujeres que se han amado sobre la tierra. Dejan de importar los nombres, las banderas, los siglos. Lo dice Calvillo en su poema: “A través del olvido y la esperanza, de la violencia, la gloria y el desastre, apenas y siempre una única y antigua historia de amor”.[22]

Conviene señalar, antes de proseguir, que el influjo de von Arnim sobre Calvillo quizá sea fundamental y está (como casi todo lo que toca a la obra de Calvillo) por estudiarse. A ambos les preocupaban las relaciones entre historia y literatura y desplegaron, pusieron en práctica esas preocupaciones en su propia creación. En sus cuentos, von Arnim “aspira abstraer principios históricos a una supra-realidad: la edad dorada del pasado, que en su escritura se convierte en un ideal visionario del presente [...] utiliza sus historias como tribunas desde las cuales defiende su creencia de que el pasado ejemplifica aquello de lo que el presente carece”.[23] Von Arnim, en fin, debe sumarse a las figuras que componen la propia tradición de Manuel Calvillo.

El Libro del emigrante admite una lectura, si se quiere, novelesca. A través de los tiempos y los espacios viajan tres personajes cuyas relaciones traza el poema con claridad. El hilo narrativo que recorre el poema fue ya señalado por Tomás Calvillo: “su aliento postrero e inalcanzable es la novela; inalcanzable por su intensidad que lo ciñe necesariamente a la poesía; postrero porque la inspiración se convierte en aspiración”.[24] La narración que va entretejiendo el poema favorece el empleo del versículo, que le permite al autor extenderse, sin preocuparse por la orfebrería del endecasílabo u otro metro tradicional, y encontrar el particular ritmo de cada frase. También favorece el empleo de un lenguaje llano y directo, prosaico, en el mejor sentido de la palabra, avaro de lirismo. Calvillo admiraba la “transparencia” y la “ausencia total de artificio” en la poesía de Othón: “las palabras son dócil instrumento que él usa sin preocupación literaria, en su sentido natural; en esto radica uno de los secretos de su poesía”.[25]

El primer lugar entre los personajes lo ocupa, claro está, el yo poético, el emigrante. A lo largo del poema adquiere múltiples rostros: un escultor en Corinto, un escritor italiano, un suicida perteneciente al Club de los Jacobinos, un guerrero maya, un cruzado implacable... Él, en todo momento, parece estar consciente de su capacidad de migrar entre las épocas. Continuamente escribe frases como “Giovanni Cartusiano / –mi nombre hacia el fin de aquel siglo–”[26] o “–aquel año permutaba y vituperaban mis nombres.”[27] o “–mi fortuna de entonces”.[28] El emigrante, pues, no es un

...hombre mortal sino como un ser indomable e invencible,

avasallando el tiempo, impenetrable a la muerte.[29]

El emigrante parece estar esperando, en todas sus vidas, “la hora prevista”, ese momento en el que de una forma o de otra se encontrará con su amada:

Lo sé. En la hora prevista llega.

               La reconozco entre mil.

Perpetúa su nombre desde los antiguos días inmortales.

¿Recordará?[30]

Cuando el encuentro finalmente se suscite, ellos se reconocerán y, dado que todos los encuentros que han tenido a lo largo de la historia ocurrirán simultáneamente en ese instante, los amantes recordarán el pasado y el futuro, habitarán la eternidad:

¿Cómo recordarlo? ¿Y a quién?

             Sólo a ella, en la hora prevista,

al mirarnos bajo la tarde, como siempre, como antes,

como a la eternidad, como aquel día entre un confuso

clamor de Arcontes, de marinos y de

esclavos en el Ágora.[31]

La amada, como el emigrante, viaja a través del tiempo y adquiere también muchos nombres. Varios significan paloma en diferentes lenguas: Columba, Colomba, Peristerá. Su rostro, sin embargo, es siempre el mismo, parece haber sido esculpido para permanecer a través de las eras:

Cómo, si escudriño los rostros

y sólo uno, esculpido años, milenios atrás,

lo preservó el destino abrumado de olvido y de belleza.[32]

Columba tiene, además, un carácter salvífico:

Y pregunto:

               

             —¿Recuerdas?

 

                                       Ella vuelve el rostro. Mirándome

mi frente marcada por la temeridad me salva

al concederme sus dones inminentes,

inicia el más leve ademán, como en la tarde de Corinto

ante aquel vagabundo a quien redimió en el deseo

     y el amor.[33]

En esta historia atemporal hay un tercer elemento discordante que se introduce a partir del “Segundo fragmento”. Se trata de un personaje a quien conocemos únicamente como el perseguidor. Como a su amada, el emigrante puede reconocerlo en cada época, en cada sitio. El perseguidor está también en la constante búsqueda de Columba, a quien ama. El encuentro más significativo entre ambos personajes ocurre mientras el emigrante encarna a un soldado en camino a las cruzadas para recobrar la Tierra Santa y el perseguidor, a uno de los galeotes que reman en el navío. El cruzado reconoce la mirada de su enemigo: “La misma de aquel día, en otro mundo y en otro tiempo”.[34] Es entonces cuando narra el encuentro que determina la rivalidad entre ambos y explica la sed de venganza que atormenta al perseguidor. El emigrante era entonces el líder de un ejército amerindio y el perseguidor, el líder del ejército enemigo. Luego de que el primero derrotara al segundo, éstos se encontraron “en lo alto de las fortificaciones”[35]:

Cuando llegué a él, me enfrentó en silencio, y su derrota

     y mi victoria no existían en sus ojos.

A su lado, a unos pasos, la tarde sembraba el más

     bello rostro de la doncella.

[...]

Me enfrentó, y me reconocía. Entonces la señaló,

     y en su lengua extraña pronunció tierna 

     y lentamente su nombre. Ella y yo nos miramos,

     y la reconocí.

Después, como un dios proscrito se lanzó de lo alto

     sobre las humeantes ruinas.

Esa noche, los hombres y las mujeres de su pueblo

     se arrancaron los ojos.[36]

Dentro del Libro del emigrante, estos personajes cumplen sin cesar su “irreconciliable destino”. Por eso afirma Tomás Javier que esta obra de Manuel Calvillo “no tiene principio ni fin, su itinerario es la eternidad, mientras la vida alcance para hablar de ella”.[37] Pero esta historia de amor no es la única albergada en esta colección de poemas. El final del poema titulado “Apuntes” sugiere que el encuentro deseado entre los amantes es también el encuentro del poeta con la palabra, con la poesía:

     Una palabra en el ávido enjambre, [...]

                 La espero y acecho hasta su captura para pronunciarla y jugar con ella nuestra predestinación.

      Si, respetando la volte... a una palabra, la primera

y la última en su consumación y holocausto,

entre el índice y el pulgar como quien la consagra

o profana y arroja contra sí mismo.

     Atisbo una que centellea y se desvanece.

                                                 Escribo al azar.[38]

No se equivocaba Alí Chumacero al afirmar, en una reseña sobre Estancia en la voz: “En Calvillo no es el amor una simple forma o fórmula de la poesía, sino la poesía misma”.[39] Amor, poesía, eternidad: en el universo poético de Manuel Calvillo sus límites son difusos.

mostrar ¿No me recuerda nadie?

“¿No me recuerda nadie?” se preguntaba Manuel Calvillo en uno de los poemas de su primer libro. Tomás Calvillo afirma que los libros de su padre “forman ya parte de nuestra tradición poética”.[40] La veracidad de esa afirmación depende de qué entendamos por esa tradición. El valor de la obra de Calvillo, y cualquiera que se acerque a ella puede corroborarlo, es innegable; pero también es cierto que la historia de la poesía mexicana se ha contado en su ausencia.

Del Libro del emigrante comenzó a hablarse incluso antes de que se publicara íntegro por primera vez. Manuel Calvillo, sorprendentemente, apareció en Poesía en movimiento, antología preparada por Octavio Paz, Alí Chumacero, José Emilio Pacheco y Homero Aridjis, representado por el fragmento de este libro que todavía no publicaba entero, junto a figuras como Juan José Arreola, Efraín Huerta y el mismo Paz. Sin embargo, el hecho de haber formado parte de Poesía en movimiento no salvó a la obra de Calvillo de que con el tiempo cayera en el olvido.

La inclusión de Calvillo en la antología no fue sencilla y no se debe a nadie más que al mismo Octavio Paz, quien profesaba una sincera admiración al Libro del emigrante. Juan Pascual Gay, citado en numerosas ocasiones a lo largo de este artículo y responsable del único trabajo extenso que se ha dedicado a la vida y obra del poeta potosino, compiló los segmentos de la correspondencia concernientes a la preparación de Poesía en movimiento entre Arnaldo Orfila, entonces responsable de la naciente editorial Siglo XXI, y el Nobel. Debido, quizá, a un malentendido previo entre Orfila y Calvillo, éste había decidido no contemplar al primero para la antología, decisión con la que estuvieron de acuerdo todos los antologadores a excepción de Paz, que se mantuvo inflexible. Calvillo tenía que estar en Poesía en movimiento: “Insisto en la inclusión de Hernández Campos y Calvillo. Tampoco puedo ceder en este punto. Del primero debe publicarse El señor Presidente; del segundo, un fragmento de 4 o 5 páginas del Libro del emigrante.” Esta última obra le parecía a Paz “un poema digno de figurar en cualquier antología”.[41]

Por su parte, Javier Sicilia parangona el Libro del emigrante con otros grandes poemas del siglo xx: “es una joya. Nadie, en México, asimiló como Manuel las lecciones de Eliot, Pound y Borges, y produjo una obra tan rigurosa y alta, comparable a Muerte sin fin y a Piedra de sol”.[42] Este tremendo elogio contrasta violentamente con estas líneas tristes, pertenecientes al mismo texto: “El 15 de octubre murió Manuel Calvillo (San Luis Potosí 1918-Ciudad de México 2009). Pocos lo recuerdan”.[43] La desatención hacia la obra de Manuel Calvillo es deplorable por muchas razones pero, sobre todo, porque nos priva de una pieza fundamental para entender el desarrollo de la proteica tradición poética mexicana y de la lectura de un buen poeta. Urge una reedición cuidadosa de su poesía completa que no sólo abarque los poemas incluidos en sus tres libros, sino también poemas sueltos publicados en revistas.

Manuel Calvillo no se interesó nunca por ser un “protagonista” de la poesía mexicana. En su texto sobre Manuel José Othón, hay unas líneas en las que parece hablar de sí mismo: “No fue, sin embargo, el creador de un estilo, de una escuela; [...] No hubo en él ni falta de genio, ni de personalidad [...], sino ausencia de preocupación literaria [...] que le aleja de todo intento por lograr una originalidad buscada que pudiese hacer escuela”.[44] Nuestro poeta quizá no haya sido la cabeza de un movimiento, el líder de un grupo o la voz de una generación, pero en todo momento mantuvo, como dice Sicilia, “la fidelidad hacia sí mismo”,[45] algo de lo que poquísimos pueden presumir. A fin de cuentas, es mucho más fácil entrar en la historia de la poesía mexicana que permanecer fiel a uno mismo.

mostrar Bibliografía

Bundesen, Christine Mary, Aspects of Story-Telling in Achim Von Arnim: A study of historical prespectives, themes, characters and leitmotifs in selected short stories, tesis de maestría inédita, Winnipeg, Universidad de Manitoba, 1986.

Calvillo, Manuel, “Prólogo”, en Manuel José Othón, Paisaje, México, D. F., Universidad Nacional Autónoma de México, 1944, pp. ix-xxxv.

----, El libro del emigrante, México, D. F., Universidad Nacional Autónoma de México, 2011.

----, Poesía (1940-1971), México, D. F., Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1997.

Calvillo, Tomás, “Presentación”, en Poesía (1940-1971), México, D. F., Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1997, pp. 9-13.

Javier, Tomás, “Nota introductoria”, en El libro del emigrante, México, D. F., Universidad Nacional Autónoma de México, 2011, pp. 3-9.

González Rojo, Enrique, Reseña de Primera vigilia terrestre de Manuel Calvillo, en Revista de la Universidad de México, núm. 6, febrero de 1954, p. 25.

Pascual Gay, Juan, Cartografía de un viajero inmóvil: Manuel Calvillo, San Luis Potosí, El Colegio de San Luis, 2009.

Sicilia, Javier, “Manuel Calvillo, el emigrante”, La Jornada Semanal, 15 de noviembre de 2009.

Silva Ibargüen, GabrielaTexto, contexto e índices de El Corno Emplumado (1962-1969), Tesis de maestría inédita, México, El Colegio de San Luis, 2017.

 

Otras obras de la colección (Material de Lectura. Poesía Moderna):

Obras por número o año

Obras por género literario

Breve antología
Presentación y versión de Jaime García Terrés. México, D. F.: Universidad Nacional Autónoma de México (Material de Lectura. Serie Poesía Moderna) / Dirección de Literatura [UNAM] / Dirección General de Difusión Cultural [UNAM].

Antología
Selección y notas de Aurora Pedroche. Con un retrato grabado por Juan Rejano. México D. F.: Universidad Nacional Autónoma de México (Material de Lectura. Serie Poesía Moderna).

Raúl Renán
Selección y nota de Daniel Téllez. México, D. F.: Coordinación de Difusión Cultural [UNAM] (Material de Lectura. Serie Poesía Moderna) / Dirección de Literatura [UNAM].

Carlos Pellicer
Selección y nota introductoria de Guillermo Fernández. México, D. F.: Universidad Nacional Autónoma de México (Material de Lectura. Serie Poesía Moderna; 1) / Coordinación de Difusión Cultural [UNAM].

Poesía italiana moderna : Cardarelli, Montale, Pasolini, Pavese, Quasimodo, Saba y Ungaretti
Selección, traducción y notas de Hugo Gutiérrez Vega. México, D. F.: Universidad Nacional Autónoma de México (Material de Lectura. Poesía Moderna; 2) / Coordinación de Difusión Cultural [UNAM] / Dirección de Literatura [UNAM].

Paul Valéry
Traducción de Alfonso Gutiérrez Hermosillo. México : Universidad Nacional Autónoma de México (Material de Lectura. Serie Poesía Moderna; 3) / Coordinación de Difusión Cultural [UNAM].

Fernando Pessoa
Traducción y notas de Carlos Montemayor. México : Universidad Nacional Autónoma de México (Material de Lectura. Serie Poesía Moderna; 4) / Coordinación de Difusión Cultural [UNAM].

Ezra Pound : breve antología
Selección, traducción y notas de Rafael Vargas. México : Universidad Nacional Autónoma de México (Material de Lectura. Serie Poesía Moderna; 8) / Coordinación de Difusión Cultural [UNAM].

Efraín Huerta
Selección de Efraín Huerta. México : Universidad Nacional Autónoma de México (Material de Lectura. Serie Poesía Moderna; 9) / Coordinación de Difusión Cultural [UNAM].

Jaime Sabines
Selección y nota introductoria de José Joaquín Blanco. México : Universidad Nacional Autónoma de México (Material de Lectura. Serie Poesía Moderna; 11) / Coordinación de Difusión Cultural [UNAM].

Jorge Cuesta : antología
Selección y presentación de Adolfo Castañón. México : Universidad Nacional Autónoma de México (Material de Lectura. Serie Poesía Moderna; 12) / Coordinación de Difusión Cultural [UNAM].

Saint-John Perse : antología mínima
Selección y nota introductoria de José Emilio Pacheco. México : Universidad Nacional Autónoma de México (Material de Lectura. Serie Poesía Moderna; 13) / Coordinación de Difusión Cultural [UNAM].

Giórgos Seféris : breve antología
Presentación de Jaime García Terrés. Versión de Jaime García Terrés. México: Universidad Nacional Autónoma de México (Material de Lectura. Serie Poesía Moderna; 14) / Coordinación de Difusión Cultural [UNAM].

Xavier Villaurrutia : 15 poemas
Edición, selección y presentación de Octavio Paz. México: Universidad Nacional Autónoma de México (Material de Lectura. Serie Poesía Moderna; 15) / Coordinación de Difusión Cultural [UNAM].

Siete poetas norteamericanas contemporáneas
Vv aa.
México : Universidad Nacional Autónoma de México (Material de Lectura. Serie Poesía Moderna; 16) / Coordinación de Difusión Cultural [UNAM].

José Gorostiza : muerte sin fin
Nota introductoria de Héctor Valdés. México : Universidad Nacional Autónoma de México (Material de Lectura. Serie Poesía Moderna; 17) / Coordinación de Difusión Cultural [UNAM].

T.S. Eliot. Tierra Yerma y Notas a Tierra Yerma
México : Universidad Nacional Autónoma de México (Material de Lectura. Serie Poesía Moderna; 18) / Coordinación de Difusión Cultural [UNAM].

Robert Lowell
Selección, traducción y presentación de Carlos Monsiváis. México : Universidad Nacional Autónoma de México (Material de Lectura. Serie Poesía Moderna; 19) / Coordinación de Difusión Cultural [UNAM].

Reunión
Vv aa.
México : Universidad Nacional Autónoma de México (Material de Lectura. Serie Poesía Moderna; 20) / Coordinación de Difusión Cultural [UNAM].

Cesare Pavese
Selección, traducción y notas de Guillermo Fernández. México: Universidad Nacional Autónoma de México (Material de Lectura. Serie Poesía Moderna; 21) / Coordinación de Difusión Cultural [UNAM].

César Dávila Andrade : breve antología
Selección y nota introductoria de Miguel Donoso Pareja. México : Universidad Nacional Autónoma de México (Material de Lectura. Serie Poesía Moderna; 22) / Coordinación de Difusión Cultural [UNAM].

Rubén Bonifaz Nuño
Selección y nota de Carlos Montemayor. México : Universidad Nacional Autónoma de México (Material de Lectura. Serie Poesía Moderna; 23) / Coordinación de Difusión Cultural [UNAM].

Álvaro Mutis. Poemas
México : Universidad Nacional Autónoma de México (Material de Lectura. Serie Poesía Moderna; 24) / Coordinación de Difusión Cultural [UNAM].

Cavafis
Traducción de Cayetano Cantú. México : Universidad Nacional Autónoma de México (Material de Lectura. Serie Poesía Moderna; 25) / Coordinación de Difusión Cultural [UNAM].

Gerard Manley Hopkins
Traducción de Juan Tovar. Antología de Juan Tovar. México : Universidad Nacional Autónoma de México (Material de Lectura. Serie Poesía Moderna; 26) / Coordinación de Difusión Cultural [UNAM].