La experiencia de Luisa Josefina Hernández en el teatro —entre cuyas obras podemos señalar principalmente: Los frutos caídos, Los duendes y Los huéspedes reales—, ha dado a la autora un pleno dominio del lenguaje y las situaciones dramáticas. Dominio que emplea aquí con gran maestría para conducir al lector a la atmósfera infernal de su protagonista, por medio de un excelente tratamiento en el que habita un interés policíaco —en el sentido más elevado que posee este género—, con el que logra un clima de angustia indecible y el planeamiento de dos problemas.
Las páginas de este libro son obsesionantes. La autora nos obliga a penetrar en un mundo del que su protagonista dice: "Ambulo para encontrar ese recóndito lugar de musgo, en que, sin dar lugar a duda, ha crecido la hierba. Ese es el sitio que yo busco para estar el minuto de calma, la tregua entre el castigo y el castigo". El problema humano que trata esta novela se ha considerado intocable (o casi intocable) en la literatura mexicana; el lector verá cómo la belleza del estilo literario de Luisa Josefina Hernández le permite abordarlo sin asperezas.
La serie Ficción de la Universidad Veracruzana se enorgullece de presentar otra vez a esta gran escritora.
Este libro es apenas un sueño de una posible felicidad que se diluye ante una realidad carente de optimismo.
La extraordinaria habilidad narrativa que Luisa Josefina Hernández muestra en sus obras de teatro, adquiere en la novela una dimensión distinta: "Cuando escribo novela soy libre en el tiempo y en el espacio -dijo alguna vez la autora-. Nada de productores, directores, actores… nada. Solo el texto y yo". Es así como en El lugar donde crece la hierba, novela que la Universidad Veracruzana publicó por primera vez en 1956, la protagonista ahonda en los matices más sutiles de su conflicto. Acusada de robo, vive sometida al encierro, y ese confinamiento da pie a una reflexión profunda y muy íntima que pone por escrito en un cuaderno dirigido a su primer amor. En tal ejercicio confesional da cuenta de su vulnerabilidad y progresiva anulación, ante los hombres que aparentan protegerla y de manera inexorable cierran sobre ella los muros de una prisión de la que solo podrá escapar por medio de las palabras.