Éste es el libro de las puertas de Pandora, pero también de las puertas chinas, y de los círculos del infierno: porque quien en estos cuentos abre una puerta, pronto habrá de encontrarse con una puerta más, más tentadora y más terrible, que inevitablemente, para gozo y horror de los lectores, desde luego, no podrá evitar abrir.
Cuentos donde empezamos compartiendo un olvido que, conforme se disipa, revela que la ciudad que parece Madrid es más bien la pesadilla de Madrid, que el pasado colonial novohispano no es el de la historia rigurosa sino otro, irremediablemente iluminado por la lumbre de la leyenda, no la verdad de los Evangelios sino la insidiosa herejía, pero sobre todo descubrimos estremecidos cómo estas mujeres y estos hombres vienen de otros lugares, que hubieran preferido seguir ignorando.
Al final lo fantástico es siempre una puerta que lleva a otra puerta, corredores, laberintos, carreteras nocturnas, pero al final de su huida vertiginosa, en el último de sus recodos, está la verdad, insobornable y fascinante y dura como un espejo de obsidiana; como la muerte.