Se trata de una historia de amor con un final feliz (feliz porque tal vez no termina). Más aún: una historia de amor sin conflicto aparente. Casi una novela rosa puesta al día, como todavía suceden acaso hoy mismo. Aunque ésa es la columna vertebral del libro, los varios ropajes con que está envuelta son otras tantas historias que la enriquecen y le dan sorprendentes perspectivas. Una es la historia de un cello construido por Corrini en Cremona en el siglo XVII, y sus vicitudes viajeras de tres siglos (de Italia a Rusia y a México); otras es la historia de tres mujeres rusas, distribuidas en tres generaciones y relacionadas con el cello de Corrini; otra es la del narrador, melómano convencido y practicante, músicologo conocedor y crítico, pero rómantico irredento, capaz de decirle a su amada chelista: "No busco a una amante sino a una mujer a quien amar."
El libro está muy ágilmente escrito. El autor no sólo conoce bien el mundo de la música, sino también la lengua castella y los muchos recursos para plasmar una historia interesante, atractiva, simpática. Su género es en parte epistolar (verdadero manual de cartas de amor), en parte histórico (arranca con el primer encuentro histórico entre un mexicano y un ruso), y en parte viajes (amable estadía de la pareja en París). Como no aparece tragedia alguna, tampoco hay villanos; al terminar de leer esta novela uno sonríe con la heroína. No obstante, una especie de "eterno retorno" (la teoría del supuesto físico Forshyte sobre los puntos antipódicos que concitan la acción de las líneas paralelas) permite la reaparición en la novela de acciones y cartas de diferentes tiempos y espacios, creando un juego de espejos tal vez ominosamente premonitorio.
Asdrúbal Flores empezó su carrera como físico en los años sesenta. Fue burócrata de la ciencia y la tecnología hasta 1991. Desde entonces se dice consultor y la pasa mal, bien o regular. Viento del Este no es su primera novela, pero si la única que hasta ahora ha paladeado las delicias de la letra impresa.