La escritura poética de Coral Bracho transcurre como la vida misma, teje el hilo del tiempo y ahí mismo, al suceder, se consume. Se hace, se deshace y se rehace como un ciclo natural: por eso su tiempo es también el tempo de un respirar consciente de su milagro vital, de su hilación entre fragmentaciones.
Ese espacio, ese jardín es el escenario donde juegan un entrañable papel personajes como la zorra, el jaguar, el ubicuo bufón, niños chorreando plenitud y un interlocutor al que se dirige la voz poética con amorosa entrega. Es el espacio emotivo de la infancia, que ilumina e incesantemente reentabla un espacio vital. Pero sobre todo es el lugar del portento natural, descrito talentosamente, surcado siempre por finos rayos de luz, brillos y reflejos que lo revisten, de manera simultánea, de una afilada nitidez y de una igualmente afilada certeza de la fugacidad. Pues en ese espacio, en ese jardín, la vida está sustentada en la raigambre de la muerte. El vacío -donde nada ni nadie despierta-es la entidad en la que el tiempo se sostiene y adquiere volumen: se yergue, es una hoja de hierba cuyo nombre es vida. Bracho ha consagrado sus dones al asedio de esa paradoja. El resultado es el largo poema que el lector tiene en sus manos, el reposado testimonio de una inteligencia poética a la que le fue dado ver, por un instante, el poder generador de lo que no es.
La irrepetible personalidad lírica de Coral Bracho nos ofrece, con esta entrega, una muestra más de su poder para crear escenarios de intensa y delicada belleza. Ese espacio, ese jardín es la puntual maduración de una de las trayectorias poéticas más brillantes de la poesía contemporánea en México.
Coral Bracho (Ciudad de México, 1951). Entre sus libros de poemas se cuentan: Peces de piel fugaz (1977), El ser que va a morir (1982), Bajo el destello líquido (1988, reunión de sus dos primeros libros), Tierra de entraña ardiente (1992, en colaboración con la pintora Irma Palacios), el tomo que reúne los títulos anteriores: Huellas de luz (1994) y La voluntad del ámbar (1998). En 1981 obtuvo el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes por El ser que va a morir. Pertenece al Sistema Nacional de Creadores de Arte y ha sido becaria de la Fundación Guggenheim.
La poesía mexicana contemporánea ha reconocido en Coral Bracho una de las voces más potentes de la llamada posmodernidad: Ese espacio, ese jardín recibió en México el Premio Xavier Villaurrutia como mejor libro del 2003. En este poemario se da cuenta del repliegue del discurso y de una fragmentariedad que se vincula con la transfiguración erótica, con las pulsiones animales, como un discurso sin una territorialidad precisa. Distintas voces se formulan entre sí algo que se extiende y cobra palabra bajo distintas formas. La lectura del largo poema de Ese espacio, ese jardín se convierte en una experiencia única. Un asombro ante la escritura, a veces cercana al ascetismo, que logra vincular los sentidos con la existencia misma en medio de un espacio transmutado en el tiempo. Una presunción hacia nosotros mismos, para concebir lo que no podemos alcanzar.
La escritura poética de Coral Bracho transcurre como la vida misma, teje el hilo del tiempo y ahí mismo, al suceder, se consume. Se hace, se deshace y se rehace como un ciclo natural: por eso su tiempo es también el tempo de un respirar consciente de su milagro vital, de su hilación entre fragmentaciones. La irrepetible personalidad lírica de Coral Bracho nos ofrece, con esta entrega, una muestra más de su poder para crear escenarios de intensa y delicada belleza. Ese espacio, ese jardín es la puntual maduración de una de las trayectorias poéticas más brillantes de la poesía contemporánea en México.