Dormir en tierra (1960) es el segundo volumen de cuentos de José Revueltas; fue publicado gracias a las gestiones de Emilio Carballido y bajo el auspicio de la Universidad Veracruzana, dentro de su serie editorial “Ficción”. En 1953 el autor tenía casi todos los textos que conformarían el libro –faltaban “El lenguaje de nadie”, hecho en 1954 y “Dormir en tierra”, escrito hasta 1959 y que terminó por nombrar al libro– y lo llamó en ese momento La frontera increíble, título de otro de los cuentos que lo integran.
Los relatos que componen Dormir en tierra, además de los dos ya mencionados, son “La palabra sagrada” (1953), Revueltas tenía planeado hacer una novela con el argumento de esta historia; “La frontera increíble” (1946), “Los hombres en el pantano”, probablemente escrito en 1953, “Noche de epifanía” (1945), “La hermana enemiga” (1947) y “Lo que sólo uno escucha” (1947).
Revueltas publicó este libro, buen ejemplo del cuento moderno, el mismo año que se separó del Partido Comunista Mexicano por segunda vez y fundó la Liga Leninista Espartaco. A pesar de su gran actividad política en ese periodo, estos cuentos se alejan de los temas de la militancia y son estampas de situaciones burguesas (“La palabra sagrada”) o de escenarios del lumpen (“El lenguaje de nadie”). Algunos de los temas recurrentes son la muerte, la guerra, las relaciones perversas en la familia y el lenguaje. Buena parte de la crítica sobre su obra coincide en que Dormir en tierra constituye la madurez narrativa de Revueltas.
La materia de los cuentos: de piratas y prostitutas
En “La palabra sagrada”, Alicia está en su cuarto, todavía infantil, mientras su padre y el rector del colegio aguardan el dictamen de un médico para saber si ocurrió lo “irreparable”. Alicia y su novio fueron descubiertos por el maestro Mendizábal teniendo relaciones sexuales; el profesor, inexplicablemente, finge haber abusado de la niña para evitar una expulsión. Mientras ella está en la cama, recuerda la noche del velorio de su tío, el duelo de su tía Enedina, amargado, primero, por la presencia de la ‘querida’ en su casa y luego por el suicidio de ésta en un cuarto de hotel; como aquel en el que se encontraron unas tres veces los novios, antes de que la dueña indujera a Alicia a la prostitución. Su secreto sólo es descubierto por la tía Ene: “Llora, hija mía, descarga tu alma: a mi no me engañas. ¡Llora, pequeña puta desvergonzada, llora, que yo no te traicionaré”.[1]
"Testimonio, cuerpo mío, duéleme, que eres mi último sufrimiento antes de que me entregue al sufrimiento puro, al que no tiene principio ni fin, ni mezcla de alegría ni de esperanza.” Tal es el lenguaje –“impenetrable idioma de la muerte”– del moribundo en la “La frontera increíble”. Esas palabras no cruzan la línea de sus dientes, mueren junto con él, ante la mirada impávida y desconsolada de sus familiares, que poco a poco para él se convierten en seres fantasmales, como si ellos fueran los que estuvieran muriendo y no él, que gracias a la muerte está alcanzando una verdad profunda e inenarrable por la lengua de los vivos.
“Los hombres en el pantano” narra la tensión entre dos batallones rivales, “dos grupos de seres, quietos y enemigos” atrapados en un “espeso manglar” durante la Segunda Guerra Mundial; los de Japón frente a los de Estados Unidos, este último compuesto en su mayoría mexicanos, que probablemente buscaban ganar la nacionalidad en la guerra. De esa comunidad brumosa, poco a poco, va diferenciándose un hombre que, entre sueño y vigilia, asiste a la muerte de su cuñado, a quien debía cuidar.
En “Noche de epifanía”, un hombre asesina a su esposa durante la Segunda Guerra Mundial, pues cree que ella, al igual que muchas mujeres, se entrega en las calles a cualquiera. Un sacerdote se siente culpable, pues él aconsejó a Rebeca tener amantes y frente a su cadáver se pregunta: “¿Quiere decir que se puede amar, matar, sufrir, por cosas que no sean la guerra? ¿Quiere decir que no somos del todo bestias y que aún podemos conmovernos con la muerte? ¿O quiere decir todo lo contrario?”.[2] Una de las enfermeras, frente al cuerpo de la mujer, tiene otra revelación y decide tener relaciones sexuales con el primer hombre que se encuentre.
“La hermana enemiga”, publicado originalmente en la Revista Mexicana de Cultura en 1947, trata, entre otros temas, la discriminación dentro de la familia, el adulterio y la culpa. Revueltas combina la prosa con imágenes que, además de crear la atmósfera del cuento refuerzan la tensión entre los hechos narrados. “La casi negra cuchillada de sangre de uno de los vitrales degollaba la imagen de un santo”.[3] De manera vertiginosa el relato nos conduce al desenlace de la niña que, producto de un adulterio, carga con la culpa del “pecado original” en una religión oficiada por su hermanastra, única sacerdotisa de ese credo, que sólo admite el sacrificio como pago.
A partir de una sencilla anécdota: el intento de un campesino por obtener un miserable pedazo de tierra, “El lenguaje de nadie” se convierte en una reflexión sobre la importancia de la lengua en las desigualdades sociales. Pero el texto va más allá de la denuncia y nos ofrece la angustia vital del personaje, sin que él mismo pueda advertir la dimensión de sus pensamientos o la injusticia a la que es sometido:
Carmelo sintió algo muy raro y muy triste por dentro como con ganas de llorar, una soledad inmensa, al darse cuenta de que no disponía de palabras para darse a entender de doña Aquilina; que sus palabras eran otra cosa y siempre serían entendidas en un sentido opuesto en virtud de quién sabe qué extraña y desgraciada maldición que lo perseguiría por toda la vida, tal vez la maldición de ser tan pobre, el más pobre, el más pobre de todos los pobres de que se pudiera hablar.[4]
El penúltimo cuento, “Lo que sólo uno escucha...”, fue primero publicado en el El Nacional el 8 de abril de 1946 con el título “La frontera increíble”; en esta frase, que pudo ser el título del libro, se esconden una multiplicidad de sentidos que de uno u otro modo están presentes en las narraciones revueltianas. El texto describe una experiencia que está más allá del lenguaje: la de la genialidad y la inspiración de un músico antes de morir.
“Dormir en tierra” relata dos historias que ocurren en la ribera del Coatzacoalcos, Minatitlán. La primera, la de La Chunca, una prostituta fea y miserable, que busca deshacerse de su recién llegado hijo de siete años; la segunda es sobre el contramaestre Galindo, quien arriba al pueblo a bordo de El Tritón (un barco remolque) y se encuentra con ambos. Ella le ruega al contramaestre que se lleve al pequeño y lo entregue en Veracruz a unos parientes. Éste se niega y el barco zarpa. Ya en mar abierto y justo antes de enfrentarse a un ciclón, el contramaestre descubre, escondido en su camarote, al niño. Frente a la amenaza de naufragio, Galindo le coloca un chaleco salvavidas y lo arroja al mar para salvarlo.
Los cuentos que componen Dormir en tierra fueron escritos entre los años 1943 y 1960, lo cual abarca poco menos de dos décadas de la historia mexicana. Ese período constituye, en buena medida, el Milagro económico y la época del cine de oro; producto de la Segunda Guerra Mundial. En la década de los cincuenta se instaura la industria de la televisión mexicana y también se crea la Comisión Nacional de Texto Gratuito, a cargo de Martín Luis Guzmán. A nivel político y social, se consolidaron las instituciones resultantes de la Revolución Mexicana; pero continuaban muchos de los problemas que la originaron, muestra de ello fueron los movimientos de protesta surgidos en esa época, como el de los ferrocarrileros. Carlos Monsiváis, en su contribución a la Historia general de México, establece que la “literatura de fines de los cuarentas se halla en necesario contrapunto con lo más visible y pregonado de su realidad circundante”.[5]
A partir de 1940, dentro de la cuentística mexicana, se rompe con la “literatura de la Revolución”, pues los autores (entre ellos José Revueltas, Francisco Tario, Juan Rulfo y Juan José Arreola) “asaltan con nuevas formas narrativas: reducen, por ejemplo, el elemento anecdótico a fin de dotar a su escritura y a sus contenidos de aliento poético, derivando, en ocasiones, al simple placer de narrar”.[6] Los textos publicados en esos años, más tarde serán denominados bajo el género fantástico, policíaco, expresionista y humorístico, de acuerdo con la propuesta de Luis Leal en Breve historia del cuento mexicano (1956); sin embargo esta variedad no impidió que se siguiera cultivando el realismo. Leal califica el estilo de estos continuadores, entre los cuales coloca a José Revueltas, como “tortuoso, barroco, atormentado”.[7] Aunque conviene tomar con reserva estos adjetivos para describir totalmente la narrativa revueltiana, el estilo de su prosa poética ha sido asociado con el barroquismo y la temática de su obra se distingue por su morbidez.
Si bien para esa década, el autor de El luto humano (1943) ya era un narrador conocido, como cuentista sólo había publicado Dios en la tierra (1944). Antonio Sánchez Barbudo, en una reseña sobre ese primer volumen de cuentos, acusa “falta de técnica” como una de las carencias de Revueltas, a quien señala como “una de las más firmes esperanzas entre los nuevos novelistas de habla española. Y por eso insistimos en pedirle más esfuerzo, más técnica, más orden y claridad”.[8] Seis años después, con la publicación de “Dormir en tierra (1960) Revueltas dio un paso decisivo hacia la modernidad, y a esto podemos darle el nombre de madurez narrativa”,[9] dice Jorge Rufinelli sobre este segundo volumen de cuentos. Estas dos opiniones muestran cómo la obra revueltiana debe ser vista y estudiada por etapas, como también apunta el crítico uruguayo. Por su parte, Felipe Mejía encuentra que “dentro de la producción de Revueltas, ese libro significa un estadio de síntesis que anticipa sus obras narrativas de mayor trascendencia y muestra un total dominio de sus propios recursos”.[10] Así, Dormir en tierra puede ser visto como un parteaguas, por lo que al estilo y resoluciòn literaria se refiere, en la carrera del autor.
Uno de los rasgos que llama la atención de la producción cuentística revueltiana –Dios en la tierra (1944), Material de los sueños (1974)–, en particular de Dormir en tierra, es que la militancia política no constituye el tema central de la narración, como sucede en la mayoría de sus novelas. Sin embargo, aclara el mismo Ruffinelli “si bien en los cuentos falta el tema político, está presente de todos modos la perspectiva política de la que en ningún momento pudo o pretendió desprenderse”.[11] En los ocho cuentos que componen este libro hallamos, entre otros temas, la guerra, la muerte, la prostitución, la religión católica, la culpa, los asuntos de la familia y sus complejas relaciones; de este modo se evidencia cómo la militancia es un tema más entre los de la condición humana.
Para Carlos Monsiváis, gracias a la frecuente lectura de autores como Fiódor Dostoievski, André Malraux y William Faulkner:
la de Revueltas es una literatura social cuajada de dudas, de angustias, de obsesión por clarificarse (y repudiar) los dogmas. La libertad de la fatalidad. Todo en Revueltas se da en el límite: su barroquismo (que desemboca con frecuencia en una intensa prosa poética), su pasión radical, sus atmósferas donde el delirio es la posibilidad de lucidez.[12]
Otro autor del que abrevó Revueltas, señalado por Edith Negrín, es el filósofo existencialista cristiano León Chestov. La estudiosa, en “Arte y agonía en la narrativa de José Revueltas”,[13] recuerda que el autor de El luto humano (1943) publicó una reseña sobre el libro de Chestov, a su vez comentario de la obra de León Tolstoi y Fiodor Dostoievski. Para Negrín esta “experiencia intertextual” es significativa en la “concepción de José Revueltas sobre la agonía y la muerte como posibilidades de percepciones distintas, como reveladoras de verdades profundas, como vivencias equiparables a la producción artística”.[14] Dicha visión se aprecia en los cuentos “La frontera increíble” y “Lo que solo uno escucha”, cuya anécdota central es la narración de la agonía del protagonista. El mismo Revueltas en “La verdad es siempre revolucionaria, no importa de dónde surja”, entrevista con Ignacio Solares, declara que el libro de Chestov le sugirió la escritura de “La frontera increíble”.[15]
Uno de los escollos para ubicar la obra de Revueltas en la estética realista es que la narración elaborada por el autor duranguense, se distingue por emplear, lo que el crítico Jorge Ruffinelli ha denominado “narración oblicua”, opuesta a la directa. Un ejemplo de ello podría ser el cuento “La palabra sagrada”, donde no conocemos los motivos del maestro Mendizábal para sacrificarse por la pareja adolescente; lo que importa de su actitud es su entrega que no es comprendida ni valorada por Alicia. La acción paralela es el momento en el que la tía Enedina llama puta –sagrada palabra– a la joven. Dos actos patéticos, cuya conexión no se explicita, sino que se deja a la interpretación del lector.
Es de notar que ninguno de los ocho cuentos tenga un narrador en primera persona, sino en tercera. Sin embargo, esta voz narrativa sigue de cerca el pensamiento y reacciones de los personajes; de alguna manera, la narración en tercera persona se diluye en la interioridad de la primera, por ejemplo, en “Los hombres en el pantano”, donde el narrador sigue al soldado Joe en su ir y venir de pensamientos emitiendo juicios y opiniones que terminan por confundir ambas voces:
Se habría quedado dormido [el negro Smith, personaje sobre el que piensa Joe] y dormido fue cuando cometió la grandísima tontería de moverse, el muy bruto, y hacer ruido entre los juncos, para no despertar sino hasta que ya tenía encima al japonés. Entonces fue cuando se oyó esa cosa únicamente gutural, muy negra, muy de los negros que cantan con voz de bajo profundo, por lo que casi sin duda debía tratarse del negro Smith.[16]
La expresión “casi sin duda”, los juicios de valor “cometió la grandísima tontería” y “el muy bruto”, evidencian de manera más clara los funcionamientos de un narrador en primera persona (parcialidad de opinión, conocimiento sólo de su esfera de experiencia, etcétera) que los de uno omnisciente y su perspectiva total de la historia.
Revueltas usa el lenguaje en sus cuentos de manera exacta mas no explícita; “consigue una atmósfera de opresión por medio de un lenguaje de regodeo sensual”.[17] La sobre adjetivación es una forma de transmitir sensaciones, de construir el mundo interno de los personajes, por ejemplo, cuando describe un sueño en el cuento “La hermana enemiga”:
Soñar toros negros con mirada de hombre, furiosos, que arremeten a la mitad de las alcobas, negros, con la roja mirada, furiosos, jadeantes; mirar en sueños los gestos furtivos de una figura opaca, bullentemente febril, que con los ojos cargados de brillo y deseo te llama con apresurada malignidad desde el lejanísimo extremo de una calle angosta e infinita; tener, durante el sueño, una insoportable risa, pero no, en el pecho no, ni en los pulmones, ni en la garganta, sino en el bajo vientre, aquí en este sitio, una risa frenética que causa horrible placer.[18]
La profusión en los adjetivos y la repetición en menos de dos líneas de “furiosos” y “negros” actúan como un contrapeso de las acciones. En apreciación de Alejandra Sánchez Valencia “mediante una densidad atemperada y de económicos recursos literarios, apenas un leitmotiv y dos analogías, una exuberante adjetivación y el profundo retrato psicológico del personaje principal, Revueltas plantea su posición crítica ante las mentes absolutistas”.[19] De aquí se desprende uno de los grandes logros de la narrativa revueltiana, es decir, en que los elementos formales –lenguaje, estructura narrativa, recursos estilísticos– contribuyen a la aprehensión de la realidad del “lado moridor”, no como una literatura testimonial o de denuncia, sino como obra de arte.
Este libro es uno de los textos más maduros de Revueltas; a través de relatos como “La tierra de nadie” o “Noche de epifanía” se entrevé una poética y una conciencia de lo que significa narrar, que va más allá de la literatura panfletaria. Revueltas era, al mismo tiempo, un pensador comprometido con la lucha social y un escritor de la altura poética de Juan José Arreola o Juan Rulfo. Según, Felipe Mejía “los textos de Dormir en tierra muestran una ejecución que ajusta sus intenciones ideológicas a una factura provocativa. Por eso Dormir en tierra constituye el momento más ‘literario’ de Revueltas”.[20] Esta afirmación se apoya en la calidad indudable de los ocho cuentos que componen este volumen, pero también alude a la ausencia del tema de la militancia política dentro de las narraciones.
Ruffinelli, en su artículo “José Revueltas: la narración oblicua”, plantea que la madurez narrativa del escritor duranguense está vinculada a esa forma de narrar que se opone a lo directo, para llegar a esa otra forma de decir, es preciso echar mano de “la capacidad de sugerencia, de connotación, la facilidad para estallar en miles de significados, la multivalencia expresiva, la difusión de niveles semánticos”[21] propios del lenguaje. Sin embargo, el empleo de este discurso no se limita solamente a la preferencia de unas palabras sobre otras, a la prosa poética desplegada en los momentos clímax o a la función oportuna del registro popular –que va más allá del simple testimonio– sino que el tema de la lengua y sus implicaciones cotidianas y ontológicas para el ser humano subyace a las ocho narraciones de este volumen. Dormir en tierra es el “libro donde Revueltas extrema la reflexión sobre el material lingüístico, sobre la semántica literaria”,[22] tales asuntos podrían constituir la unidad temática de este segundo volumen de cuentos.
Los personajes de estos relatos no son conscientes de las reflexiones que suscitan o, incluso, de las cosas que les suceden, por ejemplo, Carmelo, en “El lenguaje de nadie”, nunca se entera de que fue dueño, por un momento, de todas las tierras de su patrona, y sin saber las cedió a los familiares de ésta; o bien, el hijo de la Chunca, en “Dormir en tierra”, no comprende que el contramaestre le salvó la vida al arrojarlo al mar: “¡Me tiró al mar!...Quiso que yo me ahogara”, acusa el niño casi al final de cuento. Y es que hablar de la lengua es también hablar de sus límites, de la incomunicación entre los seres humanos, por ello, como bien apunta Ruffinelli, la maravilla de Revueltas es que “convirtió una de las derrotas de la lengua en triunfo del arte”.[23] Los cuentos relatan el fracaso de los personajes para traducir en palabras el estupor que experimentan ante situaciones límites como la muerte y la guerra, o bien, circunstancias cotidianas como la pobreza y la desigualdad. Sin importar la naturaleza de los hechos ocurridos, los protagonistas de estos textos parecen condenados a no entender.
En “El narrador José Revueltas, la tierra y la historia”, Edith Negrín encuentra que una de las preocupaciones del autor estriba en el desamparo de los hombres; esta condición es tematizada con atmósferas donde la ausencia del elemento tierra es una constante. En “La palabra sagrada”, primer relato del libro, “el infinito se concretiza en descripciones de espacios siderales, donde impera la ingravidez”.[24] De manera más clara, ese momento ocurre previo a la caída de la protagonista, ella se siente “el ángel de tiempo, que vagaba por el espacio después de la muerte de los universos, el ángel del desván, un inspector de las ruinas siderales. Sus movimientos abarcaban movimientos distancias sólo concebibles en años luz, inconcebibles”.[25] No está demás reparar en que el título del libro es un dicho común entre marineros, que alude al momento en que la tripulación puede “dormir en tierra”. De este modo, no es de extrañar que la narración de estos personajes se centre en su deambular ciego por un ámbito hostil, lejos del abrigo y sustento terrenal.
La estudiosa, a partir del epígrafe de “La frontera increíble”, advierte otro de los rasgos recurrentes en la obra revueltiana. El fragmento, perteneciente a Eupalinos o el arquitecto de Paul Valéry, dice: “Fedro: No oigo nada. Veo bien poca cosa. / Sócrates: Quizá no estás suficientemente muerto”. Este diálogo le permite a Negrín apreciar el modo en que el autor resuelve, lo que la estudiosa llama la “conflictiva oscilación entre lo racional y lo irracional que subyace a toda la narrativa de José Revueltas [...] ese choque entre los fugaces atisbos de lo inexplicable por la vía racional, y la voluntad de encuadrarlos dentro de una racionalidad de signo marxista”.[26] La solución revueltiana a esta tensión que asola la vida del hombres es la muerte, pues sólo ante su inminencia algunos de los personajes de Dormir en tierra experimentan epifanías o se adueñan de un lenguaje donde la claridad lo es todo.
En “los textos breves de Revueltas, todos ellos recreaciones del sufrimiento, participan por igual la integración y el impulso lírico, las prácticas de la crueldad y la poesía como un gran recurso narrativo [...] El objetivo último está a la vista: dormir en tierra, aferrarse a las certidumbres de la naturaleza”,[27] dice Carlos Monsiváis. Además de señalar el gran acierto de Revueltas como narrador, el ensayista alude a una inquietud vital que recorre los ocho cuentos de este libro: narrar el lado sombrío de la vida y de los seres humanos, alumbrarlo con el faro de las palabras.
Por su militancia política, la figura de José Revueltas alcanza tintes de leyenda; su obra por desgracia no ha sido tan leída y entre la crítica ha tenido un recibimiento dispar. En palabras de Evodio Escalante:
Su doble condición de militante político y escritor, de intelectual comprometido y de autor de textos en donde este doble compromiso, lejos de diluirse o banalizarse, se afirma para multiplicar su poder subversivo, convierte a su producción literaria en un hueso duro de roer: igualmente molesto para el lector esteticista que para el militante dogmatizado”.[28]
La crítica sobre la obra revueltiana, reconstruida por Escalante, se dividió en varios frentes: el literario, que juzgaba sus primeras novelas como “descuidadas” y a las últimas, de tener una “plusvalía insoportable” en el lenguaje;[29] y la política, pues, desde la publicación de Los días terrenales en 1949, se le acusó de “haberse pasado al bando del enemigo, de rendirle un flaco servicio a la causa del proletariado, de haber renegado de las ideas básicas del marxismo-leninismo”.[30]
Una tercera faceta trató de matizar las dos posturas y, en vez de contraponer momentos distintos de la producción literaria de Revueltas, la divide en bloques formales: alaba los cuentos en su perfección y no toma en cuenta las novelas. Evodio Escalante dice: “El truco es todo, menos un truco nuevo: se ensalzan los cuentos de Revueltas para sepultar las novelas en el armario viejo; se declara la perfección de los textos menores para deshacerse de los mayores, sin problemas de culpa”.[31] La ausencia del tema político en los cuentos no puede ser soslayada para entender esta preferencia.
El mismo Escalante contrapuntea esta crítica tradicional a Revueltas con una postura frente a la cuentística: “En toda la producción cuentística de Revueltas [...] no hay uno solo que por la temática o el tratamiento narrativo rebase los marcos del humanismo burgués. Desde este punto de vista, no habría nada en Revueltas que no estuviera contenido ya, de alguna forma, en los textos de Dostoievski o de Malraux”.[32] Es probable que la cercanía revueltiana con autores rusos y franceses haya sido la causa de que su obra apareciera “como una producción anacrónica, extraña y condenable porque apelaba a las tintas del Realismo decimonónico (Dostoyevski, Tolstoi) y a las del Naturalismo zolaesco”,[33] apunta Felipe Mejía. Así, a pesar de la factura cuidadosa y de la unidad estilística y temática de sus textos, la obra de Revueltas no tuvo el suficiente reconocimiento en su tiempo.
Si para Escalante los cuentos son una repetición de problemáticas ya agotadas, Álvaro Ruiz Abreu, en José Revueltas: Los muros de la utopía, escribe sobre Dormir en tierra desde su sentido irónico y crítico:
El texto literario más sereno y convincente que escribió el Revueltas de los años del tormento ideológico y los ‘ligueros’ fue Dormir en tierra. Una prosa llana y cálida, en la que se denuncian los prejuicios de la clase media; asuntos vinculados a la religión entendida como trauma social y dogma, más que como comunión con una verdad y una fe, aparecen de manera transparente. Se nos revela un escritor que conoce el oficio de narrar historias, urdir tramas, manejar personajes de varios niveles y fraccionar el espacio y el tiempo para cumplir su objetivo.[34]
Agrega Ruiz Abreu que este libro no es sólo una reiteración y repaso de situaciones humanas universales (la muerte, la envidia familiar, el arrepentimiento, la culpa, el heroísmo), sino un intento de purgación del mismo autor, el camino por el que Revueltas luchó contra los problemas vitales más profundos que enfrentó durante su vida y que no tenían relación directa con la militancia política: Dormir en tierra “venía a demostrar una profunda visión apocalíptica de la existencia humana y a poner sobre la mesa el pensamiento de Revueltas”.[35]
Vicente Francisco Torres señala tres características primordiales de la cuentística del autor:[36] 1. Sus “buenos temas”, es decir la intensidad humana y social de sus argumentos; 2. Junto con el lirismo, el trabajo literario de Revueltas radica en llevar las tensiones incidentales hacia la conclusión del relato y 3. La riqueza expresiva, connotativa y dramática de su lenguaje: “Si el cuento debe ser más que lo descrito, si debe ser ante todo lo que no está dicho en el texto, el lenguaje de Revueltas asume ese papel mientras revolotea y evoca, mientras imanta hacia los hechos narrados una serie de implicaciones que no están dadas en el cuento”.[37] El crítico, cuando habla directamente de Dormir en tierra, lo califica como “mucho más maduro, ambicioso y depurado. Revueltas se aleja de la desolada oscuridad de su primer libro de cuentos para diversificar los temas, pues introduce asépticos personajes burgueses, la guerra europea y el problema de la incomunicación”.[38]
La obra de Revueltas no puede reducirse a literatura panfletaria, para él escribir era un acto político, lo cual se evidencia en los cuentos, como los de Dormir en tierra, donde es clara una perspectiva dialéctica, que trasciende el marxismo profesado por el autor. Si bien las novelas se corresponden de manera directa con su crítica y actividad política, podríamos decir que los cuentos son una ironización de la vida burguesa. Ambas producciones nos muestran la capacidad de análisis y de creatividad poética de Revueltas en una obra que cada día empieza a ser más estudiada y rescatada del olvido en el que estuvo por cuestiones políticas.
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El cuento es para Revueltas un género que exige suplir la extensión por la intensidad, y que por lo tanto requiere del autor una difícil concentración de sus dones. Señalado desde el principio por la crítica como un libro clave para la narrativa mexicana, sus relatos suelen aparecer en las antologías y son ejemplo de sabiduría literaria. En su universo todo está en pugna y en claroscuro; la íntima degarradura es la más convincente prueba de la condición humana de sus personajes, que luchan contra un mundo cruel, acaso indiferente, y deben además combatir algo que está dentro de ellos mismos.
José Revueltas (1914-1976) nació en Durango, pero terminó sus estudios primarios ya en la capital de la república, donde muy joven se incorporó al Partido Comunista Mexicano. Antes de cumplir quince años ingresó a reformatorio acusado de sedición y motín, y cuando tenía veinte fue enviado al presidio de las Islas Marías bajo el cargo de "conducta subversiva". De esa experiencia surgió su primer novela, Los muros de agua, en 1941. Dos años después, con El luto humano, Revueltas fue reconocido, hasta la fecha, como uno de los escritores más intensos de nuestro tiempo.
Dormir en tierra, el segundo libro de cuentos de Revueltas, fue originalmente publicado por la Universidad Veracruzana en 1960; recoge ocho relatos donde lo que más interesa al autor no es la anécdota ni la acción —eficazmente tramada, por lo demás—, sino profundizar en la naturaleza de sus personajes, crear una atmósfera. Para ello domina los principales recursos de la narrativa contemporánea, desde el monólogo interior hasta el punto de vista omnisciente. En palabras de Emmanuel Carballo: "La simultaneidad de anécdotas que confluyen para iluminar cierto hecho de la vida de un personaje, los bruscos cambios en el espacio y el tiempo, el profundo simbolismo con que carga actos e imágenes, el misterio con que diluye la realidad próxima y el misterio implícitoen la realidad íntima, todo ello da a sus textos vida y verosimilitud: los vuelve inconfundibles, dignos de lectura y morosa relectura."
El cuento es para Revueltas un género que exige suplir la extensión por la intensidad, y que por lo tanto requiere del autor una difícil concentración de sus dones. En el momento de su primera edición, Dormir en tierra fue señalado por la crítica como un libro clave para la nueva narrativa mexicana. Algunos de estos relatos han sido incluidos en antologías y son ejemplos de una sabiduría literaria que se revela en el uso de la palabra justa, evocadora, inquietante: la palabra que penetra la realidad y la explota en sus zonas más laberínticas y profundas. Para Revueltas ni la mente ni el sentimiento del hombre han sido iluminados hasta el fondo, y son esas zonas aún intocadas donde se hallan las contradicciones del ser, las que atraen su apasionada atención de escritor. Un universo en el que todo está en pugna y en claroscuro acoge seres cuya íntima desgarradura es la más convincente prueba de su condición humana: seres que luchan contra un mundo imperfecto, cruel y absurdo, casi indiferente, y deben además combatir algo que está dentro de ellos mismo.
El cuento es para Revueltas un género que exige suplir la extensión por la intensidad, y que por lo tanto requiere del autor una difícil concentración de sus dones. Señalado desde el principio por la crítica coo un libro clave para la narrativa mexicana, sus relatos sueñen aparecer en las antoogías y son ejemplo de sabiduría literaria. En su universo todo está en pugna y en claroscuro acoge seres cuya íntima desgarradura es la más convincente prueba de su condición humana: seres que luchan contra un mundo imperfecto, cruel y absurdo, casi indiferente, y deben además combatir algo que está dentro de ellos mismos.