Esta novela sobre la cristalización y descristalización de los sentimientos explora las relaciones del arte y la vida en la zona límite donde anidan los proyectos malogrados y las pasiones inútiles. El tañido de una flauta se centra en un desmoronamiento, o más claramente, en las distintas formas de contemplar un patético desmoronamiento. Los personajes van de las teorías incandescentes, a la caída, la realización consciente del fracaso.
A través de un personaje que es recordado por otros, Pitol dibuja la historia de una generación que lucha contra la inconsistencia y la fuerza corrosiva del tiempo; un grupo de seres que tras haber viajado de un continente a otro pretende, como Orfeo después de conocidas las tinieblas, reincorporarse a un mundo que ya no le pertenece.
Cada uno tiene su propia versión de los hechos; un fragmento de realidad que aportar al complejo relato que hace de esta novela un apasionado conmovedor testimonio de la pérdida de uno mismo.
En el Festival de Venecia, un productor cinematográfico mexicano asiste deslumbrado a la proyección de una película japonesa, en la que se cuenta una historia que, enigmáticamente, no puede ser sino la vida del escritor Carlos Ibarra, un amigo del productor.
A través de dos vertientes, la de dicho productor y la de un pintor que evoca sus años en Europa, en El tañido de una flauta (título a su vez de la película japonesa) se reconstruye la historia, marcada por la voluntad de desastre, de Carlos Ibarra desde sus inicios fulgurantes hasta la realización consciente de su fracaso, que culmina en su derrumbe total. Sergio Pitol recrea un mundo refinado y salvaje, fantástico y racional, perverso y erudito, donde personajes y situaciones aparecen intermitentemente sacudidos por una ráfaga de delirio que los conduce gasta el onírico desenlace final. Los pobladores de este mundo son una fauna de artistas, cineastas, figuras sociales más o menos brillantes, un teósofo y una Falsa Tortura, que parecen moverse con tanta desenvoltura en Venecia, Barcelona y la costa montenegrina como en las somnolientas ciudades provincianas de su país natal.
Dos fases del instinto aparecen contrastadas de manera especialmente visible: la lucha por romper el cordón umbilical y la ciega vocación de volver al seno materno. En ese diapasón surgen y se desarrollan los conflictos narrados en El tañido de una flauta.
En un estilo de progresivas iluminaciones interiores, Pitol ha escrito una obra estremecida como un apasionado testimonio, ennoblecida por un arte literario que perpetuamente cuestiona sus motivos, destruyéndolos como materiales para finalmente salvarlos en la unidad de la obra. Novela de creación artística, de la iluminación, de la voluntaria pérdida de dones y prestigios, de la complejidad implícita en el mero hecho que para algunos seres constituye su existencia, este Tañido permite a la vez una lectura desbocada y voraz como la de un thriller.
Cuando en 1972 apareció, en México, la primera edición de El tañido de una flauta, Juan García Ponce señaló que se trataba de una obra destinada a ser sólo comprendida por las generaciones del futuro. A su vez, Carlos Monsiváis afirmó que era «una de las mejores novelas (desconocidas) de la literatura mexicana». Las posteriores novelas de Sergio Pitol han contribuido al lector a no esperar soluciones previsibles a los misterios que el autor propone; o, tajantemente, a no esperar más solución que la surgida de una propia experiencia individual. En cualquier caso, El tañido de una flauta, Juegos florales y El desfile del amor (Premio Herralde) conforman un personalísimo corpus novelístico al que sería difícil encontrar parangón en la literatura contemporánea latinoamericana.
Sergio Pitol nació en Puebla, en 1933; su infancia y adolescencia las vivió en Córdoba, Veracruz, donde realizó sus primeros estudios. Cursó la carrera de derecho en la ciudad de México. Buena parte de su vida la ha pasado en Europa y Asia, donde ha ocupado diversos cargos en el servicio exterior. Ha incursionado en el cuento (Victorio Ferri cuenta un cuento, Los climas, No hay tal lugar, Asimetría) y en la novela (El tañido de una flauta, Juegos florales).
El tañido de una flauta nos cuenta las historias humanas y las fantasías que se conjugan en la constante búsqueda de los personajes por una identidad propia; la lejanía y el retorno son elementos de una misma pasión, de una vida que se reconstruye todos los días para la dificil tarea de darle un sentido. Pitol, quien va más allá de los estilos y se esfuerza por definir un lenguaje propio, ejercita en esta novela la fuerza narrativa que caracteriza toda su obra.
El tañido de una flauta, novela sobre la cristalización y descristalización de los sentimientos, explora las relaciones del arte y la vida en la zona límite donde anidan los proyectos malogrados y las pasiones inútiles. La novela –como todas las de Pitol–, construida a modo de caja china donde una vivencia contiene a las demás y un personaje expresa al siguiente y al anterior, se centra en un desmoronamiento, o más claramente, en las distintas formas de contemplar un desmoronamiento, entre ellas, con todo y apariciones de la Falsa Tortuga, la visión irónica. En El tañido de una flauta no hay término medios. Sin predestinación alguna, los personajes van de las teorías incandescentes y la certeza de atrapar el fulgor del pensamiento, a la caída, la voluntad de desastre, la realización consciente del fracaso.
Carlos Monsiváis
En el Festival de Venecia, un productor cinematográfico mexicano asiste deslumbrado a la proyección de una película japonesa, en la que se cuenta una historia que, enigmáticamente, no puede ser sino la vida del escritor Carlos Ibarra, un amigo del productor.
A través de dos vertientes, la de dicho productor y la de un pintor que evoca sus años en Europa, en El tañido de una flauta (título a su vez de la película japonesa) se reconstruye la historia, marcada por la voluntad de desastre, de Carlos Ibarra desde sus inicios fulgurantes hasta la realización consciente de su fracaso, que culmina en su derrumbe total. Sergio Pitol recrea un mundo refinado y salvaje, fantástico y racional, perverso y erudito, donde personajes y situaciones aparecen intermitentemente sacudidos por una ráfaga de delirio que los conduce gasta el onírico desenlace final. Los pobladores de este mundo son una fauna de artistas, cineastas, figuras sociales más o menos brillantes, un teósofo y una Falsa Tortura, que parecen moverse con tanta desenvoltura en Venecia, Barcelona y la costa montenegrina como en las somnolientas ciudades provincianas de su país natal.
Dos fases del instinto aparecen contrastadas de manera especialmente visible: la lucha por romper el cordón umbilical y la ciega vocación de volver al seno materno. En ese diapasón surgen y se desarrollan los conflictos narrados en El tañido de una flauta.
En un estilo de progresivas iluminaciones interiores, Pitol ha escrito una obra estremecida como un apasionado testimonio, ennoblecida por un arte literario que perpetuamente cuestiona sus motivos, destruyéndolos como materiales para finalmente salvarlos en la unidad de la obra. Novela de creación artística, de la iluminación, de la voluntaria pérdida de dones y prestigios, de la complejidad implícita en el mero hecho que para algunos seres constituye su existencia, este Tañido permite a la vez una lectura desbocada y voraz como la de un thriller.
Cuando en 1972 apareció, en México, la primera edición de El tañido de una flauta, Juan García Ponce señaló que se trataba de una obra destinada a ser sólo comprendida por las generaciones del futuro. A su vez, Carlos Monsiváis afirmó que era «una de las mejores novelas (desconocidas) de la literatura mexicana». Las posteriores novelas de Sergio Pitol han contribuido al lector a no esperar soluciones previsibles a los misterios que el autor propone; o, tajantemente, a no esperar más solución que la surgida de una propia experiencia individual. En cualquier caso, El tañido de una flauta, Juegos florales y El desfile del amor (Premio Herralde) conforman un personalísimo corpus novelístico al que sería difícil encontrar parangón en la literatura contemporánea latinoamericana.
El tañido de una flauta, novela sobre la cristalización y descristalización de los sentimientos, explora las relaciones del arte y la vida en la zona límite donde anidan los proyectos malogrados y las pasiones inútiles. La novela, construida a modo de cajas chinas donde una vivencia contiene a las demás y un personaje expresa al siguiente y al anterior, se centra en un desmoronamiento o, más claramente, en las distintas formas de contemplar un desmoronamiento, entre ellas –con todo y apariciones de la Falsa Tortuga– la visión irónica. En El tañido de una flauta no hay términos medios. Sin predestinación alguna, los personajes van de las teorías incandescentes y la certeza de atrapar el fulgor del pensamiento, a la caída, la voluntad de desastre, la realización consciente del fracaso.
Carlos Monsiváis