Juan Antonio Rosado | Angélica Tornero.
2004 / 14 nov 2018 12:23
En la segunda década del siglo xx, surgieron dos agrupaciones coetáneas: los Contemporáneos y el Estridentismo. Es alrededor de estos dos grupos que se inicia una de las polémicas más sonadas en el medio literario mexicano durante la primera mitad del siglo.
Los orígenes de la polémica pueden establecerse a partir de la suma de acontecimientos que sucedieron en México, en particular en el ámbito literario. El Estridentismo fue la manifestación más sólida del movimiento vanguardista de los años veinte; la ruptura que proponían los postulados estridentistas era novedosa en la historia de las letras del país. Esto causó gran revuelo entre el mundo literario. Pero no fue sólo la estética estridentista lo que cimbró las propuestas del momento; el activismo social y político del grupo contribuyó a inquietar aún más a los funcionarios de la cultura.
Para Víctor Díaz Arciniega, dentro de los acontecimientos polémicos contemporáneos “hay uno representativo, que podría tomarse como fundador del proyecto político “revolucionario” deseado para el México del siglo xx. Me refiero al ocurrido en 1925".
Díaz Arciniega opina que la polémica no fue sólo de índole estética. A decir de este autor, en la parte más sustantiva de la polémica y nunca explícita, “destaca el planteamiento de un proyecto político cultural que se desea para el México posrevolucionario”.
La polémica, entonces, no debe reducirse a la cronología de notas periodísticas publicadas durante el primer semestre de 1925 y tampoco es el fin de la polémica el descubrimiento de la novela de Mariano Azuela, Los de abajo (véase Narrativa de la Revolución). No es azaroso que el grupo participante en la polémica sea de jóvenes autoidentificados como heraldos de la Revolución. Tampoco es azar que estos jóvenes, después de 20 años, conformen la sociedad política que administrará y conducirá la vida pública de México.
Guillermo Sheridan, en su libro sobre los Contemporáneos, ubica el origen de la polémica de 1925 en los albores del movimiento estridentista, con la publicación de la hoja Actual. En el primer número de esta hoja vanguardista, de diciembre de 1921, Maples Arce escribió: “que se ha sentido más emoción ante un recorte de periódico “arbitrario y sugerente, que en todos esos organillerismos seudolíricos y bombones melódicos, para recitarles de changarro gratis a las señoritas [...]”
Maples Arce insinúa ya en este comentario lo que posteriormente se convertirá en el centro de la discusión: la existencia de una literatura “afeminada” contra una “viril”; esta última, evidentemente, representada por los estridentistas y otros grupos afines.
El mismo Sheridan, en su libro México en 1932: 1a polémica nacionalista, menciona como antecedente de la polémica de 1925 al Congreso de Escritores y Artistas convocado por José Vasconcelos, desde la Secretaría de Educación Pública (sep). Este Congreso se llevó a cabo en mayo de 1923 y allí se expresó un conflicto entre los “nacionalistas”, que sostenían que la literatura mexicana debía atenerse a lo mexicano, y los “cosmopolitas”, interesados en el diálogo con el exterior.
Por su parte, Xavier Villaurrutia declaró, en una conferencia de 1924, que “el Estridentismo consiguió rizar la superficie adormecida de nuestros lentos procesos poéticos e inyectar, no sin valor, el desequilibrado producto europeo de los ismos". Más tarde, Maples Arce será, otra vez, blanco de los miembros del Nuevo Ateneo. En 1928, Cuesta publica su discutida antología de poesía; en ella presenta a Maples Arce en estos términos: “La poesía de Maples Arce intenta una fuga de los moldes formales del modernismo pero incurre, con frecuencia, en deplorables regresiones románticas. El tono mismo del alejandrino que prefiere –y que desarticula con escasa agilidad– lo ata a esa tradición que continúa precisamente cuando más la ataca [...]”.
Luis Mario Schneider, en su ensayo sobre la polémica de 1925, expone de manera cronológica parte de los contenidos de las notas periodísticas. Para Schneider, la Revolución, la llegada del vanguardismo con los estridentistas y la aparente subversión de algunos escritores ante las instituciones, antes incuestionables, sentaron las bases para la batalla periodística. Luis Mario Schneider reseña la polémica como sigue.
El 20 de noviembre de ese año se publica en El Universal Ilustrado un artículo firmado José Corral Rigan, nombre que, se supo después, encubría a dos personajes centrales de esta polémica: Carlos Noriega Hope, director del diario y simpatizante del grupo estridentista y Arqueles Vela miembro de este grupo. El artículo se titula “La influencia de la Revolución en nuestra literatura”. Se habla de los escritores de la Revolución que no han tenido todavía tiempo de manifestarse contra aquellos escritores que son “producto literario subconsciente del movimiento revolucionario", y cita a José Juan Tablada, Salvador Novo, Kyn Taniya y Xavier Villaurrutia.
Los artistas de la Revolución son, según el artículo, Diego Rivera, Maples Arce y Mariano Azuela. El artículo continúa con argumentos que justifican la existencia de este arte de ruptura en México. Un mes más tarde, el 20 de diciembre, Julio Jiménez Rueda publicó en El Universal un artículo llamado “El afeminamiento en la literatura mexicana”, quizá es éste el artículo que formalmente inicia la polémica.
El crítico dice: “Extraño verdaderamente me parece que en catorce años de lucha revolucionaria no haya aparecido la obra poética, narrativa o trágica que sea compendio y cifra de las agitaciones del pueblo en todo ese periodo de cruenta guerra civil o apasionada pugna de intereses”. Más adelante compara a México con Rusia: “En la mitad del tiempo Rusia ha creado ya una obra de combate o de simple expresión estética, considerable" Afirma que en nuestro país la literatura ha seguido encerrada en su torre de marfil. Comenta que nuestra vida intelectual ha sido siempre artificial y vana, pero que “hoy [...] hasta el tipo del hombre que piensa ha degenerado. Ya no somos gallardos, altivos, toscos... es que ahora suele encontrarse el éxito, más que en los puntos de la pluma, en las complicadas artes del tocador”.
Al cabo de unos días el artículo obtuvo respuesta. El autor fue Francisco Monterde. El 25 de diciembre publica en El Universal: “Existe una literatura mexicana viril”.
Monterde advierte que el licenciado Jiménez Rueda generaliza excesivamente en algunos puntos: “Estoy de acuerdo con él –dice Monterde– en que faltan literatos de renombre; pero eso se debe, principalmente, a la falta paralela de críticos”. Argumenta que existe una literatura mexicana viril que “sólo necesita, para ser conocida por todos, de una difusión efectiva”. En este punto habla de Mariano Azuela, lo define como el novelista mexicano de la Revolución y argumenta que, más que faltar literatura viril, “hay escasez de una crítica certera, falta de ejercicio constante de análisis que oriente al público sobre los nuevos valores y deficiencias en el sistema de ediciones. Estos factores impiden la difusión de las obras mexicanas entre el público nacional”.
Refuta las frases de Jiménez Rueda, quien escribe: “hasta el tipo de hombre que piensa ha degenerado”, y “No seamos pesimistas, el tipo de intelectual, entre nosotros, siempre ha sido de corta estatura [...]”. Apunta Monterde que el físico de un escritor, el hecho de que sea menudo, delgado o débil no ha sido el factor determinante en la “estatura” de un escritor.
El 12 de enero de 1925, en las páginas de Excélsior, aparece una voz más. Victoriano Salado Álvarez publica un artículo llamado: “¿Existe una literatura mexicana moderna?”. Salado Álvarez sale a la defensa de Julio Jiménez Rueda y afirma: “no hay literatura nueva y [...] la que hay no es mexicana [...] y a veces ni siquiera literatura”.
A propósito del comentario que Monterde hace en su artículo sobre la novela de Azuela, Los de abajo, Salado Álvarez dice: “Yo no he leído Los de abajo, que, según parece, es una curiosidad bibliográfica; pero sí he leído obras del doctor Azuela como Los fracasados y cuentos suyos de tres o cuatro años antes. [Y] le puedo asegurar al señor Monterde que el señor Azuela no es el novelista de la revolución, aun suponiendo que sea su obra tan notable como afirma el joven crítico”.
Francisco Monterde publica “Críticos en receso y escritores desesperanzados” el 13 de enero de 1925 en El Universal, donde replica a Salado y a Jiménez Rueda. Monterde dice: “Mi artículo trataba de probar, con hechos, que ‘hay una literatura mexicana viril’; no precisamente una literatura novísima, ni menos una literatura revolucionaria –aunque exista una Liga de Escritores Revolucionarios y ande por allí una antología de poetas revolucionarios formada por un académico– sino únicamente una literatura mexicana actual, no degenerada ni afeminada [...]”. Además, argumenta que no pretende afirmar que la falta de literatos se debe a la falta de críticos. Aclara que su interés estriba en descubrir que en México hay una literatura mexicana actual, no degenerada ni afeminada, en la que son valores vivos, entre otros, Salvador Díaz Mirón, Luis G. Urbina y Enrique González Martínez, además de Alfonso Reyes, Federico Gamboa y el mismo Salado Álvarez. El 17 de enero del mismo año, Jiménez Rueda publica “El decaimiento de la literatura mexicana”. Ahí aclara que al hablar de afeminamiento se refiere a "el reblandecimiento medular que padecen nuestras letras”. Este reblandecimiento según el crítico se debe a: “modas nuevas, cansancio espiritual, desgaste nervioso producido por años de tormentosa existencia, desorientación moral, carencia de espiritual analítico [...]”. En el número del 22 de enero de El Universal Ilustrado se informó sobre la próxima aparición de Los de abajo, en sus cuadernos semanales. Esta publicación se iniciaría el 29 del mismo mes. Además, el diario llevó a cabo, a propósito de la polémica que se había levantado, una encuesta entre algunos prestigiados escritores. En este mismo número y en el del día 29 de enero, aparecen publicadas la respuestas a la pregunta de la encuesta: ¿Existe una literatura mexicana moderna?
A esta encuesta respondieron varios escritores, entre otros: Federico Gamboa, Salvador Novo, Mariano Azuela, Saltiel Rosales, Enrique González Martínez, Rafael Calleja, José Vasconcelos, Agustín Basave, Luis Quintanilla, Victoriano Salado Álvarez. Entre las opiniones se encuentran puntos de vista controvertidos que van desde que no existe la literatura mexicana hasta que ésta se está consolidando finalmente.
Salado Álvarez publica el 31 de enero en Excélsior “La Literatura Revolucionaria Mexicana”. Afirma que en México ha faltado lo que ha sobrado en Rusia: espíritu de sacrificio, desinterés, buena fe. Concluye que en México no se ha producido una sola obra revolucionaria.
Al comenzar la publicación de Los de abajo en El Universal Ilustrado, Monterde publica un artículo: “Los de arriba y Los de abajo", también en El Universal Ilustrado, el 2 de febrero, en donde celebra el triunfo del doctor Azuela. La novela Los de abajo, para Monterde, es una prueba de la existencia de literatura viril en México. En su artículo “Las obras del doctor Azuela”, de febrero 4, Salado Álvarez contesta a la nota enviada por Monterde. Considera que Los de abajo no es una novela revolucionaria “porque abomina la revolución”.
Carlos Noriega Hope responde a Salado Álvarez en un artículo publicado el 10 de febrero en El Universal: “El doctor Azuela y la crítica del punto y coma”, en el que califica al crítico de “dómine pedante”.
Pero la polémica sobre la literatura mexicana no terminó ahí. José D. Farías en “El nido de avispas y la literatura mexicana” niega a Salado Álvarez el derecho a opinar sobre la literatura, dado que su visión es retrógrada. Posteriormente, Novo publica “Algunas verdades acerca de la literatura mexicana actual”, en El Universal Ilustrado, el 19 de febrero de 1925. En este artículo lanza un ataque a Pedro Henríquez Ureña, por una parte y ataca frontalmente una pretensión de hacer literatura social, al parecerle un sin sentido.
Manuel Martínez Valadez opina, en El Universal Ilustrado, el 2 de abril en “¿Existe una literatura mexicana moderna?”, que se ha originado un cambio en el espíritu de las letras mexicanas. La característica de la nueva literatura es su relación con el movimiento social y político.
Los enfrentamientos periodísticos se diluyeron hacia estas fechas, pero quedó en el ambiente la discusión. Estridentistas y Contemporáneos extenderían sus desacuerdos hasta su propia extinción como grupos.