En la obra de José Pedro Díaz, estos textos representan un intento de experimentación muy subjetivo y a la vez la búsqueda de la integración de las plurales orientaciones de su producción intelectual. Aquí puede encontrarse el afán lírico de quien en sus años de juveniles cultivara la poesía rilkeana (Canto Pleno) y también el manejo de lo fantástico de que dejara testimonio en su relato El habitante, a la vez que la precaución analítica del profesor y crítico que hay en el autor (su volumen sobre Gustavo Adolfo Bécquer, en sus ensayos sobre literatura francesa) y por último un reconocimiento de la realidad y sus reflejos discordantes en el mito y en la literatura como ahondara en su creación más rica hasta la fecha Los fuegos de San Telmo.
El sacudimiento de una inquietante perturbación espiritual, revitaliza en estas breves prosas, con frecuencia enigmáticas, un conjunto de contenidos arcaicos de la conciencia y a la vez esa línea literaria que arranca de los románticos alemanes subrepticiamente atraviesa la cultura europea hasta los escritos de Michaux.