Voy a través, se dice en este libro que discurre sobre el agua, y entendemos que esa travesía es una épica personal, de vida y muerte. Porque el nadador (el que nada) es una entidad naturalmente literaria: en él coinciden el ritmo y la liturgia, la total introspección y el orbe material, las heridas que se cierran y se abren, la esclusa abierta de las metáforas, el canto de la respiración, el Tiempo, la conciencia de la fatalidad. Cada poema una brazada, cada verso un respiro y cada letra una hendidura fugaz, adentrarse en estas páginas es asumir el rol del que nada, leer desde ese dúctil esfuerzo, protagonizar la gesta.
“Voy a través”, se dice en este libro que discurre sobre el agua, y entendemos que esa travesía es una épica personal, de vida y muerte. Porque el nadador (el que nada) es una entidad naturalmente literaria: en él coinciden el ritmo y la liturgia, la total introspección y el orbe material, las heridas que se cierran y se abren, la esclusa abierta de las metáforas, el canto de la respiración, el Tiempo, la conciencia de la fatalidad. Cada poema una brazada, cada verso un respiro y cada letra una hendidura fugaz, adentrarse en estas páginas es asumir el rol del que nada, leer desde ese dúctil esfuerzo, protagonizar la gesta.